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junio 9, 2012

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BODEGÓN DE LENTEJAS

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Se sentaron a la mesa, uno frente al otro se miraban a través de la cortina de calor que los humeantes platos de lentejas desprendían. No era casa de lujos, la mesa ataviada con un mantel a cuadros rojo y blancos, con mas tiempo que el propio matrimonio y algunas manchas que no salían ya de ninguna forma. El pan, los cubiertos colocados como habían caído, un brick de tinto marca supermercado, dos vasos y una servilleta que no compartían porque él siempre se limpiaba en su propia mano para después refregárselas en los vaqueros o la camisa abierta que dejaba ver su barriga cervecera, ya llenos de lamparones del taller. No solían hablar, las comidas eran rápidas, hundían las cabezas prácticamente en los platos que engullían a gran velocidad y luego ella recogía la mesa mientras el se tumbaba en el viejo sofá de escai.

Ella como siempre desaliñada con el pelo recogido en una pinza y una bata de flores ancha que vestía sus carnes orondas, ásperas que nunca conocieron bodymilk, le sirvió morapio y clavo la cuchara en el guiso desbordándola de legumbres y caldo anaranjado por el chorizo para aproximarla a las fauces hambrientas; un hilo de calducho resbaló por la comisura de su boca y algunas lentejas cayeron en la canal de sus pechos gordos y henchidos de kilos sobrantes, sin que ella se percatara del estropicio. El observó como resbalaban por su escote aceitosas, lentas en su camino y de pronto el hambre le apoderó. Se levantó de la silla y se dirigió hacia ella que extrañada aun seguía zampando cucharadas colmadas, la recostó contra el espaldar del asiento y sin dejarla hablar se arrodilló ante ella, miró con ojos lujuriosos el busto y con su lengua lamió los restos grasientos para después clavar su cara entre las mollas de las tetas de ella casi sin poder respirar. Apartaron vagamente las cosas del paño, lo suficiente para que el pudiera tumbarla sobre la mesa y abriera sus rollizos muslos a la vez que terminaba de abrir la bragueta y dejaba al aire su polla codiciosa de calor, fue rápido, la embistió hasta el fondo entretando sus manos pellizcaban los michelines en su vientre y nalgas, continuaba chupando los senos. Ella se dejaba hacer extasiada en la animalía de él mientras aferraba sus manos asiendo el tapete, la mesa se mecía como un palio en Semana Santa y por fin él se corrió, mientras ella se iba, notando como el paquete menguaba, en un manotazo cayó al suelo uno de los platos, ella se esparcía en la mesa y las lentejas se desparramaron por el suelo.


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2 respuestas

  1. nindery

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