
Por
Anónimo
El tormento de Zorya
El mediodía llegó rapidamente a la pequeña aldea de Calrra.
-Serán dos monedas de oro -le estaba diciendo un vendedor de frutas a una alta mujer de ondulados cabellos dorados que vestía de cuero, mientras le ofrecía una manzana de su carro. Sin decir nada, la mujer sacó un cuchillo.
-¡Vale, vale! -dijo el vendedor palideciendo-¡Toda tuya!¡Por nada!
Pero la mujer no le prestó ninguna atención y, después de lanzarle las dos monedas al sorprendido mercader, se alejó cortando la manzana en dos con el cuchillo. Mientras el pobre hombre dejaba escapar un suspiro de alivio, la mujer continuó su camino a través del mercado hasta que un niño de diez años se acercó a ella:
-¿Zorya? -la mujer se agachó para recibir un abrazo del pequeño- ¿Te vas a quedar por aquí?
-Unos cuantos días, tal vez -asintió Zorya.
-¡Bien! ¿Vendrás a comer con nosotros? -dijo- Pero… me temo que no será mucho. Padre dice que Lord Baeron se ha llevado casi todo nuestro dinero con sus impuestos.
El chico permaneció silencioso por un momento, se acecó a Zorya y le susurró:
-¿Has podido…? -preguntó. Zorya rebuscó por un momento en su cinturón y le puso una pequeña figurita en la mano.
-¡Vaya!¡Un elfo!¡Gracias, Zorya! -exclamó- ¡Pensé que lo habrías olvidado!
-Nunca -dijo la sonriente mujer, revolviéndole los cabellos.
Mientras el chaval se alejaba para enseñarles su nueva posesión a otros niños, Zorya se levantó y miró a su alrededor. Habían pasado varios meses desde la última vez que estuvo en la aldea. Nuevas caras, nuevas tiendas, pero se fijó particularmente en que todo el mundo parecía más pobre.
-¡Lord Villard! -dijo un anciano que se puso al lado de Zorya, cómo si hubiera adivinado sus pensamientos- ¡Ha destrozado esta aldea con sus impuestos! Y además, se ha llevado a todos los hombres jóvenes para trabajar en sus minas cómo esclavos y a todas las jovencitas para procurárse placer a si mismo y a su ejército.
-¡Sedonianos! Malditos cerdos… – murmuró Zorya. El viejo rió:
-Siempre has hablado mejor con la espada, pequeña mía.
-Tienes razón, tío Narrus -dijo ella sonriendo, y le abrazó. Entonces un hombre enorme y obeso agarró a Narrus violentamente:
-¿Dódne está el dinero de hoy, viejo? -preguntó amenazadoramente, pero antes de que su victima pudiese responder, aquél hombre sintió cómo le golpeaban en las piernas, haciéndole caer al suelo sobre su espalda, y se encontró frente a la punta de la espada de Zorya.
-¿Quién es este saco de mierda? -preguntó Zorya.
-Se llama Larat -explicó su tío-. Lord Villard lo echó del ejército por cobardía.
-No me extraña -dijo Zorya meneándo la cabeza- ¿Debería matarlo…?
-¡No, por favor!¡Piedad! -empezó a gritar Larat- ¡Seré mejor persona!¡Lo juro!¡Perdóname!
Zorya miró por un momento a su tío, y entonces envainó la espada:
-¡Lárgate de aquí! -escupió.
Cuando Zorya se dio la vuelta, Larat se levantó y sacó un cuchillo, pero, para su sorpresa, Zorya se volvió y de un solo tajo, le dejó en calzoncillos delante de todos.
-Te lo repito ¡Lárgate! -dijo Zorya. No tuvo que repetirlo, ya que Larat salió corriéndo entre las risas de la gente.
-¡Ven a mi casa! -dijo su tío- Comerémos algo juntos. Tal vez incluso tenga algo de leche de cabra.
Zorya asintió con aprobación, pero entonces un niño llegó gritando:
-¡Está viniendo!¡Viene Lord Villard!
Narrus agarró a Zorya del brazo y se escondieron tras un edifico.
-¡Mantente fuera de su vista! -advirtió- Viene a ponerle la mano encima a cualquier cosa que vea y le guste… Y temo que quiera ponerte las manos encima a tí.
Zorya desenvainó la espada con furia:
-¡Cerdos sedonianos! -gruñó- ¡Voy a matarlos a todos!
-¡No!¡No puedes! Hay al menos cien soldados con él. Incluso con tus hablidades con la espada, no podrías derrotarlos… Simplemente espera aquí ¿De acuerdo?
Zorya volvió a envainar la espada a regañadientes:
-Bien, lo haremos a tu manera -dijo con una media sonrisa-. Por ahora.
Narrus asintió y volvió a salir entre la multitud, djándola sola. Para cuando llegó, Lord Villard ya estaba dándo un discurso al pueblo:
-¡Todos sabéis por qué estoy aquí! -comenzó- ¡Cualquier persona que esconda sus posesiones de mí… SERÁ EJECUTADO!¡Y de igual manera lo sera QUIÉN ESCONDA A MIS ESCLAVOS, HOMBRES Y MUJERES!
La sangre de Zorya comenzó a hervir mientras veía al tirano desmontar y acercárse a su tío:
-¿A quién pertenece esta morada? -preguntó.
-A mí, mi señor -respondió Narrus.
-¡PUES AHORA ES MÍA! Al menos por esta noche…
-Si, mi señor.
Sin prestar atenció a Narrus, Lord Villard se volvió hacia la multitud y caminó entre ellos, mirando especialmente a las mujeres.
-No hay mucho dónde elegir -se burló, entonces se detuvo y señaló a una mujer que estaría en la cuarentena -¡ELLA!¡Descubrid sus pechos! -ordenó a sus hombres. Pero cuando estos se apresuraron a cumplir sus órdenes, un niño se lanzó contra ellos:
-¡Dejad en paz a mi madre! -gritaba, pero entonces un soldado lo cogió del cuello y lo lanzó contra una pared:
-¡Asqueroso plebeyo!
Incapaz de aguantarlo más, Zorya desenvainó su espada y salió. Antes de que nadie supiera que estaba pasando, Zorya había matado al soldado y a otros dos hombres que intentaron ayudarle.
-¡COGEDLA! -ladró el general de los sedonianos después de que Zorya matase a dos soldados más. Sin embargo, hordas de soldados cayeron sobre ella, haciendo cierta la predicción de su tío.
Zorya luchó con fiereza, pero pronto los soldados lograron someterla. Desarmada y con las manos atadas a la espalda, fue conducida hasta Lord Villard. Por unos minutos, Lord Villard la miró y la cogió de la barbilla, entonces hizo un gesto de asentimiento a uno de sus hombres, que desgarró la camisa de Zorya dejando a la vista sus firmes y bien desarrollados pechos.
-¡ASQUEROSOS CERDOS SEDONIANOS! -gritaba Zorya, tratando de zafarse de sus captores mientras Lord Villard le tocaba y manoseába cruelmente los pechos.
-¡Esta puta será mia esta noche! -anunció triunfante- ¡Lavadla y traedla ante mí cuando terminéis! -entró en la cabaña de Narrus, no sin antes volverse de nuevo hacia sus hombres- ¡Seguid recolectando impuestos! Yo esperaré a mi nuevo trofeo…
Una hora después, Lord Villard había disfrutado de un baño y una cena abundante, y estaba bebiendo una jarra de vino cuando sus hombres trajeron a Zorya, completamente desnuda, y la ataron de pies y manos a la cama.
-¡Eso es todo por esta noche! -dijo cuando terminaron. Mientras los hombres salían, el tirano tomó un sorbo más de vino, dejó la jarra en la mesa y se empezó a desvestir mientras avanzaba hacia la cama, regalándose la vista con el cuerpo desnudo de Zorya.
-¡QUITAMÉ LAS MANOS DE ENCIMA, ANIMAL SEDONIANO! -gritó Zorya mientras Lord Villard se ponía encima de ella, apretando sus tetas con las manos y besándola en el cuello cómo un lobo hambriento.
-Nunca antes había disfrutado de una guerrera -le susurró al oído mientras una de sus manos se deslizaba entre sus muslos – Estoy seguro de que será toda una experiencia.
Entonces Lord Villard forzó un beso a su cautiva, y Zorya sintió que su virilidad crecía.
-¡PARA! -gritó, intentando escapar de sus cadenas inutilmente mientras sentía cómo el pene de Lord Villard se empezaba a introducir entre sua muslos.
-¡SILENCIO, PUTA! -gritó dándole una salvaje bofetada mientras se la metía dentro. Lord Villard se movió un poco, ajustando su posición, y fue capaz de metérsela entera a Zorya.
Zorya sentía repulsión ¡Su peor pesadilla hecha realidad! Pronto comenzó a jadear debido a una indeseada mezcla de dolor y placer mientras el sádico gobernante sedoniano salía y entraba de ella. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Zorya sintió cómo Lord Villard explotaba en su interior, llenando su vientre con su asquerosa semilla.
-¡AAAHHHH!¡AAARGHHH! -gritaba él en el punto álgido del clímax mientras su semen seguía inundando la vagina de Zorya, que trataba de no llorar.
-¡SACAMELÁ!¡SACAMELÁÁÁÁ! -gritaba Zorya mientras su enemigo gemía encima de ella.
Finalmente, tras haber gozado de su conquista, Lord Villard se levantó de encima de la violada espadachina y, con aire de superioridad, llamó a sus hombres:
-¡Quitad a esta puta de mi vista! -dijo cuando acabó de vestirse y cogió de nuevo una jarra de vino-. Ahora podréis gozar de ella toda la noche, pero aseguraós de que esté consciente al amanecer.
Los soldados desataron a Zorya y se la llevaron a rastras. Fuera, la condujeron al campamento de los hombres de Lord Villard y la tiraron rudamente al suelo, abierta de piernas. Uno a uno, los soldados la tomaron salvajemente. Una y otra vez fue violada, cada hombre liberando su semilla dentro de ella, para ser sustituidos por el siguiente soldado ebrio que aguardaba su turno para meterse entre los muslos de Zorya.
Sin que ellos lo supieran, Narrus, escondido tras unos cercanos árboles, temblaba de furia mientras sostenía un cuchillo y se debatía entre ayudar a su sobrina o no, ya que, a pesar de que no temía por su propia vida, Lord Villard podría responder a esto asesinando a Zorya o pasando a cuchillo a todos los niños de la aldea.
-Lo siento, pequeña -susurró con lágrimas en los ojos, abortando el plan y marchándose sin ruido-. Espero que me perdones.
Unas horas después, los soldados cesaron sus lujuriosos ataques en la espadachina, pero antes de que pudiera reaccionar le ataron las manos a la espalda y la metieron en una jaula de bambú tan pequeña que se tuvo que arrodillar, encerrada. Incapaz de levantarse, intentó forcejear para salir, provocando que sus tetas se meneáran violentamente bajo ella. Entre risas, los soldados empezaron a pincharselas con palos durante un tiempo, hasta que se marcharon a dormir y la dejaron vigilada por seis guardias.
Cuando Calrra comenzó a ser iluminada por las primeras luces del alba, los captores de Zorya le lanzaron un cubo de agua para despertarla de su sueño parcial.
-¡Hora de despertar, perra! -gritó uno de los guardias mientras la sacaban de su encierro sólo para llevarla, atada y desnuda, a la plaza central del pueblo dónde se había ordenado reunirse a todos los aldeanos.
Demasiado débil para seguir peleando, Zorya casi no se resistió cuando le pusieron las manos delante y las volvieron a atar, llevándola ante la multitud cogida de las ataduras de sus muñecas.
-¡Os he hecho venir esta mañana para que contempléis lo que ocurre con aquellos que osan desafiarme! -bramó Lord Villard a la multitud reunida. Tras él, Zorya había sido atada a una de las ramas del árbol del centro de la plaza y se balanceaba semiinconsciente.
¡Esta puta! -gritó el tirano- ¡Ha desafiado mi gobierno y matado a seis de mis hombres!¡Y por eso será condenada A MUERTE! -un murmullo asustado salió de la multitud- Pero antes… ¡Será torturada publicamente cómo aviso para quién se atreva a desafiarme!
Lord Villard se alejó e hizo un gesto afirmativo a dos de sus hombres que dieron un paso al frente, cada uno armado con un látigo de nueve colas. El primer hombre lanzó su látigo, que alcanzó a Zorya en el culo. Gritando de dolor, intentó revolverse sin éxito, y otro latigazo fue a dar a sus hombros. Entonces el segundo verdugo entró en acción y alcanzó a Zorya en sus bamboleantes tetas, para a continuación lanzaar de nuevo el látigo, esta vez contra su entrepierna. Una y otra vez sus torturadores lanzaron los látigos contra Zorya, buscando todas las zonas posibles de su cuerpo que castigar.
Después de lo que pareció una eternidad, Lord Villard ordenó a sus hombres que parasen con un gesto mientras se dirigía a la prisionera, cogiéndole las tetas y acariciándolas.
-Y ahora ¿Me pedirás piedad, espadachina? -exigió, pero Zorya unicamente volvió la cabeza hacia otro lado- ¡SUPLICA, GUARRA! -gritó, mientras la agarraba del vello púbico y tiraba cruelmente hacia arriba.
Tras unos breves momentos, ordenó que la soltaran y que le volvieran a atar las manos a la espalda. Una vez que hicieron esto, cogieron dos cuerdas y las empezaron a enrollar alrededor de sus tetas, despuésamarraron los extremos a una única cuerda y empezaron a tirar hacia arriba, estirando dolorosamente sus tetas y atando el otro extremo de la cuerda a un arbol.
Riendo ante la visión de la mujer poniéndose de puntillas para tratar de aliviar la tensión en sus distorsionados pechos, Lord Villard se acercó a ella y le pegó un fuerte guantazo en el culo, antes de empezar a retorcerle los pezones, añadiendo más dolor a su tortura.
-Si alguien trata de ayudarla, matadlo -instruyó a sus hombres- Yo me voy a desayunar.
Con sus manos fuertemente atadas a la espalda, Zorya no podía hacer nada para aliviar el dolor de sus tetas más que ponerse de puntillas y tratar de elevar la mitad superior de su cuerpo, pero Narrus empezó a ver que estaba perdiendo la batalla. Debilitada por todo el abuso sufrido a manos de Villard y sus hombres, sus fuertes piernas temblaban mientras ella trataba de mantenerse consciente cuando ambos hicieron contacto visual. Narrus le enseñó discretamente el cuchillo que llevaba oculto en el cinturón, esperando una señal para dar la vida por ella tratando de rescatarla, pero Zorya hizo un gesto de negación con la cabeza. Nadie iba a morir por ella, y continuó forcejeando.
Al final ya no pudo más, puso los ojos en blanco y se desmayó. Algo chasqueó en la cabeza de Narrus y se apresuró a coger a su sobrina por la cintura mientras ella caía inconsciente. Por un segundo, los soldados quedaron estupefactos ante ese gesto de valentía.
-¡Estúpido anciano! -escupió uno de ellos mientras desenvainaba la espada- ¡Ahora tendré que matarte!
Subitamente el soldado cayó hacia delante, su espalda atravesada por una flecha. Encima de un árbol había un chaval de unos diez años armado con un arco.
-¡Coged a ese pequeño cabrón! -gritó el general antes de que otra flecha le atravesase el corazón. Semiinconsciente, Zorya alzó la vista hacia su salvador y vio la pequeña figurita de un elfo que llevaba al cuello, sonrió y volvió a desmayarse. Narrus la desató cortando todas las cuerdas y la depositó suavemente en el suelo.
Con el general muerto, el siguiente en la cadena de mando ordenó a seis arqueros derribar al chico, pero cuando estaban tensando sus arcos, una docena de personas se echaron sobre ellos subitaménte. Cuando los demás aldeanos vieron que habían llegado a un punto sin retorno, y que Lord Villard seguramente quemaría toda la aldea y a sus habitantes, se lanzaron a la batalla, sabiendo que al menos morirían defendiéndose.
Los aldeanos superaban a los soldados en una proporción de tres a uno, pero muchos murieron al instante a manos de los mejor armados soldados de Sedonia, sin embargo, con una determinación inquebrantable, los aldeanos lograron volver las tornas de la batalla. En el calor de la batalla, Narrus cortó las ataduras de las muñecas de Zorya:
-¡Que alguien traiga agua! -una anciana le trajó un vaso, que Narrus cogió rapidamente- ¡Ve a buscar sus ropas!
La anciana se marchó rapidamente mientras Narrus presionaba el vaso contra los labios de su sobrina. La anciana regresó con otra mujer y comenzaron a vestir a Zorya rapidamente mientras la sentaban contra un árbol.
-¡Tengo tu espada, Zorya! -dijo el chico del arco, entregándole el arma mientras ella empezaba a revivir.
-¡Bebe despacio, niña! -dijo Narrus mientras le daba otro vaso que bebió avidamente.
Al oir la confusión, Lord Villard abrió la puerta de la casa sólo para encontrarse frente a frente con las horcas de tres furiosos aldeanos, que le sacaron de la casa mientras más y más personas se unían a la comitiva.El sorprendido Lord Villard vio cómo le llevaban de nuevo al ccentro de la aldea, dónde vio centenares de cadáveres de sus hombres rodeándole. Una voz surgió de la multitud:
-¡Cortadle la cabeza! -los aldeanos rugieron su aprobación ante la idea, pero otra voz se alzó sobre el gentío:
-¡NO! -dijo Zorya en voz alta, aún temblando después de su tortura mientras se dirigía hacia su violador- ¡NO VA A MORIR ASÍ!- gritó mientras le lanzaba una espada al sorprendido caudillo- ¡MORIRÁ A MIS MANOS… EN UN DUELO!
Los aldeanos retrocedieron, formando un circulo que rodeaba a los dos espadachines. Lord Villard recogió la espada, aceptaando el desafio, y le dedicó a su oponente una sonrisa arrogante. Los dos combatientes comenzaron a tantearse, andando en círculo, tratando de encontrar una abertura para poder lanzar una estocada. Tras un momento, los dos se lanzaron hacia delante y entrechocaron las espadas.
Lord Villard era un poderoso adversario y supo aprovechar la ventaja de que su enemiga estuviera debilitada, lanzándola al suelo de un golpe. Zorya se recuperó enseguida y rodó sobre si misma para evitar el golpe que le lanzó a continuación. El caudillo sedoniano arremetió contra Zorya, pero ella se apartó rapidamente, hiriéndole en el brazo.
-¡Asquerosa ramera! -gritó, lanzándose contra su adversaria con furia, casi alcanzándola en el pecho. Una vez más volvieron a acecharse y esta vez fue Zorya quién atacó primero, recibiendo un puñetazo en el estómago mientras Lord Villard contraatacaba. Zorya quedó tendida en el suelo, luchando por respirar. Lord Villard se quedó por un momento mirando a la multitud y después se encaminó hacia su enemiga caída.
Sintiendo el peligro, Zorya lanzó su espada hacia adelante en el momento en el que su oponente se disponía a asestar el golpe final, y le atravesó el pecho. Mientras caía de rodillas, sangrando, Zorya le dio la espalda y se marchó, pero Lord Villard se puso de pie con dificultad y se lanzó a por ella.
-¡Zorya, cuidado1 -gritó el chico. Instintivamente, Zorya se volvió y decapitó a su enemigo de un solo espadazo. La muchedumbre retrocedió unos pasos cuando la cabeza cortada se detuvo a pocos pasos de ellos. Exhausta, Zorya cayó de rodillas y Narrus la cogió justo a tiempo cuando se desmayaba. Narrus y el chico la llevaron hasta la casa.
-Descansa, pequeña -susurró mientras miraba a su sobrina, tendida en la cama, y la cubría con las sábanas-. Nos veremos cuando estés despierta.
Varios dias después, Zorya se despertó y se encontró desnuda, unicamente cubierta por ua sábana ¡En la misma cama en la que había sido violada! Entonces se tranquilizó, recordando que su tío la había llevado allí, y que probablemente la habían desnudado para atender sus heridas. Subitamente, la puerta se abrió y entró su tío acompañado de una anciana que ella no conocía:
-¡Ah, por fin estas despierta! -dijo Narrus, sentandose en una silla junto a la cama- Esta es Nimara, ella se ha estado ocupando de tus heridas.
Zorya miró a la anciana con gratitud y le dio las gracias, pero de repente se puso seria:
-¿Y la aldea?¿Cuanta gente…? -entonces vio cómo la anciana abandonaba la habitación- ¿Su marido? -preguntó.
-En la primera oleada -le explicó Narrus-. Más de la mitad de los habitantes de nuestra aldea dieron su vida en la batalla.
-¡Por todos los dioses! -exclamó Zorya con lagrimas en los ojos, mientras veía a través de la ventana llorar a la anciana-. Por favor, dime que esto no lo cause yo al resistirme a ese monstruo…
-Nadie te culpa por ello, pequeña -dijo Narrus consolándola-. Eres una heroína para este pueblo. Lo que ha pasado es lo que ocurre cuando las ovejas se enfrentan al lobo.
Narrus sostuvo a su sobrina mientras sollozaba y le sonrió:
-No te preocupes por esta aldea, cielo, hemos salido de cosas peores, y siempre nos hemos recuperado. Ahora descansa.
Dicho esto, le dio un beso en la frente y salió de la habitación, mientras Zorya se sumía en un reposo sin sueños.
2 respuestas
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