La lluvia (PARTE 1)
PARTE 1
Esa tarde la oficina estaba casi sola, todos habían salido a su hora excepto Gina, que debía entregar un resultado de las ventas mensuales al día siguiente. Yo regresé del estacionamiento para entrar a buscar mis llaves que no encontraba. La tarde oscurecía, se acercaba la noche y nubes grisáceas anunciaban una abundante lluvia. Entré de nuevo a la oficina visiblemente apurado y ahí estaba ella aún. Su fina y bien torneada silueta era inconfundible. Nadie podía negar que Gina tenía una belleza extremadamente sensual. Se había divorciado hacía 6 meses, cuando descubrió que su esposo le era infiel con una amiga muy querida de ella. Es quizá por eso que desde esas mismas fechas desde que empezó a trabajar con nosotros casi no hacía amistad con nadie de las demás muchachas de la oficina. Era amable con todos, pero solo platicaba lo esencial relacionado al trabajo.
Todos los hombres de ahí eran demasiado amables con ella, pero les notaba a leguas las insanas intensiones. Y es que era difícil estar cerca de ella platicando y controlar la mirada para no ver las voluptuosas formas de su cuerpo. Un metro con 70 cm le calculaba de estatura. Yo casi no tenía oportunidad de platicar con Gina pues mi trabajo materialmente estaba fuera de ahí visitando clientes y bodegas. Pero aún así la saludaba y le hablaba con respeto cuando la veía, era mi compañera de oficina y además diez veces más eficiente que cualquiera de las anteriores que me habían asignado, mi rendimiento en el trabajo había mejorado al triple con su colaboración y no quería arriesgar a perder una compañera tan eficaz como ella.
Los ojos de la hermosa chica me miraron ligeramente mientras ella seguía escribiendo datos en la computadora, su esbelta línea lucía perfecta sentada en la silla mientras su cabello negro y lacio bajaba por la espalda de su ligera blusa blanca sin mangas. Su pequeña y ceñida falda negra delineaba groseramente la sinuosidad de sus perfectas nalgas. Por un momento olvidé lo que estaba buscando y mi mente empezó a fantasear locuras eróticas acerca de su cuerpo pero un estruendo en el cielo me sacó de ese hermoso trance. La lluvia pronosticada para esa tarde se acercaba.
-¿qué te pasa?- me dijo sin dejar de teclear, -te noto muy apurado-.
-olvidé las llaves y no sé dónde las dejé- contesté un poco nervioso, temeroso de que descubriera mis pensamientos.
Un segundo estruendo mas fuerte que el anterior se escuchó seguido de un ligero relámpago. El conserje entró en ese momento para avisar que ya se hiba.
�cerraré con llave al salir- dijo Don Miguel algo apurado mientras se ponía su impermeable �ustedes cierren con su llave cuando salgan, se avecina una gran tormenta tengan cuidado- agregó, al tiempo que se escuchaba el click de la cerradura. Prácticamente ya los últimos rayos de sol se habían ido.
Yo seguí buscando mis llaves, algunas gotas ya se veían caer a través de la ventana del cuarto piso donde estábamos. De ves en cuando miraba furtivamente las piernas aperladas de Gina que lucían fenomenales por abajo del escritorio. Una sonrisilla algo incomprensible para mí alcancé a notar en su rostro. Mi escritorio estaba frente al de ella, me incliné sobre la alfombra de la oficina buscando las llaves, y es que también mis copias de la oficina estaban en el mismo llavero al igual que las de mi casa, así que si quería salir de ahí y llegar a casa necesitaba encontrarlas. Afuera la lluvia apretaba un poco más.
De pronto mientras buscaba arrodillado sobre la alfombra mi vista se clavó �sin querer� en las piernas de Gina por debajo de su escritorio, no sé si ella me notó o no, pero sus piernas se abrieron y cerraron ligeramente mostrando una diminuta tanga blanca. Por un momento tuve la intención de gatear hasta su escritorio como hipnotizado por ese hermoso paisaje, para percibir de cerca esa belleza.
Seguí buscando mis llaves por otro lado para poder contenerme.
-Ya casi termino, si quieres te ayudo a buscarlas- me dijo.
-gracias, no sé como pude extraviarlas, estaba seguro de tenerlas sobre mi escritorio- contesté .
-Por fin terminé- dijo Gina levantándose de su silla ejecutiva mientras apagaba el computador.
Aún inclinado en el piso pude ver sus delineadas piernas acercándose a donde yo estaba. �Te ayudaré a buscar- dijo con su melodiosa voz, y se arrodilló empinada en cuatro frente a mí sobre la alfombra al igual que yo. Casi se me salían los ojos viendo cómo el escote de su pequeña blusa mostraba sus perfectos pechos. Ella siguió buscando mis llaves gateando en la alfombra y se dirigió al lado opuesto de donde yo estaba, así que pude ver cómo la chica se alejaba gateando empinada frente a mí hacia la pared del fondo. Yo me quedé sin habla con lo que estaba viendo. Su bien torneado trasero se veía estupendo con esas nalgas delineándose bajo su minifalda frente a mis ojos. -¿ya buscaste por aquí?- me dijo mientras se empinaba totalmente y agachaba su rostro para mirar por detrás de un archivero. Realmente no tenía sentido buscar en ese lugar pero eso me importaba un comino, yo estaba embobado viéndola por detrás.
La lluvia apretaba cada vez más acompañada de estruendos, y afuera ya era de noche. De pronto se fue la luz, el edificio era algo viejo y regularmente fallaba la electricidad al menor relámpago.
Ella gritó espantada cuando todo quedó a oscuras. -Calma- le dije �aquí esto pasa muy a menudo en época de lluvia- , �tengo miedo- me dijo con voz nerviosa. Avancé hacia donde estaba ella gateando a tientas la alfombra. Cuando nuestra visión se adaptó a la oscuridad estábamos a gatas uno junto al otro, los dos reímos por la situación chusca en que estábamos. Percibí el aroma de su perfume viendo de cerca su hermoso rostro como si me envolviera un mágico hechizo. Un estruendo como de rayo se escuchó en ese instante y ella gritó asustada lanzándose sobre mí, abrazándome y haciéndome caer de espaldas en la alfombra. Toda ella quedó encima de mi cuerpo, y de inmediato sentí al contacto la turgencia de sus duros pechos, su leve cintura, su vientre bien formado y sus piernas. Sus labios estaban tan cerca de los míos casi rozándolos pero no me atrevía a besarlos. Sus hermosos ojos se clavaron en mí. No quería que ella pensara que era un aprovechado de la ocasión, de hecho mis manos estaban en la alfombra evitando tocarla. Pero la perfección de su cuerpo no podía pasar desapercibida a mis sentidos. Sus pechos, sus piernas, su vientre, todo eso estaba sobre mi cuerpo y yo no era de roca. La voluptuosidad de su sensual belleza aceleró mi líbido que ya estaba encendida desde que la vi abriendo sus piernas bajo el escritorio. Un cuerpo tan hermoso y perfecto como el de Gina sobre mí era una tentación digna de hacer pecar al más beato.
Fue inevitable, una erección comenzó a armarse de inmediato en mi entrepierna y a crecer aceleradamente. Era como si un pistón se levantara.
Sobre el bulto que formaba mi pene pude sentir el vientre de Gina. Fue en ese momento que yo esperé lo peor, ya casi creía sentir su mano dándome una tremenda cachetada por mi instintiva reacción. Y bien merecido me lo tenía tal vez, pero eso no le restaría valor a su belleza.
-Perdón Gina, yo . . no . . . � no sabía que decir en realidad, solo balbuceaba como un tonto, pero eso sí, la erección de mi pene no desaparecía sino al contrario. Y no hiba a desaparecer mientras sintiera la tentadora voluptuosidad de Gina sobre mí. Mis manos seguían sin tocarla, pero mi pene la detectaba como el mejor de los sensores.
-no es intencional Gina, . . . yo te juro que . . . � no pude completar la frase, sus labios se prendieron a los míos besándome en una forma que no olvidaré jamás. Como si ese beso estuviera contenido desde hacía mucho tiempo, esperando ansioso.
Yo correspondí apasionadamente ese beso igual de la misma manera, disfrutando de sus labios.
¿Cómo negarse cuando una mujer te dice en un beso todo lo que tiene para darte? Sus manos recorrieron mi pecho desabrochando mi camisa sin dejar de besarme mientras que al mismo tiempo ella flexionó sus rodillas y abría sus piernas sobre mí para poder frotar su concha montándose sobre el bulto que formaba mi pene. Era una delicia, algo inesperado para mí, su concha se frotaba suavemente sobre el bulto de mi pene y podía sentirse un rico calorcito brotar desde ahí. Su pequeña minifalda de licra elástica no fue problema para abrirse lo suficiente a lo ancho que sus piernas le pedían, y su tanga diminuta como hilo dental era testigo de esa proeza. Por debajo de la tela de mi pantalón mi pene sintió la erótica maniobra de Gina. Si de por sí ya estaba endurecido eso lo despertó aún más todavía aumentando la presión como si fuera a romper mi cremallera. Su cadera se movía suave y rítmicamente frotándose sobre mi bulto. La exquisitez de su figura se prestaba para tal audacia.
Yo ya no necesitaba más permisos, para ese instante ya mis manos se movían bajo su falda sintiendo el ritmo y la turgencia de sus nalgas. ¡Qué buenas nalgas tenía esa chica! Mis manos acariciaban sus piernas sintiendo una piel tan suave como una seda, ella entonces dejó de besarme y alzó un poco su pecho sin despegar su cadera sobre mí, y fue entonces que jalé rápidamente su diminuta blusa hacia arriba para quitársela. Creí por un momento que ella se resistiría pero necesitaba hacerlo para saber de una vez por todas a lo que me atenía. Saber hasta dónde podía llegar. Para mi fortuna ella no se resistió sino al contrario, alzó los brazos para ayudarla a salir. Bajo la blusa un sostén blanco de pequeñitos encajes finos color rosado le daba un toque por demás sensual a sus hermosos pechos que casi querían salirse de ahí. De hecho creo que lo pedían a gritos así que también hábilmente me las ingenié para quitarle el sostén no sin antes admirarlo pues en verdad le daba un arreglo personal muy sensual y atractivo.
Su perfume eme enloquecía hechizándome de lujuria.
Por fin quedaron libres y sus turgentes pechos se bambolearon triunfantes al aire. Mis ojos casi se desorbitan al ver esa hermosura de tetas al alcance de mis manos. Gina ya había abierto completamente mi camisa e intencionalmente se replegó a mi pecho haciéndome sentir que todo su cuerpo hablaba a través de su delicada y cuidada piel. Sus pechos no eran enormes, pero tenían el tamaño suficiente para volverme loco. Levanté mi rostro un poco para alcanzarlos y comérmelos a besos, y Gina me los ofrecía como un manjar delicioso. Un gemidito como un suspiro salió de su pecho cuando mis labios le dieron unas ricas mordiditas a sus pezones, y comencé a mamar esos pechos lujuriosamente y a lengüetearlos a mi antojo, mientras mis manos se posaban de nuevo sobre su falda de licra para levantarla hacia arriba casi hasta sus caderas y poder meter mis dedos entre su tanga como buscando y buscando.
Un jadeo se escuchaba de su pecho y para mí era como una invitación a algo más que besos y caricias. Por un instante Gina dejó de frotar su concha sobre mi bulto y levantó su cintura un poco. Yo aproveché de inmediato para desabrochar mi cinturón y abrir mi pantalón. Cuando abrí el cierre mi pene salió desesperado como una fiera buscando su presa. Irguiéndose firme como un poste. Como pude bajé mi pantalón un poco hacia mis rodillas para tener mejor sensación de las turgentes piernas de Gina. Creo que ella sintió el calor de mi pene porque yo también pude sentir el de ella. La piel de nuestros sexos por fin hizo contacto. Una deliciosa sensación recorrió mi cuerpo al sentir la concha de Gina restregarse sobre mi pene y algo de humedad vaginal pude percibir al delicioso contacto. Su concha se humedecía y pude sentirla al tiempo que sus jadeos aumentaban. Una electrizante sensación recorrió mi vientre estremeciéndome excitado haciendo que mi pene se endureciera aún mas.
Mis labios jugueteaban aun golosamente saboreando sus pechos propinándole tremendas mamadas que la hacían gemir y estremecerse toda. Creo que había encontrado algún punto débil porque a cada mamada su rostro se relajaba, sus ojos se entrecerraban, . . . y mordía sus labios estremeciendo su vientre.
Mis manos acariciaban sus nalgas que se movían aún con un ritmo cadencioso. Una de mis manos se movió hábilmente entre sus piernas para hacer a un lado la elástica y diminuta tanga de hilo dental de Gina. Y es que la intención de mi parte era lujuriosamente atrevida. Y ella entendió el código de mi mensaje porque sentí su cálida manita buscando mi pene entre sus piernas.
�Aahh- exclamó cuando su mano lo encontró totalmente duro. �Ya no aguanto más, déjame sentirla- me dijo en un tono eróticamente desesperante.
�Toma lo que quieras de mí Gina, no sabes cuanto tiempo hace que me gustas tanto- le dije.
Y es que al contacto de su mano mi pene estaba ardiente de frenesí por penetrar esa concha húmeda y ella pudo sentir en su mano la longitud de lo que estaba a punto de comerse. Pero no fue tan necesario que ella le ayudara a mi pene con su mano, pues nuestros sexos ya estaban buscándose mutuamente.
Dejé de mamar sus ricas tetas y ella elevó un poquito su cara. En ese instante sentí un rico calorcito húmedo abrazando dulcemente el capuchón de mi endurecido pene. Su húmeda y lubricada vagina se deslizaba suavemente ensartándose toda ella sobre mí, y yo sentía mi pene introducirse lentamente y abriéndose paso dentro de ella. Podía ver su rostro tensarse en una expresión de gozo y sus ojos se entrecerraron mientras mi pene la introducía a un mundo de deliciosas sensaciones. Montada sobre mí su respiración su respiración se agitó tomando bocanadas de oxígeno. Mi carnoso falo la estaba penetrando totalmente y la sensual chica controlaba dulcemente esa penetración. Ella era toda una belleza, su delicada y húmeda vagina me transportaba en ese instante a un paraíso de electrizante lujuria. Todo mi cuerpo se lo agradecía enormemente al sentir como su vagina caliente se deslizaba montándose dulcemente sobre mi endurecido palo.
-Aaaaaahhhhh- gimió Gina extasiada apoyando las palmas de sus manos sobre mi pecho para controlar la deliciosa ensartada que ella misma se estaba acomodando.
�Qué ricaaaaahhhh- decía ella mientras jadeaba y tomaba aire para no desmayarse al sentir la endurecida verga que la penetraba.
Y así siguió centímetro a centímetro disfrutando, jadeando, . . . haciéndome sentir realmente afortunado de tener entre mis brazos esa hembra tan sensual y mojada, estremeciéndome hasta el alma. Una corriente de placer nos envolvió a ambos mientras mi falo la penetraba totalmente. Su vagina descendió jugosa toda entre los suspiros mezclados de los dos hasta quedar al tope de sus nalgas sobre mis testículos. Ahora todo mi pene estaba dentro de ella, haciéndome suyo. Estaba a su merced, su exquisita y escultural belleza montada toda sobre mí.
�Te ves hermosa, muy hermosa- le dije.
Y así, sin quitar sus manos de mi pecho, se apoyó para menear sus caderas con mi trozo de carne dentro de ella. Era la viva imagen de una dulce amazona montada sobre su macho. Y lo mas maravilloso era que en ese momento su macho era yo.
Sus caderas se movían de manera suave y cadenciosa, oleadas de placer estremecían mi cuerpo en cada meneo suyo, de arriba hacia abajo, de atrás a adelante, y en una delirante forma circular. Mi pene disfrutaba enormemente deslizándose una y otra vez por todo el interior de su mojada vagina. Toda una maravilla erótica ejecutada con maestría. Sus jadeos aumentaban de intensidad poquito a poco pero ella mantenía el ritmo suave y cadencioso de sus caderas. Su respiración comenzaba a agitarse más resoplando fuertemente. Afuera llovía con mas fuerza.
Mis manos acariciaban sus redondas nalgas dejándome llevar por el ritmo que ella ponía a sus caderas. Mi pene era un poste encendido de lujuria con el que disfrutaba cada centímetro de su mojada concha. Podía sentir sus jugos abrazando mi pene, lubricándomelo todo. Aún montada sobre mí, con sus rodillas acomodadas a un lado de mis caderas Gina se posicionó de modo que quedara un buen espacio entre mi pelvis y la suya. Su erótico plan se reflejaba en su mirada y me dedicó una sonrisita pícara diciéndome �esto te va a encantar tanto como a mí, te lo aseguro- .
Entonces sus caderas se movieron de arriba a abajo pero propinándose a sí misma unos ricos sentones en mi palo. Una y otra vez el trozo de carne se hundía en sus entrañas hasta el fondo. En cada sentada mi pene entraba y salía de ella haciendo que mi cuerpo se estremeciera de pasión.
Su vagina podía sentirse tan caliente como mi falo. Comencé a ver sudor en su frente, el esfuerzo y ejercicio era digno de una amazona. Y yo quise cooperar con esa demostración excitante, apreté mi cadera empujándola y levantándola hacia arriba al encuentro de su ardiente vagina. El efecto fue tremendo, cada vez que su vagina bajaba mi pene subía con fuerza a recibirla gustoso. La ensartada era fenomenal produciendo un erótico sonido.
-Aaaahhhggg- gemía Gina en un grito ahogado de placer cada vez que sentía entrar con fuerza la hinchada cabeza de mi duro palo penetrándola. El chasquido que producía el choque de nuestras pelvis se mezclaba con nuestros gemidos.
3 respuestas
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