
Por
Anónimo
Ensoñaciones
No era la primera vez que su marido Daniel le proponía algo así. Solían jugar de vez en cuando, cuando podían. Era lo que llamaban sus fiestas privadas. Pero ahora sentía cómo un nerviosismo creciente le recorría el cuerpo, las bragas de encaje negro que tanto le gustaban a él, se empezaban a humedecer por momentos debajo de la minifalda, sin embargo nada parecía ocurrir. Hacía ya varios minutos que Daniel se había marchado dejándola atada y con los ojos vendados, no podía oír nada, salvo la música chill-out que tanto les gustaba poner en estas ocasiones.
De pronto notó algo a su espalda, se giró sobre sí misma sin poder bajar los brazos, que suspendían del techo dejándola un tanto indefensa, pero no acertó a percibir nada distinto. La situación la excitaba tanto como la inquietaba. ¿Dónde se había metido este tío? ¿A qué estaba jugando esta vez?
Una mano acarició su rodilla izquierda, una mano anónima, grande, ruda. Primero se sobresaltó un poco, luego, a medida que la mano seguía jugando con su rodilla y sus muslos, y aquello parecía inevitable, se fue relajando. Las manos comenzaron a acariciar su culo por encima de la falda, eran unas manos gruesas, poderosas, pero no daban miedo. La verdad es que poco a poco la excitación inicial había ido creciendo. Fue entonces cuando un dedo pulgar se introdujo de golpe en su boca entreabierta, sabía a dulce, era un aroma conocido para ella, como de jabón de Yves Rocher. Comenzó a moverse dentro de su boca, jugando con sus dientes, su lengua y su paladar. El juego estaba bien, no le disgustaba, lanzó un pequeño mordisco que animó a esos dedos a introducirse más adentro, mientras unos labios le susurraban al oído, �eres un plato exquisito�, �hoy vas a tocar el cielo�. Esas manos eran otras manos, y esos labios eran otros labios.
Mientras, las manos gruesas del principio habían ganado terreno y exploraban debajo de la falda, de vez en cuando tocaban una vulva que parecía empezaba a querer algo más. Las manos cogieron la falda y de un fuerte tirón la bajaron hasta los tobillos, allí unas manos suaves, que jugaban con los dedos de su pie izquierdo, la apartaron, alejándola, sin que Carmen supiera hacia donde. Las manos rudas estaban decididas a buscar los tesoros más escondidos de Carmen y seguían tocando, ya sin pudor alguno, la vulva, los muslos, completamente humedecidos a medida que la lubricación se había hecho más que evidente, y el ano que se cerraba de golpe cada vez que un dedo se le acercaba. Las manos decidieron las bragas estaban sobrando y pidieron ayuda a otras manos para, entre las cuatro, dejar el sexo de Carmen al descubierto dispuesto a explorar nuevas sensaciones.
Una boca ansiosa se metió de lleno en sus labios, se comió su lengua, recorrió sus orejas, su cuello y su escote, buscando unos pechos que estaban enhiestos, con los pezones erguidos esperando a ser absorbidos por dos bocas que se entretenían en chupar, morder y volver a chupar. Carmen empezaba a perder la noción de cuantos cuerpos la rodeaban ¿tres, cuatro? Daba igual, quería que las manos, las bocas, los brazos, no se detuvieran, que siguieran hasta hacerla perder el sentido.
De pronto la descolgaron los brazos, que empezaban a estar un poco adormecidos, y notó como sus piernas apenas la respondían para sujetarse en pie. No importó porque había cuatro, seis, ocho, diez brazos dispuestos a cogerla, a acariciarla, a pasársela de unos a otros sin apenas tocar el suelo. Así empezó un masaje, en el que ni un solo centímetro de su cuerpo quedó desatendido, una crema aceitosa empezó a ir y a venir por todo él, manos suaves, grandes, pequeñas, torpes, hábiles, cada una sabía dónde tenía que ir. Dos dedos se introdujeron en su vulva y empezaron a acariciar despacio, unas manos desiguales acariciaban sus tetas de modo también desigual, ahora pellizcando, ahora golpeando, ahora masajeando. Los dedos que acariciaban su vulva seguían poco a poco haciendo alcanzar a Carmen momentos de placer inusitado, su clítoris retemblaba en medio del empuje de esos dedos experimentados.
Por detrás las manos rudas manoseaban su culo y su ano. Despacio primero, luego con decisión un dedo completamente aceitoso comenzó a introducirse en su culo. Nunca había practicado sexo anal, y eso que Daniel se lo había propuesto varias veces. Pero ahora no tenía opción, su voluntad estaba completamente anulada, en medio de la orgía de sensaciones todo la parecía poco. Después del primer rechazo propio de un esfínter no habituado, el dedo siguió su trabajo haciendo que Carmen sintiera una mezcla de dolor y placer, de anhelo y rechazo, extraña para ella. Entonces, con el cuerpo completamente sumido en las más dulces sacudidas, buscó con la boca una polla que le había anunciado su llegada acariciándola la mejilla izquierda, la introdujo en la boca y empezó a chupar, primero la punta, luego ambos lados, los huevos, caricias leves, pero pronto la polla se metió hasta el fondo de su garganta provocándola una gran arcada, que no impidió que, cuando otras dos pollas se acercaron, Carmen las buscara con deleite.
Después de un gran orgasmo que la dejó sin aliento, se vio elevada por unos brazos que desde su espalda la abrazaban por completo, la depositaron encima de un cuerpo de hombre que parecía hecho de acero. Antes de que se pudiera orientar en su nueva situación, y con su coño todavía buscando respiro, una polla enorme, con fuertes venas marcadas en ella la penetró con decisión, entrando y saliendo a un ritmo pausado pero implacable. Carmen se dejó caer tocando con sus tetas un pecho masculino sudoroso, que inmediatamente se puso a chupar, mordisqueando unos pezones duros que se dejaban hacer.
Apenas habían pasado diez segundos y una segunda polla se empeñaba en meterse en su coño, uno, dos, tres empujones y Carmen sintió como su sexo parecía reventar, mientras otras dos pollas buscaron las caricias de sus manos y aún otra más su boca. Fue en la cara donde recibió el primer latigazo de semen, que lanzado directamente a su ojo derecho comenzó a chorrear hasta su boca, las dos pollas que se habían desasido ya de ella, también se vaciaron sobre su cara dejando a Carmen un triple sabor de sémen en el paladar.
La última polla que se había introducido en su coño ya no estaba, pero la otra seguía haciendo que Carmen deseara que aquello no terminara nunca, entonces sintió calor en el culo, como un hierro candente que se abría paso sin piedad. Gritó, gimió, pero los brazos sujetos no podían hacer nada, su culo fue poco a poco cediendo el empujón y el dolor inicial se fue transformando a medida que las dos pollas comenzaron a moverse al unísono. Una mezcla constante de dolor y placer la inundaba, comenzó a gritar como loca, como poseída por sensaciones difíciles de explicar. Primero descargó la del coño que provocó un estertor extraño en ella, la polla del culo esperó a que Carmen perdiera el sentido para vaciarse por completo en su espalda y dejar un chorretón de semen cayendo por sus nalgas.
La radio no paraba de sonar. ¡Eran las 7:45! ¡Otra vez se había dormido!
Daniel, que esta semana tenía turno de tarde, seguía durmiendo plácidamente.
2 respuestas
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