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junio 9, 2012

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EL PRIMER ENCUENTRO

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¿Cuál es el punto medio? Y con solo una pregunta se lanzó a por todas. 600km eran mucho para hacerlos en una tacada, pero si ambos se desplazaban a medio camino y a buen pulso con el coche en dos horas y media escasas estarían perdidos entre sus brazos.

Cuando bajó del automóvil, él ya estaba esperándola, le tomó de la mano y con un suave tirón la acercó hacia si arropándola en un abrazo firme mientras su boca se hundía en la de ella; la fina lluvia les mojaba y tras un profundo y largo beso, ella acurrucó su cabeza en su pecho sintiendo aun más penetrante toda la fuerza del sentimiento de él.

Ambos se montaron en el auto de Enri, arropados en los sones de fondo de la radio, pasaban las calles en busca de un lugar dónde tomar algo aunque sus deseos contenidos del uno por el otro pedían prescindir de copa alguna, aun sin decirlo ninguno ambos lo sabían. Enri paró de nuevo el vehículo y Judith volvió a mirarle sedienta de su boca. Nuevamente sus labios se buscaron, cada uno sentado en su asiento, era incómodo pero ni lo percibían. Sus lenguas hambrientas se unían y el envés de la mano derecha de Enri sutilmente rozó el pecho de Judith por encima de la ligera camisola, arrancando un suspiro y la entrega total de ella.

¿Qué quieres hacer? Le preguntó susurrando en su oído entretanto continuaba besando su cuello.

Quiero que me hagas tuya, consiguió responderle con la respiración entrecortada.

Al fondo se vislumbraba un recogido hotel, Enri se apeó entretanto le pedía que le aguardase un momento. Regresó a por ella y entraron juntos al hotel.

Apenas habían alternado conversación, algunas frases sueltas, risas nerviosas que intentaban distender el ambiente. Una llamada a su amiga común para decirle que por fin estaban juntos relajó de golpe el momento.

Judith aun seguía charlando con ella, recostada en la cama, ya natural y feliz de estar cometiendo la locura de su vida, cuando Enri comenzó a acariciar y besar su vientre, entretenido en su ombligo acaricia a su vez la piel de ella que exaltada intentaba disimular ante su amiga al otro lado del teléfono. Besó sus pechos apartando el sujetador y aun así conseguía mantener el tipo a duras penas, proseguía Enri concentrado en su amada y sus dedos llegaron a la frontera donde el valle se convierte en monte, desabotonando los vaqueros gastados de Judith, fue demasiado excitante para seguir de cháchara con Clau y sin muchas explicaciones le colgó, le miró y entre sonrisas se quito los jeans y el resto de ropa mientras él hacía lo propio con la suya.

Una vez más sus bocas se buscaron mientras que sus cuerpos caían despacio sobre la cama y el volvía a recorrer los senderos de ella ya desnudos para acabar hundido entre sus piernas, ella acariciaba su nuca entretanto Enri hurgaba con su lengua en las entrañas de ella despertando los primeros suspiros de Judith que no tardó en llegar al clímax. Aun sin recuperar el trepó hasta encontrarse cara a cara con ella, sus ojos intuían que la espera a tan ansiado momento había llegado a su fin. Con un corto movimiento Enri pegó su pelvis a la de Judith tocando a las puertas mojadas de ella con su glande afanoso por tener un permiso que en realidad estaba concedido desde el mismo instante en que ella se montó en el coche para salir a su encuentro. Unos segundos vacilantes, un mínimo espacio milimétrico consentía que su falo expectante y la vulva se besaran como quien llama a una puerta suavemente con los nudillos. ¿Estás segura de querer esto? y ella contestó que si. Enri abrió las puertas de su paraíso abriéndose paso despacio pero sin freno, firme, hasta llegar a lo recóndito de Judith y volvió a detenerse mientras sentía como las paredes de aquel tesoro lo apresaban para sentirlo con todo su ser. Como una corriente eléctrica el calor recorrió desde el bajo hasta el pecho de Judith que se estremeció, un segundo interminable de un sueño hecho realidad que pareciera aun un espejismo.

Enri reanudó el movimiento, con ritmo acompasado, de menos a más, dulce y vigoroso, cocinando los sentimientos a fuego lento y siempre perdiéndose en la boca jadeante de Judith que exploraba su espalda con caricias que querían abarcarlo todo. Nuevamente ella rozó el universo escapando de sus labios un te quiero, el se derramó en ella susurrándole al oído, te amo.


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2 respuestas

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