Por

Anónimo

marzo 28, 2014

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Recuerdo de estudiante

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Hola, hace un tiempo atrás les conté la primera vez cuando conocí el sexo, ahora les cuento un episodio que me sucedió una tarde que salí a caminar luego del colegio. Esto sucedió siendo yo adolescente cuando recién iniciaba la secundaria, ese día fui al centro de la ciudad, caminaba distraído mirando vitrinas cuando un tipo se acerca y me mete conversación, que si me conocía o no, que si nos habíamos visto antes, etc. a todo respondí que no, sin embargo siguió caminando a mi lado y me preguntó si quería acompañarlo, mostrándome una botella de vino en una bolsa de papel. Me dijo que su Dpto. quedaba cerca, que solo serían un par de tragos para conocernos. Accedí y subimos a su pequeño Dpto., un solo ambiente. El tipo era más alto que yo, delgado, pelo largo, se veía bien vestido, dijo ser estudiante universitario, su léxico era bastante decente, tez clara, pelo oscuro, ojos negros, dientes blancos en una bonita sonrisa. El Dpto. era acogedor, una sala con un pequeño living con cocina americana, una cama de una plaza al costado y una puerta que comunicaba al baño. Nos sentamos en el sillón. Descorchó el vino y sirvió dos copas. Me preguntó dónde vivía y que hacía caminando, respondí que trataba de distraerme, que estaba un tanto aburrido. A los minutos me mostró una revista porno con la foto de una mamada a una verga fenomenal, la hojee un rato y de improviso tocó mi pene sobre el pantalón, eso me asustó, pero sacando su mano inmediatamente me indicó que solo quería saber si se me había parado al ver la imágenes de la revista. Me confesó que él se calentaba rápidamente viendo estas revistas. Me tranquilizó un poco, pero igual quedé nervioso por su actitud tan inesperada. Seguidamente me preguntó de qué tamaño tenía yo mi pene, si sería similar al de él, quien bajó rápidamente su cierre y sacó su miembro casi erecto. No sé cuál fue mi expresión al verlo, pero en seguida me preguntó si me gustaba mirárselo. Eso me ruborizó, jamás pensé preguntaría algo así. Se excusó si había sido muy agresivo con sus preguntas, pero como estábamos entre hombres no debía avergonzarme. Luego pidió me parara frente a él y me bajarme el cierre de mis jeans para comparar ambos penes. No quise mostrar el mío pero insistió tanto que tuve miedo y finalmente lo hice. Obviamente el mío era mucho más pequeño y no estaba erecto, agregó que tenía buen pene, que lo encontraba atractivo para mi edad. Yo estaba muy asustado por lo acontecido, aunque también la adrenalina corría por mis venas puesto que se trataba de temas sexuales que tanto me atraían. Me daba miedo decirle que quería irme a mi casa, no sabía cómo reaccionaría este desconocido. En un momento estando sentado me mira y me toma el pene son su mano y con la otra me abraza y me da un beso en la boca, manteniendo su boca en la mía tratando de meter su lengua. Fue tremendo para mí, no sabía cómo zafarme, primera vez que un hombre me trataba así, no sabía qué hacer, me invadió el pánico, me tenía acorralado, lo único que atiné fue a responder su beso y olvidarme que era otro hombre, dejaría que lograra su objetivo de besarme para luego marcharme. El tío continuó besándome y con sus manos acariciando mi cuerpo, me mantuvo abrazado todo el rato, pronto comenzó a sacarme la ropa, mi corazón latía fuerte, yo estaba tiritando, entre miedo y excitación. Luego me levantó y tomando mi mano me llevó unos metros donde tenía su cama y me tiró encima, yo me sentía como una mina que su hombre la lleva a su nido. Yo no hablaba de puro susto, me dejaba llevar con una aceptación única. Luego de desnudarme entero se sacó su ropa, noté que experimentaba una gran erección, su pene rozaba mis piernas y podía sentir lo caliente que era. Lo tenía delgado y largo, muy blanco, sobresalía de un mechón de pelillos que le rodeaban, su cabeza rosada entre salía del prepucio. Ya sin ropa se tiró encima mío y su lengua generosa y ardiente recorrió todo mi cuerpo, me iba diciendo lo rico que yo estaba, que le había exitado de inmediato en la calle, que tenía un culo paradito de los dioses, muy atractivo. Luego me puso en cuatro y su lengua recorrió mi cuerpo, mi espalda, mis nalgas y mi culito, reconozco que eso lo sentía muy rico. Me preguntó si jugaba con mi culo normalmente, si me metía juguetes o velas u otros objetos. Le conté que en varias ocasiones había introducido en mi culo algunas velas, lo hacía siempre mientras me masturbaba. En ocasiones usaba el palo del escobillón, que untaba con un poco de aceite y me introducía la punta en mi culo, eso me gustaba, así me pajeaba hasta que acababa, instante en el cual mi culo apretaba firmemente el palo. A veces hasta me dolía de tanto que se apretaba dentro mío. Desde niño había sido muy calentón y eso me acompañaba donde fuera, mirando siempre piernas, tetas, paquetes y cierres de los hombres, en fin, mi despertar sexual era tremendamente fuerte. Cuando viajaba en las micros el vaivén del recorrido hacía que se me parara el pene, tanto que algunas veces llegué a eyacular en el trayecto. El tipo me hizo tomar su pene con mis manos, que logró gracias a un forcejeo previo, finalmente comencé a acariciarlo y acercó mi cabeza a su miembro hasta obligarme a mamarselo, yo tenía mucho miedo, pero reaccioné aceptando su deseo, con la opción de terminar pronto y largarme luego de su Dpto. No tuve tiempo ni de sentir, ni de gozar, el temor me invadía, solo quería pasar luego este episodio. Al rato de acariciarme se levantó y se puso detrás de mí en la cama, me hizo ponerme a gatas sobre la misma y langüeteó nuevamente mi culo, llenándolo de saliva, se acomodó tras mío y enfiló la cabezota de su pene a mi culito. Le rogué que tuviera compasión de mi, que no quería que me doliera. La primera intervención me dolió montones, el sacó su miembro y volvió a intentarlo bajando un poco mis nalgas hacia él. Me pidió que pujara para abrir mi ojete y permitir su ingreso. Esta vez dolió menos y pudo entrar, primero su cabeza y luego de a poco presionó hasta que se fue resbalado todo el tronco hasta el final. Me tenía completamente enculado. Una vez dentro comenzó un tímido bombeo que fue creciendo de a poco, me apretaba hacia él, gemía, me decía lo rico y apretadito que tenía el culo, lo carnoso de mis nalgas, lo guapo que yo era, en fin, caricias y besos en mi espalda. Su lengua bajaba por mis omóplatos. Así continuó unos minutos hasta que empezó a bombear más fuerte y a gemir más aún, su cuerpo se retorcía tras el mío, sus manos me atrapaban con fuerza, entró en éxtasis y pude sentir su desesperación por acabar, gritaba y me decía que yo era un niño muy rico y hermoso, al minuto sentí fluir su semen caliente dentro mío, pude sentir su torrente y notar cómo se desesperaba tras mío en una eyaculación que duró largos minutos, creo. Al cabo apoyó su torso sobre mi espalda y descansó, esperó a que su pene disminuyera por completo de tamaño para salir flácido desde mi interior, resbalando por el semen que comenzaba a escaparse desde mi culo. Transcurrido unos minutos encendió un cigarrillo y lo compartió conmigo, abrazándome y acariciando mi adolorido culo, mis nalgas, mis tetillas, mis piernas. Se regocijaba mirando mis nalgas que palmoteaba y con orgullo exclamaba que mi culito había «sido de él», que eran exquisitas y lo mucho que había gozado en ellas. Yo me sentía como una mina que acababa de hacerle el amor a su novio, él me daba unas piteadas del cigarrillo y luego me acariciaba con ternura, sus manos palmoteaban mis nalgas con sobrada satisfacción. Me besaba el cuello y de vez en cuando volvía a besar mis labios, intentado con su lengua una transfusión de saliva hacia mi boca. Su olor a cigarrillo y su barba me recordaban que era otro hombre, eso frenaba mis impulsos, pero igual respondía a sus estímulos por el temor que aún no me abandonaba. Nuestras lenguas se fundían en largos y desesperados besos. Así estuvimos un rato hasta que sus manos llevaron las mías hasta su pene, que nuevamente se mostraba erecto, esta vez me invitó a mamárselo. Lo tomé en mis manos y lo introduje en mi boca, recorrí con mi lengua toda su longitud, besé sus testículos, lo besé muchas veces tratando que luego llegara a eyacular, lo que finalmente ocurrió, sin antes sentir como su mano apretó mi nuca hacia su pelvis, logrando llegar con su pene hasta mi garganta, donde descargó su leche tibia y olorosa, la que me obligó a beber hasta la última gota. Al principio me dio un poco de asco, sin embargo la tragué rápidamente hasta dejar su cabeza rosada suavecita, viendo como poco a poco fue aflojando su rigidez hasta quedar flácido entre mis labios pegajosos. Ocurrido esto se apartó de mí y me devolvió el favor dándome una feroz mamada, procediendo a tragar también toda mi leche que tenía acumulada.

Al momento fue al baño a ducharse, lo que aproveché para vestirme rápidamente. El tipo salió del baño y me despidió en la puerta, sin antes darme un último y final ardiente beso con que selló la velada. Me entregó un papel con su teléfono pidiendo que lo llamara para visitarlo nuevamente, sin embargo camino a casa, con mis labios aun pegajosos y mi culo adolorido, lo tiré a un basurero. Quería solo llegar a casa a bañarme, a sacarme toda la suciedad que sentía, a limpiarme el semen de mi culo, de la comisura de mis labios, a sacarme el olor a hombre que tenía en mi cuello, en mi espalda, en todo el cuerpo, a enjuagarme la boca.

Pasaron los días, los meses y los años, y con el tiempo recuerdo con nostalgia ese día en que tanto temor tuve, sin embargo me marcó muchísimo, ahora pienso que me hubiese gustado tanto repetirlo, por lo que siempre me arrepentí de haber tirado aquel papel, que de no haberlo hecho seguro hubiera vuelto a su Dpto., habría fornicado tantas veces nuevamente hasta que me hubiera gustado, y quizá en qué me habría transformado con el tiempo.

Si les gustó mi historia 100% real les pido me escriban a mi correo banquero2011 arroba hotmail punto com, donde podremos compartir más historias que nos han pasado.

Besos para ustedes.


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5 respuestas

  1. franc

    Uy sí, ese miedito que me daban los hombres… ¡Buen relato!

  2. wess159

    muy buena historia

  3. haldewh

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