Por

Anónimo

junio 26, 2022

987 Vistas

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En la Oficina

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Aquel día ella se había mostrado especialmente cariñosa. Desde que llegó a la oficina nos habíamos llevado muy bien, y la leve tensión sexual solía romperse con el beso directo en la mejilla y un abrazo que ciertamente yo aprovechaba para sentir el roce de sus pechos, aunque aquella ocasión fue un poco más especial, como si de verdad hubiera algo más.

Además éramos contiguos en la disposición de los cubículos, por lo que pasábamos prácticamente todo el día interactuando, ya sea compartiendo memes, chismes o cualquier otra tontería. De repente me dio por molestarla, quizá movido por la necesidad de tocar su cuerpo. Piqué con una pluma sus costillas y sus costados, mientras ella intentaba guardar compostura y no irrumpir la oficina con una risa estridente

Su estoicismo arruinó mi cometido y empecé a juguetear con las puntas de su cabello, que despertaban un aroma frutal que me hipnotizaba las más de las veces. Causalmente se me ocurrió pasar la punta de mi dedo por en medio de su nuca y espalda, tanto como el respaldo de la silla me lo permitía. Obtuve una interesante reacción, pues luego de una breve y casi inaudible exclamación, enderezó más de la cuenta su espalda, y noté que la piel no cubierta por esa coqueta blusa de tirantes se enchinaba de forma escandalosa. Mi juego inició y después de algunos segundos de descanso, volví a recorrer su espalda, obteniendo la misma reacción. Poco pensaba en lo que sentía ella, y mi juego se vio interrumpido por una nota que me hizo llegar discretamente.

“Acompáñame”

La curiosidad despertó nuevamente y seguí sus instrucciones. Nada más salir del piso donde estaba el despacho, y estando sobre el vestíbulo que daba a los elevadores, ella me tomó de la mano y me encaminó presurosamente hacia los baños, cuyo acceso también se conectaba al vestíbulo. A pesar de mis reclamos, que tuve que contener rápidamente, nos encerramos en el de mujeres y sin pensarlo comenzó a besarme lascivamente. No podía creerlo, apenas pude reaccionar llenando mis manos con las tetas que tanto había deseado desde hace tiempo. Mientras, ella aumentó el ritmo de sus labios sobre los míos, ocupando sus manos en encontrar mi pene erecto y sacarlo con una maestría impresionante. Comenzó a masturbarme, primero de forma muy lenta y luego con rapidez y casi desesperación. Cambió el ritmo varias veces y como premio obtuvo un poco del lubricante que empezó a destilar mi verga. Sentí como lo recogió con un dedo, para después despegarse de mi y asegurarse de que mis ojos vieran cómo lo chupaba. Enloquecía.

Terminó de desabrochar mis pantalones y se quitó la blusa y el bra. Se arrodilló frente a mi y apartó mi pene con un movimiento hacia arriba para engullir mis testículos. Yo aproveché sus tetas desnudas y nuevamente llené mis manos de sus carnes. Su boca jugueteaba con mis genitales, succionando con gentileza y calentándolos dentro de sus fauces. Cuando comencé a sentir que su saliva resbalaba por mi entrepierna, ella se incorporó brevemente para lamer la punta de mi erección. Nunca había visto tanta sensualidad en un acto tan sencillo. Pensé que iba a venirme, pues a cada lamida, mi pene expulsaba un poco más de lubricante natural que parecía no estar lejos de convertirse en esperma. Intercalaba sus lamidas con gemidos, y sus manos se aferraban con fuerza a mis nalgas. Los breves gemidos que dejé escapar fueron para ella la señal del cambio de estación, y en un solo movimiento devoró por completo mi longitud, manteniéndola en el fondo de su boca.

 

Sentía la gloria. El movimiento de su garganta sobre mi pene me estimulaba como nunca antes había sentido en mi vida. Mis manos dejaron sus tetas para posarse levemente sobre su cabeza y darme la ilusión de control total. Fue entonces que empezó a chuparme, sacando y metiendo nuevamente toda mi longitud en su boca. Sus uñas seguían enterrándose en mis nalgas, quizás ese pequeño dolor fue lo que me impidió no llenar su boca de mi eyaculación.

Afortunado fui también. Paró intempestivamente y sacó lentamente la mitad de mi pene de su boca. El resto empezó a succionarlo, como intentando forzar mi eyaculación, sin éxito. Creo que todo lo planeó mientras la excitaba con los recorridos de mi dedo por su espalda, porque luego de sacarlo ruidosamente de su boca se incorporó por completo.

Admiré su figura semidesnuda y el destello de su piel morena. Sus manos desabrocharon su pantalón y lo retiraron en un movimiento que la obligó a inclinarse, mostrando la perfecta redondez de su culo. Detuve sus manos cuando pretendieron despojarse de su tanga azul. Tomé el ritmo y sólo aparté el indefenso hilo que cubría su vulva. Ella se inclinó y yo pude deslizar mi erección aún llena de saliva dentro de ella. Incluso pude sentir cómo se mezcló su saliva y su lubricación sobre mi piel, era aún más delicioso que probar su boca. Comencé a penetrarla casi desesperadamente, mientras mis manos aprisionaban otra vez sus pechos bamboleantes. Ya no nos importaba nuestra sinfonía animal, nos habíamos entregado al deseo y nuestras carnes se fundían a través del sudor.

Continúe el baile y ella arqueó su espalda mientras aumentaban sus gemidos. Supe que estaba llegando al orgasmo y me concentré para seguir enterrando mi verga hasta el fondo de su vagina. Ella intentó acercar mi cara a la suya y continuó el beso que había iniciado aquella explosión de lujuria. No pude aguantar más y mi última embestida hasta el fondo fue el preámbulo a la explosión de esperma que inundó su interior. De inmediato noté sus músculos pélvicos contrayéndose, como terminando de ordeñarme, y luego de mis últimos estertores, salí de ella, con un enorme chorro que salió tras de mi. La imagen de su culo expulsando nuestra mezcla de néctares fue la culminación de un orgasmo perfecto.

Después de un reacomodo de prendas, regresamos a nuestros puestos, disimulando nuestra ausencia. Y ahora mis jugueteos breves en su espalda son la señal para darnos a la fuga y en dirección a la lujuria.

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  1. helenx

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