Me he apuntado a un campamento de formación para ser monitora de tiempo libre. Tengo altas expectativas con este campamento y deseo follar mucho allí.

Tras unos días veo que mis compañeros no son gran cosa, pero uno de los monitores es un hippie perroflauta muy majo al que deseo follarme.

 

Estamos una noche contando historias y experiencias alrededor de una hoguera. Estoy sentada al lado del monitor al que me quiero follar y he encontrado la excusa perfecta para quedarme a solas con él. Sé que en su tienda de campaña tiene un botiquín de primeros auxilios, así que conseguiré que nos quedemos allí a solas.

Me acerco a él y le susurro al oído.

 

-Oye, me encuentro un poco mal y me duele la cabeza, creo que tengo fiebre —le digo poniendo mala cara.

-Tengo un termómetro en mi tienda, acompáñame y así te mido la temperatura, aunque sea sólo para comprobar que está todo bien.

-De acuerdo, muchas gracias.

 

Nos alejamos de la hoguera y vamos hasta su tienda, una vez allí me quito la camiseta y me quedo ante él en sujetador, me mira perplejo.

 

-Es que tengo mucho calor —le digo.

-Yo también —responde quitándose la camiseta y dejando a la vista su torso.

 

Le miro fijamente a los ojos y me lanzo hacia él. Nos besamos con pasión mientras tocamos nuestros cuerpos.

Nos tumbamos y noto cómo su polla comienza a ponerse erecta. Nos quitamos los pantalones y nos quedamos los dos en ropa interior. Nos frotamos con la ropa interior puesta, su erección aumenta y mi calentón también.

 

Le quito los calzoncillos y se la chupo. Luego él me quita el sujetador y besa mis pechos. A continuación me quita las bragas que tengo totalmente empapadas y comienza a lamer todos los fluidos que salen de mi coño. Después absorbe mi clítoris y yo tengo un gran orgasmo.

 

Como los dos estamos tan cachondos decidimos dar un paso más. Introduce su polla dentro de mí hasta que llega al clímax y se corre en mi boca.