enero 10, 2020

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Y nos hicimos novios - 3. El día en que algo se rompió

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En dónde estaba todo el poder que me daba la excitación por contagio? Acaso había perdido toda conexión con ese sentimiento especial qué aprendí a sentir desde mi adolescencia? No lo había perdido, para nada. Y este sentimiento de decepción lo confirmaba, no lo contradecía. Porque es un hecho que me podía excitar de sobremanera pensar qué, eventualmente ella se está divirtiendo con otro. Lo que me daba coraje era no haber tenido la oportunidad para explicarle que era precisamente ese tipo de cosas las que a mí me gustaba que me dijeran. Expresarle que era precisamente ese tipo de cosas donde había que tener más comunicación. Yo debía saberlo y no podían haber sorpresas. Como le decía esto ahora? Cómo lo decía con tanta rabia dentro de mí? Estaba furioso sentía incluso más rabia que la vez que Karina se vio con su amigo. Poniéndolo en perspectiva, ahora Maritza se veía peor que Karina. Pero al menos con Maritza podía arreglar las cosas porque nos podíamos ver más seguido. Le di un vistazo una vez más al mensaje. «Seré tu regalo de Navidad» y me lo reenvié a mi propio teléfono. Así, por más que se excuse, la evidencia lo delataba todo. Pero era esto lo que yo quería? Quería alimentar este sentimiento de rabia e incomprensión? la verdad es que estaba ignorando un hecho que marcó un antes y un después en mi vida de adolescente. Mucho antes que me cogieran brutalmente. Fue a sólo unos días después de provocar sexualmente a mi primo y a mi amigo. Entonces tenía 12 años…

Dos días después de lo ocurrido viendo cómics, uno de esos días que anteceden a lo que pasó conmigo en mi propia casa. Quizás un mes antes de ver mi culo abierto en el espejo. Me dejaron solo en la casa de mis primos. Mi primito estaba reuniéndose con su otra familia, la familia por parte del padre. Mi prima Teresa había salido para reunirse con unos compañeros de estudio y no regresaría sino hasta en la tarde. Mis padres, no lo sabían. Estaban de compras y me habían dejado ir a casa de mi tía, ignorando que estaría igual de sólo que en casa. Además la casa de mi primo estaba 3 casas de la mía. No había diferencia.

«En dónde estaba mi tía?» Si fuera sido más listo, quizás fuera recordado que mi tía estaba cuadrando contratar a unos albañiles para remodelar el garaje de su casa. Ese día los buscaba en otra ciudad. Por lo que también tardaría. Estaba solo y nadie lo sabía. Entonces descubrí que eso también me excitaba. Los 12, una edad para explorar mi sexualidad y esto, aunque se parecíera a exitación por contagio, también era algo más. Incluso podría colocarme una tanga de mi prima Teresa y nadie diría nada. Imaginaria, como siempre hago, que hombres me ven y se excitan. Sin tantos rodeos fui la gaveta de mi prima y me coloque el primer tango que había. Un verde, apretadito. Salí de su habitación nada más con el tanga y me veía en el espejo del baño. Mi corazón estaba latiendo a 1000. Pero era más placentero que eso. Un hormigueo estaba recorriendo todo mi cuerpo desde mi pelvis hasta mi entrepiernas incluso en la punta de mi pito. Descargas y más descargas de adrenalina. Una mezcla de excitación y miedo. Excitación, por sentirme deseado por un hombre. Y miedo, porque alguien me estuviera viendo en ese momento, y pudiera delatarme.

Lo cierto es que estaba ignorando en ese momento un hecho muy relevante. Y es que ya no estaba consiguiendo sentirme cómo sienten las mujeres. y por lo tanto ya no estaba aprendiendo nada nuevo. Muchos creerán que con el tanga puesto era el momento ideal para aprender algo de las mujeres y sentir algo como se sintieran ellas dentro de esa tela. Pero hay una enorme diferencia. Las mujeres con un tanga se ven y se sienten hermosas. Se sienten poderosas porque pueden tener el control de la situación, y saber esto, las llena de orgullo. Para un hombre no es así. Un hombre en el tanga de una mujer se ve y se siente horrible. Se sienten despojado de todo poder, porque acaban de perder el control de la situación, y saber esto lo llena de vergüenza. Increíble contradicción cuando sólo hablamos de la misma prenda femenina. Ya me estaba desviando del camino de la excitación por contagio. Otro tipo de excitación se estaba abriendo camino por mi libido. La excitación por sentirme humillado y verme sumiso. Someterme a los caprichos de alguien más y ser controlado. No me gustaban los hombres porque se veían feos y mis ojos estaban diseñados para buscar la belleza. Pero esto no significaba, acaso, que puedo sentir la misma sumisión con una pareja, siendo esta mujer?

Eso debería ser más que suficiente para arreglar las cosas con Maritza. Por falta de información estaba perdiendo el control de la situación y esto de igual manera debería representar una especie de fantasía para mí, no? La verdad es que no. una cosa era que yo fantaseara con que eso pasara y otra muy distinta es que pasará en realidad. Porque un día en el que mi primo y su amigo se enteraron que debajo del mono de deportes que cargaba, tenía puesto un pescador licra de mi prima no me sentí para nada placido. Nunca compartía ese sentimiento con nadie. Ese día inmediatamente subí a mi casa a quitármelo. Había creado dos caras. Una para los demás y una para mí mismo. Entonces nadie se podía enterar de eso. Me gustaba cómo me sentía usando lencería femenina pero no me gustaba cómo me veían los demás. Y a esas alturas de mi vida, saliendo con Maritza. Quién encontraría un atractivo en un hombre cornudo y sumiso? Me gustaba cómo se sentía, pero no me gustaba cómo se veía. Por dentro era al que le gustaba ser humillado pero por fuera un hombre graduado y orgulloso.

Como me fuera gustado que Karina me escribiera en ese momento pero nunca pasó. Tendria que esperar los días entre semana para desahogarme con ella. Tenía ganas de vengarme de hacer cualquier cosa para que Maritza sintiera lo mismo que yo siento. Maritza no llegaba de comprar las bebidas azucaradas. Apenas estaba tomando conciencia de que sólo habían pasado segundos. El tiempo se había detenido para mí entonces. Rápidamente borre el mensaje que me envié yo mismo del teléfono de ella de la bandeja de enviados. Intenté hacerme el paisa. En mi teléfono leía el mensaje una y otra vez. Durante todo el día hice lo posible para hacerla sentir como una mierda. Pero nada me resultaba. Comencé a darme cuenta que no le importaba si le sonreía, o hacía comentarios desagradables de cualquier cosa. Estaba dándome cuenta que yo mismo hacía muchas cosas para guardar las apariencias. La veía tan distraída, en su mundo, sin saber lo que pasaba por mi cabeza, me encontré a mi mismo haciendo comentarios sarcásticos e irónicos para ver si ella notaba me enojo. Comenzaba a comprender que ella estaba allí más por ella misma que por mí. No fueron mis gestos de bondad, ni esa apariencia de la que tanto alardeaba, quién la llevó a aceptar tener algo conmigo. Era sólo porque ella quería.

-yo sé que a ti te pasa algo, no me creas tonta, sólo estoy disimulando, para ver si se te pasa. Me vas a contar o te vas a guardar todo eso?
-no sé de qué estás hablando solo tuvimos un mal día.

Ya era de noche y nos tocaba despedirnos cada quién agarraría su ruta para su sector. Cuando se montó en el autobús le dije.

-espero que seas un buen regalo de Navidad.

Había puesto cara de confundida. Pero entendió el sarcasmo inmediatamente, y se bajó enseguida del autobús.

-Qué haces? es el último autobús?

Ella sabía que era el último autobús pero no le importaba se puso enfrente de mí y se quedó en silencio. Luego, intenta decir algo.

-todo este tiempo tú estabas…
-ocultando algo?
-no diría que ocultando, tu expresas todo como eres en tu interior. Eso te hace más sincero y amable.

Eso explicaba por qué le caía también a los padres de mis anteriores parejas. Karina se burlaría de mí, al siguiente día, que se lo cuente en redes sociales. Me sentía tan estúpido por haber revelado lo que sentía. Todo el día ella lo supo incluso si no se lo hacía sentir. Sólo estaba disimulando que no entendía nada, para luego averiguar porque estaba así. Estábamos jugando juegos distintos. Yo para hacérselo saber y ella para hacerme saber que no lo sabía. Me sentía un imbécil. Al menos si fuera hecho un esfuerzo por ocultarlo. Pude haber esperado saber el día y la hora en que se vería con ese tal Héctor, y fuera descartado cualquier otra sospecha. Incluso pude haber confirmado si ella quería eso en realidad. Todo eso lo perdí por jugar con reglas simples. Tal vez con Karina fuera funcionado pero me estaba dando cuenta que con Maritza no era una opción. De igual manera tenía que decir algo.

-te parezco una persona amable ahora?
-Tú no eres así sólo estabas molesto. En vez de pasar todo el día amargado fuéras invertido el tiempo en hablar sobre eso.

Ella tenía un poder impresionante para hacerme sentir como un imbécil. Y estaba tomando conciencia que se nos estaba acabando el tiempo para llegar a la ruta que íbamos a agarrar para ir a mi casa. Una vez en mi casa se la presente a mis padres. La presente como mi novia dado a que si no lo hacía no la dejaban quedarse en la misma habitación. Después de todo era la casa de mis padres, no la pieza vieja que alquilaba en la universidad. De camino a casa le pedí explicaciones.

-me vas a contar qué fue lo que pasó?
-no pasó nada, sólo es un baboso al que le sigo la corriente y después me safo con alguna excusa. A ti no te pongo excusas.

Recordé esa vez que decidí a acompañar a mi primo con la excusa de comprar los cigarros para zafarme de Juan. Ya ella sabía que tenía el mensaje que le envié. Si ahora me estaba mintiendo nunca sería descubierta. Ya que seguramente no me dejaría su teléfono otra vez. Me quedaré con el hermoso recuerdo que ese fue la primera vez que cogimos y aunque no fue tan placentero como esperaba, era sólo la primera vez. Y me desquité en la cama todo eso que me hizo sentir en el día. La puse boca abajo y se lo metí desde atrás. Me descargué sin que me quedara nada por dentro. Y ella lo agradeció con silenciosos gemidos hasta el final.

Karina y yo ya éramos amigos otra vez,  le conté por redes que ya era el comienzo de las semanas más traumáticas de toda mi vida. Roni renunció. Y Hedrik, al escuchar que Roni buscaba algo mejor, también renunció. Me la pasaba todo el tiempo cortado, porque no hallaba con quién sentarme, ni en dónde sentarme. Lo que no le conté a Karina es que a los pocos que les hablaba sólo pensaban en cogerme. Y si me sentaba con ellos buscaría propiciar hacerlo. Incluso evitaba los horarios de la comida, y visitaba cafés diferentes. Ya que en dónde me vieran comiendo me llamaría para «hablar conmigo». Una chica nueva ocupó el lugar de Hedrik. Lo supe por el jefe Franklin.

-Esteban, necesito que instruye a Carmela para la inducción. Podrás hacerlo?

Otros ojos bonitos que se cruzaban en mi camino, agradeciendo el milagro de que en una empresa de animes reconsideren aceptar más mujeres. Era bajita, se veía joven y bonita. Según me contó que tenía dos hijos estaba divorciada.

-mi casa queda en un sector cerca de aquí, no me molestaría si quieres irme a visitar.

Unos ojitos café bastante tentadores. No sabía cómo establecer conversaciones donde se incluyeron a los hijos, ya que yo no tenía. Pero cada vez que hablaba de su casa sentía cosquillas en el cuerpo. Recordé ese día a mis 12 años que modele el tanga de mi prima Teresa. Cuando mi tía llegó con los albañiles yo ya estaba vestido. Teresa llegó y estaba discutiendo con mi tía porque tenía que volver a salir y mi tía no la quería dejar. Mientras Teresa se bañaba los albañiles disimuladamente pasaban por la ventana del baño para verla desnuda. Yo no podía hacer nada así que sólo me hacía el distraído. Ya me tocaba un baño a mí también, mi prima me prestó un paño y ropas de mi primo para ponerme. Me las dejó en su cama antes de salir con mi tía. Dentro del baño escuchaba baladas en una mezcla, el sonido de una carretilla. Un total de 6 hombres hablando de coger animales. Recordaba la conversación de mi madre y los violadores y no pude evitar sentir esas cosquillas en el cuerpo. Ese hormiguero que parecía magia, y cada vez se volvia más difícil de controlar. Cuando voy a buscar la toalla para secarme escucha una piedrita que cae de la ventana. Estaba completamente de espaldas, pero no me quise voltea. En cambio sólo ladeé la cabeza para saber quién era.

-hola
-hola…
-cómo te llamas?
-Esteban, cómo te llamas tú?
-Juan, y Teresa?
-salió con mi tía.

Me estaba volteando para hablar con él de frente desde la ventana.

-no, espera no tienes que voltearte.
-porque?
-porque podría verte desnudo, así de espaldas como éstas, está bien, no te puedo ver.

Estaba mirando de arriba abajo. Mientras lo hacía yo sentía una sensación extraña por todo mi cuerpo. Él me contó que era del mismo sector y que sus compañeros también. Seguramente mi tía no consiguió albañiles en la otra ciudad a dónde fue. Pudo haber sido ese día el punto de partida, donde Juan se obsesionaría con mis nalgas. Pero él, nunca ha mostrado un interés real. Hasta ese día que me propuso bajarme los calzones en mi casa. Pero también pudo haber sido que lo sabía disimular. Ya saben que disimular las cosas no es mi punto fuerte. Tampoco lo era leer gestos y miradas, para saber cuándo otro lo hacía. 

Carmela se la llevaba bien con las muchachas de almacén ya los conocía a todos. Una noche me tocó hacer el recorrido con ella para mostrarle todas las áreas donde se colocaban los precintos.

-y esta es la puerta de salida de emergencia, como verás queda al final de este pasillo, lo cierras lo presentas, y te devuelves rápidamente, mira que estos pasillos están muy solos…
En ese momento soy interrumpido por una sombra. Se trataba de Marcos y Pedro, los hombres más zarpados de la empresa que siempre me miraban con hambres de coger.

-Muchachos estoy dándole la inducción a Carmela para que precinte. Sea cual sea su juego este no es el momento.

-estás alzado?
-mira que aquí no está papito Roni para que te ayude

Sin mediar palabras ahí donde estaba delante de Carmela, se me acercaban mientras me miraban fijamente. Sin el menor disimulo podía notar sus enormes vergas bien marcadas en sus pantalones, casi a punto de reventarlos, de lo bien erguida que estaban. Podía sentir la respiración de los dos.  Una respiración que me contagiaba las ganas. Y me hacían suspirar, a su vez haciendo que ellos también suspiraran. Cuando siento la dureza de esos pedazos de carne rozar por mis muslos, no pude evitar que se me erizara toda la piel. Estábamos los tres allí delante de Carmela y ellos empezaban a pegarse de mi cada vez más. Comenzaba a refregar sus paquetes una y otra vez. Estaban sólo a centímetros, ya está sentía cosquillas en los labios. Hasta que Marcos me dijo al oído «jaque mate» la excitación estaba superando la vergüenza que sentía al hecho de que Carmela estuviera mirando. Estaba que pelaba el culo para que me cogiera.

-qué está pasando ahí?

Se trataba de Maritza. Ya no sabía si me sentía aliviado o decepcionado. Pero los riesgos porque me votaran a mí eran muy altos. Aparte de la humillación que sería que todos se enteraran que me cogieron dos almacenistas en las instalaciones. Marcos y Pedro hicieron de cuenta que sólo era broma. Maritza se reía con ellos. Pareciera que no sospechara nada. extrañamente Carmela también se lo tomo con mucha calma. Quién entiende a las mujeres. No podía estar pasando por estas situaciones de angustia. Tarde o temprano Maritza se va enterar de esto. Antes que lo hiciera tenía que buscar la forma de contárselo. Pero, como siempre pasa, es ella quien me sorprende a mí.

-Con Roni todo fue de maravilla. Tenía vehículo, me llevaba a la playa. El insistía en querer encularme, pero yo lo rechazaba. Ese día tomamos hasta el anochecer. Y decidió que ya era el momento. Yo sabía que o de nosotros era solo un juego, era para un ratico y nada más. Pero aun así lo celaba de una mina con la que salía. Siempre le decía que lo que hiciera ella, yo se lo podía hacer multiplicado por diez. Entonces hice todo cuando él dijo que ella hacía. Le hice una buena paja, le di una buena mamada, lo hicimos yo arriba, de perrito. Que más quería? Mi culo era lo que quería. Pero todo le salió mal…

 

Esta parte no me gusta contarla mucho. En resumidas cuentas entendí que le había cagado la verga. No necesitaba saber cómo lo hiso. Ahora era mi turno.

-Bueno quizás yo también te pueda contar algo de mí. Podría empezar con que mi, en uno de sus actos de protección, me advirtió que habían chicos malos. Muchachos que… le hacían maldades a los niños.

-Te cogieron?

 

Me estaba mirando con esa cara de desprecio. La misma que tenía cuando la conocí.

 

-Escucha, a mis doce yo apenas exploraba mi sexualidad. Y encontré muchos placeres y de muchas formas. Con mi prima, con fantasías… con hombres.

-Tú eres mariquita? Que me estas queriendo decir? Que es normal que quieras hacerlo con un hombre? Si piensas así entonces estás enfermo!

 

Ya comenzaba a gritar. Ninguna mujer me había hablado de esa manera. Yo estaba en shop, tratando de asimilar lo que ella me decía y lo que había sido mi vida. No le había empezado a contar cuando ya sacaba los dientes. Y todas las cosas que hice. Algo se me ocurrió entonces. Algo leve.

-Quizás para eso tú estás aquí… tal vez ese sea tu propósito. Llegaste a mi vida para moldearla y hacer de ella algo bueno.

Ella no decía nada, solo me miraba.

-Si son cosas que no te gustan oír entonces no las diré. De ahora en adelante seré otra persona.

Todo era una falsa. Como puede haber un arrepentimiento si no había una confesión? Tal como aquella vez a mis doce. Cuando inútilmente, repasaba mi punto de exposición delante de Juan, cuando mis manos temblaba por todo lo que había pasado esa mañana. Solo estudiaba frente de él para ocultar lo mucho que me había marcado con esa primera vez. Quería demostrarle que o que paso no fue nada y que yo seguía con mi vida. Cuando en realidad me excitó tanto que me masturbe dos veces después que se fuera, cuando apenas conocía la masturbación. Ese fue un momento que todavía en la actualidad me sigue excitando. Algo que me dejo marcado y que me seguiría hasta el fin de mis días… y siempre tendría alguna experiencia para recordarlo. Mi plan era el mismo. Después que se le pasara el enojo a Maritza, le contaría con más calma. Es obvio que esta así, porque le cayó de sorpresa.

 

Nos quedamos en casa de mis Padres otra vez. Sabía que aun no era el momento de decírselo. Se lo diría en la mañana cuando despertáramos. En la mañana me despierta el moqueo de una nariz. Era Maritza que se había despertado primero que yo y estaba frente la PC. Estaba llorando. Quien será esta vez? La tía o su Padre? Mi mayor sorpresa es que estaba viendo mis conversaciones con Karina en redes sociales.

 


Relato editado el 10/02/2020

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2 respuestas

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