
Por
Anónimo
Mr. Mystery
Aquel sábado me levanté a media mañana, tipo 10:00 o 10:30. El viernes había trasnochado y a pesar de haberme bañado y desayunado, aún seguía con carita de dormido. A los 18 años los momentos de euforia y los de cansancio parecen agigantarse. Mi madre me pidió que antes de almorzar le llevara unas prendas a la tintorería que quedaba a unas tres cuadras. Aquella tarea me resultó como si me pidieran construir las pirámides de Egipto, pero no tuve más remedio que juntar fuerzas e ir. Salí como estaba, medio desalineado, con la camisa medio salida del vaquero y con mi melena de pelo negro y lacio bastante despeinada, bajo las ya débiles protestas de mis padres, como para que todos se enteraran de mi acto de rebeldía. Hoy se que a esa edad, todo nos queda bien y hasta en las peores circunstancias, nos vemos lindos y hasta atractivos.
Y ese fue mi caso. Al volver hacia mi casa iba a paso lento, como desprendido del mundo, pensando en no se… la inmortalidad del cangrejo, cuando un auto llamó mi atención, por las repetidas veces que pasó junto a mí.
Fue entonces que miré a su interior y vi a un hombre como de 50 años de pelo completamente negro con unas escasas canitas en sus patillas, tez aceitunada, con una nariz ligeramente aguileña y unos ojos negros penetrantes que me hacían unas señas que en ese momento no comprendí muy bien. Mi corazón se aceleró como siempre me ocurre en todos mis encuentros con hombres.
De todas formas aminoré la marcha y traté de seguir sus indicaciones de ir hasta una calle menos transitada donde se estacionó y me invitó a subir.
Yo, bastante nervioso traté de peinarme con los dedos para quedar algo presentable y con mis mejillas coloradas, accedí. Él, con una gran sonrisa me saludó y me reprochó amablemente todas las vueltas que había tenido que dar con el coche para llamar mi atención, lo que me hizo sonrojar más aún y le pedí disculpas. Él soltó una carcajada que me hizo sonreír y me tranquilizó un poco.
Luego puso su mano, que me pareció enorme, sobre mi muslo y me lo apretó mirándome fijamente y me preguntó mi edad. Le respondí que tenía 18 y me miró con desconfianza: ¿estás seguro? no te doy más de 16…
Como he dicho en otros relatos mido 1,60 de estatura, delgadito aunque con el cuerpo bien definido y con unos glúteos que a mí siempre me resultaron algo abultados de más pero que siempre me dispensaron muchos elogios por parte de los hombres.
Luego me preguntó mi nombre y le dije: Franc ¿y tu?
Es mejor que no sepas mi nombre, me dijo. Eso me sorprendió mucho y pregunté ¿cómo te voy a llamar, entonces? y me dijo: no te preocupes, yo te llamo… Entonces te llamaré Mr. Mystery, le dije y él volvió a reír con ganas.
Luego acordamos que nos veríamos esa misma noche en un apartamento del centro, que tenía a esos fines.
Era un apartamento de un solo ambiente pero más amplio que la mayoría; estaba mínima pero lujosamente amoblado, con una cama enorme y ambientado con luces muy bajas e indirectas y una música muy suave, lo que hacía el escenario perfecto para un encuentro sexual. Mr. Mystery me recibió con un abrazo muy apretado mientras me susurró al oído: ¡Putiiitooo!
Luego sirvió dos whiskies y me ofreció uno sin preguntarme y mientras chocó levemente su vaso con el mío, dijo: brindo por esta noche de lujuria y pasión.
Yo me sonrojé pero sonreí y bebí un traguito de mi whisky. El me miraba sin decir nada con sus ojos negros que me hipnotizaban, me ponían algo nervioso pero a su vez hacían nacer dentro de mí un fuego intenso que me impulsaba a desnudarme pero no me lo permitió.
Seguimos bebiendo y mirándonos, hablando escasamente. De vez en cuando me acariciaba las mejillas o giraba su grueso índice por alguno de mis pezones que se endurecieron con sólo la proximidad de su mano.
Admiro tu belleza inocente, me dijo, serías perfecto para compartirte una noche con amigos. Pero soy demasiado egoísta para eso, quiero pervertirte yo solo y me besó apasionadamente apretándome contra su cuerpo. Yo sólo podía gemir de excitación. Entonces comenzó a desnudarme lentamente, besando y lamiendo mi cuerpo tembloroso. Por momentos me adoraba, por momentos me insultaba… todo en el mismo tono.
Una vez que quedé desnudo jugó largamente con mi cuerpo acariciándome, besándome, lamiéndome, mordiéndome… Me asustaba y me calmaba.
Me obligó a arrodillarme y recién ahí me dejó probar su verga. Enorme verga, más oscura que el resto de su piel, con muchas venas surcándola y un gusto salado que me enloqueció. La besé y la lamí. Abrí mi boca para recibirla jugando con mi lengua sobre ella. Fue creciendo dentro hasta llegar a un tamaño que me ahogaba. Eso lo excitaba.
Me dejaba sin aire unos segundos y me la sacaba. Y sin dejar pasar mucho tiempo, me la volvía a meter hasta ahogarme.
Yo igual lo miraba fijamente con los ojos llorosos y mi cara enrojecida. Él me tomaba muy fuerte del pelo mientras entraba y salía de mi boca durante un buen tiempo. Luego me tiró en la cama y sentí todo el peso de su cuerpo sobre mi, sus manos de fuego recorriendo el mío. Volvía a morder mis pezones y yo gritaba de dolor y luego los lamía para aliviarme. Repitió algunas veces ese juego sádico hasta que de pronto sentí un gran dolor que me dejó sin aire y por unos segundos creo que perdí la consciencia.
Cuando me recuperé comprendí que me había ensartado de un sólo golpe, toda su enorme verga en mi culo que palpitaba agitadamente al ritmo de mi respiración. Yo seguía mirándolo fijamente a los ojos, reprochándole con mi mirada mientras él sonreía maliciosamente con sus ojos brillantes, afiebrados, casi malignos a la vez que susurraba: ¡qué angelito más lindo e inocente y qué perra más puta que sos!
Yo lo detestaba y lo deseaba. Me hacía gozar y me sometía… me hacía desear que no saliera nunca más de mi interior.
Él me cogía a buen ritmo, ni lento ni rápido, pero constante. Yo jadeaba, gritaba, le pedía más y más, le arañaba la espalda. De pronto comenzó a moverse con un ritmo casi desenfrenado, me cabalgaba muy duro, muy duro, muy duro… hasta que se vino dentro de mí. Sus chorros de leche caliente en mi interior me hicieron sentir pleno, halagado, recompensado…
Dejó caer su cuerpo sobre mí, aun sin salirse de mi interior y permanecimos así adormilados algún tiempo, en estado de embriaguez hasta que, como si nos costara separar nuestros cuerpos, nos incorporamos lentamente y en silencio.
Me sirvió otro whisky y lo bebimos mientras nos vestíamos.
Cuando íbamos a salir me di vuelta y le di una bofetada con todas mis fuerzas. Mr. Mystery me miró, sonrió y me besó con un beso de película y me dijo: hacía mucho tiempo que ningún putito me hacía gozar tanto como vos ¡sos perfecto!…
Así nos encontramos por algunos meses manteniendo esa tormentosa relación, extraña, misteriosa e irrepetible, hasta que no me llamó más.
Nunca supe porqué escondía su nombre, pero sé que lo recuerdo hasta ahora…
4 respuestas
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No se porqué varios de mis relatos quedan publicados como anónimos…
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