Por

Anónimo

noviembre 29, 2017

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LA COMPAÑERA PERFECTA

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Por: ByL

 

Hacía ya bastantes años que me fascinaba la lencería de mujer, que me excitaba ver los catálogos de lencería y me imaginaba yo con esas maravillosas piezas puestas, sujetadores y tangas de encaje, ligueros, medias con costura, bodys de todas clases todos tangas, corpiños, y un largo etc que me volvía loco mirar.

Un día me armé de valor y me fui a un centro comercial, dispuesto a comprarme mi primer conjunto de sujetador y tanga. No podía esperar más a ponérmelo a escondidas y disfrutar de la lencería en mi piel. Necesitaba saber que se escondía en esas prendas y que me excitaba tanto.

Llegué a la zona de lencería y empecé a recorrer esos mágicos pasillos, y con ello a volverme loco pensando en que me compraría, aunque la verdad me lo hubiera comprado todo, porque según avanzaba y miraba, todo lo que vía me gustaba y me atraía enormemente.

Finalmente ví un conjunto negro, muy transparente y decorado con trozos dorados, sobre todo las copas del sujetador y las tiras del tanga. Me lancé a por él. Antes de poder tocarlo, llegó la dependienta “buenas tardes, ¿puedo ayudarle?”, casi me da un vuelco el corazón, y le expliqué que quería ese conjunto para “mi novia”, por lo que no tardé nada en llevármelo mientras me iba de ahí a toda prisa.

Llegué a casa y casi me desnudé en el ascensor, la camisa por fuera del pantalón, este desabrochado y casi cayéndose… en fin, entré en casa y me quedé totalmente desnudo. El bóxer se fue al suelo con el pantalón, por lo que acto seguido, me puse el tanga que saqué de la bolsa y después el sujetador, y se hizo la magia… me sentí sexy, arrebatadoramente provocativa y me excité tremendamente. Miré mi cuerpo en el espejo, recorriéndome de arriba abajo y vuelta a empezar. Por delante y por detrás. Ver mi culo con ese tanga de tira y triángulo me hizo sentirme especial y muy femenina, hasta deseable, lo cual hizo que me excitase aún más…

Comencé a hablarme en femenino y a decirme “uff, que guapa estas cariño”, “como me gustas en tanga y sujetador, nena” y cosas así. Me sentía mujer, y entonces de alguna manera descubrí mi absoluta pasión y devoción por la lencería femenina, y por mi lado femenino.

Estuve casi toda la tarde así vestida, hasta que por la noche regresaron a casa los miembros de mi familia, ya que aún vivía con ellos, por lo que tuve que esconder el conjuntito que me había comprado y que desde luego pensaba disfrutar más veces.

Tuve la gran suerte de poder comprarme más conjuntitos y de poder ponérmelos y disfrutar de la experiencia de sentirme mujer y de verme casi como una diosa del sexo. Me gustaba ponérmelos y ver porno en la televisión así vestida y me imaginaba como protagonista y siempre acababa por masturbarme y correrme con mi lencería puesta. ¡Me encantaba!

Como cada vez mi afición secreta iba a más y cada vez se desarrollaba más, y cada vez tenía más cosas, bodys, corpiños, medias de todas clases, y un sinfín de conjuntitos de tanga y sujetador, tome una decisión que sabía que aunque me iba a costar, iba a cambiarme la vida e iba a dejarme disfrutar de la vida en su plenitud femenina que tanto anhelaba. Irme de casa y alquilarme un piso para disfrutar de mi lado femenino sin correr riesgos innecesarios.

 

Me puse a mirar pisos alejados, no muy grandes y que mi reducido sueldo me permitiera mantener, ya que trabajaba en lo que era por entonces mi primer trabajo y tampoco daba para mucho.

Ciertamente, no tardé mucho en encontrar uno, piso pequeño de 50 metros cuadrados, dos habitaciones, un baño y cocina. Perfecto para mí, no necesitaba más. Fui a verlo y me gustó, cumplía mis requisitos y necesidades privadas. Y además, al ser un piso alto, tenía vistas y nadie enfrente, por lo que podía incluso “exhibirme”, lo cual me terminó de convencer.

Hable con el casero y tarde escasas 24 horas en firmar el contrato de alquiler. Ya tenía piso propio donde poder tener toda la lencería que me apeteciese en el armario y poder ponérmela siempre que quisiera y verme lo femenina que me gustaba verme y sentirme.

Pocos días después por fín me mudé y empecé mi vida libre de problemas, familia y cualquier otra carga que me impidiese ser como yo quería ser y hacer lo que yo quisiera hacer.

Por fin podía llegar a casa, irme al armario, abrirlo y elegir la lencería que me apeteciese ponerme y ponérmela allí mismo, disfrutando de todo el proceso, desde estar desnuda eligiendo la ropa hasta el goce de sentir el roce del tejido en mi piel al ponérmelo y luego al pasear por todo el piso con ello puesto. Era una liberación poder hacerlo y disfrutarlo de la manera en que lo hacía. Me volvía loco y no podía pensar en nada más que estar así las 24 horas del día. Dormía en lencería y desayunaba en lencería todos los días, luego me cambiaba e iba a trabajar y volvía a casa para ponerme de nuevo la lencería y disfrutar lo que me quedaba de tarde y noche, y vuelta a empezar.  ¡Me encantaba!.

Poco a poco empecé a experimentar más cosas, de vez en cuando, sobre todo en invierno, salía de casa con mi lencería debajo de mi ropa de hombre, incluso con liguero y medias por debajo de los pantalones y sujetador por debajo de mi camisa. Me ponía lo que podía por encima para que no se notase, y paseaba así por la calle. Me encantaba sentir la lencería mientras estaba paseando.

Una cosa llevó a la otra y mi lado femenino más fuerte se fue apoderando de mí. Me compré vestidos, minifaldas, tacones de aguja y hasta pelucas y maquillaje.  Tuve que comprar otro armario para la ropa de mujer que iba acumulando.

Llegaba a casa y me transformaba por completo de mujer, por dentro y por fuera, y me pasaba los días así vestida en la intimidad. Por las noches seguía viendo porno y siempre acababa igual, desnuda en sujetador, liguero, medias y tacones, y masturbándome mientras me decía cosas como “zorra”, “puta”, “guarra” y toda clase de lindezas. Me sentía así y me volvía loca sentirme como la protagonista de la película. Quería ser yo esa mujer a la que volvían loca de placer sexual.

Empecé a pensar en cómo sería estar teniendo sexo con otra mujer, e incluso con un hombre, y durante mucho tiempo me masturbaba pensando en ello. Mi lado femenino iba a más y cada vez me dominaba más, y no podía hacer nada por impedirlo. Incluso me crecieron las tetas, lo cual me gustaba ver y tocar, por supuesto. Me fascinaba ver cómo me quedaban los sujetadores con mis pequeños pechos naturales.

Necesitaba tener sexo vestida de mujer, sintiéndome mujer y empecé a explorar las opciones para llevarlo a cabo.

El siguiente sábado decidí quedarme en casa únicamente en lencería. Me puse un conjunto blanco de encaje, con sujetador y tanga, liguero también de encaje, medias con costura negras y sandalias de tacón de aguja. Me puse la peluca y me pinté los labios.  

Me quedé en la cama, relajada pero excitada. Notaba mi polla cada vez más dura, al igual que los pezones rozando las copas del sujetador. Que placer me daba aquella sensación. Me volvía loca de deseo.

Entonces, como me gustaba la fotografía, decidí empezar a hacerme fotos en lencería. Saqué el trípode de donde estaba guardado, la cámara y el disparador remoto. Entonces ajusté el objetivo y empecé a posar encima de la cama. De una forma y de otra, las fotos se fueron cada vez haciendo más excitantes y explicitas, hasta que al final acabe con el tanga en los tobillos y masturbándome mientras me fotografiaba. Luego, cuando me tranquilicé, cogí la cámara y miré las fotos que me había hecho. Eran increíbles. Me encantaron. Me excité mucho mirándome a mí misma. Quería más. Y me encantaba ser la protagonista de aquellas fotos.

Me desnudé dejándome sólo el sujetador, el liguero, las medias y los tacones, y comencé a tomarme fotos de nuevo. No tardé en quitarme el sujetador, por lo que disfruté de mi desnudez para la cámara. Casi se convirtió en un vicio el ser modelo para mí misma. Me excitaba muchísimo hacerme fotos. No se la cantidad de fotos que pude hacerme, pero fueron una gran cantidad.

El resto del día me lo pasé en lencería y en topless por la casa. El vicio crecía y de vez en cuando me ponía en la ventana, de manera que alguien pudiese verme así vestida o así desnuda. Me gustaba exhibirme. Ya lo hacía de noche, asique de día era algo especial.

Por aquel entonces, me había cambiado de trabajo un par de veces, y estaba en una gran multinacional que estaba en crecimiento y estaba contratando gente. Entonces, un día vino un jefe acompañado de una preciosa mujer a la que presentó como la nueva incorporación. La miré de arriba abajo y viceversa. Era increíble, parecía modelo. Tipazo y preciosa. Casi me da algo de la compañera que iba a tener.

Con el paso de los días, empezamos a coger confianza y un día me fije en su minifalda. Lo suficientemente corta pero lo suficientemente larga para no descubrir más de lo necesario. Seguí fijándome y me pareció que había algo que me era familiar. Después de un buen rato pude adivinar que eran las sujeciones de un liguero a las medias. Me quedé alucinado. Mi compañera usaba liguero en la oficina.

Al día siguiente, me volví a fijar sin que ella se enterase y volví a ver lo mismo. Estaba excitadísimo por aquello. Me encantaba esa compañera. Se parecía a mi yo femenino. Quería saber que más había debajo de aquella blusa y de aquella falda… era la tentación hecha mujer, y yo quería ser como ella.

Con el paso de los días fuimos cogiendo más y más confianza y un día que la pillé sin gente alrededor le dije “perdona, ¿llevas liguero?”, me miró y me dijo “¿y tu como lo sabes?” y le dije “porque soy fanática de la lencería”, me salió en femenino y ella se dio cuenta y me dijo “será fanático” y le dije “sí, claro”, y me dijo sonriendo “si, yo también lo soy y uso liguero a diario” y le dije “que bien, me encanta, gracias” y me dijo “de nada”.

Al día siguiente, volví a ver que se le marcaba el liguero y me acerqué y le dije al oído “¿me dejas verlo?”, ella me miró y me dijo “ven conmigo”. Se levantó y nos fuimos hacia los baños, y me cogió de la mano y nos metimos al de mujeres. Entonces, se levantó la minifalda y me lo enseñó por completo. Negro, de encaje. Me fije y llevaba el tanga por encima del liguero. La miré y le pedí que se diera la vuelta. Lo hizo y vi que tenía un culo precioso. La sonreí y le dije “gracias, ha sido increíble” y me dijo “de nada, un placer”. Entonces se recompuso la falda y salimos del baño como si nada. Menos mal que no nos vio nadie.

Al día siguiente, me mandó un email y me dijo “¿hoy también quieres ver mi liguero?” y le dije “me encantaría” entonces se levantó y haciéndome una seña volvimos a los baños y a repetir la operación. Esta vez era color champán y un tanga color carne. No pude más que acariciar ese tanga y ese liguero y entonces ella me susurró al oído “oye, ¿y a ti que te pasa con la lencería?” y entonces le confesé mi adicción y le dije “me visto de mujer en la intimidad y soy fetichista de los ligueros”, ella me miró y me dijo “¿me dejarías verte?” y le dije “si, claro”, entonces me dio un beso en la boca y me dijo “invítame donde te vistas esta noche, quiero verte en lencería, yo también soy fetichista de los ligueros”, entonces le devolví el beso, y recomponiendo su falda le dije “vale, espérame a la salida en el parking y vamos a mi casa”, y me dijo “ok, hecho”.

Salimos del baño y seguimos trabajando como tal cosa. Yo no sé cómo estaba ella entonces, pero yo estaba como un flan de nervios, pero yo estaba cachonda perdida deseando llegar a casa con esa mujer.

A la salida tal y como habíamos quedado me esperaba en el parking. Le señalé mi coche y le dije, “siguemé”. Entonces fue detrás mío hasta mi casa. Le señalé donde tenía que aparcar, y le dije “sube, vamos al garaje”. Entonces se subió en mi coche y se subió la falda del todo, hasta la cintura, dejándome ver en el coche ese liguero champan, las medias negras y el tanga. No pude más que mirar y decir “joder, que gustazo”, ella se rio mirándome y fuimos al garaje.

Aparqué el coche en mi plaza y ella se recompuso la falda antes de salir.

Fuimos al ascensor y por el camino empecé a meterla mano por la falda y entonces ella se llevó la mano al costado y desabrochándola y dejándola caer al suelo me dijo “así mejor, ¿no?” entonces no pude más que darla yo un beso y decirle “mucho mejor”. Al cabo de pocos segundos llegamos a mi puerta, la cual abrí y entonces ella se quitó la blusa quedándose solo en lencería y me dijo “Ahora tú. Te espero en el salón” y le dije “vale, ahora voy”.

Fui al cuarto donde tenía toda mi ropa, me desnudé y cogí un conjunto rojo y negro de encaje, y empecé a ponérmelo, entonces oi que había puesto la televisión y no me acordé que había dejado seleccionado el canal erótico, por lo que directamente le salió y estaba una película porno. Escuché gemidos y no escuche que cambiase o me dijese algo al respecto, por lo que supe que lo dejó puesto, lo cual me excitó más.

Terminé de cambiarme, y me puse la peluca, me pinté lo labios y me puse los tacones. Estaba hecha una mujer, tal y como hacía a diario cuando llegaba a casa. Me miré al espejo y me dije “que puta eres”.

Entonces fui al salón y ahí estaba ella, recostada en el sillón, viendo el canal porno y acariciándose por debajo del tanga. Se incorporó, me miró y me dijo “joder tío, si pareces una puta” y le dije “¿no te gusta?” y me dijo “si, estas muy guapa y me encanta tu lencería. El liguero es una pasada”. Me di la vuelta para que me viese por detrás y me dijo “y menudo culo tienes, zorra”, y entonces me pidió que me sentara a su lado.

Entonces empezamos a besarnos mientras acariciábamos las medias y jugábamos con las tiras del liguero y me dijo “ahora entiendo tu fascinación por los ligueros” y le dije “¿te importa haber descubierto mi secreto?” y me respondió “en absoluto, me encanta, no eres el primer tío que descubro que le gusta vestirse de mujer” y le dije “¿de verdad?” y entonces empezó a contarme que hacía tiempo un exnovio que tuvo también lo hacía y que varios amigos suyos también lo hacían, y que por eso no se había sorprendido, que ya estaba acostumbrada a ver hombres vestidos de mujer, y que no le importaba y que le gustaba incluso vestirles y maquillarles ella, a lo cual dije “pues conmigo, cuando quieras” y me dijo “bueno, esta noche eres mi zorrita” y le dije “genial, me encanta ser muy puta” y me respondió “si ya veo el porno que ves, guarra” y empezamos a enrollarnos en el sillón.

Al poco tiempo estábamos follando en la cama como locas. Sexo salvaje total.

Cuando terminamos estuvimos hablando en la cama, y se puso encima mío y me preguntó “oye, ¿y te vistes de mujer todos los días?” y le dije “si, todos y cada uno de ellos, y los fines de semana las 24 horas, de la mañana a la noche” y entonces me dijo “¿y te molan los tíos?” y le dije “no, soy lesbiana hetero, pero todo es probar” y se empezó a partir de risa y luego me dijo “¿irías con liguero a la ofi si pudieras?” y le respondí “¡ni lo dudes!” y entonces me dijo “quiero que me hagas un desfile de modelos de ropa interior, quiero ver lo que tienes y como te queda”. Entonces me levanté y le dije, “vale, pero con la condición de que me hagas fotos” y me dijo “¡encantada!”.

Entonces me fui al otro cuarto, me cambié el modelito y volví al dormitorio donde estaba ella, me miró y empezó a disparar la cámara y a decirme, date la vuelta, agáchate, saca las tetas del sujetador, quítate el tanga y cosas así. Cuando me dijo “venga otro”, le dije “antes, me la comes” entonces me dijo “ven aquí”, y acercándome, me hizo una mamada que me la puso durísima, y sin dejar que me corriera me dijo “venga puta, ponte otro conjuntito”. Y entonces le dije “ven y lo elijes tu”. Se puso de pie y fue al armario. Cuando lo vio abierto, con toda aquella lencería de todo tipo, las pelucas y toda la ropa colgada me dijo “joder zorra, menuda guarra estas hecha, mira toda la ropa de puta que tienes, si casi tienes más que una mujer de verdad”, y entonces me puse detrás y haciendo que se agachase un poco me la follé por detrás mientras ella no hacía más que mirar mi lencería, y tocarla y decirme “venga puta, dame más duro, así zorra, siii… sigue putón, más, quiero más, follame guarra” y así todo el tiempo, no hacía más que decirme todas esas cosas que me gustaban, y que cuanto más decía, yo más duro le daba hasta volverme loca de placer, y ella igual.

Cuando nos corrimos, caímos rendidos en la cama hasta el día siguiente, que teníamos que trabajar. Me había estrenado como mujer y había sido fantástico, me encantó y entonces supe que quería más.

Nos despertamos con el sonido del despertador y le dije que teníamos que ir a la oficina, que se duchase allí mismo si quería y que luego podíamos ir desde mi casa, y me dijo “¿y que me pongo?” y le dije “puedes probarte lo que quieras del armario, y llevarlo hoy puesto” y me dijo “¿tuyo?” y le dije “claro, tengo de todo”, y me dijo “vale guapa”.

Entonces se fue a la ducha y yo me levanté a hacer el desayuno, como siempre, en lencería. Me puse un sujetador y un tanga por encima del liguero y las medias, y cuando ella salió de la ducha pasó por la puerta de la cocina y me vio así vestida y me dijo “si, ya veo que eres toda una putita” y entonces le dije “si, a la que te has follado anoche” y me dijo “eso es verdad, y me ha encantado”, y entonces se fue al cuarto donde estaba el armario con toda la ropa de mujer.

Al cabo de un rato ya estaba hecho el desayuno y se lo dije y me metí en la ducha y me dijo “vale, ahora voy”.

Cuando salí pase yo por la puerta de la cocina y la vi vestida completamente con ropa mía, una minifalda roja, una blusa negra bastante transparente y un sujetador negro por debajo, además de medias negras con costura. La miré y le dije “joe, pues te queda fenomenal mi ropa” y dijo “si, la verdad, me encanta tu armario” y nos reímos. Luego me fui yo a vestirme, desgraciadamente de hombre.

Terminé de vestirme, me tome rápidamente el café y ella ya estaba esperándome en la puerta y me dijo mostrándome el liguero “esta noche te lo devuelvo” y le dije “te lo regalo” y a continuación nos besamos.

Luego fuimos a la oficina cada uno en su coche, una pena…

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2 respuestas

  1. nindery

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