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mayo 14, 2013

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Diario de un padre V (Vuelvo a las andadas)

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Volviendo al presente, al paseo de fin de año, el viaje terminó sin ningún contratiempo y sin ninguna sospecha de lo sucedido entre Andreinita y yo. Al llegar a la hacienda pudimos ver que era espectacular, prácticamente era imposible calcular cuán grande era a simple vista. El bus de los estudiantes había llegado primero por lo tanto ya estaban los muchachos por ahí. Los representantes nos fuimos a la quinta y nos sentamos a conversar en un balcón enorme que tenían, nos enteramos de que la hacienda era de la familia Chávez y a eso se debía tal magnitud de terreno. Sin embargo, al cabo de unas dos horas, los chicos descubrieron que la hacienda no era muy buena idea. No había ni un rio cerca, todo era monte, vacas y caballos; todos volvieron a la quinta un poco decepcionados, menos mi hija.

Laura estaba medio maquiavélica conmigo, me miraba de una forma extraña y hacia comentarios como �aquella ternerita debe dar buena carne� o �ese novillo ya está bueno para que lo monten� y aunque los presentes se reían yo sabía que algo no estaba bien.

Ese día la tarde pasó rápido, cuando menos esperábamos ya estábamos sirviendo la cena. Los muchachos corrían por la casa y las chicas ligaban con algunos, Andreina estaba en la cocina con nosotros, en fin, todo transcurría con normalidad.

En la noche, fue un caos para armar tantas camas. La casa era grande, pero 37 camas era un problema. Unos durmieron en la cocina, otros en la sala y solo unos privilegiados dormimos en los cuartos. Como éramos cuatro representantes, nos dieron dos cuartos para dividirnos, y como la Sra. Graciela viajó conmigo, compartimos el cuarto ella, su hija y yo. Dejé que mi hija eligiera donde dormir y se fue a la cocina. No sé si fue la comida que me cayó mal o el estrés del día o la compañía de gente que no conocía lo que no me dejo dormir. A pesar del calor que hace en Barinas, esa noche estaba fresca, y por la incomodidad del insomnio decidí levantarme para ir al balcón a tomar aire y disfrutar de la vista. Pero mi sorpresa fue que al abrir la puerta que da al balcón, estaba un chico cogiendo con otra muchacha. La tenía recostada sobre la baranda mientras la penetraba desde atrás. No estaban desnudos sino con sus shorts abajo y pude ver, a lo que la chica giró su cabeza, que se trataba de Laura, ¡mi hija!

Estuve paralizado unos segundos mientras el chico se follaba a Laurita. Y sin darme cuenta, me estuve tocando la verga en esos segundos, era excitante ver a mi hija en acción, me recordó aquella noche que pasamos juntos porque la luz de la luna se reflejaba en su carita y su cara de placer se veía radiante, el chico la había subido la camisa y estaba estrujando sus tetitas mientras intensificaba las embestidas. Recuperé la compostura y volví a salir, cerrando con cuidado la puerta. Volví al cuarto con una sensación de celos y excitación a la vez. Como eran 2 camas individuales, yo le había dejado esas camas a la Sra. Graciela y a su hija, Andreinita. Me aseguré que la vieja estuviera dormida y empecé a despertar a Andreina, quería quitarme las ganas y los celos de una vez. Apenas abrió sus ojitos la alcé de la cama y le dije que era yo, que la deseaba y ella un poco asustada, porque allí, justo al lado estaría su mamá pero la excitación le pudo más y accedió.

Para sus doce añitos lo hizo muy relajada. La baje a mi colchoneta para no hacer ruido y la acosté sobre mí, haciendo un 69. Ella llevaba solo una bata y su panty, así que solo hice a un lado la tela y empecé a mamar su vaginita. En solo segundos ya estaba húmeda y mi lengua se movía desde su pubis hasta su culito restregándose entre sus nalgas. Sentía las contracciones de su hoyito y me animaba a lamérsela más fuerte. Succionaba su conchita, mi lengua se concentraba en su clítoris y sentía como tensaba sus piernas mientras que ella por su parte lamía mi verga e intentaba mamarla por ratitos. Yo saboreaba sus juguitos y me calentaba más, le empujé mi lengua en su conchita hasta que entró y empecé a moverla lo poco que podía, la verdad era muy estrecha todavía y debe ser por eso que empezó a retorcerse y a agarrar fuerte mis piernas ¡mmm! Se estaba corriendo para mí, así que la agarré fuerte de la cintura para mantenerla donde quería, la subía y bajaba, la echaba hacia adelante y hacia atrás para que mi lengua entrara un poquito más. En ese momento ya Andreinita se había acabado un par de veces y su respiración contra mi verga era cada vez más agitada. Ya estaba lubricada lo suficiente, así que enseguida la monte sobre mi verga y le entró a punta de empujoncitos ¡aaaaajh! Me encantaba lo ajustada que quedaba mi verga en su conchita y sin embargo no entraba toda. Ella se abrazó a mí, rodeando con sus manitos mi cuello y yo tomándola de su cinturita empecé a subirla y bajarla rápido, comenzó a gemir y a soltar quejidos de modo que me vi obligado a parar y a decirle que se callara. Se la volví a meter y esta vez, más obediente no gemía sino que me mordía los hombros y yo más rápido comencé a darle. Por mi mente pasaba la imagen de mi hija con ese chico y me enfurecía un poco entonces le daba más fuerte, le agarré sus nalgas y comencé a darle con la intensión de acabar. Consciente de que no podía acabarle dentro, cuando estaba en el éxtasis se la saqué y corrí mi verga unos centímetros hacia atrás hasta su culito, quería empapárselo de leche, pero para más gusto, inesperadamente la cabeza de mi verga le entró, juro que fue sin querer y ella, ya sea por dolor o placer, se arqueo completamente mientras yo rellenaba su hoyito de semen y me tocó taparle la boca para evitar que se le escapara un grito. Si su vaginita apretaba, imaginen su culito. ¡Fue delicioso! Sentí que me exprimía con las contracciones, fue una acabada descomunal. La cabeza de mi verga salió como un corcho de su culito y Andreinita cayó rendida sobre mi pecho. La besé, la acaricié de arriba abajo y la lleve al baño para limpiarla. Luego volvimos a nuestras respectivas camas y nos despedimos con un beso.

A la mañana siguiente, me desperté antes que todos para bajar la comida del congelador, echarme un baño, etc. Cuando todos estuvieron ya despiertos, ya yo me había bañado, cambiado y arreglado mi cama. Mi hija fue a saludarme y seguía con ese aire pícaro en sus palabras, gestos, miradas� yo seguía extrañado.

En la tarde hubo paseo a caballo, hicimos carne asada, tomamos unas cuantas cervezas y cada vez que veía a mi hija con el chico me hervía la sangre. Quería que me diera explicaciones, pero por ser su padre creía que eso era algo normal.

En un despiste, me fui a la cocina en busca de comida y algo de tomar. Cuando allí llegó Laura.

-Papi, quiero más comida.

-Sírvete, ahí hay más.

-No digo esa comida� -Dijo en tono cómplice mientras me agarraba por el cinturón del pantalón.

-Amor, hay gente afuera. ¿Qué haces? �Le respondí tratando de mantener la compostura.

-¿Que qué hago? ¿Crees que no te vi con la chiquilina en el bus? �replicó mientras desabrochaba mi correa.

-¿Qué dices? ¡No es cierto!

-¿No? ¿Negarás también que me viste anoche coger con Alí? ¿Y que te la sobaste mientras nos veías? �Proseguía desabotonando el pantalón.

-Amor, hay gente afuera. Vamos al cuarto. �Ya no pude aguantar.

-¡No! Papi, ¿Qué más excitante que hacerlo aquí, mmm�? �Pregunto sacando mi verga ya dura del pantalón.

Y cedí, enseguida tomé su carita y comencé a besarla como si no hubiera mañana, ella me sobaba la verga con sus manitos mientras yo bajaba mis manos por su espalda, apretándola contra mí. Le agarré fuerte sus nalgas, arrancándole un gemidito. Nos giramos y la subí al cimiento, remangándole la falda hasta la cintura, tan bien planeado lo tenía mi hija que no llevaba braguitas. Bajé su blusa para dejar salir sus tetitas y luego comenzar a mamárselas. ¡Mmm! Sus pezoncitos endurecidos en mi boca eran exquisitos, no dejé parte de sus tetas sin mamar o lamer. Volví a besar su boca y me recosté contra ella, mi verga quedaba a la altura justa de su conchita. Se la restregaba con ansias mientras la agarraba del cuello, ella me miraba desafiante y sonreía, como si su plan estuviese saliendo a la perfección.

Yo disfrutaba verla así, disfrutaba restregar mi verga contra ella y que sus juguitos me la fuesen humedeciendo más y más. Bajé mi mano y empecé a sobarsela� ¡mi mano se deleitaba con aquella cosita blandita y carnocita! Se la apreté fuerte y ella se movía al ritmo de mi mano. Ahora comenzaba a cerrar sus ojitos y disfrutar de la situación. Mis dedos al fin entraron, dos, medio y anular, los metí hasta el fondo y comencé a moverlos rápidamente dentro de ella, empujándolos lo más que podía, ella buscó mi boca para besarme y contener sus gemidos, yo la complací. Sacaba mis deditos y los contemplaba brillosos, mojados, los pasaba por sus tetitas y luego se las chupaba, sin dejar rastros de juguitos.

Era hora, mi verga la quería ya. La corrí más al borde del cimiento y ella me rodeo con sus piernas mientras yo atinaba a encajarle el falo endurecido. La tomé de la cintura, y empecé a empujársela despacio, disfrutaba como mi verga se abría paso cada centímetro, como la humedad tibia de su cuerpo me daba ese placer tan adorable y lo pervertido del momento.

La besé de nuevo mientras se la encajaba con más ritmo, sin soltar su cinturita, cuidando mucho de que no se nos escapara ningún ruido revelador. La intensidad aumentaba, tanto la de los besos como la de las embestidas, como si fuera máquina de escribir, cada vez que sus nalguitas se resbalaban hacia atrás, la halaba al borde del cimiento otra vez. Me detuve un segundo y la bajé del cimiento, empujándola luego hacia la mesa, quedando ella boca abajo y sus piernitas hacia el piso. Nunca había observado de tal manera el culo de mi hija. Quedó paradito, pomposo, suave�

Me abalancé sobre ella, por detrás, agarrando sus manos y poniéndolas en su espalda, como una prisionera. Tan duro estaba que no hubo necesitad de usar las manos, se la metí a puro pulso y tomando el ritmo enseguida porque la situación lo ameritaba. Sus nalgas sonaban al chocar con mi cuerpo en cada embestida, su cuerpo se arqueaba y yo se la empujaba con tal fuerza que en cada embestida movíamos la mesa un poco hacia adelante, solté sus manos y recorrí su espalda hasta llegar a sus tetitas, hacía que se arqueara más y la penetraba más a gusto. En esa posición se vino un par de veces consecutivas, era hermoso verla apretar los dientes y contenerse a gritar, me incitaba a darle con más ganas. La subí a la mesa completamente y la hice ponerse de lado con sus piernas cerradas y sus nalguitas sobresaliendo de la mesa. Sin más contemplación se la volvía meter, esta vez la sensación fue mayor, pues con sus piernas cerraditas me apretaba más la verga su vaginita. Nos mirábamos con deseo, ya sentía que en cualquier momento acabaría, ese momento inevitable. Con mis manos sobre sus muslos hacía palanca y se la empujaba con fuerza, ella se tapó la boca pero aun así podía escucharla gemir y me fascinaba. Yo también apretaba los dientes y prácticamente todo el cuerpo para aguantar, hasta que tuve que sacarle la verga y masturbarme mientras se la restregaba por la rajita de sus nalgas� De nuevo la acabada fue tremenda. Toda su rajita estaba llena de mi lechita, y en los segundos que siguió allí, la lechita se corrió hasta la mesa. Aun nos mirábamos, ahora satisfechos, complacidos.

Guardamos silencio hasta recobrar la compostura. Busqué servilletas para limpiarle su rajita y mientras lo hacía me dijo:

-¡Qué suerte tener de papá al mejor amante!

Y yo solo terminé de limpiarla y le correspondí besando desde sus muslos hasta su boca.


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2 respuestas

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