
Por
Anónimo
La máquina del café y el baño de la lujuria
La máquina del café y el baño de la lujuria
Dedicatoria: Al café, a los pechos pequeños y a los baños insonorizados.
Mi historia comienza hace un año cuando me incorporé a mi puesto de trabajo, conocí a Laura, una compañera delgadita que se sentaba dos mesas más allá, con unos pechos pequeños, realmente apetitosos y un culo precioso, sencillamente espectacular. Fueron semanas de mucho trabajo, algo que me alegraba porque cada vez que ella se levantaba a la máquina del café yo aprovechaba para seguirla viendo mover su cuerpo.
Entre café y café nació la amistad, en ocasiones quedábamos para comer juntos, otras veces para tomar algo después del trabajo� nada particular.
Cada lunes nos poníamos al tanto del fin de semana pero un lunes todo cambió, nos encontramos para comer. Ella me contó que ese fin de semana no fue a casa de su prima como de costumbre y prefirió quedar con unas amigas que hacía tiempo no veía. Me contó toda la noche, aburrida al máximo, por primera vez miraba sus tetas sin carió, sólo tenía ganas de dormir entre ellas� pero de mi sueño me sacó un �y cuando llegué a mi casa estaba tan tan caliente que me la pasé masturbándome�
Me quedé blanco.
A partir de ahí, cada lunes, sacaba temas calientes, cachondos, eróticos, húmedos� y ya no sólo, sino que me preguntaba cosas como mi postura preferida para follar, que si alguna vez había follado con alguien mayor que yo, menor� Y si antes la seguía con la mirada hasta la máquina de café ahora la miraba como la mujer a la que me quería hacer todo lo que había soñado hacerle, todo lo que, mientras me masturbaba, pensé hacer. Comerle el coño, ¡maldición!, yo nunca hablaría así, pero es que saca lo pero-mejor de mi.
Debió darse cuenta de mis pensamientos porque al día siguiente, al encontrarnos en el ascensor e vez de saludarme con la mano, como siempre, buscó mi boca y me dio un beso, de tornillo, espectacular. No hablamos pero luego volvimos a coincidir, como siempre de nuevo, en la máquina de café � Siéntate, quiero preguntarte algo�- Dime � ¿Yo te gusto? En vez de responder me puse a mil, sentí una erección como las del instituto, litros de sangre iban en canal hasta mi entrepierna. La besé, ella comenzó a besarme gimiendo locamente, su lengua buscaba la mía en forma de tornado, no sabía que parte de mi cuerpo quería tocar ni yo del suyo, bueno sí que lo sabía pero tuve un ataque de lucidez, ¡estábamos en mitad de la oficina! Pero la lucidez se fue al carajo, me puse a tocar sus tetas mientras le quitaba la camis, desabroché su sujetador casi con la mente, mmmm, recuerdo la primera vez que toqué esas tetas pequeñas, pero con unos pezones duros y suaves como el mármol, comencé a morderlos y a chuparlos, ella no dejaba de gritar y de decirme que quería que la follara, con esas palabras, y noté como mis pantalones, literalmente, reventaban.
A empujones, y entre alguna que otra mirada estupefacta, nos fuimos quitando la ropa como pudimos hasta que llegamos al cuarto de baño, Por suerte en esa zona de la oficina sólo estaban los frikis, nadie creería su versión de la historia. Ya dentro del baño, mientras cerraba el pestillo, descubrí que su coño estaba depilado, nunca vi nada tan húmedo, brillaba a la legua y ya me puse más cachondo aún, si es que se podía; de verdad que hasta me dolía de lo dura que estaba. Seguimos besándonos mientras nuestras manos se dedicaron a masturbarnos mutuamente, noté como me la cogía como si hubiera nacido para hacer eso; sentí mi mano izquierda sumergirse en ese mar que se había convertido su entrepierna mientras que con mi mano derecha abría su culo buscando y acariciando el ano.
No aguantaba más, tenía que follármela, la empujé hacia el lavabo y ella, con gran puntería me la cogió hasta colocarla en la entrada de su vagina y poco a poco fue meneándose. Descubrí un tatuaje sobre su culo brutal, era una especie de letra china, aunque reconozco que podría haber puesto lo que fuera orque yo sólo leía �fóllame�
Empezó a decirme que se masturbaba todas las noches pensando en mi, que la primera historia caliente que contó, esa que acabó masturbándose hasta el amanecer, esa noche supo que algún día me follaría en la oficina. De pronto cambio el ritmo y metió la sexta marcha, yo echaba humo, apretaba sus nalgas, la azotaba y ella gritaba, yo gritaba, di por hecho que nos despedirían.
Se dio la vuelta y le mordía los pezones, pero inmediatamente me cogió de nuevo la polla para meterla en el chocho más estrecho del mundo, pero tan húmedo como el propio océano. Sus gritos de ¡me corro! Me excitaron tanto que tuve que vaciarme de lleno.
Como animales nos quedamos pegados, dentro de ella hasta que perdía la fuerza, fueron como años. Aunque parezca mentira no nos despidieron, cada lunes, después del café, follamos como locos en los baños de la oficina.
MG con amor desde wetsecret.com
2 respuestas
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