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marzo 9, 2014

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Las fiestas del pueblo

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Finales de Julio era la mejor época del año, y no solo por las vacaciones, si no por las fiestas que se celebraban en mi pueblo.

Llegué casi de noche a la casa de mis abuelos, entre los abucheos generales de toda mi familia por haber llegado tan tarde a cenar.

Pese a estar agotada del viaje y haberme acostado tarde no me importó levantarme a las siete de la mañana al día siguiente para ir a ver los encierros con mi grupo de amigos de toda la vida, les había echado de menos.

Me puse unos shorts vaqueros y un top palabra de honor y eché a correr en dirección al campo de futbol que era donde quedábamos siempre. Allí estaban casi todos, Arancha, Gemma, Rocío, Miguel, Fran, Roberto, Pedro y Ángel. En cuanto les alcancé nos fundimos en risas, besos y abrazos.

Para variar el que más pasión le puso fue Miguel. Yo siempre había sospechado que estaba algo colado por mí, sin embargo yo no sentía lo mismo y él lo sabía, por lo que nunca había intentado nada.

-¿Dónde está el resto?- pregunté extrañada ante la ausencia de Marta y Luis.

-¿No has leído los mails?- preguntó Gemma.

-He estado un poco liada.

-No pueden venir. A Gemma le han cambiado las vacaciones a última hora, estaba hecha una furia y Luis desde que se ha casado está desaparecido.

-Él se lo pierde- dijo Ángel echándome su brazo por el hombro y dejándose caer sobre mí � ¿Bueno, nos vamos al encierro o qué? A este ritmo nos lo vamos a perder.

Echamos a andar y nos dirigimos a la calle principal, que a esas alturas estaba llena de gente, aun así nos apañamos para encontrar un hueco.

Mientras esperábamos comencé una animada charla con Gemma, hacía tiempo que no hablábamos y quería que me contase en primera persona que tal le había ido sentimentalmente durante todo ese tiempo.

-¿Te has dado cuenta que enfrente hay tres tíos que no nos quitan los ojos de encima?- me dijo intentando disimular.

-Sí, y no están nada mal, sobre todo el de la camiseta azul- Mi amiga dio una carcajada y a continuación no le quedó más remedio que darme la razón. El chico de enfrente debía tener veintitantos, moreno, con barba, parecía alto y por lo que podía ver tenía unos brazos fuertes.

A decir verdad le hice poco caso al encierro ya que tanto Gemma como yo nos pasamos el rato tonteando con ellos en la distancia. Eran solo miradas y sonrisas pero ellos nos seguían el juego. Por desgracia todo pasó muy rápido y cuando los toros llegaron a la plaza la gente se dispersó, algunos en dirección a la plaza, otros a los bares de los alrededores para meterse un buen desayuno en el cuerpo. Con pesar observó como el morenazo y su pequeño grupo se perdió entre el tumulto y tanto ella como Gemma hicieron lo mismo con el suyo.

Habíamos quedado para tapear en los chiringuitos que había en la Plaza Mayor y después iríamos al concierto que daban esa noche. Miguel me había dicho en algún momento de la mañana quien era el grupo que tocaba, pero se me había olvidado, seguramente no me gustaban mucho.

Estaban terminando de dar las diez campanadas cuando llegué al estadio de futbol. Solamente Miguel había llegado antes que yo, y al verme se me quedó mirando de ese modo en el que solo hacía cuando estábamos a solas.

-Estas guapísima- me dijo.

Ese día estaba haciendo muchísimo calor por lo que me había vestido únicamente con un fino vestido corto de tirantes de color blanco y unas sandalias

Yo le di las gracias junto con un par de besos y sentí como se pegó a mi más de lo normal.

-Ese vestido te sienta genial, pero ¿no te parece un poco transparente?

Yo me miré �Yo no veo que se me transparente nada.

-Yo te estoy viendo los pezones.

-Lo dudo mucho- No era la primera vez que usaba ese vestido y sabía que no se transparentaba nada, tal vez se la marcasen, eso no lo iba a negar porque no llevaba sujetador, pero de ahí a la transparencia iba un largo camino.

-Pues te los estoy viendo, créeme- insistió sin quitar los ojos de mis tetas.

-¿Y qué te parece si me miras a la cara? Seguro que así dejarás de verlos.

Miguel respiró profundamente y noté como se le nublaron los ojos por un instante. Seguro que estaba imaginándome a mí, acosada en su cama y solamente vestida con mi escueto tanga blanco, preparada para que me follase con desesperación.

Por suerte Arancha y Fran llegaron juntos y mientras se saludaban no pude evitar mirarle el paquete a Miguel, se le había abultado.

Si solo pudiera sentir atracción sexual por él�

Cuando llegamos a la Plaza se podía respirar el olor de la fritura de pescado, de los chorizos a la sidra, del vino y la cerveza. La música se entremezclaba con las risas y las voces de la gente y automáticamente consiguió olvidarse la incómoda situación que había vivido con Miguel hace unos minutos.

Era imposible encontrar una mesa para cenar, por lo que nos quedamos de pie al lado de la barra y entre raciones y risas fue pasando la noche. Yo había perdido la cuenta de cuantas sangrías nos habíamos bebido, pero debieron ser bastantes porque notaba como el alcohol comenzaba a afectarme. A esas alturas me reía por cualquier cosas y sentía un cosquilleo por las piernas y brazos que solo sentía cuando comenzaba a emborracharme. De pronto alguien me preguntó -¿Te importaría pasarme las servilletas?

Yo me giré y me quedé petrificada. Era el morenazo con el que había estado tonteando por la mañana en el encierro.

Me quedé mirándole unos segundos. No sabía exactamente que tenía ese hombre que me impedía dejar de mirarle, dejar de desearle. Cuando por fin puede reaccionar me volví a girar, cogí el dispensador de servilletas y se lo entregué. No sé si él lo hizo a propósito, pero sus dedos rozaron los míos mientras me miraba a los ojos con intensidad y mi estómago se retorció dolorosamente.

Simplemente me dio las gracias y se dio media vuelta pero no se movió de mi lado, se quedó muy cerca, tanto que de vez en cuando sentía su espalda rozar la mía.

No supe cuánto tardó en girarse pero se me hizo eterno �Disculpa- me dijo cuando intentó dejar el servilletero sobre la barra. No llegaba bien, por lo que tuvo que echarse un poco sobre mí. Un calor abrasador que clamaba por sexo invadió mi cuerpo.

No sé bien cuál de todos mis amigos protestó y sugirió buscar otro lugar más tranquilo, yo estaba completamente abstraída sintiendo el fibroso cuerpo del morenazo, deseando recorrerlo con mis manos.

Una vez hubo conseguido su objetivo me miró con una sonrisa me dijo �Espero no haberte aplastado mucho.

-No te preocupes, no lo has hecho.

Los dos nos quedamos un poco sin saber que decir y cuando iba a volver a prestar atención a mis amigos me preguntó -¿Habías venido alguna vez a estas fiestas?

Yo me reí �Todos los años, pero a ti no te había visto nunca.

-Este es el primer año, he venido con unos amigos para pasar unos días.

-¿Y te está gustando la experiencia?

El morenazo miró mis tetas de talla 90 y rápidamente subió la mirada �Bastante.

Yo me encendí, y no por vergüenza �Ya veo- respondí. Seguro que si volvía a mirar podría apreciar como mis pezones se habían endurecido.

Mis amigos me avisaron que se había quedado una mesa vacía � Ahora voy- les dije. La verdad es que me apetecía quedarme con el morenazo, quien sabía si esa noche iba a conseguir echar un buen polvo.

Cuando nos dejaron solos el chico me dijo -Por cierto, me llamo Juan Carlos ¿Y tú?

-Elena- contesté y me dio dos besos.

Me presentó a sus dos amigos, Mario y Javier. Ambos eran morenos pero más bajos que Juan Carlos. Mario tenía los ojos claros y Javier era el que tenía los brazos tatuados. La verdad es que tampoco estaban mal.

-¿Vais a ir al concierto de esta noche, verdad?- les pregunté.

Ambos asintieron y después de un poco de charla intranscendente sobre los encierros y las tradiciones del pueblo les dejaron solos.

El morenazo se acercó más a mí, tanto que nuestros cuerpos casi se rozaban -Pensaba que no se iban a ir nunca.

Yo reí -¿Tantas ganas tenías de que nos dejasen a solas?

-Llevo con ganas desde que te he visto esta mañana en el encierro. Después cuando ha terminado te he buscado pero habías desaparecido.

-Eso es que no has buscado con ganas, el pueblo no es tan grande.

-Solo te digo que mis amigos se han cabreado conmigo por pesado, pero la espera ha merecido la pena, con ese vestido estás imponente.

-Gracias.

-Seguro que estás imponente con cualquier cosa que te pongas.

-¿Estás intentando ligar conmigo?

-No lo estoy intentando, lo estoy haciendo.

Un tirante de mi vestido se deslizó por mi hombro y antes de que yo pudiese reaccionar lo subió con un dedo con lentitud.

Solo con ese estúpido roce y había logrado que mi coñito comenzase a mojarse. En ese momento supe que ese hombre iba a lograr que me volviese completamente loca.

Sin que yo me lo esperase Juan Carlos se agachó un poco y me dijo al oído �Tu piel es muy suave.

Un escalofrío me recorrió la espalda cuando con su nariz rozó mi cuello �Y hueles tan increíblemente bien, tan dulce, tan sexy que me estás volviendo loco.

Yo giré levemente la cabeza, su boca estaba muy cerca de la mía, tanto que sin apenas esfuerzo atrapé sus labios con los míos y comenzamos a besarnos. Él sabía a cerveza.

Pronto nuestras lenguas se encontraron, Juan Carlos me mordisqueaba los labios al tiempo que mis pezones se endurecían más y mi tanga comenzaba a empaparse. Una de sus manos se dirigió a mi culo y me apretó contra su erección. Yo quería más, quería follármelo en condiciones por lo que dejé de besarle y le dije -¿Y si vamos a otro lado?

Juan Carlos estuvo de acuerdo. Me indicó que él y sus amigos estaban alojados en una casa rural no muy lejos y que allí tendríamos intimidad durante un par de horas.

Yo estuve de acuerdo y nos fuimos juntos agarrados de la mano. Al salir de la Plaza nos encaminamos por una pequeña calle que se encontraba desierta. Podía sentir su mirada abrasadora recorrer mi cuerpo y eso no hacía más que calentarme. No habíamos recorrido mi diez metros cuando me dijo �Me muero de ganas de comerme esos deliciosos pezones que tanto se te marcan con ese vestido.

Yo reí y recordando la conversación con Miguel le dije -¿Sabes? Alguien me ha dicho que este vestido era un poco transparente.

Él se paró y me observó con detenimiento �Date una vuelta para mí.

Yo hice lo que me pidió contoneando las caderas. Con disimulo aproveché para mirarle el paquete y me relamí, su vaquero tenía un considerable bulto �Te hace un culo increíble- Se aproximó a mí de nuevo y me devoró la boca, metiéndome me la lengua y estrujándome el culo con ambas manos.

Comencé a gemir y entonces se separó de mí, me agarró la mano y echamos a andar de nuevo.

Era la típica casa de piedra de dos plantas, la cocina, el salón comedor y un aseo en la baja y el resto de los baños y los dormitorios arriba.

-¿Te apetece beber algo?- me preguntó Juan Carlos.

Yo negué con la cabeza y él me indicó el viejo sillón de tres plazas. No habíamos terminado de sentarnos cuando ya nos estábamos comiendo la boca de nuevo, solo que en esta ocasión no había nada que nos detuviese.

Pronto sus manos se posaron sobre mis piernas. El vestido era bastante corto, así que al sentarme se me subió mucho más dejando casi al aire mi trasero, por lo que cuando Juan Carlos quiso tocarme el culo no encontró ningún impedimento.

Su boca dejó la mía para atacar mi cuello �No sé qué perfumes usas pero es olerlo y solo puedo pensar en follarte. Desde que me he acercado a ti esta noche para pedirte las servilletas no he podido dejar de pensar en otra cosa- me dijo y yo gemí en apreciación a sus palabras.

Y eso era justo lo que quería, lo que necesitaba, que me follase.

Ante la sorpresa de mi morenazo me senté a horcajadas sobre él al tiempo que me subía el vestido sobre las caderas y me abalanzaba a besarle de nuevo, pero antes de llegar a mi objetivo él me dijo -Es hora de que esto vaya fuera- Cogió el bajo del vestido y tiró de él.

Levanté los brazos para que terminara de sacarlo pero en cuanto me vio las tetas cambió de idea -¡Dios, que ricas! Me muero por comérmelas.

Hice el ademán de quitarme el vestido pero no me dejó �Quédate así un rato- por lo que dejé los brazos descansar sobre mi cabeza, con la cara cubierta por la tela mientras mi morenazo me lamía los pezones, los mordisqueaba y se amamantaba de ellos.

Y lo hacía increíblemente bien, tanto que mis caderas comenzaron a frotarse contra el cada vez más prominente bulto de sus pantalones. Mis gemidos iban en aumento y el no ver lo que me estaba haciendo me estaba poniendo más caliente si cabía. A esas alturas mi tanga ya estaba lo suficientemente empapado como para que estuviese mojando su pantalón.

-Me tienes cachondísimo, nena- me dijo y a continuación llevó su mano derecha hasta mi coñito y lo acarició por encima del tanga. Yo gemí con más fuerza.

-Estas empapada.

-Lo sé- respondí. Mi voz amortiguada por la tela.

-Esto tiene que ir fuera- dijo mientras tiraba de la tira del tanga tanto que se me clavó en el clítoris.

-Sí- contesté entre gemidos -Todo fuera.

Me quité el vestido y lo tiré al suelo. A continuación me puse de pie, me aparté unos centímetros de él y deslice mi tanga por las piernas con lentitud.

Llevaba el coñito depilado, por lo que cuando Juan Carlos lo vio se llevó la mano a su bragueta y se acarició por encima de la tela sin apartar sus ojos de mí.

Completamente desnuda me acerqué a él y le obligué a quitarse la ropa. Tenía un cuerpo fibroso y cuando se quitó los calzoncillos y liberó su erección mi clítoris comenzó a palpitar. Su polla no era especialmente grande pero yo la deseaba como nunca antes había deseado ninguna otra polla. Quería comérmela, la quería tener dentro de mí follándome sin compasión, y pronto lo iba a conseguir.

Juan Carlos se había puesto de pie, por lo que me arrodillé y con la mano derecha me la llevé a la boca. Estaba dura y caliente y al comenzar a lamerla dio un par de sacudidas, endureciéndose, creciendo. Con la lengua recorrí su punta mientras le acariciaba el tronco y pronto se la estaba comiendo con ansias mientras mi coño se deshacía y chorreaba. Juan Carlos sujetó mi cabeza con ambas manos instándome a tragar más y más de él, llevándose hasta el fondo de mi garganta.

-Ahora me toca a mí- me dijo obligándome a ponerme de pie. Me hizo tumbarme en el sillón, me sujetó las piernas, las levantó y me pidió que las mantuviera lo más abiertas posibles para que él pudiese comerme en coño en condiciones.

Y yo lo hice, las separé y mi morenazo se abalanzó sobre mí.

Su lengua se abrió paso entre mi carne húmeda e hinchada, llevándose con ella la muestra de mi excitación. Me lamía y absorbía mi clítoris haciéndome gemir cada vez más alto, acercándome al orgasmo peligrosamente.

Mis piernas no iban a aguantar más y cuando estuve a punto de doblarlas un par de dedos se introdujeron en mi coño. Entraban y salían con rapidez sin que la boca de su dueño se separase de mi clítoris en ningún momento.

Me iba a correr y se lo hice saber, no quería terminar tan rápido. Lejos de apartarse, como yo había esperado que hiciese, Juan Carlos aceleró el ritmo y la intensidad con la que metía y sacaba sus dedos de mí y me corrí en sus dedos. No fue un orgasmo intenso de esos que te dejan sin respiración pero no estuvo mal.

Mientras recuperaba el aliento mi morenazo se puso de pie delante de mí, su polla en pleno esplendor me apuntaba insolente, y si, a pesar de acabar de correrme todavía la deseaba dentro de mi.

Le vi chuparse los dedos que habían estado en mi coño, lo supe por el modo en el que me miraba y como gemía mientras lo hacía.

Al terminar se acercó a mí como un depredador al acecho de su presa -Ahora voy a follarte de verdad.

Se tumbó sobre mí y se introdujo despacio y cuando casi estaba toda su polla dentro de mí dio un golpe con sus caderas y se adentró en mí con fuerza.

Las paredes de mi coñito se contrajeron arrancando un gemido de la garganta de Juan Carlos, que comenzó a moverse a buen ritmo.

Tenerle follándome estaba siendo tan bueno como me había imaginado. Me gustaba y a mi coño por lo visto también ya que no paraba de lubricar abundantemente.

Desde esa posición mi morenazo me amasaba las tetas y me pellizcaba los sensibles pezones.

Los dos habíamos roto a sudar cuando Juan Carlos se apartó �Te quiero a cuatro patas- y lo hice sin rechistar.

-¡Joder, que culo tienes!- me gritó mientras me envestía con fuerza -¡Un día te lo voy a follar, te lo voy a llenar con mi leche caliente!

Yo solo podía gemir y lubricar -¿Eso te gustaría, verdad? Que te metiese mi polla dura en tu culo y me corriese.

Mi coño se contrajo ante la escena que se acaba de representar en mi mente, él bombeando todo su semen dentro de mi apretado culo mientras yo me corro -Si- conseguí decirle.

Sacó su polla dejándome dolorosamente vacía y rozó la punta de mi ano con su punta, abriéndose paso poco a poco.

Yo no estaba preparada y cuando introdujo la punta me dolió, por lo que él paró y sujetándome por los hombros me hizo girar hasta mirarle.

-Hoy no estas preparada, pero te voy a follar ese culo. ¿Me vas a dejar, Elena?

Yo estaba tan cachonda que le dejaría hacerme lo que quisiese �Si- contesté con ansiedad. Necesitaba correrme de nuevo.

-Me correría por todo tu cuerpo, así de cachondo me pones. En tu coño, en tus tetas, en tu cara, en tu boca. Me gustaría ver cómo te tragas mi leche- continuó diciéndome.

Mi morenazo me dio un lametón en la boca, se sentó en el sillón y me pidió que le cabalgase.

Y lo hice, vaya si lo hice. Me deslizaba por su polla arriba y abajo sintiendo un nuevo orgasmo aproximándose sin compasión, y este iba a ser de los buenos, lo sentía crecer en mis entrañas, por lo que comencé a acelerar el ritmo. Mis tetas botaban, se chocaban entre sí.

Juan Carlos se recostó y me obligó a recostarme un poco sobre él, me agarró el culo y me lo apretó. Él también estaba cerca, se lo notaba por la manera de gemir y del modo en el que me obligaba a clavarme en él, con violencia.

Ya no aguantaba más y tras media docena de embistes me dejé ir y me corrí con fuerza. Mi coño se agitaba con violentos espasmos mientras yo cerraba los ojos, echaba la cabeza atrás y gritaba.

Cuando fui capaz de respirar de nuevo Juan Carlos me besó con fuerza, metiéndome la lengua en la boca con desesperación.

-Ahora ponte de rodillas y chúpamela hasta que me corra. Quiero hacerlo en tu boca.

Y eso hice. Su polla mojada por mis flujos palpitaba y yo me la comí con ansias, deseando hacerle correrse con tanta fuerza como me había corrido yo. Pasé la punta de mi lengua por su capullo, llevándome sus gotas de líquido seminal conmigo. Me entretuve un momento en su sensible capullo. Como había hecho cuando le había hecho la primera mamada Juan Carlos llevó sus manos a mi cabeza y me dirigió, obligándome a tragar.

Disparó un potente chorro de su semen directamente dentro de mi garganta entre fuertes gemidos, el resto no llegaron tan lejos, mi morenazo no les dejó ir tan lejos y cuando terminó de vaciarse me pidió que le mostrase su leche.

Obediente abrí la boca pero con rapidez la cerré y tragué. Volví a abrir la boca y le mostré lo vacía que se había quedado, y no solo eso, volví a meterme su polla en la boca y me llevé alguna pequeña gota que había quedado rezagada.

-Ha sido increíble- me dijo �Eres increíble.

Yo asentí y me senté a su lado. Ambos estábamos sudando, pero no nos importaba, nos abrazamos y nos quedamos un rato en silencio.

-Hacía tiempo que no echaba un polvo tan bueno como este- le confesé.

-Sigo queriendo follarte el culo ¿Sigues queriendo que lo haga?

Me incorporé un poco y me giré -¿Te parece bien mañana a la hora de la siesta?


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2 respuestas

  1. nindery

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