
Por
La guerra de Adahn - Capítulo 3
Cuando regresamos a la cabaña de Aurora, Lana, la mayor de las dos chicas, se encontraba sentada junto a la chimenea preparando y embotellando una pasta de líquen que recogía de un cuenco de barro sobre la mesita. Yugo se había ido a buscar a los pequeños Margo y Javan, así que cuando entré en la casa sólo estábamos Lana y yo.
Ella era una chica algo más joven que nosotros, con el pelo castaño y la piel rosada. Me sonrió al verme.
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Adahn, ¿quieres ayudarme con esto? – Levantó las manos impregnadas del mejunje verde.
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¿Qué estás haciendo? – Pregunté intrigado sin convencerme la idea.
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Preparo un emplasto para tratar pequeñas heridas, Aurora me ha supervisado así que podemos estar tranquilos – indicó mientras me acercaba. El calor junto a la chimenea era reconfortante. Dejé el abrigo en un rincón y me senté a imitar los movimientos de Lana.
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Madre nos ha dicho que Yugo y yo viviremos en la cuarta cabaña -anuncié hundiendo los dedos en el cuenco del plasto. Aún no estaba seguro de lo que supondría aquello, desde que nos rescató cuando éramos pequeños, la bruja siempre nos había mantenido bajo el mismo techo. A la hora de dormir siempre había estado cerca de los demás, lo que me inspiraba cierta tranquilidad. Margo, que ya no era tan niña, muchas noches seguía acurrucándose a mi lado.
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¿De verdad? -Dijo sorprendida. Aparcó su trabajo a un lado y me miró intentando mantener las manos pringosas alejadas de las superficies que tenía cerca.- ¿Os ha explicado por qué?
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Quiere que Yugo y yo tengamos más intimidad. Creo- dije manteniendo la mirada en el cuenco. Amasé un puñado de la mezcla y me entretuve introduciéndolo en una de las botellitas que Lana había dispuesto sobre la mesilla.
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Vaya… Me alegro por vosotros – dijo sonriente antes de volver a su trabajo.
Parecía haberse tomado la noticia con buen gusto. Aún así, notaba que tenía alguna pregunta que no sabía si terminar de hacer.
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Recuerdo que Madre nos habló sobre personas amantes, aunque no dió muchos detalles – dijo sin apartar la mirada de la botellita que sostenía en las manos.
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Yo también me acuerdo, Lana.
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¿Yugo y tú os habéis amado? – Preguntó finalmente mirándome intrigada.
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… Bueno…- Dudé un momento.- No tengo claro si se dice así, pero supongo que sí. Madre nos lo confirmó.
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¡¿Estaba con vosotros?! – Saltó extrañada.
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No no- atajé,- pero nos dijo que nuestro acto había generado una energía que ella pudo sentir desde aquí – señalé a la sala en la que estábamos.
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Vaya… – Se sorprendió. Pasó un mechón suelto de su cabello castaño detrás de su oreja, manchándolo inconscientemente de mezcla verde.- Argh.. ay.. – Se levantó de un salto.- Ahora vuelvo, Adahn – dijo apurada saliendo de la cabaña en busca de una tinaja con agua.
Me quedé junto al fuego un tiempo hasta que entraron Yugo y Javan. El pequeño se sentó en una silla de madera en la salita de al lado y Yugo colgó un par de trastos sobre un gancho de la pared.
Le observé en silencio unos segundos, admirando su figura y recordando los sentimientos de hacía sólo unas horas.
Cuando se percató de mi presencia junto a la chimenea se acercó a inspeccionar el cuenco de la mezcla, tan serio como de costumbre.
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Es la cena – le dije levantando las manos pringosas hacia él.
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Ni se te ocurra tocarme con eso – dijo seriamente, aunque no me amedrentó. Seguí acercando mis dedos lentamente hacia su camiseta y él se quedó inmóvil, desafiante.
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Tengo que hacerlo, lo siento – continué acercando mis dedos.- Creo que te vendrá bien esta pasta… verde… para curar heridas. O algo así.- Dió un paso atrás.
En ese momento tuve unas ganas increíbles de besarlo. Aparté a los lados mis dos manos y me levanté, rodeando con los brazos a mi amigo que trataba de mantenerse firme y serio.
Cuando estuvimos a escasos centímetros me quedé quieto, disfrutando de la distancia hasta sus ojos verdes.
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¿Quieres que preparemos por dentro la cuarta cabaña? – Me miró a los labios.
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Nuestra cabaña- apunté.
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Nuestra cabaña.
Durante lo que quedó de día, Yugo y yo limpiamos y arreglamos por dentro la caseta y Aurora ordenó trasladar unos cuantos muebles desde la cabaña grande, entre ellos las camas en las que habíamos descansado hasta aquel día Yugo y yo.
Durante los días que siguieron a aquello, estalló en aquella zona una invernal ventisca que apenas nos permitía salir de la casa, por lo que Yugo y yo pasamos mucho tiempo en nuestra cabaña.
Uno de aquellos días en los que nevaba con fuerza, mi amigo salió a buscar un par de maderos con los que poder alimentar una chimenea improvisada que habíamos podido construir con ayuda de uno de los conjuros de Madre, que plegó los tablones de la pared permitiendo construir el hueco interior de la chimenea.
Cuando se abrió la puerta y los copos de nieve dieron paso a la figura abrigada de Yugo una ráfaga de aire frío me alcanzó en la otra punta de la cabaña.
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Gracias por salir a por ello – dije acercándome hasta él y cogiendo un madero cubierto de blanco. Él se quitó el abrigo y cuando fue a dejarlo junto a la chimenea me percaté de que estaba temblando.- ¡Estás helado! – Traté de abrazarlo en un vago intento por darle calor, aunque no sirvió de nada. Me apresuré a tratar de secar el madero y a colocarlo en el pequeño fuego, esperando a que se avivasen las llamas.
Recordé de pronto un pequeño conjuro que Aurora nos había tratado de enseñar hacía tiempo, para generar calor. No solíamos poner en práctica lo que aprendíamos sobre magia, pero al ver a Yugo tan frío y sin hablar pensé que debía intentarlo, con la esperanza de no desatar un incendio dentro de la cabaña.
Busqué en el interior de la chimenea un trozo carbonizado de madera que no estuviese cerca del fuego y arrodillándome en el suelo dibujé con él la figura de Algiz, la runa de fuego, susurré las palabras que nos enseñó la bruja mientras terminaba la forma del símbolo y permanecí inquieto durante unos segundos hasta que ví desaparecer aquel dibujo con carbón. Cuando se desvaneció, levanté la mirada hacia mi amigo y le vi contemplarme con los ojos muy abiertos.
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Es..espero que esto te ayude a entrar en calor – dije un poco avergonzado. Mientras hablaba, ya empecé a notar como la temperatura de la cabaña empezaba a normalizarse. Yugo alargó una de sus manos hacia mí y me acarició la cara con ternura, pero sin cambiar su rostro serio. Aquella caricia de su mano me habría hecho enloquecer.
Mientras subía la temperatura junto a la chimenea, yugo se sentó a mi lado y se desabrochó las raídas botas que siempre llevaba para salir fuera. Deshizo los nudos de las cuerdas que las cerraban y cuando sacó los pies de dentro se deleitó calentándolos junto al fuego, moviendo los dedos dentro de las telas protectoras que le envolvían los pies. Agarré sus pies con mis manos y los masajeé lentamente para que se desentumecieran. La tela que los envolvía estaba empapada y olían a sudor, pero no me importó. Después de todas las noches que habíamos pasado los cinco bajo el mismo techo aquel tipo de olores me resultaban familiares y me había acostumbrado a ellos. Aún así, mi amigo trató de impedir que los tocara.
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Adahn, mis pies están sucios y sudados – empezó a decir apartando una de mis manos. Yo los volví a agarrar.
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No me importa, no me molesta – le dije. Empecé a masajearlos y vi cómo Yugo se reclinaba hacia atrás disfrutando del masaje, levantando la cabeza hacia el techo. La tela protectora estaba francamente sucia, así que después de un rato, desenfundé sus pies blancos y lancé las telas a un lado.
Seguí apretando con mis dedos bajo sus dedos de los pies, arrancando pequeños jadeos de gusto a mi amigo que ya se había tumbado, cuan largo era, en el mismo sitio en el que estaba. Mientras lo hacía y me llegaba su olor, me di cuenta de que oyéndole respirar así, de placer y gusto, habría sido capaz de hacerle cualquier cosa, porque lo que me gustaba era escucharle disfrutar.
Sin darme cuenta, la temperatura de la sala había seguido subiendo y tuve una necesidad imperiosa de quitarme la camiseta, de desvestirme por completo. Cuando dejé los pies de Yugo y empecé a desvestirme, él me observó hacerlo desde su sitio en el suelo. Me quedé únicamente con la tela protectora de la entrepierna y le vi mirarme en silencio.
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Quítate todo – pareció ordenar. Aquello me excitó tanto que mientras me la quitaba me acerqué hasta él y comencé a desvestirlo también.
Desnudos, nos besamos y abrazamos por el suelo, sintiendo el calor de las llamas de la chimenea calentar nuestra piel. Toqué con mis manos su espalda, recorriendo cada músculo, mientras él me besaba apasionadamente y me revolvía el cabello rojo con sus fuertes dedos.
Bajé las manos hasta su trasero y acaricié sus duras nalgas blancas, sorprendido por lo que me excitó su tacto. Me calentó tanto tocar su culo que no pude evitar agarrar las nalgas con fuerza.
-Ahhh…- Se quejó Yugo. Le solté el trasero y cuando vi relajarse su rostro volví a agarrarlo con fuerza, tratando de no hacerle verdadero daño, pero me excitaba tanto que no sabía realmente si le dolería.- Aaah..
Cuando volví a soltarlo, Yugo bajó sobre mi y me besó con locura, respirando sobre mi cara intensamente. Estaba más excitado de lo que le había visto hasta entonces, como un animal salvaje.
Al verlo así volví a agarrar su culo y a apretar su cintura sobre mí. Nuestros penes erectos se frotaban entre ellos mientras el movimiento de nuestros cuerpos no se detenía.
Nos besamos con locura, nos abrazamos y rodamos por el suelo excitados. Yo me obsesioné con tocar su trasero y en un arrebato de excitación se lo abrí con las manos y toque su agujero.
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Ahh -se sorprendió un momento pero le impedí reaccionar volviéndolo a besar, abriendo mi boca para que metiera su lengua dentro, cosa que sabía que le excitaba. Él lamió mi lengua con la suya mientras yo, sin saber bien lo que hacía, tocaba el interior de sus nalgas, junto al agujero, sintiendo una gran excitación en ello.
Aquel juego sucio me estaba enloqueciendo y él había parecido perder todo el control del que solía presumir. Yugo de pronto se arqueó hacia abajo, levantando su trasero, y en ese momento puse uno de mis dedos en su agujero y empujé levemente hacia dentro.
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AAHH… – Jadeó mi amigo antes de retorcerse y deslizarse por mi torso hasta bajar a mi entrepierna.
Como un animal, olfateó mi entrepierna mientras seguía jadeando. Yo le acaricié la cabeza y los hombros con deseo sintiendo su aliento sobre mi pene. Mirando hacia abajo vi cómo Yugo cogía mi pene en una de sus manos y contemplaba el jugo que había comenzado a derramarse de él, lo miró un instante y lo chupó, lo lamió y lo limpió con su lengua hasta que el capullo quedó brillante de su saliva. Luego se echó hacia atrás, miró su propio pene y tras ver que también empezaba a preeyacular se lanzó en un movimiento animal, volteando su cuerpo quedando su cara sobre mi entrepierna y su cintura sobre mi cabeza. No dijo nada, no habló, solo se agachó y engulló mi pene con ansia mientras yo veía sus testículos balancearse sobre mi boca, desafiantes. Aquella visión de sus huevos sobre mí, con su mata de vello negro rodeándolo, me dejó embelesado unos segundos. Podía percibir su olor, el olor de Yugo, bajaba hasta mi nariz y se colaba en mi interior. Respiré para absorber su olor y pegué la nariz a la piel que envolvía sus testículos.
Entonces vi el destello de la gota en la punta del pene de mi amigo, que reflejaba la luz de la chimenea al fondo. Estaba a punto de descolgarse pero alargué mi lengua y recogí aquella gota, saboreándola con detenimiento. Luego agarré el culo de Yugo y atraje hacia mi boca su miembro, chupándolo y lamiendo igual que él le hacía al mío.
No podía ver a mi amigo, sólo veía sus huevos subiendo y bajando sobre mí y cubriendo mi cara con su mata de vello negro, pero de pronto sentí cómo una de las manos de Yugo agarraba una de las mías y la guiaba hasta el centro de su culo, en lo que parecía ser una invitación.
Entonces, sin tener muy claro lo que debía hacer, llevé mi dedo índice a mis labios y lo cubrí de saliva, luego acaricié con él la zona del agujero de Yugo y cuando él lo sintió húmedo comenzó a gemir de placer mientras seguía chupando y tratando de engullir mi enorme miembro que a ratos le hacía toser cuando tocaba su garganta.
Después de humedecer el agujero empecé a empujar con mi dedo, sintiendo la entrada increíblemente dura y tensa, pero lo acaricié y jugué igualmente con la saliva alrededor de la zona del agujero, escuchando gemir a Yugo entre mis piernas.
Yugo lamía y chupaba mi pene frenéticamente, masturbándolo a la vez y haciéndome llegar al éxtasis.
Cuando no pude aguantar más, sacudí mi pelvis hacia arriba e inconscientemente sujeté la cabeza de Yugo, le agarré del cabello con fuerza, ignorando si le hacía daño, y mientras él abría los ojos sorprendido empecé a estallar en su interior, soltando todo mi semen en su jugosa lengua. Aquel orgasmo duró demasiados segundos, tantos que sin querer había seguido penetrando su boca mientras eyaculaba y sólo paré cuando me di cuenta al escuchar burbujear su garganta inundada. Entonces me separé asustado y busqué la mirada de mi amigo para ver si estaba bien.
Me arrodillé a su lado y entonces él levantó la cabeza hacia arriba, con los ojos cerrados, esperó unos segundos y tragó con tranquilidad. Cuando hubo terminado bajó la vista hacia mí y abriendo los labios en una sonrisa pícara que poco casaba con su semblante serio, se pasó la punta de la lengua por sus labios de forma lasciva.
Yo me había quedado sin palabras después de aquello, pero él se acercó a mí y me dijo que me deseaba, pasó una de sus manos sobre mi mejilla y la levantó cubierta de semen. Al parecer él había eyaculado sobre mi cara a la vez que hice yo. Me enseñó su mano cubierta de líquido blanco y yo la llevé hasta mi y la limpié con la lengua, saboreando el semen de Yugo.
Una respuesta
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