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Anónimo

junio 18, 2022

308 Vistas

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Gotas Sofocantes de Amorts - Pt1. (H19) (M19)

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Les dejo la historia de cómo descubrí que eso de ponerle nombre al niño en la regadera no es del todo para mi.

Ésta vez decidí hacerlo con algo de detalles para el deleite de todo aquel o aquella que disfrute de hasta el más mínimo de éstos, posiblemente ésto me lleve a dividir en dos partes el relato.

Había quedado de verme con la chulada ojiverde para ir a «comer» y pendejear en una plaza.

Yo le pedí que llegara vestida con una faldita color beige con olanes negros y unas botitas color vino que me mataban y ni puta idea de por qué, pero ver sus piernitas tan blancas y gorditas como la mía era algo que me hacía actuar irracionalmente. Ella aceptó mi petición.

La neta yo no aguantaba la hora por salirme en chinga de mi chante para ver a esa güerita con olor a miel y nada más imaginaba lo deliciosa que se iba a ver.

Para ese entonces todavía no habíamos llegado a echar pata y yo ya estaba más que decidido a actuar como buen caballero que soy…

Llegó la hora y me salí más en verguiza que el mismísimo Flash de mi chante para llegar al lugar acordado.

Llegué a la mentada plaza, esperé por unos minutos y llegó esa hermosa damisela que provocaba que mis huevos se llenarán de más leche que una vaca.

Se veía chulitsima y justo con la falda y botitas que tanto quería ver.

La saludé de piquito y abrazo fuerte para darle su respectivo arrimón del día, cosa que a ella le gustaba y notó al instante pues era imposible esconder la desenfundada de rifle que me provocaba tenerla tan cerca.

Pues ahí andábamos paseando en la plaza y platicando de cualquier pendejada. Por momentos yo la abrazaba por detrás para meterle unos raspados de anís y de paso le llenaba sus cachetitos rosas de puros besos.

Cada vez que yo hacía eso, ella preguntaba -Por qué tan cariñoso?- y yo comentaba -Lo hago porque te ves bien preciosa- y le metía un pellizco en alguno de sus jugosos glúteos.

La neta yo andaba echando miel hasta por las orejas porque ya la traía ganas extremas a esa mujercita.

Seguimos caminando y yo disque le ponía atención.

No piensen mal, no era que no quisiera escucharla sino que en mi mente quería formular la manera más caballerosa de pedirle aventarnos un hotelazo y echar pata a lo bestia.

Mi mente con gran porcentaje de IQ simplemente no pudo idear algo lo suficientemente seductor para proponerle mi idea y, mientras ella hablaba, la interrumpí y le dije -Oye, y si nos echamos un 4 letras?- Jajaja.

Ella se quedó así de -Qué?- y yo tuve que responder -Ya sabes, un hotel-, a lo que ella respondió -Por qué 4 letras?- y yo exclamé -Porque la «H» es muda- y, de repente todo se convirtió en silencio… Jajaja.

Pues ella empezó a reír por mis grandes dotes humorísticos… La neta no, si se empezó a reír y me dijo -Qué baboso estás- mientras se reía y pues, la verdad, en parte tenía razón. Mi mantecada ya estaba bien babosa de tanto arrimón que le había metido.

El chiste es que la mujercita de ojito color moco terminó por aceptar la propuesta y yo estaba más alegre que cuando, de morro, me pedían mi cajita feliz del Wacdonalds y me salía un juguete mamalón

Le dí un beso a la señorita en cuestión, nos levantamos de la banca donde estábamos platicando y encaminamos nuestros pasos hacia afuera de la plaza.

Lo bueno de todo ésto es que el hotel más cercano estaba a unas cuadras de esa plaza y podíamos llegar a el en cuestión de minutos y así ya no tenía que gastar en un lujoso viaje en camión o en un exclusivo y maloliente taxi pedorro.

En ese relativamente corto camino al hotel, yo iba besando los jugosos y rosas labios de la señorita de vez en cuando y, cuando no había nadie cerca, le metía unos agarrones de nalga para hacerla dar brinquitos.

Por fin! Llegamos al hotel y la neta estaba bastante bien el lugar.

Tooodo era rojo y negro por dentro de la recepción. Hasta los pedorros dulces que siempre te regalan en la entrada de la mayoría de hoteles eran rojos o negros.

Cómo el buen caballero de época victoriana que soy, me acerqué a ese recuadro de vidrio polarizado dónde se encontraba la recepcionista y pregunté por los precios.

La neta, así que digas, uta’ qué pinche caro o qué pinche barato pues no. Estaba bastante accesible, pero obviamente me iba a ir por la opción económica y menos «pior».

400 bolas me salió el chiste y la neta si me dolieron jaja, pero ni pedo. Aguanté como machín para que no se me notara la angustia en la cara al ver cómo se alejaban de mis manos esos billetes tan preciados…

Sí, sabía que iba a tener que dividir en dos partes.

En la segunda se viene lo chido, amiguitos y amiguitas.

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Una respuesta

  1. helenx

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