
Por
Pagando la deuda
Cuando entré en casa me la encontré de rodillas limpiando el suelo. Su culo apretado resaltaba debajo del pantalón corto que llevaba. Se sobresaltó al oírme porque no me esperaba, se levantó y me dijo: – ¡que susto no creía que volviera a casa! No, claro que no, pedazo de guarra, como el resto de los días que has estado aprovechándote y hablando por teléfono desde aquí. Te has gastado más de mil euros, joder.
– No, eso no es cierto señor. Bueno, sólo algún día lo he hecho porque tenía necesidad.
– Da igual, no vamos a hablar de eso ahora, está todo recogido en las facturas de internet. Tienes dos opciones, o pagas, o a la puta calle.
– Pero no tengo dinero, ¿Cómo me va a hacer eso?, podemos hablarlo, iré pagando poco a poco.
Silencio. Mi mirada estaba fija en sus tetas, creo que no llevaba sujetador. Le dije: -a lo mejor hay otras formas. Ven. Se acercó con un cierto desparpajo, me pareció ver en sus ojos un cierto alivio. Supongo que estaría acostumbrada a dejar su cuerpo por cuatro duros a cualquier tirado de la calle.
Mis manos cogieron sus tetas directamente. En efecto, no llevaba sujetador. Las estrujé con fuerza, eran gordas, duras y con dos pezones como cerezas maduras. De un empujón la lancé contra el sofá y me dirigí al despacho. Cuando entré de nuevo en el salón se había desnudado por completo. Me recibió con un pequeño tanga y una mirada desafiante. Estaba bien buena la hija de puta.
La cogí casi en volandas mientras su media sonrisa me iba acelerando el pulso. La apoyé contra la mesa y até sus manos y sus piernas a cada una de las patas. Una estampa preciosa. Me acerqué por delante cogí su pelo, y elevando su cara le dije al oído: -Mira puta, yo soy el que dice cuando se ríe aquí, ¿de acuerdo? Inmediatamente me coloqué detrás y le di el primer manotazo en el culo. Se encogió un poco, pero no gritó. Luego otro y otro y otro. Poco a poco sus nalgas fueron enrojeciendo, mis manos calentándose y mi polla engordando dispuesta a que la dejara entrar en acción.
– Me hace daño, señor, dijo llorando.
– Eso es sólo al principio. Contesté, mientras manos seguían yendo y viniendo contra su culo
Sus nalgas estaban tan rojas que casi parecían sangrar. Las acaricié despacio con mis manos y las unté bien de aceite. Parece que eso la calmó un poco porque sus quejidos se hicieron más leves. Luego busqué el agujero de su culo con mi dedo índice, a la vez que la preguntaba, ¿Cuántas veces te han abierto el culo, zorra?
– No, eso no. Sólo una vez un novio quiso hacérmelo, me dolía mucho y no le dejé. Por favor se lo pido. Lo que quiera, con la boca, o como sea, pero eso no por Dios.
Esa petición urgente, de nuevo con el llanto en los ojos me enervó, el animal que llevo dentro se levantó en armas, abrí con fuerza su culo, dejando el agujerito del ano completamente a la vista y escupí en él un par de veces. Ella, completamente inmóvil no podía hacer nada, solo llorar. Metí mi dedo índice, primero despacio, luego un poco más, con más fuerza. Su agujero se iba abriendo poco a poco, ya la follaba con dos dedos.
Mi polla, tiesa como una estaca, necesitaba visitar esa cueva. Acerqué la cabeza de mi pene a su culo. Maribel se agarró con fuerza a la mesa y puso todos sus músculos en tensión cuando notó que empezaba a empujar y gritó con desconsuelo. Uno, dos intentos y la cabeza de mi miembro entró de golpe, como succionada. Es mejor relajarse y buscar la mejor posición para que entre hasta dentro, dije, si no te podría hacer daño. Obediente, o resignada, elevó el culo, haciendo que mi trabajo fuera mucho más sencillo. Lo ves putita, lo ves, si no es tan difícil. Mi polla seguía entrando con fuerza, mis caderazos contra su culo rojo hacían mis huevos tocaran su vulva en cada empujón.
Paré un instante, mi excitación era máxima, volví a golpear su culo con las manos mientras sacaba despacio mi polla de su ano. Me dirigí a su cabeza, la cogí del pelo y le puse la polla entre los labios. Chupa, chupa un poco. Quiero que sientas tus propios fluidos en la boca. Entreabrió entre sollozos los labios, sin oponer demasiada resistencia, de un empujón se la metí hasta la garganta, agarré su cabeza con ambas manos y comencé a follarla. Sus dientes en ocasiones rozaban mi glande y de molestaba un poco, haciendo que mi ímpetu fuera aún mayor. No llegué a correrme en su cara, porque paré un instante antes.
Volví atrás, cogí de nuevo sus caderas y metí mi polla de un solo empujón en su coño húmedo y caliente. No tardé en sentir que me iba a correr, la saqué y con un fuerte grito descargué toda mi leche en su culo y su espalda. La desaté y sin mirar atrás dije: – Vístete y sigue limpiando. Y sí, mañana me pagarás otro poco.
2 respuestas
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