Por

agosto 8, 2019

1204 Vistas

agosto 8, 2019

1204 Vistas

Cazador cazado II: Adentro

0
(0)

Entraron. 

Una vez adentro, Matías sintió que le sangraban las encías, como tantas otras veces. En realidad no sangraba, solo sentía el increíble placer de saberse victorioso, de hallarse en terreno conocido, en haber pescado en río revuelto, en concentrar ahora su atención en el espacio, en las horas y en el ruido. 

Instintivamente recorrió todas las paredes con la mirada, buscando los tenues reflejos de los cristales de algún reloj. Todas las casas tienen, debía estar por allí. Escuchó que Jorge le preguntó algo a lo que amablemente respondió que sí. ¿Cómo no iba a haber un reloj en esa casa? Se palpó el bolsillo y, lo que temía, había dejado el celular en el auto. Recibió el vaso de agua y trato de hacer cuentas para calcular la hora precisa. ¿Cuánto tiempo disponía? 

Desde que entró a la casa sintió que algo lo había helado y abrasado a la vez. Esa sensación que te da cuando cierras la puerta y piensas «¡He dejado la llave dentro!». Quería sentirse coqueto, feliz, pero había algo que le generaba entre rechazo y curiosidad. No se entendía a él mismo, cuando dejó entrar a Matías, Jorge inmediatamente olvidó qué hacían ahí ellos dos. 

Al entrar, a mano izquierda tenían una pequeña barra y detrás de ella se encontraba la cocina; amplia, sencilla, tan ausente de detalles que parecía una cocina de algún edificio ejecutivo. Sólo un calendario se sostenía en la puerta de la heladera. «¡Agua!» recordó Jorge como una inyección de adrenalina. Pasó adelante de Matías que miraba hacia todos lados, presumiblemente impaciente por aquel vital líquido. «¿Agua fría, no?» le preguntó y Matías respondió sonriente. 

El cansancio de la noche más el… ¡Ah, claro! No sentía ningún rechazo. Una decepción profunda más una norma tan estricta como antigua le oprimían la mente de forma salvaje. «No se desea la mujer del prójimo». En este caso, el varón de una «prójima» que recién se lo había comido. Así que Matías aunque guardaba ese encanto áspero, no era en esos momentos del todo apetecible por cuestiones que Jorge no terminaba de entender. Naturaleza humana en su máxima expresión. 

Sintió de pronto que se llenaba de cierta impaciencia ajena, una necesidad de decir algo, el silencio se volvía incómodo y antes de poder pronunciar algo, escuchó el ruido del cristal en la barra y vio acercarse esa poderosa mano… «¿Me está elevando?» alcanzó a pensar.

Miró a todos lados mientras tomaba con calma el agua hasta que por fin lo halló, junto a una antigua biblioteca. El reloj marcaba las 4:23am. Fondo blanco con el agua, vaso a la barra, no quedaba mucho tiempo; mano al cuello de Jorge y con la otra mano lo sujetó del cinturón para elevarlo y llevarlo así hasta el estudio. Era menos pesado de lo que creía y sin pensarlo mucho, lo sentó en el sillón de cuero que había visto apenas entró a esa casa. Podía adivinar las preguntas que se hacía Jorge y el silencio sólo justificaba sus actos. Como para sacarlo del letargo y perpetrar tan ansiada _tortura_ , lo sujetó firmemente del cuello e inclinándose hacía él le besó el cuello con tan desmedida intensidad que incluso intentó morderlo. El tiempo, la luz tenue, el espacio, la palidez repentina de Jorge, todo lo había excitado de una forma incontrolable. 

Los dedos de Matías se incrustaban en su piel como garras, quiso gritar pero el repentino beso suprimió todo aquello. Olas y olas de emociones cruzaban su mente, su cuerpo. Sus manos intentaron sujetarse de cualquier cosa posible. Sólo halló aquel brazo fuerte que no lo sostenía del cuello sino que se apoyaba en el sofá para mantener el equilibrio. Suspiró entre dientes. Sentía como la barba de Matías raspaba su cuello, sensación que hubo deseado desde aquel día que lo vió balanceándose sobre las barras. Sentía los dientes de Matías amagar con mordiscos, esos dientes rozando su piel lo hacían retorcerse bruscamente, era un absoluto delirio. 

Cesó el beso. «¿Este hombre me beso?» pensó mientras trataba de tragar saliva, de respirar.

El hombre al que se refería era en realidad ahora una sombra a contra luz, una figura que se desabrochaba el cinto, podía distinguir cada detalle de aquel cuerpo porque ya lo había fantaseado otras veces ¿o no?

De nuevo sintió esos dedos en la nuca, ahora era halado hacia el frente y naturalmente abrió la boca para atrapar en vuelo aquella pija que se alzaba frente a él. 

No tuvo tiempo de saborear como hubiese querido, por el contrario sintió de inmediato ganas de sacarla; la mano lo presionaba fuerte y la pija inflexible, inyectada de sangre y deseo le llegaba tan a fondo que le profujo una fuerte arcada, empezó a salivar demasiado. «Así» escuchó. La pija salía de su boca empapada, hijos de saliva la unían con sus labios y antes de poder reaccionar ya la tenía toda dentro, cerraba fuerte los ojos, trataba de hacer espacio, de contener las arcadas, el sonido líquido que producía parecía excitar de sobremanera a aquella imponente figura que no cesaba de follarle la boca. 

Sos ojos llorosos pedían clemencia, se aferró a los muslos de su _agresor_ y trasmitía su necesidad de parar con fuertes apretones. 

Matías entendió entonces y sacó su pija, reluciente aún en esa tenue habitación, vió cómo el joven la sacudía con su mano, como intentando compensar. Vio a Jorge tomar aire, toser, escupir. Pero no lo dejó pensar demasiado. 

Lo alzó de nuevo en peso y lo acomodó en el sofá, de espaldas a él (esto es: rodillas en el borde del asiento y las manos en el espaldar). Sus dedos fueron, palparon y encontraron la boca de Jorge, aún jadeante, confundido. Dos de sus dedos entraron en la boca del joven y esperando obtener de ese lubricante natural. Sentía en la yema de sus dedos la superficie entre áspera y húmeda de la lengua y una vez humedecidos tanto como esperaba bajó de un fuerte jalón los pantalones de su presa. 

En ese momento, a pesar de todo lo acaecido, Jorge entendió de qué se trataba todo aquello. Sintió la humedad de su propia saliva en los dedos de aquella sombra dominante y cómo le untaba diestramente su pequeña entrada.

Quiso protestar ¿protestar? Quiso celebrar, hablar, preguntar si era todo cierto, giro su cabeza para mirar y alcanzó a ver, al tiempo que sentía cómo aquella pija empapada en saliva se iba abriendo camino, como se perdía entre sus nalgas y como esa sensación de llenado le generaba entre dolor y placer agobiante. No pudo contener un rugido que se escapó entre dientes, sus manos se clavaron al sofá y de pronto sintió como un enorme brazo le rodeaba el cuello. Sentía el cuerpo de Matías muy pegado a él, suspiró al comprender que la tenía toda dentro. Se agarró con una mano de ese brazo que le rodeaba el cuello y enseguida empezó a sentir cómo era halado y embestido al mismo tiempo, con una sincronía que le hacía ruborizarse, jadear, decir cosas que ni lograba entender y, tampoco sabía si las decía en realidad. 

Escuchaba una voz, unos labios rozaban su oído. Le hablaban pero la verdad es que no entendía, sólo sabía que esa voz que le hablaba entre dientes, con una especie de agresividad u odio, lo excitaba, giraba los ojos, gemía.

Matías sentía tan ajustada su verga en ese chico que no pudo contener las ganas de embestirlo con fuerza, sacaba su miembro casi por completo y al tiempo que lo atraía con el brazo, lo embestía moviendo su cadera hacia el frente. El calor, el morbo, la baja luz que apenas alcanzaba para iluminar los contornos ya hidratados por el sudor…

En proporción, el tamaño de Matías era mucho mayor al de su presa. Por eso, en cada embestida, Matías lo sostenía fuerte, en ese vaivén exquisito fue sorprendido por unas inmensas ganas de acabar.

Se contuvo sacando enseguida su verga, terminó de desvestir al chico y girándolo, le preguntó que donde tenía *su* cuarto. Aguardó unos segundos una respuesta hasta que vio como se ponía de pie y señalaba. 

Como si llevara a un rehén, Matías sostuvo por la nuca a Jorge en todo el trayecto hasta que lo lanzó a la primera cama que vio. Jorge cayó boca abajo y vanamente hizo un esfuerzo para incorporarse pero enseguida sintió aquellas terribles manos gigantes posándose en su cintura. 

Lo insultó a modo de halago y enseguida lo acomodó para darle la última estocada. 

En esa habitación había una ventana por donde ahora entraba un poco más de luz que alcanzaba para iluminarlos a ambos. 

El cuerpo que sostenía en sus manos parecía estirarse retorcerse, luchaba por aproximarse a la mesa de noche. Matías hizo cuentas y entendió. Rápidamente él mismo abrió gaveta por gaveta y encontró un pequeño bote de gel. 

Lo untó en su mano derecha y, acto seguido, a su verga aún palpitante. Volvió a acomodar a Jorge y sin más preámbulos lo volvió a encajar. La ventana iluminaba un reloj circular en la pared opuesta y Matías tuvo de nuevo una noción de premura. Con una mano sostuvo el pelo de Jorge y la otra mano quedaba apoyada justo al lado de la cara del mismo. Las embestidas eran todavía más fuertes, ambos cuerpos transpiraban y el sonido de los cuerpos chocando y la cama meciéndose hacía eco en toda la pieza. 

Jorge sentía como la boca de Matías se paseaba por su espalda, sentía esa barba y se erizaba completamente, sabía que buscaba un blanco para morder y cuando sintió aquellos dientes clavarse en su carne, se arqueó cuanto la flexibilidad de su cuerpo le permitía.

Matías agradeció el gesto y lo empezo a sacudir en un vaivén que parecía no querer terminar nunca. Sentía cómo su pija era presionada por aquél cuerpo menudo, escuchaba unos gemidos ahogados en las sábanas. Sentía ese placer inexplicable, inevitable. 

Su respiración se aceleró, igual sus embestidas, consciente de que en cualquier momento acabaría. 

Dejó de morder y se concentró en penetrar a aquel delicioso pequeño. Su pecho se acopló a la espalda de él y empezó a sentir, a maldecir, a llenar de tan preciada sustancia a su menuda presa. 

Sintió como perdía los colores, sintió su propia respiración, sintió las contracciones de él, como apretaba y soltaba su pija… la gloria. Sus grandes manos se juntaron con las de él que apretaban fuerte la sábana. Ambos temblaban en un orgasmo que nacía en puntos distintos y moría allí con ellos sudados en un halo de fantasía y salvajismo. 

Un sueño repentino lo sedujo. ¿Se desmayaba? No. Se dormía nomás. Su pija aún dura, salía despacio, patrocinando todavía placeres cortos pero intensos. Se tendió boca arriba y Jorge también se giró un poco hasta quedar de lado. 

Ambos, presos de un sueño acumulado y de una explosión recién apaciguada, durmieron tan de pronto que el uno no sintió cómo el otro lo abrazaba.

Y el otro no sintió cuando aquél se despertó y se sentó a orillas de su cama a mirar el primer indicio de la primavera.

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

3 respuestas

  1. haldewh

    Mеet arousеd lоvers with hard bonеrs – http://gay.analsex4.fun

  2. haldewh

    Listo pаra follаr con un «оsо» cаliеnte esta noche? – http://gay.analsex4.fun

  3. helenx

    Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt

Deja un comentario

También te puede interesar

Abusaron de Mi un Dia de Lluvia

anonimo

19/09/2013

Abusaron de Mi un Dia de Lluvia

Paseo con sorpresa

anonimo

13/10/2017

Paseo con sorpresa

Me converti en la putita de 3 transexuales.

anonimo

21/04/2012

Me converti en la putita de 3 transexuales.
Scroll al inicio