Veronica 3 550cc (M24) (M24)
Verónica y Marc llevaban casi un año de relación y habían decidido ir a vivir juntos y salir finalmente de casa de sus padres, aparentemente tenían un futuro posible dentro del mundo editorial y se amaban. También estaban preparando un proyecto en conjunto y la editorial estaba muy interesada. Así es como Verónica de 24 años se preparaba para dar un nuevo paso en su vida adulta.
Su relación estaba siendo como todas las primeras relaciones largas: Bonita e intensa pero llena de dudas, con descubrimientos, ilusiones y también alguna decepción…
Pero esa sería una noche de chicas. Sus amigas habían decidido hacer un simulacro de despedida de soltera para Verónica, en realidad era una excusa como cualquier otra para dejar a sus parejas en casa una noche y disfrutar del grupo.
Verónica se observó en el espejo mientras se arreglaba. El pelo largo, ondulado y rojo como el fuego caía sensualmente por sus hombros, los ojos azules miraban la vida de manera desafiante y los labios carnosos, pintados de rojo no podían evitar sonreír. Se encontraba en un momento feliz de su vida y pese a su juventud se sentía mujer y orgullosa de sí misma.
Admiró su cuerpo, era delgada y esbelta, había tenido suerte con la genética, suponía, porque tampoco hacía sacrificio alguno. Admiró sus curvas, las caderas y el culo, anchas y equilibradas, embutidas en aquellos vaqueros negros rotos. Se gustaba.
Se miró y se tocó los pechos con las manos. Gracias al premio económico de su primer cómic se había cambiado los implantes de 200cc que llevaba por unos de 550cc lo que la elevó hasta una copa E. Estaba orgullosa de sus implantes, no se los había puesto por insatisfacción consigo misma o por encajar en ningún estereotipo, simplemente le gustaban, era su fetiche y le gustaba su forma, que empezaba a ser esférica, se sentía atractiva y poderosa y aquello era lo que en realidad importaba. Además, dentro del top negro quedaban espectaculares como dos globos hinchados, firmes, eróticos.
Un mensaje en el teléfono la sacó de su contemplación, era Sara, que la venía a buscar en el coche.
– ¡Eh putón! ¿Qué no bajas?
– ¡Ahora mismo, fulana!
Sara, la mejor amiga de toda la vida de Verónica, una chica pequeña y alocada. Las rastas en su cabello negro, los piercings que decoraban en nariz y orejas y la ropa tirando a hippie que llevaba le daban un aire como de duende travieso. Nada que ver, aparentemente, con los estudios de arquitectura que hacía poco había terminado.
– ¡Qué buena estás, zorra! – Le dijo cuando entró en el coche.
– Me he puesto así para ti. – Le contestó Verónica, guiñándole un ojo.
Allí esperaban en la puerta del italiano Mónica y Laura. La primera, quizá la más simple del grupo, era una buena chica, sencilla y sin ningún tipo de malicia que solía maquillarse más de la cuenta. Trabajaba en la tienda de ropa de su familia y no tenía demasiadas más aspiraciones en la vida que las de vivir tranquila y formar una familia. Todo lo contrario que Laura, un pedazo de mujer que siempre llevaba tacones altos y luego de probar varias cosas había ingresado en la escuela de negocios. Ella quería viajar, ver mundo, ganar mucho dinero y vivir bien.
La cena fue genial, llena de recuerdos y chistes de viejas amigas, algunas bromas picantes con el camarero y una oportuna vista de cerca del escote de Verónica que le hizo tirar un postre.
La fiesta, como todas las fiestas, divertida y llena de alcohol y música. Eran conscientes de que de algún modo estaban llegando al final de una época importante en sus vidas y querían disfrutar del impaso, aprovechando cada momento antes de que se les escapase de las manos.
– Verónica, las chicas y yo hemos querido hacerte un regalo – Dijo Sara, un poco nerviosa al salir del último Pub de la noche – Bien sabes que te queremos y queremos que puedas hacer realidad lo que deseas y , bueno… ¡Qué coño! ¡Qué a Marc se le pondrá muy dura cuando se lo digas!
Entonces le alargaron un díptico de la clínica estética donde Verónica ya se había aumentado dos veces los senos. Al abrirlo, Verónica vio una factura pagada para unos implantes del tipo «expansores» llenos a 1150cc.
– ¿Estáis taradas? No pienso aceptarlo, esto cuesta una pasta.
– Ya está pagado, todas hemos colaborado.
– ¡Pues que os devuelvan el dinero!
– ¿No las quieres? – Dijo Sara – Porque si no las quieres ya me las pongo yo eh.
– Claro que las quiero, y os agradezco muchísimo que me apoyeis con mi fetiche por aumentarme las tetas, pero no puedo aceptar esto, claro que las quiero más grandes, ¡pero ya lo pagaré yo!
– Ni hablar – Dijo Laura – ¡Es nuestro regalo y lo aceptarás!
– Esto – Reafirmó Mónica.
– Está bien, vale. ¡Dios mío qué locura, estáis fatal de la cabeza!
Las chicas se separaron, Mónica y Laura por su parte y por otra Verónica y Sara.
– ¿Fumamos un cigarrillo antes de subir al coche? – Preguntó Sara
– Claro, quiero disfrutar algo más de la noche.
Se dirigieron a un parque cercano, desierto a esa hora de la noche. Iluminadas por las farolas sus sombras se proyectaban en el espacio y en el tiempo. Se sentaron en un banco, pusieron un tema de Moby en el teléfono y se encendieron unos cigarrillos.
-Estoy muy orgullosa de ti – Empezó Sara – Siempre te he admirado muchísimo y me alegro mucho que des este paso.
La mirada de Sara estaba llena de sentimientos, se la veía emocionada.
– Va que sólo voy a vivir con mi novio, no es para tanto.
– No es sólo por eso. Eres una tía dura, eres fuerte y segura de ti misma. Me has inspirado muchas veces a salir adelante aunque nunca te lo haya dicho y quiero que sepas que aunque la vida nos separe siempre estaré disponible para ti.
Verónica le escuchaba en silencio, sintiéndose más cerca de su amiga que nunca.
– Mónica y Laura son grandes amigas y las aprecio muchísimo, pero tú eres especial para mí, lo que quiero decir es que te quiero mucho, tía.
– Y yo también a ti, también eres muy importante en mi vida y no querría perderte por nada.
La música sonaba, hacía frío y los cigarrillos se iban consumiendo. Las chicas se acercaron hasta tocarse, la cabeza de Sara rozó el pecho de Verónica y un escalofrío atravesó a la pelirroja. Sara elevó la mirada hasta tener los ojos de Verónica muy cerca.
– Quería decir que en realidad lamento que vayas a vivir con Marc, porque te quiero mucho.
Ambas chicas se notaban el aliento, se miraban a los ojos y el corazón se les aceleraba. Verónica sentía los latidos poderosos y nerviosos bajo sus pechos que subían y bajaban al ritmo de la respiración. A su vez un sentimiento extraño nacía dentro de ella, como guardado desde largo tiempo y nunca expresado.
Las bocas se fueron acercando y sus respiraciones soltaban bocanadas calientes y excitantes. El tiempo se hizo eterno y el momento duró todo lo que tardaron en unir los labios en un beso tierno y húmedo. Largo y largamente deseado.
La lengua de Sara bailó en la boca de Verónica. Las manos hicieron coreografías eróticas en sus brazos y espalda, hasta que bailaron hacia sus senos y se colaron furtivamente bajo el top, sintiendo la piel caliente y los pezones, erectos. Presionó las mamas, sintiendo la tensión de los implantes bajo la piel.
– Te deseo tanto, Verónica.
– Y yo a ti también.
Se comieron la boca con pasión, después el cuello y de nuevo la boca, se tocaban los senos, la cintura, el culo. Sara se sentó sobre las rodillas de Verónica y se la comió con la mirada.
– No vendrá nadie por aquí a estas horas, ¡necesito comerte las tetas!
– No te pares, Sara, por lo que más quieras.
– A ti
Sara levantó el top de Verónica, dejando al descubierto los monumentales pechos, redondos y firmes, con los pezones durísimos.
– ¡No puedo esperar a verte con los nuevos implantes!
– ¡Ni yo a llevarlos!
La boca de Sara recorrió cada centímetro de las tetas de Verónica, lamiendo con la pasión reprimida durante años. Sus manos presionaban y jugaban con los melones que pronto serían más grandes. Poco a poco fue bajando hasta ponerse de rodillas en el suelo y fue desbrochando la bragueta de los vaqueros. Verónica colaboró, quitándose el pantalón y las bragas empapadas. Y sentada así con las piernas abiertas le ofreció su vagina a su amiga de toda la vida.
Sara se lanzó en éxtasis, lamiendo y chupando la vulva, bebiendo el abundante flujo e impregnándose del sabor de su sexo.
El piercing de la lengua de Sara le daba sensaciones nuevas a Verónica. Notaba cómo la lengua de Sara le recorría el coño por dentro y por fuera, lamiendo labios y clítoris, abriendo la puerta a su interior para después penetrarla y chuparla por dentro. Se sentía extasiada, pletórica y a punto de correrse.
Explotó en la cara de Sara, el chorro de flujo la empapó y la dejó llena del aroma salado del sexo y con un grito de placer agónico Verónica tuvo uno de los mejores orgasmos de su vida.
Después de ese momento se quedaron cortadas, tomando consciencia de lo ocurrido. Muchos sentimientos se habían removido y las palabras no sabían cómo salir. Fueron al coche y Verónica bajó a su portal.
Al llegar a casa empezaron los remordimientos, la culpa y el inevitable mensaje a Marc.
– Marc, perdóname pero no puedo ir a vivir contigo, creo que deberíamos darnos un tiempo. No es que no te quiera pero no se. Estoy hecha un lío y ahora mismo no estoy bien, tengo dudas.
Una respuesta
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