septiembre 30, 2021

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Mi jefe fue mi amo II

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Resumiendo: A los 24 años comencé a trabajar de secretaria en un bufete de abogados. Yo llevaba dos años de relación con mi chico, Tony, pero me sentí cautivada por mi jefe, un conocido abogado al que llamaremos Julio para preservar su anonimato. Un día, ante mi sorpresa, me puso de rodillas y folló mi boca hasta derramarse en ella.

Al día siguiente de aquel suceso no sabía muy bien cómo sentirme. Julio me atraía de una manera especial, casi obsesiva, pero al mismo tiempo me sentía mal por todo lo sucedido. Por supuesto, no le dije nada a mi novio, que siempre ha sido muy despistado y ni siquiera sospechaba nada. Me dirigí hacia el bufete sin saber muy bien si deseaba que volviera a pasar o si le diría a mi jefe que renunciaba al trabajo. Cuando llegué vi que nada parecía haber cambiado. Julio me habló como un jefe habla a su secretaria. Sin embargo, alrededor del mediodía, me hizo llamar a su despacho. Llegué y lo encontré sentado en su silla, frente al escritorio. Me ordenó que cerrase la puerta con pestillo. Lo hice y entonces él se sacó la polla por la bragueta abierta de sus pantalones.

-Chúpamela -me ordenó.

Me dirigí hacia él y me puse de rodillas, entre sus piernas. Acerqué mi boca a su polla y la atrapé con mis labios, usando mi lengua para darle placer en su glande. Pronto se humedeció y el sabor salado de su líquido preseminal inundó mi boca. Mi cabeza comenzó a bajar y subir, bajar y subir, sin usar mis manos. Él puso su mano en mi cabeza, pero sólo para apoyarla. Mis labios recorrían libremente su polla arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que se corrió. Se la seguí chupando un ratito más, mientras su corrida se derramaba por mis labios y mi barbilla. Cuando acabé, él volvió a sus tareas, como si yo no estuviera allí.

Así pasaron tres semanas. Siempre alrededor del mediodía me llamaba a su despacho y me ordenaba que le hiciera una mamada. Yo se la hacía hasta que se corría en mi boca, y luego volvía a sus tareas y yo a las mías. Nuestra relación era la normal entre un jefe y su secretaria a excepción de esos minutos en los que yo le daba placer con mi boca. Así un día, y otro, y otro… Nunca me pedía nada más, y aquello era algo que me desconcertaba. Lo cierto es que en el fondo ansiaba que me follara. Cada día, cuando me hacía llamar a su despacho, yo esperaba que me tomara allí mismo, en el suelo, sobre el escritorio, me daba igual. Pero sólo me pedía que le chupara la polla. Todos los días, de lunes a viernes, y siempre más o menos a la misma hora, yo acababa de rodillas, con su polla en mi boca, haciéndole una buena mamada. Luego me ignoraba, y aquello me hacía sentir que no servía para nada más que para chupársela. Extrañamente, era una sensación humillante y morbosa a la vez.

Tres semanas después algo cambió. Me hizo llamar a su despacho en torno al mediodía, como siempre, y yo me dirigí a él con la idea de hacerle una mamada, como siempre. En efecto, Julio me ordenó que se la chupara, pero entonces mi móvil comenzó a sonar. Me quedé petrificada, sin saber qué hacer, y él me dijo que atendiera la llamada. Saqué mi móvil y vi en la pantalla que era Tony, mi chico. Atendí a la llamada.

 

-¿Cariño? Ahora no puedo hablar, estoy en el trabajo -le dije.

Julio se puso en pie, y me indicó por señas que siguiera hablando, y eso hice. En aquella época, Tony y yo estábamos buscando casa para vivir juntos. Mi chico comenzó a hablarme de las casas que había visto, aunque yo no podía prestarle mucha atención. Julio me rodeó y se colocó detrás de mí. Mientras Tony hablaba y hablaba sentía que Julio me subía la falda lentamente, acariciando mi piel en el proceso. Parecía que todo aquello le excitaba. Y a mí también… Cuando me subió la falda, comenzó a bajarme el tanga, mientras hacía mi mejor esfuerzo para que Tony, al otro lado del teléfono móvil, no notara nada. Entonces Julio me puso una mano en la espalda y presionó para que me inclinase sobre el escritorio. Fue ahí cuando tuve la certeza de que iba a follarme por primera vez. Yo seguía escuchando a mi chico hablar de las casas que estaba mirando, completamente inclinada sobre el escritorio, mientras sentía las manos de Julio aferrarse a mis caderas. Luego, sus manos se deslizaron por mi piel hasta posarse en mis nalgas, que apretó con intensidad, y luego las separó. Entonces fue cuando sentí su glande presionando contra mi ano. Jamás me habían penetrado analmente, ni siquiera Tony. No supe cómo reaccionar, porque mi chico seguía hablándome sin parar desde el otro lado del teléfono móvil. Intenté relajarme para que fuera menos doloroso. La penetración parecía inevitable, así que debía concentrar todos mis esfuerzos en que mi chico no notase nada.

Las manos de Julio volvieron a mi cintura a medida que su glande penetraba en mi ano e iba abriéndose camino. Una punzada de dolor recorrió mi cuerpo. Por suerte, Tony no podía verme la cara en ese momento. Lentamente pero sin detenerse, la polla de Julio siguió entrando, abriéndome de una manera dolorosa. Mordí mi propio dedo para que no se me escapara un grito o una queja. En algún momento la metió entera dentro de mí, y luego comenzó a follarme el culo, despacio al principio, más y más intenso después.

-¿Cariño, estás bien? -preguntó mi chico al otro lado del teléfono móvil.

-Sí -respondí como pude, mientras detrás de mí Julio me embestía cada vez más fuerte, aferrado a mi cintura con ambas manos.

-Si estás ocupada puedo llamarte después… -dijo Tony.

-Será mejor -dije, y sin esperar respuesta colgué.

Ahora podía quejarme, pero Julio siguió follándome por detrás. El dolor fue tornándose en placer, aunque nunca se fue del todo. Mis nalgas temblaban ante cada choque de su cuerpo contra ellas, mientras su polla gozaba de una parte de mí que nadie, ni aun mi chico, había disfrutado jamás. Ya le había sido infiel antes con su mejor amigo, como también conté en una entrada anterior, pero aquella vez me sentí más infiel que nunca. Julio se corrió en mi interior y sólo entonces salió de mí y se vistió.

-Te has portado muy bien -dijo, y volvió a sus tareas.

Yo me incorporé como pude, y sentí que su semen se derramaba desde mi culo hasta los muslos, dejándolos pegajosos. Me dirigí al baño y me limpié como pude, y después de vestí y continué mi trabajo.

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Una respuesta

  1. helenx

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