
Por
Anónimo
Me entregué a Mario
Soy Gladys, 47 años, casada, buen físico y atrayente de rostro. Ojos verdosos. Hago una rutina semanal en el gimnasio, lo que me ha permitido tonificar y mantener mis músculos. Hace dos años con mi esposo Gabriel 54 años, decidimos abrir la pareja, compartir y darnos unos permitidos. Arrancamos concurriendo a un lugar de encuentros de parejas, además de Solas y Solos. Para no influirnos negativamente, llegamos juntos pero ingresamos individualmente a Solas y Solos. No alcancé a pedir el trago en la barra, cuando un apuesto caballero de unos 50 años se ubicó a mi lado, iniciamos una charla. Nos dirigimos a un reservado para repartir con mayor intimidad. En el camino me crucé con mi esposo, quien me hizo un guiño cómplice. Yo tenia una sensación rara y hermosa a la vez. El me ayudó a sentarme y rozó mis pechos, se dió cuenta que no llevaba corpiño, además mis pezones estaban duros, parados. El notó mi escozor y no me dejó escapar, besó suavemente mis labios, sus manos acariciaron mis pechos, los beso. Su mano bajó a mi diminuta tanga y esa noche me hizo suya. Mi primer permitido. Hace dos días vi una foto del amigo de mi esposo Mario, 56 años, apuesto, deportista. Divorciado. En la foto se lo veía semi desnudo. Lo que llamó mi atención fue su miembro, cabeza prominente, semi grueso y de unos 18 centímetros en reposo. Quedé deslumbrada y se lo conté a mi esposo. Lo único que me comentó que el pene de su amigo se veía grande en reposo, erecto aumentaría su tamaño. Más grueso y largo. Debo confesar que los hombres con los que he tenido relaciones, ninguno era tan dotado. Yo estaba decidida, y mi esposo hizo los contactos con Mario. Le envió fotos de mías en micro tanga, exactamente tres . De adelante y atrás de mi parte inferior, una de ellas dejaba ver parte de mi concha. La respuesta de Mario fue inmediata, quedó enloquecido con mi físico. El no sabía que las fotos eran de la esposa de su amigo. Si bien conmigo no tenía una relación fluida, lo conocía de vista. Mi esposo arregló el encuentro para esa misma noche. Me preparé con un vestido azul, pegado al cuerpo, sin sostenes y con una micro tanga fucsia. Llegué manejando a la casa de Mario, estacioné y llamé al portero. La puerta se abrió de inmediato, el me estaba esperando. El se sorprendió al verme, me desvistió con su mirada. Yo lo busque, estaba en sus manos, el lo sabía. La puerta se cerró detrás de mi y el me recibió con un apasionado beso, sus manos recorrieron mi cuerpo. Sus dedos hurgaban bajo mi tanga, mi vagina húmeda terminó por delatar mi calentura. Se desabrochó el pantalón y puso en mis manos mi trofeo. Era inmenso, de cabeza muy grande, grueso duro y largo. Un temblor recorrió mi cuerpo, mi vagina estaba completamente húmeda, mis pezones parados. Camino al dormitorio me desvistió, me tiró de espaldas en su cama. sentí su lengua en mi vagina, vi venir mi primer orgasmo, beso mis pechos, mi boca y depósito su inmenso pene en mi boca, lo recorri con mi lengua, el gemia. Mi vagina latina, de ganas, miedo. El me corrió al borde de la cama, puso mis pies sobre sus hombros y sentí la inmensa cabeza de su pene fregar los labios de mi concha, buscando penetrarme. El se percató, que si bien yo no era virgen, mi vagina era estrecha. Yo temblaba, sabía que el me tenía y que no me iba a perdonar. El tenía mucha experiencia, de a poco fregando, con empujes suaves fue dilatando mi vagina. Sentí cuando la inmensa cabeza me penetró, gemir y lancé un grito. Era apenas el inicio, la sentía, estaba apenas adentro, los labios tirantes, el jugueteaba, moviéndose suavemente. Otro empujón y sentí la mitad de su miembro dentro mío. Mezcla de placer y dolor. Yo lo había buscado, me gustaba, me dolía. Unas lágrimas surcaban mi mejilla. Yo lo miraba, el brillo de sus ojos eran de placer, excitación. Siguió con su suave vaivén endemoniado, esperó mi orgasmo y el empujón final deposito su inmensa verga dentro mío. Grite, lloré, y finalmente gemir en cada envión. Las penetraciones fueron las más profundas que experimente en un acto sexual. Saco mis piernas de sus hombros, las tomó con sus manos abriéndolas y me hizo suya. Todo su miembro dentro mío me hizo ver el cielo, pero también las estrellas. Me sorprendió su aguante, treinta minutos de vaivén endemoniado y muy dentro mío sentí su río de esperma. Era solo el inicio de otro permitido. Sin dudas, una noche inolvidable.
Una respuesta
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