
Por
Anónimo
DESPUES DE UN KARAOKE, TAN SOLO ME QUEDA TU MELO
Las locuras, las pequeñas locuras que dan sentido a la vida, una vez ya cometidas, se quedan grabadas en la memoria, a fuego intenso, eternamente y con la esperanza de poder repetirlas alguna que otra vez. Y supongo que con esa ilusión, con esa vana inquietud, muchas tardes al regresar de mi trabajo, cambiaba mi ruta y me dejaba caer por aquel karaoke, donde un baño fue testigo de una pasión, con aires de locura, hace ya algunos días.
No recuerdo el total de veces que me senté en la misma mesa de aquella tarde tan especial, con un periódico, con un libro, tomando una copa y esperando a que aquella mujer, llamada Deseo, apareciera como la otra vez, con sus amigas. El karaoke, funcionaba también como lugar de cafés, de copas, de cervezas, y tan solo, en algunos momentos, los cantos de los aspirantes a cantantes, ocupaban el pequeño escenario de un lugar en pleno centro de Madrid.
La suerte, se encuentra si se busca, y un martes primaveral, después de unas tres semanas de nuestro primer encuentro, ella, apareció por la puerta.
Vestía una falda negra, sin medias, y un vestido ceñido de color rojo, sin mangas, entallado a su diminuto cuerpo. Zapatos de semi tacón y el pelo algo alborotado. La vi entrar, antes de que ella se diera cuenta de que yo estaba, pero esos escasos segundos, me bastaron para fijar mi mirada en ella, esperando que Deseo, me viera y nuestras miradas se encontraran con toda la naturalidad del mundo.
Ella me vio, y se acercó a mi mesa. Me levanté, dejando caer el periódico en la silla contigua, mientras me preguntaba, como debía recibirla� ¿con un beso de pasión?, ¿con un roce de labios?, ¿con unos besos en la mejilla?
Ella se acercó con una sonrisa inmensa, y quisimos ser corteses en la salutación, besos en las mejillas y un abrazo�venia feliz, muy feliz, un ascenso en su trabajo le bastó para decirme, �Me has dado suerte�
Nos sentamos a charlar de su trabajo, del mío, de cosas varias, de internet, de la vida, del pasado, pero ninguno de los dos hizo mención alguna del encuentro que tuvimos hace unas tres semanas. Un té, un café, llamadas de teléfono y primer acercamiento. Un roce de labios, un pico. Besos con sabor a café.
-�Perdona, Deseo, pero aun no se tu nombre, y quisiera saber cómo llamarte, aparte de por Deseo�
-�Sara, me llamo Sara�
-�¿Y porque no me lo dijiste la otra vez?
-�ja ja ja, porque así, tengo algo más de misterio�
Me levanté un momento para ir al baño, y al regresar, me situé detrás de ella, le aparté la melena y le dije al oído, �Sara, te deseo�, mientras le besé con suma dulzura esa parte de su cabeza.
Ella me sonrió y respondió, �eso está bien�.
Volví a sentarme en la mesa, y le agarre la mano. Temblaba. Estaba nerviosa por su ascenso y por alguna razón más.
Pagué la cuenta mientras ella estaba hablando por teléfono. Al terminar me miró y me dijo, �Ya estoy toda para ti�
-�¿Si?, ¿Seguro?�, sonreí pícaramente�
-�Claro que si�
todo su cuerpo, cada milímetro de su piel, de dejar que nuestras pieles se fundieran sin ninguna atadura.Tenía ganas de besarla, de volverla a sentir en mis brazos, pero no quería repetir una locura como la de la otra tarde�esta vez quería apostar por mí y
�Ven, sígueme�
Nos levantamos del bar y salimos a la calle. Sin rumbo fijo, empezamos a recorrer todo el Paseo de la Castellana, mientras seguíamos hablando de banales temas. Los dos sabíamos lo que queríamos, pero ninguno de los dos, quería decirlo.
Entré en un hotel, me acerqué rápidamente a la recepción, reservé una habitación y nos fuimos al ascensor. El ascensor era de esos acristalados, que te permiten ver el exterior, pero a mí, lo único que me importaba, era el poderla abrazar, el poderla besar.
Segundo piso. Se abren las puertas y siguiendo la numeración del pasillo, llegamos a la 315. Ella se sorprende, ese número le traía recuerdos de historias y amistades.
Nunca he sabido muy bien, como se debe proceder, cuando dos personas entran en la habitación de un hotel, por lo cual, dejé que todo fluyera con naturalidad. Se fue al baño mientras yo me quitaba la americana y el reloj.
�Vaya lujo, no te estás de nada, eh�, gritó ella desde el baño.
Sonriendo, con una cara mitad picardía, mitad inocencia, se acercó mí, apoyó mi espalda en la pared y me besó. Nos besamos. Lentos, suaves y dulces besos. No eran besos de pasión, eran besos de ternura, delicados. Mis manos empezaron a recorrer sus brazos, su pelo. El carmín de sus labios empezó a borrarse mientras ella lentamente empezó a desabrocharme la camisa.
Hablábamos, nos mirábamos. Era como si estuviéramos juntos por primera vez, y la locura de la otra tarde, hubiera quedado oculta. Parecía que todo fuera nuevo para nosotros.
Sus manos empezaron a recorrer mi pecho.
-�Me encanta tu pecho�, me dijo mientras clavaba sus ojos en mi. La giré, con un rápido movimiento y puse su espalda pegada a mi pecho. Le besé su cuello, sus orejas, le susurraba palabras en sus oídos, mientras mis manos se deslizaban por encima de su vestido, acariciando sus pechos.
Ella se giró ahora, y me comentó, �no sabes lo excitada que estoy�
Me ayudó a desabrocharle su cremallera, y su vestido se fue por los aires. Por primera vez mis manos se pasearon por encima de sus negros sostenes�la aparté para contemplarla, para desearla aun mas. Y la abracé fuerte, muy fuerte, pecho con pecho, piel con piel. Mi camisa se cayó al suelo, igual que su falda. Me desabrochó los pantalones, pero no la dejé seguir. La tumbé en la cama, casi le arranco tu tanga negro y como un sediento me arrodille frente a su sexo y lo besé. Mi lengua jugaba con su clítoris, lo mordisqueaba. Mis manos estrujaban sus pechos, mientras mi boca se llenaba del aroma de su sexo. Ella gemía, notaba que le gustaba y eso me excitaba más, mucho más. A ratos la levantaba unos centímetros de la cama, para tener más libertad de movimiento de mi lengua con su sexo.
Cuando me cansé de oírla gemir, me levanté del suelo, igual que ella se incorporó en la cama. Mis pantalones se cayeron pero no mis slips. Pero no quería que mandara ella, la volví a tumbar en la cama, y le quité los zapatos. Primero el pie izquierdo. Le besé los pies, los dedos, los tobillos, y ella me decía que le encantaba que le hicieran esto. Después seguí con el otro pie, besos, caricias, deseo�
Me puse encima de ella, para besarla, jugamos en la cama, a abrazarnos, acariciarnos, a besarle los pechos, el cuello.
Jugué con mis dedos en su clítoris, a acariciarla, a excitarla, mientras mis labios jugaban con sus pechos.
Me quitó mis negros slips, y me tumbo en la cama. Esta vez me dejaba dominar, me dejaba acariciar, besar�.se acerco a mi pene, erecto, excitado y su lengua empezó a recorrer mis testículos, mi pelvis, mi pene�se lo introdujo en su boca, salvajemente�.tanta era su pasión que sus dientes se marcaron en mi pene, y eso me dio pie a incorporarme y besarla. Quería notar el sabor de mi miembro en sus labios.Ella se rebeló contra tanta dominación por mi parte, y me dijo �ahora quiero mandar yo, y soy
�Ven aquí�, le dije mientras la sentaba encima de mí cara. Tenía de nuevo todo su sexo en mi cara, y mis manos en sus pechos. La oía gemir, la oía reír. Éramos como dos amantes que se encuentran por primera vez, después de miles de años de espera. Queríamos explorar todos los rincones de nuestro cuerpo, queríamos darnos todo y más, queríamos gozar de ese momento y que el tiempo se detuviera en esa habitación.
Nos sentamos en el borde de la cama, mientras yo pensaba en todo el placer que nos estábamos dando, y aún, no nos habíamos unido en uno solo. Recuerdo que la abracé con fuerza, y que le dije; �en este momento, en este instante, en esta habitación, ahora mismo, te quiero, ahora mismo eso siento�
Ella sonrió y me tumbo de nuevo sobre la cama, dijo que quería sentirme dentro de ella, que quería hacerme mío. Me levanté y me acerqué a mi chaqueta, para ponerme un preservativo. Ella me esperaba tumbada sobre la cama, y como si quisiera traspasarla con mi miembro, apoyé sus piernas en mis hombros, y la penetré, una, dos, tres, diez, cien veces, mientras me inclinaba lo suficiente para besarla a la vez. Tanta excitación previa, había hecho su efecto y un inmenso orgasmo, sacudió las paredes de un hotel madrileño.
Me tumbé a su lado, pero nuestros cuerpos seguían hambrientos el uno del otro. Creo que busqué los rincones de su cuerpo que me faltaban por besar, por acariciar, y creo que ella hizo lo mismo. La espalda, la cadera, abrazos, más caricias y de nuevo su sexo en mi cara. Sabía a mí, sabía a sexo. Nuevamente nos pusimos en guardia. Mi pene de nuevo en su boca, me mordisqueaba mis pechos, mis piernas, mi pene. Más queremos más. La excitación volvió de nuevo, cuando esta vez ella se puso a cuatro patas, y yo la penetre desde atrás, mientras nos contemplábamos en el enorme espejo de la habitación. �que pasada de postura� gritaba ella, en medio de gemidos. La embestía cada vez con más fuerza, con más pasión.
Se incorporó y me tumbo en la cama. �quiero cabalgarte�, me dijo mientras me besaba.
El sudor, nuestro sudor, se mezclaba con nuestros perfumes y con el perfume endiablado del sexo, de la pasión. De nuevo un descanso. Recuerdo que le preguntaba si estaba bien, si estaba a gusto y ella me confesaba que no estaba acostumbrada a tanto, que le estaba dando mucho y que se sentía como una reina. Nos tumbamos en la cama, mientras nos seguíamos abrazando, besando.
-�Quiero que me cantes algo para mí�, me dijo con una sonrisa, y volvimos de nuevo a ser dos amantes en acción.
Como si un lazo imaginario nos uniera y no nos dejara separarnos. Y así, de lado, volvimos a sentirnos, volvimos a hacernos nuestros.
�Me encantaría que te corrieras en mi boca�, y esa frase sonó como un revitalizante más y esta vez, fui yo el que tomé las riendas de la situación.
En un extremo de la cama, sin ningún control previo, la sentí más pura que nunca, nada se interponía entre dos cuerpos, entre dos amantes��tranquila, cariño, no te preocupes�, le decía mientras seguía besándola.
Me faltaban manos, me faltaban besos�y también nos empezaban a faltar fuerzas.
Nos sentamos en la cama, y ella me regaló un colgante.
-�Toma, quiero que lo lleves, te dará suerte, y espera, voy a hacer algo�
Sacó un pequeño saco de su bolso, y allí, sentados en una cama, dos personas desnudas, ella, me tiró las cartas del Tarot. Creo que nunca jamás, había tenido una sesión esotérica de esta manera.
El tiempo pasa siempre muy rápidamente, cuando no se quiere que pase, y los dos nos quedamos asustados de la hora que era.
-�Ven, duchémonos y vayamos a comer algo�
Y de nuevo en la ducha, con el agua, el jabón, nuestras manos se deslizaban juguetonas, pero no, ahora no. Si entrábamos en otra guerra en el baño, entonces perderíamos los compromisos que cada uno tenía.
Paz, ducha, recoger los restos de la batalla, vestirse, salir del hotel y buscar un sitio donde comer.
Un restaurante cubano, nos pareció buena idea, y entre arroces, carnes y tiramisús, el tiempo se agotó.
-�Estoy agotada chiquillo, eres una pasada�
-�Gracias, pero no es para tanto, yo también estoy agotado, leona�
Salimos del restaurante con una extraña sensación. Cada uno de nosotros, regresaba a su vida, a sus tareas, a sus compromisos, pero cada uno de nosotros, llevaba un trozo del otro, en su cuerpo. Una despedida sencilla, rápida y fugaz, pero no hacía falta decir nada más. Le había puesto nombre al deseo.
Minutos más tarde, recibí un mensaje de móvil de Sara.
�Me has dado las horas más maravillosas que una mujer podría desear, y eso no se olvida�
Yo también sabía, que no me olvidaría de mi tarotista favorita.
2 respuestas
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