
Por
Anónimo
Tres a uno
Hola, mi nombre es Francisco, pero todos me llaman Franc. Desde muy chico supe que era gay (pasivo). Mido 1,60 de estatura, soy de pelo negro y tez blanca, sin nada de vello en el cuerpo que por cierto es bien proporcionado. Cuando tenía 16 años, se mudaron al apartamento de al lado, un señor viudo con sus dos hijos de 20 y 22 años respectivamente. Como el nuevo vecino era propietario de una estancia, gran parte del tiempo estaba fuera de la ciudad, mientras que sus hijos estudiaban en la universidad.
Cuando recién llegaron y se presentaron yo quedé realmente asombrado por lo hermosos y varoniles que eran. Median aproximadamente 1,75, eran de pelo castaño y enrulado, ojos color miel unos cuerpos de deportistas porque jugaban fútbol y se notaba sus pechos velluditos, cosa que me gusta mucho.
El menor de 20 años se llamaba Ariel y el mayor de 22, Leandro.
Cada vez que los encontraba me ponía muy nervioso, los cachetes colorados y tartamudeaba. Yo no me daba cuenta pero para ellos eso era la más clara señal de que me gustaban y sonreían con aire triunfador.
Un sábado de noche, alrededor de la una de la mañana, yo volvía de un cumpleaños y coincidimos en llegar con Ariel que con su gran sonrisa comenzó a decirme cosas como: ¡pero qué pícaro! ¿tan chiquito y a estas horas?… ¿Qué habrás estado haciendo? Yo muerto de vergüenza traté de explicarle, pero él me dijo que era broma que no me pusiera así de nervioso y me preguntó si tomaba cerveza. Yo respondí que sí y entonces me invitó a su casa a tomar una y accedí. Entramos a su apartamento y dijo: ah mirá, mi hermano no llegó todavía y mi padre se fue hoy, así que estamos solos. Mi corazón empezó a latir a mil por hora cuando comprendí que estábamos a solas. Entonces Ariel me dice que no había cerveza y me ofrece whisky. Yo le dije que nunca había tomado whisky y él con una sonrisita algo maliciosa me dijo: siempre hay una primera vez para todo ¿verdad? Yo no respondí… Con la bebida yo me relajé un poquito y él me charlaba de varias cosas y me hacía todo tipo de preguntas hasta que me preguntó si tenía novia. Bajé la cabeza y le dije que no. Se hizo un silencio bastante incómodo para mí que sentía la mirada de Ariel sobre mí, como estudiándome. Se sentó junto a mí, me pasó su brazo por mi espalda y me dijo: no te preocupes, está todo bien. Y tomando mi mano la puso sobre su bulto presionando y me preguntó: ¿esto te gusta? yo apenas lo miré y sin emitir una palabra, asentí con la cabeza, Ariel me dijo que entonces íbamos a pasar unos buenos momentos disfrutando del sexo, que me iba a hacer gozar a lo grande y me ordenó desnudarme. Yo obedecí en silencio y bastante temeroso a pesar de que no era mi primera vez. Luego se puso de pié, caminó a mi alrededor para verme desde todos los ángulos hasta que ya frente a mí me rodeó con sus brazos, me besó y me susurró al oído: voy a romperte ese culito hermoso que tenés, pero antes quiero que me la chupes y con sus manos en mis hombros presionó para que me arrodillara frente a él.
Yo obediente, bajé el cierre de su jean que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, metí la mano dentro y me pareció tocar fuego. Saqué su verga casi dura. Me pareció enorme. Besé su cabeza, lamí el tronco desde la base a la punta y lo miré a los ojos. Él me miraba con satisfacción, gimió y me dijo: toda putita, cométela toda. Y al decir esto me tomó con sus manos del pelo y la empujó toda dentro de mi boca haciéndome atragantar y hasta llorar. Me mantuvo unos momentos mi cara contra su pelvis y luego comenzó a mover mi cabeza al ritmo que quería. Suspiraba, gemía y me decía: sí, así putita ¡qué divino que la chupás! se ve que esta no es tu primera vez, picaroncita.
Yo estaba poseído por el deseo y se la chupaba como él me lo pedía.
A veces me la sacaba y me la restregaba por toda la cara, untándome todo su líquido pre seminal.
Luego me dijo: llegó el momento putita, te la voy a clavar en tu culito ¿eso estabas buscando, verdad? ser penetrado por esta verga de macho… y me hizo arrodillar sobre uno de los sillones, apoyando mis brazos en el respaldo y entregándole el culo.
Sentí su cabeza en mi ano recorriendo mi raja y luego hacer presión para entrar. Su propio líquido sirvió de lubricante. Sentí cómo se abría camino dentro de mí. Me dolía… pero me daba placer a la vez… Yo esperaba que entrara un poco y luego apretaba para que se detuviera un poco y acostumbrarme, pero sólo lo pude hacer una vez, luego me ensartó de un sólo golpe haciéndome gritar. Él rápidamente me tapó la boca con su mano y me dijo: ¡qué puta que sos, cómo gozás! Y comenzó a moverse dentro de mí a un ritmo bien fuerte. Su pelvis chocaba contra mis nalgas al igual que sus huevos. Los dos transpirábamos, gemíamos, gozábamos hasta que después de un buen rato de ese salvaje mete y saca, sentí que su verga se hinchaba en mi interior y unos cuántos chorros de leche me inundaron por dentro. En ese momento, sentí el ruido de llaves en la puerta y vi que entraron Leandro y un amigo. Quería morir, correr, desaparecer pero estaba ahí aún con Ariel dentro de mí. Leandro y su amigo quedaron mirando aquella escena, cerraron rápidamente la puerta y Leandro dijo: ¡ah bueno, esta noche empezó aburrida pero termina en puro goce!
Y Ariel me pregunta: ¿y putita, te bancás dos vergas más en tu culito?
5 respuestas
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buena historia
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