Por

Anónimo

marzo 28, 2019

1881 Vistas

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La Bestia

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«No, no se dirija hacia el norte, está anocheciendo y recuerde, estos caminos son muy peligrosos….» El posadero de la aldea me miraba con cara de incrédulo cuando le dije que no pasaría la noche en su establecimiento y continuaría mi marcha. No era la primera vez que pasaba por estas tierras, mi viejo maestro me solía mandar por estas tierras durante los últimos años para buscar materiales y libros a la gran ciudad y nunca había tenido problemas, solía aprovechar las noches y las sendas para esquivar a los malhechores que intentaban atracar y cortar el cuello a los comerciantes de la zona por unas cuantas monedas y me habían dado resultado.

Al ver que no daría mi brazo a torcer, comentó «Recuerde la bestia» ¿La bestia? Había oído la historia de una criatura que devoraba a los transeúntes y tenía aterrorizado a los lugareños. Los clérigos lo ponían como un castigo divino pero el señor local (fallecido hace ya meses en un accidente durante una cacería), lo ponía como cuentos de viejas para amedrentar a los labriegos, porque nunca se habían encontrado cadáveres, solo alguna bolsa sin su dueño o lo que parecía un campamento de maleantes arrasado con despojos de gente muerta por sus armas (algún ajuste de cuentas lo catalogaba da guardia).

Me despedí y salí al camino, internándome en la negra espesura mientras el frio viento del otoño movía los grandes de abetos, mientras en el horizonte, nubes negras y algún relámpago indicaban que podría haber esta noche tormenta. Si tenía suerte, encontraría un refugio en unas horas, cerca de un lago a unas horas de marcha. El tiempo empeoró más rápido de lo que pensaba y una fina lluvia empezó a caer, mientras los truenos se hacían cada vez más presentes, mientras giraba por las trochas y misteriosamente se había hecho el silencio en la floresta. Conseguí después de varias horas y empezarme a calar hasta los huesos encontrar el camino correcto, mientras me apoyaba en mi bastón y seguía la dirección que yo creía que era la adecuada.

Un rato después, la tormenta me alcanzó «Maldita mi suerte» pensé. Revisé mi mochila, los libros de mi maestro estaban protegidos por la lluvia y no vía que el resto de los enseres y la comida se pudiesen estropear, así que di un último tramo y encontré el claro que estaba buscando, pero cuando ya me disponía a dirigirme a un refugio que había en la zona, la luz de un trueno y el rugido del viento y la lluvia incesante rompieron mi concentración, «no estaba en el sitio correcto……» no pude pensar, un dolor lacerante me atravesó el costado «¿Pero qué?» una gran flecha se me había clavado y un grupo de personas se abalanzó sobre mí. Antes de que pudiese reaccionar, un golpe en mi nuca casi me deja en la inconciencia, como si una mole me hubiese derribado contra el suelo, solo pude ver como una antorcha caía al suelo y los gritos de terror de varios hombres que querían defenderse de algo o alguien, seguidos de chillidos, y gorgoteos de agonía, mientras una gran forma oscura y peluda los cazaba uno por unos y dejaba macabros charcos de sangre. Cerré los ojos y mientras me zambullía en las tinieblas, pensando que iba a morir, solo puede sentir unos pasos firmes dirigiendo hacia mí.

Desperté con un grito surgido de una pesadilla en la que una bestia diabólica devoraba humanos y se dirigía hacia mí relamiéndose como si yo fuese su próximo festín, deseando beber mi sangre. El dolor no me dejaba pensar todavía con claridad y bajé mi mano hacia la herida. Estupefacto descubría que alguien me había curado, dejando una cicatriz donde la flecha me había atravesado y estaba acostado en lo que parecía una cama formada por pieles y paja. Un fuego iluminada lo que parecía una pequeña cueva y al lado de este una gran figura miraba al fuego, di un respingo, era esa «criatura». Parecía un cruce entre humano y lobo, y mi mente me dio un golpe de realidad y frialdad, dando un respingo. Su forma era vagamente similar a un dibujo de uno de los libros que había estudiado con mi maestro, que yo catalogaba como «fantasías» pero este último se había reído, argumentando «hay muchas mentes débiles que no saben ver más allá de lo evidente». Ahora esta criatura me miraba con unos ojos rasgados lobunos «extrañamente» humanos y ¿sensuales?, se acercó al mi lado y retiró con su «mano» fuertes y con garras, las pieles que me cubrían, yo no sabía que pensar, pero toco la herida delicadamente y una sonrisa que mostró varios dientes cruzó su mirada con un gruñido de aprobación. Yo sin darme cuenta note que eso no era tal, ya que al bajar los ojos empecé a descubrir que debajo de su corto pelaje, el cuerpo de este ser estaba contorneado y era muy femenino, con dos grandes pechos, unas caderas sensuales, unas fuertes piernas y un culo firme. Sin saber porque, me dejé llevar por los instintos más arcaicos y tuve una erección y «ella» notó al instante mi estado cuando entrecerrando los ojos y con una sonrisa de complicidad se abalanzó sobre mí. El miedo hizo durante varios segundos presa en mí, pensando que iba a ser su próxima presa, pero ella «mordió» mi cuello delicadamente y pegó su cuerpo contra el mío, dándome un morreo que me dejó sudando, mientras ronroneaba.

Sin saber cómo, empecé a perder la poca cordura que me quedaba, había algo en ella que mi ser vestigial deseaba, mientras me ponía cada vez más caliente. Nuestras lenguas comenzaron a entremezclarse y yo acaricié a aquella hembra lobuna….. Mi pasión me impulsaba a entregarme, como si después fuese su almuerzo. Ella notó mis movimientos y se dejó hacer como si fuésemos amantes….. Rodé entre las pieles y me puse sobre ella, en un movimiento de sorpresa en un primer momento por su parte, besando su cuello y bajando hacia sus pechos….. Ella suspiró (no me pareció un animal sino muy humano) mientras me acariciaba en señal de aprobación. Aquellas grandes montañas de placer eran duras y firmes con sus pezones enhiestos que yo fui descubriendo centímetro a centímetro, mordisqueado y besando cual niño que desease la leche de su madre. Esto la hizo temblar y suspirar con más fuerza, apretando sus caderas contra mi cintura….. yo seguí con mi exploración, bajando hacia su ombligo y sus fuertes piernas que abrir para descubrir su tesoro oculto, una montaña de placer y una caliente sima de gozo que para mí sorpresa estaba chorreando cual fuente de la vida, mi boca y mis dedos dieron buena cuenta de ella, con lo que mi amada «bestia» resoplaba de gusto mientras me abarraba el cuello y chupaba sus tetas esperando una explosión que llego en unos instantes… un rugido de placer inundó la cámara, mientras su cuerpo daba espasmos entra mis manos y chorreaba su néctar en mi boca. Sus jadeos y su mirada de gozo fue seguida por mis cariñosos besos que ella agradeció con caricias y susurros en mis oídos de una voz profunda y melodiosa «tu ser muy malo conmigo hombrecito, hace mucho tiempo que deseaba alguien tan ardiente como tú».

Nos quedamos los dos acurrucados, uno con otro mientras descansamos de nuestra lujuria. Estaba muy a gusto, como si ella no fuese tan extraño como pareciese, me gustaba acariciar su pie y ella ronroneaba y suspiraba con cada caricia de mis manos. Unos minutos después su mano fue hasta mi virgen miembro y comenzó a masturbarme, mientras volvía a darme su boca y sus pechos para que yo los tomase, sabía que quería mi jugo y yo me preparé para dárselo cual buen semental. Cuando me vio preparado, lo introdujo en su boca y se despachó a gusto para que me estréllese hasta la última gota, haciéndome gritar de placer. No contenta con dicho tratamiento, puso sus grandes caderas y su ardiente cueva cerca de mi boca para que me despachase a gusto, un ofrecimiento que no desaproveche, lo que hizo que nos fuésemos con grandes estertores los dos…. me dejó «seco», relamiéndose mientras aprovechaba cada gota de mi  mágica poción.

Otra vez nos quedamos acurrucados, esta vez dormimos unos minutos y sentí que ahí había algo más que desenfreno, algo había pasado, porque me estaba empezando a encariñar. Al despertar, ella dejó el lecho y me trajo algo caliente que podría decir que era una especie de potaje, no quise preguntar de donde venía la carne, pero intuí que era venado, por lo que pensé que ella no solo sabía defenderse bien, además de ocultarse, sino que era una cazadora (algunos me podrían decir que esto es más que ovio para un lobo). Nos volvimos a acostar después de esta comida que me dejó más que reconfortado, pero esta vez, ella se entregó, cual gata en celo para que yo la cogiese. No me lo pensé. Mi bruñida arma entró en su tesoro y fue abriendo su caliente morada, mientras yo por sus caricias interiores, fui perdiendo la poca cordura que me quedaba, mi vista se comenzó a nublar y me sentí cual un dragó ardiente dándole todo el placer y amor a una amada compañera, ella también gritó de placer y me miraba cual una esposa agradecida y solo supe entrever un «te quiero» de sus labios antes de que estallásemos con un orgasmo apabullante, que nos hizo perder el conocimiento.

No se las horas que pasaron, pero cuando desperté estaba solo, con las luces del amanecer entre los pinos, en un pequeño claro del bosque. Una parte de mi mente chilló de desesperación como si hubiese perdido el paraíso y un malestar en el costado me hizo recomponer la compostura, era la herida de la flecha que seguía ahí, aunque fuese una cicatriz, dolía. Sin saber cómo, caminé sin rumbo, con mi cerebro embotado mientras intentaba recomponer mis pensamientos hasta que llegué a un sendero y horas después a una senda y otro poco después a un camino. Mientras anochecía fui a dar con mis huesos en un villorrio que un principio no reconocí y al entrar en una posada que no me molesté ni en mirar su letrero, el posadero se quedó de piedra, mi mente no lo reconoció al instante, pero el sí. «Alabado sea el altísimo, ¿en qué infiernos has estado deambulando muchacho?, rápido, coge asiento», sin comprender la urgencia me senté y la hija del posadero me trajo un plato de comida y algo de beber, incluso los aldeanos y hasta un guardia me miraron como si hubiese cruzado las puertas del averno. Mi mente se iba recomponiendo y el alguacil entró irrumpiendo en la posada, «por las barbas del diablo, ¡Estas vivo!», mi desconcierto iba en aumento, y este último se sentó en mi mesa. «Muchacho, nos has tenido buscándote varias lunas, te dimos por muerto, en cuanto termines y descanses, tenemos asuntos importantes que tratar», yo me encogí de hombros ya que no sabía que estaba ocurriendo y fui con ellos hasta el ayuntamiento, donde en una sala, me explicaron toda la situación.

Llevaba desaparecido casi dos semanas y en la región se habían sucedido una ola de casos de maleantes, malhechores, asesinos y bandidos encontrados destrozados de las peores formas inimaginables. La gente estaba «aterrada» ya que ahora no se hablaba de una bestia sino también un dragón andaba suelto, incluso había historias de mercaderes, viajeros y parejas atacadas por asesinos y embusteros que inexplicablemente habían sido «salvados» in extreméis por estos seres, dejando un reguero de «cadáveres» como escarmiento. Muchos se habían entregado e incluso habían ido a las iglesias cercanas a pedir el perdón del hacedor. Era demasiada información para asimilarla y me bloquee. Me dejaron descansar dos días y unos guardias me acompañaron hasta el fin de la región. No pude ordenar mis pensamientos, como si un pozo de negrura se hubiese imbuido en el interior de mi mente. Solo seguía caminando como un autómata hasta mi destino, llegando tres semanas después.

Mi maestro no me hizo preguntas, aunque hubiese estado fuera demasiado tiempo. Sus valiosos libros estaban a salvo y la cicatriz desaparecía con el paso de los días, aunque unas extrañas marcas se hubiesen formado en la espalda, cual tatuaje durante el periodo una vez llegado a la torre. Sin saber porque, descubrí un brazalete en mi mochila, nunca lo había visto. Al mostrarlo mi maestro empezó a reír a carcajadas confundiéndome totalmente (él era muy reservado debido a sus artes), no supe que pensar. Unos días después mientras ojeaba unos de sus libros me quedé de piedra, en una imagen se vía a un ser como «ella» (Mi mente no la asociaba) dando una filatelia similar al brazalete a un dragón, mientras se juntaban en un beso de amor apasionado, mi sorpresa y mi cara desencajada fue tal que mi maestro se acercó y miró el libro, y dándome dos golpecitos en el hombro soltó otra risa mientras ponía una sonrisa condescendiente.

Días después, alguien tocó en la puerta de la torre, eso era muy extraño ya que nadie se acercaba a dichos parajes. Al asomarme, vi dos seres ataviados con pesadas túnicas con capuchas en un carruaje y avisé a mi maestro, que se asomó y solo dijo «abre, rápido», con tono de apremio. Yo descendí las escaleras, y abrí el portón dejando entrar y cerré detrás, cerrando con llave ya que mi instinto me lo aconsejó. Las dos figuras se bajaron y la más alta (casi tenía mi altura, pero un poco más baja que mi maestro, se quitó la capucha. Me quedé de piedra, era una «mujer» entrada en años, pero sus rasgos eran felinos, lo más desconcertante era que al aparecer mi maestro, esta corrió hasta fundirse con él en un cariñoso abrazo, una vez pasado el momento, tanto ella como su acompañante y mi maestro se internaron dentro de la torre y yo me ocupe de los caballos y el carro, después descargué el espartano equipaje y lo subí hasta las habitaciones, algo que me parecía extraño ya que solo había una habitación grande pero espartana para mí y otra mucho mayor e igual de mi maestro, pensé que tendría que dormir en el suelo una temporada. Al subir a la sala principal me quedé de piedra, no solo la «mujer» se había quitado la túnica, mostrando un aspecto regio y elegante, sino el otro ser era «ella», vestida con sedas y un vestido sensual la cual corrió a mis brazos para llenarme de besos y abrazos. Mi mente había recordado todo de repente y estábamos cual novios a punto de caramelo y mantener la compostura ante mi maestro y la señora, la cual dijo….. «bueno, los tortolitos ya están juntos», mi maestro respondió «igual que nosotros en los viejos tiempos cariño», las miradas cómplices fueron más que evidentes, pero más fueron cuando «ella» sacó un brazalete igual al mío y me lo puso en el brazo, la señora me entregó el mío de la mano de mi maestro y dijo «pónselo, así seréis uno con el otro», no esperé ni un segundo y nos fundimos en un abrazo apasionado, que durante un segundo me hizo perder la conciencia y verme en las alturas, con una piel de plata con escamas y surcando los cielos de los picos de las montañas. Al abrir los ojos, unas risas cómplices nos hicieron mirar hacia nuestros acompañantes, que estaban cogidos de las manos, un brazalete muy similar estaba en sus muñecas lo que hizo que nosotros nos uniésemos a la alegría.

Espero que no haya sido muy tedioso, pero bueno, solo espero que os guste.

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2 respuestas

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