ADVERTENCIA: todos los nombres, situaciones y escenarios son inventados.

Me llamo Javier y tengo 27 años. Soy alto, moreno, cuerpo de gimnasio pero sin exagerar y mucho don de gentes.

Entre con mis amigos en el bar el sábado a eso de las 23:00. Pedimos unas cervezas y empezamos a charlar. Fui al baño y al salir me encontré con una chica guapísima de 22 años, Laura. Morena, tipazo. Vestía una camiseta negra de tirantes con la que enseñaba el ombligo, unos vaqueros cortos azul cielo y unas Converse blancas.

Empezamos a bailar y a besarnos. Había fuego entre nosotros. Me pidió tomar la última en su casa y acepté. Estaba lejos. Había que ir en taxi.

Me dijo que su hermana pequeña (20 años), Lucía, vendría con nosotros, así ya se iba a dormir.

Me senté en el asiento de atrás, en el del medio, Lucía se sentó a mi izquierda y Laura a mi derecha.

Empecé a besar a Laura. Mientras, Lucía se quitó los zapatos en el taxi con la frase «qué ganas de darme una ducha».

Laura le dijo: «cariño, nos queda media hora en taxi, ya llegamos»

Metí la mano por dentro de la camiseta de Laura. Toqué su tripa y sus tetas por encima del sujetador.

Llegamos al chalet de las chicas. Lucía pagó al taxista, cogió su bolso con la mano izquierda y sus zapatos con la derecha y salió del taxi, salimos luego nosotros. Lucía iba delante y nosotros detrás. Descalza, nos abrió la puerta, le tocó el culo a su hermana y nos dijo: «pásenlo bien los señores y follen mucho».

Lucía se fue a la ducha. Nos quedamos Laura y yo besándonos y tocándonos en el sofá. Empezamos a desnudarnos. Le quité la camiseta, las chanclas y los vaqueros. Empecé a lamer su cuerpo. Desabroché su sujetador y dejé que cayeran esas preciosas tetas naturales y grandes pero no exuberantes. La tumbé en el sofá. Quité su tanga de hilo y empecé a practicarle sexo oral mientras acariciaba mi cabeza.

Unidos en un mismo ser no nos percatábamos de nada más. Fuimos a cambiar de postura y, como si de un fantasma se hubiera tratado, nos encontramos a Lucía sentada desnuda, con las piernas cruzadas, en el sofá de enfrente.

– Qué bien lo estáis pasando, chicos. – dijo sensualmente

Laura: cariño, si quieres venir solo tienes que pedírnoslo.

Lucía: dile a tu amigo qué es lo que hacemos siempre.

Estaba asustado pero con ganas de saber más. Se sentaron desnudas en el sofá y empezaron a besarse.

Lucía: si quieres unirte a nosotras, túmbate en el suelo y chúpanos los pies.

Empecé a besar esos cuatro perfectos pies. Entraban y salían de mi boca. A veces entre ellas los agarraban y los lamían. En ningún momento dejaron de besarse.

Puse a Laura a cuatro patas en el sofá. Ella agarró a su hermana Lucía de los pies y  estaba tumbada boca arriba dándole el coño a Laura. Laura le practicó sexo oral a su hermana mientras la penetraba.

Quería follarme a Lucía también. Por ello, cuando Laura ya tuvo algún que otro orgasmo, cambiaron las posiciones hasta que Lucía también se corrió varias veces.

-Ahora te toca a ti, campeón. Dijo Laura.

Me llevaron a su cama y me ataron las muñecas al cabecero.

Cogieron un calcetín cada una, de los que llevaba Laura, los hicieron una bola y me los metieron en la boca para que no pudiese hablar.

Mi polla estaba muy dura y ellas empezaron a hacerme el clásico «footjob» mientras se besaban y tocaban.

Aceleraron el ritmo, eyaculé de una manera increíble sobre esos cuatro perfectos pies.

Laura y Lucía se lamieron los pies la una a la otra hasta no dejar rastro de mi semen. Volvieron a besarse con «mi esencia en sus bocas», cerraron sus bocas, se dieron un pico y tragaron todo.

Me tumbé fulminado en la cama y dormí con ellas, completamente desnudas. Una a cada lado.