
Por
Anónimo
La Consulta
La Consulta (parte uno de tres)
Fui a ver a mi amiga la Doctora como otras veces, pero mi instinto me decía que ésta vez sería diferente. Y es que algo entre los dos estaba por suceder. Nuestras pláticas siempre habían sido llenas de amistad, pero las últimas veces le hice saber que me gustaba, y mucho. Al principio se apenó un poco, pero no se molestó sino al contrario, me daba nerviosas excusas del por qué lo nuestro no debía ser. Pero no hay mujer que no le gusten los halagos, sobre todo si se los dices de una manera sincera y educada. La sinceridad se percibe al hablar aunque cuando le dices lo hermosa que se ve con ese vestido en realidad en tu mente le estás diciendo �cómo me encantaría desnudarte y comerte a besos�.
Es quizá por eso que siempre te descubren ciertas intenciones en la mirada. Y tal ves ella lo notó, y subconscientemente también deseaba lo mismo que yo aunque no se atrevía a decírmelo. Pero esa tarde estaba dispuesto a facilitarle las cosas.
Rosa era una mujer de cintura exquisita, no muy alta y mas bajita que yo, pero con una figurita bien delineada, una chica �petit� de formas sensuales. Su piel blanca aperlada, y sus turgentes senos combinaban perfectamente con la voluptuosa redondez de sus nalgas Cabello negro y ondulado al estilo de los 90´s.
Ansiaba verla desde hacia días, desesperadamente. Llegué a su consultorio esperando que saliera el último paciente del día, regularmente yo sabía ya la hora mas propicia para charlar con ella sin ser molestados. Me senté en el pequeño sofá de la salita de espera hasta que por fin el último paciente se fue. No se si la consulta fue larga o no pero a mi me pareció demasiado larga la espera, dadas las intenciones que me motivaban a estar ahí. Regularmente la visitaba a menudo para platicar con ella, y disfrutábamos buenos momentos charlando, compartiendo nuestros triunfos y nuestros fracasos. Pero ese día estaba dispuesto a llegar mas allá de su amistad, ansiaba hacerla mía, y solo esperaba que ella también lo deseara tan ansiosamente igual que yo.
Ella también sentía algo especial por mí, se lo había notado algunas veces cuando se ponía nerviosa al insinuarle que me gustaba o le decía lo hermosa que era.
-Hola, disculpa la espera-, me dijo amablemente como siempre.
�No te preocupes, ya sabes que yo por ti esperaría el tiempo que sea necesario-, le dije sonriendo mientras la miraba a los ojos profundamente.
�Me da gusto verte- dijo mientras cerraba con llave la puerta de su consultorio y apagó el anuncio luminoso de afuera. Se quitó la bata médica que traía y quedó luciendo un vestido cortito y entallado color beige sin mangas, así que sus hombros se veían tersos y antojables y un escote en v mostraba el encanto de sus sensuales senos. La salude de mano y se acercó a un frigo bar que estaba ahí y sirvió unos refrescos.
-¿gustas?- me dijo ofreciéndome de tomar,
-gracias, tú siempre tan atenta conmigo- le dije tomando el vaso que me ofrecía y nos sentamos en el pequeño sofá platicando de algunas cosas de cómo había sido nuestra semana, hasta que nos terminamos el refresco.
�Te serviré mas- , me dijo tomando mi vaso y se paró de nuevo al frigo bar por mas refresco y yo la seguí hasta acercarme lo suficiente para colocarme detrás de ella.
-¿Mucho trabajo el día de hoy?- le pregunté. �Quizá un buen masaje te haga sentir mejor- agregué al tiempo que mis manos se colocaban hábilmente en la parte trasera de su cuello cerca de su nuca y comencé a masajear suavemente para quitarle la tensión que le había dejado el stress del día.
Ella sabía de mi experiencia de años como masajista, y aunque ya no me dedicaba a eso mis habilidades seguían vigentes y dispuestas. Tan es así que Rosa percibió de inmediato el beneficio del rico masaje rindiéndose a la placentera sensación de mis manos sobre su piel. Poco a poco su tensión fue cediendo relajándose y mis manos seguían bajando desde su cuello hasta sus hombros haciéndola pasar por un momento delicioso.
-Ooohh, que delicioso- me dijo �no cabe duda que eres un experto con esas manos- agregó casi a punto de vencer su resistencia. Pero temerosa quizá de perder su voluntad tomó aire diciendo -será mejor que sirva los refrescos-.
�Te agradezco el refresco- , le dije, -pero hay algo que me gustaría mucho más . . . y tú sabes que es- agregué. Ella escuchó mi voz como un susurro al oído. Yo estaba tan cerca de su cuello y su piel se veía tan antojable que me era difícil contenerme para comérmela a besos.
�¡Ya no resisto más!- le dije, -me encantas, me gustas como nunca me ha gustado una mujer-. Le quité los vasos y los coloqué sobre el frigo bar.
�Es que yo . . .- dijo ella con un tono agitado en su voz. No la dejé continuar hablando, mis labios ya estaban acariciando su oído, y bajando por su cuello, besándole la piel , y seguí asi, besándola suavemente hasta que mis labios recorrieron sus hombros con ternura, con ricos besitos que le hacían estremecerse.
-Te adoro como amiga- le dije con toda sinceridad, -pero ya no puedo mirarte tan solo como simple amiga, mi cuerpo te llama, no sabes cuánto deseo comerte a besos desde hace tiempo- agregué emocionado.
-¡Aahh!- , gimió suavemente. Mis manos se colocaron en su cintura y la jalé hacia mi al tiempo que mordí suavemente su cuello.
�Oohh-, exclamó nuevamente en un suspiro.
-¡No te resistas, . . .sé que me deseas tanto como yo a ti!- le dije decidido a excitarla. Mi boca seguía besando su cuello y cuando jalé a la doctora para pegarla hacia mí, sus nalgas se toparon con el bulto de mi pantalón. Mi pene sintió al instante la deliciosa redondez de sus nalgas y ya estaba tan duro y listo para salir a dar pelea. Así pegada a mí, mis manos subieron por su vientre buscando acariciar sus pechos por sobre su entalladito vestido.
�Mmmmhh-, gemía Rosa sintiendo mis manos acariciándola por todas partes, y le mordía suavemente el cuello haciéndola temblar de emoción. Colocó sus manos sobre las mías acompañándolas en el recorrido erótico que hacía por su cuerpo.
Ya mi boca estaba prendida de su cuello cuando bajé un poco el escote de su vestido con mis manos para buscar sentir la piel de sus pechos. Un ligero sostén de tela muy delgada y de color blanco con delgados encajes rosados guardaban como un tesoro sus bien formados senos. De inmediato rescaté sus aprisionados pechos metiendo mis manos por debajo de su coqueto brassier, el broche estaba por delante del sostén así que al sentirlo de inmediato lo abrí y agarré sus turgentes senos como copas en mi mano, rindiéndole el digno homenaje a esa belleza.
Mi boca seguía recorriendo su cuello, mordiéndola delicadamente, comiéndomela a besos. Mientras ella jadeaba excitada sintiendo mis manos manoseándole sus hermosos pechos. Ella arqueó su delicada espalda un poco recargando su nuca sobre mí y disfrutando el bulto de mi pene sobando sus nalgas contra mí. Entonces decidí atacar a fondo el momento, era ahora o nunca y yo hiba a aprovechar ese instante de excitación hasta un punto donde no pudiera reprimirse. Y mientras mi mano izquierda jugueteaba manoseando sus pechos bajé mi mano derecha por su vientre hasta acariciar sus piernas, sobándolas con lujuria, y fui subiendo la caricia haciéndola mas atrevida deslizando mi mano por debajo de su vestido, primero hacia su cadera, y descubrí el delgado elástico de su tanga. Alguna deliciosa sensación causó mi atrevida mano porque un gemido salió de sus sensuales labios al tiempo que alzaba sus manos buscando acariciar mi cabello mientras besaba su cuello. Después mi mano siguió la ruta del elástico de su delgada tanga y llegué por entre en medio de sus piernas hasta la rica puchita de su sexo.
Un calorcito se sentía ahí, emanando sensualidad y provocándome una cantidad de fantasías en mi mente.
Comencé a sobarle su cosita metiendo mi mano por debajo de su tanga sintiendo la humedad de sus labios vaginales.
-¡Aaahhh no sigas por favor- me dijo Rosa con su voz agitada intentando en vano detenerme. Quizá ella sabía que tocándola ahí se rendiría por completo a mis caricias y trataba inconscientemente de evitarlo. Pero sus nalgas pegadas al bulto de mi pene me decían otra cosa. Y al sentir mis dedos acariciando su cosita sus nalgas se replegaron más a mí propinándole tremendas sobadas a mi pene. De tal modo que el bulto de mi verga bajo mi pantalón ya no podía disimularse, era obvio que le estaba gustando sentir el roce de mi bulto detrás de ella. Era una deliciosa sensación sentir las redondeces de sus nalgas. Y así como yo me imaginaba cogiéndome a esa rica rajita, quizá ella también se imaginaba a mi dura tranca penetrándola.
Poquito a poco mis dedos se introducían en su mojada rajita mientras mi otra mano acariciaba sus turgentes pechos. Ella ya tenía su voluntad totalmente vencida.
¡Oooohhh que rricccoo, me estás calentandooo- gemía Rosa al sentir cómo mis dedos se metían en su cosita. Poco a poco su delicada rajita se hiba humedeciendo mas y mas.
-Yo ya estoy caliente- le dije excitado, – desde que llegué , mi único deseo es hacerte mía de una ves por todas, no sabes cuántas noches te he imaginado haciéndote el amor-.
La moví hacia el pequeño sofá sin dejar de manosearla toda y la empiné ahí precisamente, sobre el pequeño sofá. Le jalé la tanga hacia abajo hasta sus tobillos para quitársela sin quitarle sus tacones altos. Ella en ese momento ya estaba a merced de mis instintos, y de los suyos también. Le arremangué el vestido hasta la cintura de modo que quedaran libres sus redondas nalgas. Yo seguía detrás de ella. Su pierna izquierda quedaba de pie. Subió su rodilla derecha flexionándola sobre el sofá y se apoyó con sus manos sobre el sofá para sostenerse y quedar empinada delante de mí mostrándome sus nalgas y su rajita. Yo me arrodillé detrás de ella hasta tener cerca de mi rostro esa jugosa vagina que ya se había mojado de sentir mis dedos dentro de ella. Agarré sus nalgas acariciándolas con mis manos y le pasé la punta de mi lengua por todo lo largo de su cosita.
-¡Aaahhh!- gimió Rosa al sentir mi lengua, y seguí lamiéndole su vagina saboreando su sexo. En cada lamida sus gemidos se hacían más intensos. -Mmmmhh . . . aaayyy papi . . . que ricooo-. Rápidamente su vagina comenzó a ponerse más mojadita, más jugosa y entonces hundí mi lengua en todo su sexo.
3 respuestas
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