Fui con unos amigos de in de semana a una finca, allí conocí a Don, el capataz. Es un hombre negro alto y muy fuerte, y no se por que no podía dejar de mirarlo. El también me miraba mucho y noté que le atraía.

Don nos dio habitaciones diferentes y a mi me colocó en una separada a la que solo se accedía por fuera.

Después de cenar nos fuimos a dormir, se acercaba una tormenta. Al empezar la lluvia alguien toco la puerta, abrí y Don entro en mi cuarto. Yo estaba cubierto solo por una toalla, y Don me la arrancó de un golpe y me beso con deseo en la boca. Hice un vano intento por negarme, pero mi pene estaba erecto y yo muy excitado. Nunca antes me sentí así con un hombre. Don se desvistió y me llevó a la ducha. Allí, besandome sin apuro me baño, enjabonó y depiló totalmente con una crema que traía, luego me hizo arrodillar ante el y satisfacerlo oralmente. Luego de acabar se tomó tiempo en dilatarme, y me llevó a la cama.

Yo temblaba de miedo y deseo, cuando recibí aquel largo y grueso sexo en mi ano, dando un gritico de dolor, y teniendo el más intenso orgasmo de mi vida. El me tomó por las caderas y lo metió completamente en mi cuerpo. Me sentí lleno, colmado, poseido, suyo. Al calmarse empezó a bombear suavemente diciendome cuanto le gustaba. Al ver que aceleraba sus embates, me moví lujuriosamente con el, volviendo a acabar mientras el me impregnaba con su semen.

Esa noche descubrí el amor homosexual y lo disfruté a plenitud. Nos amamos hasta quedar agotados y desperté en sus brazos, volviendo a copular 2 veces antes de levantarnos.

Don se convirtió en mi hombre y destruyó mi virilidad para siempre con su amor, ternura, y placer. Ahora duermo con él todos los viernes y sábados de mi vida y hacemos planes para empezar a vivir juntos