Quería verla, ella tenía miedo… Su mente estaba atrapada en ilusiones y no se sentía segura. Accedió a verme y se sentó frente a mi en aquel café donde la conocí; Cerrada, con la mirada ida, tomé sus manos y me observó. Se perdió en mis ojos y mientras sonreía, me fuí en ella. Ví sus ganas de lanzarse sobre mí y colgarse de mi cuello, de ocultarse en su cabello mientras con su boca besaba la mía. Sentí pasión y la abrace de su cintura, fuerte , atrapandola. Su lengua jugaba con la mía y mis ganas de tocarla estaban cada vez más latentes. No lo dudé, la tomé y senté sobre mi , me aferré a su espalda para sentirla cerca mientras la balanceaba sobre mi pelvis, ¡Quería desnudarla!. Rompí su ropa, sin alejarla de mi y comencé a sentir el roce de su piel, su calor me quemaba. Rompí las mías y la sensación se agudizó, el sudor brotaba de nuestra piel y se mezclaba. Senti que se deslizaba y debía sostenerla. Ya no era solo el sudor, saliva, humedad , todo se estaba mezclando. Rasguñaba mi piel para mantenerse aferrada; tocándola suave y bruscamente por todas las zonas que recorrí, no tuve mas opción que acostarla sobre la mesa, no me importaba si alguien nos veía, éramos solo ella y yo, en ese momento. Comencé a recorrerla con mi boca, desde su mentón hacia su pecho , deleitandome, observando cada gesto y movimiento que hacía. Vi placer y lo disfruté. Seguí hacia abajo de la misma forma. Me senté sobre la silla y abrí sus piernas, las puse sobre mis hombros y comencé a besar sus labios … Si, aquellos labios. Ella hacía presión hacia mi cabeza , se resistía , pero yo continúe. Gemía una y otra vez , jugué con mi lengua y mis dedos, le pedí que inhalara y exhalara en forma pausada y al compás de su respiración, jugaba dentro y fuera de ella. Su humedad se intensificó y ya no solo eran gemidos, habían gritos de placer y se desesperaba. Se bajó de la mesa y se sentó sobre mí y con rudeza me hizo entrar en ella. No paraba de mover sus caderas, me gustaba lo que hacía, mientras me seguía rasguñando… mi espalda sangraba, pero no me importaba, sentía placer y ella gritaba cada vez más, hasta que un suspiro, la hizo desvanecer. Y su espalda cayó sobre la mesa… Recogió lo que quedaba de sus ropas y se vistió, se volvió a sentar frente a mi, dirigió su mirada hacia la mía y sonreímos sutilmente…

• «Señor… aquí está la carta, estaré pendiente para recibir su orden».

… Nuestra imaginación voló en el mismo camino…