noviembre 14, 2022

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Verónica 4 1150cc (M25)

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El último año y medio había sido espantoso. El intento de relación con Sara, evidentemente, no había funcionado y de repente Verónica de casi 26 años había perdido a Marc y sus proyectos juntos, a Sara y la amistad de toda una vida y de alguna manera había perdido parte de su seguridad. Después de esto había alquilado un piso para ella sola, pero la independencia como método de fuga no la hacía sentir mejor.

No había sido fácil. Al principio, la euforia de los nuevos descubrimientos la habían anestesiado. Con Sara todo era nuevo y maravilloso, excitante, descubrir que le podía ofrecer el cuerpo de una mujer al principio la había entusiasmado, aunque poco a poco esa sensación fue menguando.

Habían ido juntas a la clínica para ponerse los nuevos implantes y Sara incluso había bromeado con ponerse implantes ella también.

Verónica estaba completamente desnuda frente al espejo de cuerpo completo de su estudio. Haciéndose preguntas.

Sus tetas… Sus tetas, ahora dos esferas preciosas casi del tamaño de su cabeza, gracias a los implantes que llevaba hinchados con 1150cc se suero salino, que podría inflar más cuando ella quisiera, la miraban desde su pecho. Ella también los miraba. ¿Qué simbolizaban aquellos senos para ella? ¿Empoderamiento? No. ¿Independencia? Tampoco. No, simplemente eran parte de ella, no podía imaginarse sin ellos, tampoco quería. Había pasado mucho tiempo deseándolos, entonces, ¿por qué se sentía sucia llevando las tetas que le había regalado su amiga y amante? ¿Los pechos que habían sustituido a los anteriores, que había compartido con su amor, con quien no llegó a vivir?

Cogió un pincel y lo mojó bien en pintura negra y lo dejó chorrear sobre sus pechos redondos. La pintura resbalaba alrededor, dibujando torrentes negros que se reunían en la parte inferior de la teta y se precipitaban hacia el suelo.

-Mis pechos lloran por el amor perdido.

Los dos amores perdidos habían traído otras consecuencias, por supuesto. El libro que estaba dibujando con Marc se canceló y de repente se quedó sin ideas. Llevaba un año sin hacer nada que mereciera la pena y la editorial estaba un poco quemada. Ella necesitaba dinero y por suerte encontró trabajo en una librería, pero se sentía frustrada. Verónica mojó los dedos en pintura negra y se tocó la cabeza, manchándose la cara y dejando sus cabellos de fuego vetados de negro.

Había sido un año intenso, al sentir el vacío emocional se había dedicado a ligar como una loca y a buscar mil amantes que llenaran ese huevo que, en realidad, no estaba entre sus piernas, sino en su corazón.

Había experimentado todo lo que había podido, primero había empezado con mujeres, pero después de un par de experiencias insípidas aceptó que el lío con Sara fue una confusión de sentimientos y que, en realidad, ella no era lesbiana.

Volvió a buscar a hombres. Los había visto y probado de todo tipo. Recordaba sobre todo a Biel, y su monumental polla, nunca había sentido su coño ensancharse para intentar que un poco más de pene pudiera entrar. Pero eso fueron unos pocos polvos sin más. Recordaba a Pierre, ese fotógrafo francés que le hizo una sesión de fotos eróticas que ahora deseaba que nunca salieran a la luz. Había uno que se había corrido en cuanto ella liberó sus tetas. Otro había querido seducirla con lujos caros y viajes en moto. Y tantos y tantos otros, todo relaciones vacías que no duraron más que unas pocas semanas.

Mojó el pincel de nuevo en la pintura negra y partiendo de su sexo, se dibujó el útero y los ovarios por encima de la piel y sobre éste, una flecha que apuntaba directamente a su vagina.

Realmente ese año había atraído mucha atención por parte de algunos pesados. Evidentemente sus melones tenían parte de culpa, y eso a veces le hacía dudar de si estaba haciendo bien y realmente tenía que seguir aumentándolos. En el trabajo, Núria hablaba de ella a sus espaldas, lo sabía, y decía cosas como que seguro se prostituía o hacía shows por webcam. No le preocupaba en exceso, Núria era una desgraciada y todo el mundo en la librería lo sabía, el caso es que su ánimo no estaba para aguantar tonterías.

Cogió el pincel empapado en pintura y trazó una X sobre el pezón de la teta izquierda.

Por otro lado, esos pechos enormes eran parte de su identidad, no los llevaba para agradar ni recibir aceptación, los llevaba porque le satisfacía llevarlos. Con las manos cogió la teta derecha y levantándola, le dio un beso, después con el pincel pintó un corazón sobre el pezón derecho.

Entonces estalló a llorar, liberando todos los sentimientos reprimidos durante ese largo año, arrepintiéndose de no haber sabido cuidarse y no haber podido corregir antes sus errores. Cayó al suelo gimiendo de dolor y tristeza, tiró el cubo de pintura y las manos se le mancharon de negro. Sentía frío y se abrazó a sí misma con el calor y el amor que le había faltado todo ese tiempo. Lloró hasta que ya no le quedaron lágrimas, entonces se levantó y volvió a mirarse al espejo.

Allí había una mujer llena de cicatrices negras, las marcas de las dudas y los miedos que todos pasamos en la vida y los restos del dolor que no le había dejado respirar durante más de un año. Se miró y se admiró de sí misma.

– Eres una mujer fuerte, y saldrás adelante – Se dijo a sí misma.

Entonces tuvo un momento de inspiración, cogió el trípode y la cámara fotográfica y las colocó en su sitio, la programó y posó para la foto con el pincel y el cubo en sus manos. Después pasó la foto al ordenador y empezó a retocarla y al terminar se pasó las siguientes cinco horas escribiendo el guion de la que sería su nueva historia, una historia autobiográfica, y la foto que acababa de sacar sería la portada.

Verónica se sentía por primera vez en un año capaz de seguir adelante y volvió a mirarse al espejo por tercera vez, esta vez con orgullo, sabiendo que había escogido un camino y lo seguiría. Se admiró y admiró sus tetas, símbolo involuntario de los grandes cambios de su vida. Los cogió y los acarició suavemente, los pezones se pusieron duros y ella se excitó un poco. Pues ahora se encontraba a las puertas de otro cambio importante en su vida y sus orbes maravillosos deberían reflejarlo de alguna manera, ¿no? Seguramente podría invertir algo de sus ahorros en inflar un poco más sus mamas.

Con este pensamiento optimista en la cabeza y sabiendo ahora cómo seguir adelante, se fue a la cama a hacerse el amor.

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Una respuesta

  1. helenx

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