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febrero 17, 2014

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Mi primera vez

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Desde muy chico (3 o 4 años) y sin comprender muy bien porqué, me sentía atraído por los varones. Recuerdo que me llamaban la atención sus bultos y con una extraña conciencia de que nadie se diera cuenta, los miraba embobado y con muchas ganas de tocarlos.

De modo que mi infancia transcurrió entre juegos y colegio como la de cualquiera pero con ese extraño deseo que no comprendía, que trataba de ocultar pero pugnaba por salir.

Cuando cumplí 13 años, vino mi primo Carlos de visita, como lo hacía todos los veranos, ya que vivía en otra ciudad. Cuando esto sucedía, dormía en mi habitación, ya que mi hermano era mayor y nosotros éramos muy compinches.

Carlos tenía mi misma edad, una semana mayor que yo pero había despertado al sexo antes. Según me contó con un par de amigos habían juntado un dinero y algunas veces se habían cogido una puta, pero como no era fácil conseguir dinero tan seguido como deseaban, no se cómo habían encontrado un puto (como de 30 años)al que se lo cogían sin necesidad de pagar y por lo tanto también más seguido. Yo lo escuchaba de lo más sorprendido ya que ni siquiera sabía bien qué era o cómo se cogía.

Cuando nos íbamos a acostar, nunca nos dormíamos enseguida, nos quedábamos charlando o bobeando un rato más. Esa noche recuerdo que iniciamos una guerra de almohadas y de las almohadas pasamos a un combate cuerpo a cuerpo y como Carlos era como dos cabezas más alto que yo y también más fuerte, rápidamente me dominó. Me tiró sobre la cama y se tiró sobre mí sosteniendo mis manos cruzadas sobre mi cabeza con su cara prácticamente pegada a la mía me decía: ¿Quién es el más fuerte? y yo debía responderle que él lo era, pero esa vez también preguntó: ¿Quién es el más macho? y yo también respondí que él lo era… Después de esa pregunta y esa respuesta inesperadas ambas, permanecimos en la misma posición y mirándonos en silencio por unos minutos.

Como hacía calor, sólo vestíamos un slip de modo que nuestras pieles estaban en contacto directo. Jadeábamos por la lucha anterior.

Carlos era un muchacho hermoso. De pelo negro y de tez blanca igual que yo (aunque ya estábamos bronceados por la playa), pero sus facciones eran más masculinas que las mías y bien definidas, yo en cambio, no es que fuera femenino pero tenía facciones más delicadas.

Estando así, Carlos sobre mí y dominándome, comencé a sentir algo duro sobre mi vientre, por lo que rompí el silencio y le pregunté: ¿Qué es eso?

Carlos salió de sus pensamientos, sonrió con picardía y me dijo: mi pija… ¿a vos no se te para?

Yo le respondí que no y le dije: quiero verla.

Carlos salió de arriba mío y se quedó acostado de costado junto a mí, se bajó el slip y me dijo: acá está.

Yo la miré totalmente sorprendido y embelesado. Ahí me di cuenta que Carlos no sólo era más alto y fuerte que yo, sino que además tenía todo más grande que yo, sus manos, sus pies y ahora comprobaba

que también su pija…

Él se dio cuenta de mi cara y me dijo: ¿Querés tocarla?

Yo lo miré a los ojos, volví a mirar aquella belleza de verga y tímidamente pregunté: ¿puedo?

Él sonrió, me tomó la mano y me la llevó hasta su sexo.

Carlos suspiró de placer y me decía tocá dale, seguí tocándome que me gusta y me dio un beso en la boca.

Yo estaba como transportado; tocar aquella verga tan hermosa, caliente y grande y sentir en mis labios el beso de Carlos me hizo sentir muy especial.

Entonces Carlos me dijo: ¡chupámela! yo lo miré y le dije: ¿Cómo se hace eso?

Él se acostó boca arriba en mi cama

y me hizo arrodillar entre sus piernas: dale besitos primero y luego pasále la lengüita como si fuera un helado. Así lo hice y sentí que Carlos suspiraba de placer, lo que me animó a continuar lamiendo su mástil.

Ahora metétela en la boca, me ordenó y yo obedecí pero no me entraba toda, sólo su cabeza.

Carlos: ¡dije toda!

Pero es muy grande, dije yo, no me cabe. Entonces Carlos me tomó del pelo y me fue empujando hacia abajo para meterme toda su verga en mi boca. Yo me atraganté, me quedé sin aire empecé a lagrimear.

Carlos me dijo: ¿viste cómo es? bueno, ahora hacélo y no me vayas a morder. Yo comencé a repetir lo que me había enseñado pero a veces lo rozaba con mis dientes. Carlos entonces me daba cachetaditas y me decía: la próxima va más fuerte ¿entendiste? Y yo respondía :ki, con la boca llena de su verga majestuosa.

Así estuvimos un rato largo, Carlos marcándome el ritmo con su gran mano en mi cabeza y corrigiéndome con sucesivas cachetaditas o con tirones de pelo cada vez que yo lo raspaba por inexperto.

Yo levanté mi rostro colorado y baboso por su líquido pre seminal y Carlos se sonrió complacido y me dijo ¡te gustó putito, eh!

Yo le pregunté que si me gustaba yo era puto y me dijo que le parecía que sí, pero igual ahora te voy a coger el culito.

Entonces me hizo desnudar y acostar boca abajo en la cama y él se arrodilló entre mis piernas y empezó a trabajarme el culito.

Empezó a abrir mis nalgas y me empezó a pasar su lengua. Yo gemía de tanto placer que desconocía y Carlos me decía que me callara que nos iban a descubrir. Luego de pasarme la lengua, me escupió en mi agujerito y empezó a meterme un dedo haciendo circulitos, volvió a escupirme y metió el dedo en mi interior, luego otro y finalmente tres mientras cada tanto me retaba por mis gemidos aunque lo calentaban también.

Cuando juzgó que ya estaba preparado me puso la cabeza de su pija en mi ano y empujó de a poco hasta que me la metió toda. Sentí sus vellos púbicos en mis nalgas y luego todo el peso de su cuerpo fibrado sobre mí, pasó sus brazos por delante de mi pecho, me sujetó de los hombros y empezó a moverse lentamente dentro de mí.

Yo no recuerdo dolor, sólo sentí placer. Obviamente era esto lo que había estado esperando por siempre y recién ahora, gracias a Carlos lo descubría.

Era demasiado placer y gemía para demostrarlo. Carlos me insultaba para que no hiciera ruido y hacía presión con su mejilla sobre mi cabeza para hundirme en la almohada y ahogar mis gemidos. Finalmente tuvo que sacar uno de sus brazos de mi hombro y me tapó la boca mientras comenzaba un mete y saca fortísimo que me hacía delirar mientras me decía todas las cosas sucias que se le ocurrían, cosa que me hizo excitar más y sentirme más suyo.

Finalmente sentí su verga crecer más y su leche caliente inundar mi esfínter. Nos quedamos así unos minutos, Carlos jadeando en mi oreja… ¡cómo te gustó putito!

afirmó.

Yo le dije que mucho y en pocos minutos nos quedamos dormidos.

Al otro día yo estaba nervioso porque pensaba que todos se iban a dar cuenta, lo que obviamente no sucedió.

Ese verano, Carlos me cogía prácticamente todas las noches, y las pocas noches que él no tenía ganas yo me sentía muy decepcionado, aunque fueron muy poquitas.

Nunca tuvimos la necesidad de explicitar que no debíamos decírselo a nadie. Siempre fue nuestro secreto.

Para el comienzo de clases Carlos naturalmente volvió a su ciudad y yo quedé recordando todas esas noches en las que fui suyo y sintiendo la necesidad de que algún otro macho también me cogiera. De modo que salí a buscar quien me proporcionara ese placer y encontré a varios.

Pero a Carlos (que hace años está casado) no lo olvidaré jamás, por ser el que me enseñó el inmenso placer del sexo con hombres.


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5 respuestas

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