Adolescente de hermosura exagerada, era aquel muchacho que poseído por un irascible odio hacia todo lo que femenino fuere, vivía en ése su permanente estado de repulsión hacia el femenino sexo, y escribiendo siempre en aquel boscoso parque a donde siempre solitariamente iba, aquellos engendros «poéticos» que, según él, aclararían al mundo sobre la «espantosa ocurrencia del altísimo, de proporcionarle al varón una compañía de mujer, para su posterior vivir».Poeta. Sí: «Poeta», según él, era lo que él era.Y todas aquellas sus «poesías», sobrecargadas siempre estaban, del más foribundo ataque a todo lo que femenino fuera.Difícil era saber qué abundaba más en sus «poéticas» creaciones…si lo misógino, o lo espantosamente mamarracho.Por tal motivo, hartas de tener que soportar la existencia en la Tierra de alguien tan abyectamente mediocre para las literarias artes, las diosas de lo bello en estas cuestiones resolvieron darle una ejemplarizante lección, acorde al caso aquí pertinente.Y, así la decisión por éstas tomada, resolvieron que, las veinte putas más putas y a la vez hermosas de toda la historia del planeta, hasta este momento y lugar se llegaran, y actuando acordes al caso de una lección lujuriosa al misógino darle, le sometieran a todo lo que ellas con su talentoso oficio e histórica categorización del mismo, supieran a él darle. Como cada día había al parque boscoso el hermoso aquél llegado para escribir y declamar sus engendros como era su costumbre subido de pié sobre aquél su banco que en medio de un verde engramillado se hallaba al centro mismo de un bosque tupidísimo, y, ya de pié ahora y presto a la declamación de su última inspiración allí surgida, comenzaba aquél su recitado que así a voz en cuello comenzaba a recitar: «Oh, sol…ardiente y varonil astro…del cielo, do está la mujer luna…luna mujer…muerta y fría…por mujer, gran porquería!!!» -Calláte, pijudo!!!»Estridente y de femenina sonoridad, la voz del cercano bosque había llegado…El misógino, perplejo al oírla pero inundándosele el ego de odio al identificar como femenina la entonación de la voz aquélla, henchido de misógino orgullo y fingiendo indiferencia hacia tal exclamación a él obviamente dirigida, volviendo su lectura al papel y continuando su declamación, así prosiguió: -«…Inmunda luna mujer, mujer inmunda cual luna…»Que te calles te digo!!!»Vuelve, a tronar desde el boscaje, la misma femenina voz. Y, ahora, apareciendo desde el mismo e incursionando hacia el verde engramillado en el cual al centro el banco de piedra con el «poeta» estaba, lenta pero con paso decidido y exhibiendo toda la imponente hermosura de una despampanante mujer completamente desnuda,una rubia como jamás ojos actuales habían visto, aproximábase hacia el muchacho que absorto y ahí de pié sobre el banco y con la hoja de la «poesía» en su mano, veíala así venir. Y ahora, de uno y otro lado del perímetro de aquel bosque, iban también ahora una tras otra saliendo para al engramillado también ingresar, otras despampanantes mujeres que también desnudas y mostrando en sus rostros sonrisas por demás expresivas de una lujuriosísima maliciosidad no conocida en estos tiempos, ellas también, con su lento pero ininterrumpido paso, hasta el centro aquél donde él estaba, aproximábanse. Veinte…veinte ellas eran. De pié sobre el banco y mirándolas con un odio poco común, el misógino atina por fin a espetar una pregunta cargada de insultante foribundia: -«Quién vosotras sois, desnuda canalla de femenina insolencia?!?!?!» Entonces, con sincera precisa exactitud, la primera de ellas, así le responde al punto: -«Somos, las veinte putas más putas que hasta hoy el mundo ha dado; y para que tengas una idea, ninguna de nosotras ha vivido en los últimos siete siglos..!» -«Y a qué viene vuestra inmunda y despreciable presencia ante mi aquí?!?!?!» Vuelve, con indignada entonación, a preguntarles el misógino. Y vuelve, a responder con prestancia y subrepticia sorna, la mujer que le había hablado: «-Pues…a darte la más cachonda lección que macho alguno pueda haber recibido de parte de mujeres aquí en este mundo…» Sintiendo como un volcánico fuego de odio y sintiendo a la vez un extrañísimo «otro fuego» que las miradas de aquellas mujeres le inyectaban con su como mágica manera de así mirarle y sintiéndose ya rodeado por todas que ahora en torno a él ya contra el banco estaban, el misógino suelta una amenazante advertencia tan ridícula como estúpida, gritando a todas así y ya sin saber cómo de aquéllo escapar: -No oséis tocar mi inmaculada y varonil integridad, cerdas de histórica inmundicia incomparable, y volved a vuestros insanos tiempos, del cual jamás debisteis haber salido!!!» Ágil y rápida y casi con un mismo movimiento, la rubia salta junto a él poniéndose de pié también junto el sobre el banco, y habiéndole arrebatado aquella hoja de papel donde teniá «el poema», comienza ahora y con fingida posición de declamante, a «leer» ella aquéllo que así burlonamente declama: -«Oh, sol…calentón y gran pijudo..!» Instantáneamente, las carcajadas estallan con femenina sonoridad estridente en el conjunto de las restantes mujeres desnudas allí presentes. Indignado y tratando de recuperar sin éxito la hoja que la mujer seguía risueñamente y con múltiples mofas manteniendo en sus manos, el muchacho protestaba así diciendo: -«Trae aquí mi excelso poema, y no lo tergiverses, maldita fémina!!!» -gritaba-y la mujer, haciendo rápidamente del papel una arrollada pelotita, se la introduce entre sus inmensas nalgas, para comenzar brazos en alto y con frenético danzar, una serie de movimientos ahí ante él que veía ahora los enormes senos de la mujer moverse ante sus ojos. Las carcajadas de ésta y de todas también en conjunto, eran el comienzo de algo que ya, iría a tener un desarrollo de muy singular acontecimiento. (continuará)