
Por
Anónimo
Fantasía de secuestro: La enfermera sádica
Siempre he deseado poder realizar una fantasía especial. Ser secuestrado por una mujer dominante, ser humillado, castigado e incluso torturado. Desde que tengo uso de razón soy amante de la dominación femenina, según pasaba el tiempo mis gustos aumentaban y mis prácticas se volvían más duras, hasta que acepté la idea de que soy masoquista y disfruto con el dolor cuando es infringido por una mujer . Desde hace años ronda en mi cabeza la idea de poder ser secuestrado por una mujer, estar encerrado bajo su tutela, ser castigado o disciplinado a su antojo. He ido construyendo la idea en mi cabeza pero nunca he llegado a poder realizar esta fantasía.
Un día normal y corriente descubrí un anuncio sadomasoquista en una reconocida página de contactos que decía algo así: » Enfermera madura busca esclavo para secuestrarlo en su asylum y someterlo a sus castigos y humillaciones más perversas». No perdía nada por escribirla un correo electrónico y tratar de conocerla . Escribí un correo quizás mas largo de lo normal donde la contaba mi fantasía de secuestro, lo enrié y esperé respuesta. La respuesta no llego en días, ya me había olvidado del asunto cuando recibí contestación, impaciente me dispuse a abrir el correo electrónico:
Hola estupido,
Soy la Señora Dolores, enfermera ya jubilada. Me encantaría poder encerrarte en mi asylum y castigarte como te mereces, has de saber que las normas las pongo yo, te castigaré a mi antojo y no podrás hacer nada para evitarlo ¿te atreves?
Aquello me gustaba mucho, no perdí ni un solo minuto en contestarla y cometí el error de tomarme a broma el papel de enfermera que desempeñaba, entre algunas líneas que escribí :
Ha de saber enfermera que soy experto en escaparme, no la será nada fácil encerrarme en su asylum.
Recibí días mas tarde de nuevo otro correo de la enfermera:
Te aseguro que no podrás moverte y mucho menos escapar.
A continuación me daba una dirección, un lugar y una hora a la que debía de estar puntual. Adjuntaba un documento con sus normas y el día fijado debería llevarlo firmado, en caso contrario no me molestase en ir y perdería la oportunidad para siempre.
Abrí el documento que me había enviado la Señora Dolores y era una numeración de hasta 20 normas:
– Resumiendo las normas me indicaba que estaría encerrado en su asylum, sin poder moverme y sin poder pedir ayuda. Sería castigado de la forma que la señora estimase oportuna, sus castigos serían duros y severos infringiendo mucho dolor. Sería alimentado cuando ella quisiera y con el alimento que considerase oportuno. El secuestro en su asylum duraría 24 horas y una vez firmado solo saldría de allí una vez cumplido el tiempo fijado. La última clausura fijaba unos límites que respetaría por suerte para mí.
El documento era inquietante y a la vez era lo que realmente había deseado. No dudé un segundo en firmarlo y esperar pacientemente hasta que llegase el día indicado a donde debería dirigirme.
El día que me indicaba en su correo me dirigí a la dirección facilitada. Me costó un poco poder encontrar aquella dirección. Estaba a las afueras de una población, era una casa muy grande y aislada, aspecto muy antigua, de dos plantas y con un jardín muy grande y muy bien cuidado. La verja exterior estaba abierta y atravesé el gigantesco jardín por un camino de piedras hasta el porche de entrada. Subí unos escalones de piedras y me detuve frente a la puerta de la entrada. Toque la puerta y esperé completamente nervioso.
Me abrió la puerta una mujer de más de sesenta años, aspecto corpulento y voluptuoso, alrededor de 90 o quizas 100 kilos de peso, brazos y piernas robustas y grandes caderas. Su rostro era serio con los labios pintados de rojo, sus arrugas denotaban su edad. Su cabello era completamente rizado y alborotado sobre su cabeza. Llevaba unas gafas gruesas de pasta en su rostro que la daban un aspecto mucho más serio.
Me invitó a pasar al interior con un gesto con su mano. Se sentó en un sillón que había situado en un enorme salón principal invitándome a sentarme frente a ella. Sus primeras palabras fueron para exigirme el documento firmado. Se lo extendí y comprobó que estuviese firmado. Se dirigió de nuevo a mí con su voz seria y me dijo si tenía alguna pregunta. La pregunté si la duración se podía variar, me parecía poco 24 horas, un verdadero secuestro no duraba tan poco. Me miró fijamente y agarró un bolígrafo para tachar la duración, levanto su mirada y me hablo de nuevo:
– Eres completamente estúpido, no eres consciente de lo que te espera, serán 48 horas, voy a disfrutar mucho castigándote, tendré mucho más tiempo para infringirte mucho dolor tal como has firmado – Me dijo intimidándome.
– o quizás me escape antes -. Sonreí de forma burlona.
– Eres un joven muy engreído, necesitas una buena lección. te propongo algo: Cada castigo que recibas será peor que el anterior, si no logras escapar seguiré aumentando los castigos, así sucesivamente hasta que consigas escapar, ah…. pero si no puedes escapar, prepárate porque vas a recibir castigos verdaderamente dolorosos hasta cumplir las 48 horas – Me propuso aumentando el reto a nuestro secuestro.
Acepte encantado su reto, estaba seguro que podría escaparme, siempre me había liberado de cualquier atadura.
La señora se guardó el contrato y me ordenó que la siguiese. Anduve tras ella por un largo pasillo de madera. Al final del pasillo descendían unas escaleras, Bajé tras de ella y llegamos hasta una puerta gruesa de madera. Abrió la puerta con sus llaves y me indicó que pasara al interior. Dió la luz y se ilumino la instancia. Era una habitación algo siniestra. El suelo completamente cubierto de baldosas blancas como un hospital médico. Un armario grande en un lado de la instancia. Había varios aparatos distribuidos por la habitación, una silla y un pequeño escritorio. Me llamó mucho la atención la cadena gruesa de metal que pendía del techo en el centro de la habitación. En ese momento estaba mirando la cadena tratando de comprender que significaba cuando la señora Dolores me ordeno que me desnudara y me colocará de rodillas bajo la cadena.
Comencé a despojarme de mi ropa mientras la señora salió de la habitación. Quedé completamente desnudo y tal como me ordenó me coloqué de rodillas bajo la cadena que colgaba del techo. Comprobé que había unos ganchos anclados en el suelo, desconocía su utilidad. Unos minutos después apareció en el umbral de la puerta la señora Dolores. Se había cambiado de ropa, se había puesto un uniforme de enfermera. Una bata blanca abotonada de manga larga hasta las rodillas, medias blancas y zapatos de tacón blancos. Quedé impresionado del cambio que había dado y a la vez el temor que infundada con esa vestimenta. Entró al interior de la habitación y cerró la puerta, sacó su manojo de llaves y cerró la puerta dando varias vueltas con su llave, quedando ambos encerrados en el interior.
Se dirigió hasta el armario situado a un lado de la habitación, el repiqueteó de sus tacones resonaba en la instancia a cada paso que daba. Abrió el armario y agarró varias cintas de cuero, esposas y más objetos metálicos. Se dirigió hasta mí y comprobé como agarraba unas tobilleras de piel gruesa. Se agachó hacia mí y colocó una cinta sobre mis tobillos, llevaba una hebilla metálica para ajustarla. Cerró mis pies fuertemente con la cinta de piel, posteriormente hizo lo mismo con el otro pie. Agarró dos pequeños candados, los pasó por la hebilla de las tobilleras y sujetó mis pies a los anclajes del suelo, descubrí cual era su utilidad. Mis pies quedaron atados y encadenados a los anclajes del suelo separados unos de otro manteniendo mis piernas abiertas.
Cogió las esposas metálicas y volvió a inclinarse hacia mí, agarró mis manos y las condujo a mi espalda, abrió las esposas y las colocó sobre mis muñecas, acto seguido las cerró y apretó duramente. Ahhhhhhhhh me quejé por lo apretadas que quedaron las esposas sobre mis muñecas.
– Te duelen, ¿verdad? , más te van a doler cuando lleves horas con ellas puestas – Me recriminó.
La señora agarró mis manos esposadas y las levanto para juntarlas con la gruesa cadena de metal que pendía del techo, sujetó la cadena a mis esposas con un candado resistente. Adopté una posición incómoda; de rodillas con los pies separados y anclados al suelo, mis manos esposadas a la espalda inclinadas en vertical hacia la gruesa cadena de metal que colgaba del techo, dejando mi culo al descubierto y completamente expuesto. Esta posición me obligaba a tener la cabeza inclinada y pegada al suelo. Ahhhh era muy incómoda la posición y las esposas estaban muy apretadas.
La enfermera se colocó delante de mí, solo podía observar sus zapatos blancos de tacón junto a mí, la posición mantenía mi cabeza agachada y me impedía poder observar que estaba haciendo. Levante con esfuerzo la cabeza para observarla y comprobé como sacó de su bata unos guantes de goma de los de uso domestico para fregar los platos, gruesos y de color amarillo. Comenzó a enfundarse los guantes de goma en sus manos, la quedaban muy ajustados, tenía unas grandes manos y brazos y la goma de los guantes entraban con dificultad. El sonido de la goma me estaba poniendo nervioso mientras se esforzaba por ajustárselos a sus manos. Finalmente consiguió que encajaran los guantes en sus manos, la llegaban hasta casi el codo por encima de la bata , y la quedaban muy apretados, parecían que podían reventar en cualquier momento, pero lo que pretendía era tener facilidad de movimiento y se ajustaran a sus manos.
Se dirigió hacia el armario, agarró un rollo de cinta americana de color gris y se dirigió de nuevo con ella hacia mí. Se plantó frente a mí y despegó el extremo del rollo de cinta mientras dirigió su voz hacia mí:
– No quiero escuchar una sola palabra, no me gustan los quejicas ni los llorones, no pienso escuchar una sola palabra o queja – Me dijo para intimidarme a la vez que continuaba despegando el extremo de la cinta americana.
Consiguió asustarme, entendí que pretendía amordazarme con la cinta, traté de disuadirla.
– No es necesario señora, no gritaré ni hablare – La pedí educadamente a la vez que volvía esbozar una sonrisa burlona.
– Ohhh sí…. ya creo que es necesario… Claro que gritaras, voy a castigarte duramente, eres un chulo engreído y necesitas disciplina, recuerda lo firmado, te advertí que no podrías pedir ayuda – . Me dijo duramente.
La señora levanto su bata blanca hasta su cintura, dejando al descubierto sus medias blancas de liga y unas grandes bragas blancas. Se bajó sus bragas con sus manos enguantadas por sus piernas hasta sacarlas por sus zapatos. Agarró sus bragas blancas entre su mano enguantada y las hizo un ovillo. Las acercó a mi rostro y me llegó un fuerte olor, estaban sucias, con restos amarillos y marrones.
– Abre la boca – Me ordenó.
Abrí la boca resignado tal como me ordeno y noté como introdujo sus bragas sucias en mi boca. Noté como su mano enguantada comenzó a forzarlas al interior de mi boca, utilizó su fuerza y las empujó para que entraran por completo dentro de mi boca. No entraban ¡¡ eran demasiado grandes sus bragas ¡¡ no conseguía introducir por completo sus bragas en mi boca. Sentí su mano de goma sobre mi nariz y la atenazó fuertemente:
– Abre más la boca o no te dejaré respirar – Me dijo seriamente.
Tapaba mi nariz entre sus dedos enguantados a la vez que sus bragas sobresalían de mi boca. No tuve más remedio que abrir la boca todo cuanto pude, para que soltase mi nariz y pudiese respirar. Ella empujó más fuerte con sus dedos enguantados hasta que consiguió que entraran por completo en mi boca. Sus bragas rellenaban por completo mi boca y las empujó hasta la garganta. Sentí nauseas ya que desprendían un sabor detestable, sabían a orines y suciedad de su trasero. La señora pegó el extremo de la cinta americana sobre la comisura de mi boca y comenzó a pegarla sobre mi boca y posteriormente rodearla sobre mi cara y cabeza. Dió una vuelta con la cinta sobre mi boca y cabeza, dio otra vuelta más, otra y otra, no escatimó en cinta, se aseguró que no pudiese escupirla. Un grueso rollo de cinta gris rodeaba mi boca y cabeza manteniendo sus bragas dentro de mi boca muy apretadas hasta la garganta.
La enfermera se acercó tranquilamente de nuevo hasta el armario, sabiendo que no podría ni escapar ni gritar. Agarró una correa gruesa y larga de cuero de color marrón y se acercó con ella sujeta en su mano enguantada.
– Bien, ahora demuéstrame como te escaparas, si no consigues escaparte tal como dijiste, utilizaré mi correa para azotarte con ella – Me amenazó
La señora se sentó en la silla que había frente a un escritorio a un lado de la habitación mientras me contemplaba fijamente. Traté de escaparme para dejarla sorprendida o quizás ridiculizarla, lo intenté con todas mis fuerzas, pero fue en vano. Mis pies estaban anclados por candados a mis tobilleras. Mis manos estaban esposadas a la espalda y era imposible que rompiese unas esposas. Mi boca amordazada no podía emitir el más leve sonido, al tratar de gritar notaba sus bragas en mi garganta y me impedían gritar, además de saborear el sabor rancio de sus bragas que me producían nauseas.
Tras varios minutos, se levanto la señora de la silla y se acercó hasta mí, noté la goma de su guante sobre mi cabello y tiró de él con fuerza bruta para levantar mi mirada hacia ella, mis ojos se humedecieron del dolor que sentí por su fuerte y violento tirón de pelo. Manteniendo mi cabeza sujeta entre su guante por el pelo me hablo perversamente:
– Eres un autentico estúpido, desde el primer correo que me enviaste deduje que eras un joven engreído que necesitaba una buena lección. Te burlaste de mí, menospreciaste y faltaste al respeto. Eres tan estúpido que decidiste ampliar la duración del secuestro, ahora vas a aprender verdaderos modales. Vas a recibir castigos severos, más duros de lo que habitualmente acostumbro, vas a sentir tanto dolor que desearas suplicar, pero no podrás. Van a ser las peores 48 horas de toda tu vida,. Empezaré rompiéndote el culo a correazos, así aprenderás – Me dijo con un tono muy serio que me asusto completamente.
La enfermera agarró su correa y se la enrollo sobre la palma de su mano enguantada. Se situó tras de mí y acto seguido escuche un silbido y un posterior ZAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSS
Su correa se estrelló sobre la piel de mi culo, me produjo un fuerte dolor que hubiese gritado de tal forma que se hubiese escuchado en varios kilómetros, pero no se escuchó nada de mi boca completamente amordazada . Antes de recuperarme de sus primer azote, recibí uno más fuerte ZAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS y acto seguido una nueva tanda de correazos ZAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS, ZAASSSSSSSSSSS, ZAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSS.
Su cinturón se estrellaba sobre mi culo con terrible fuerza, me provocaba un dolor bastante fuerte, una quemadura, un aguijonazo de avispa. Sus correazos continuaron sin detener el ritmo, al poco tiempo el dolor aumento considerablemente. Mi culo era un brasero en llamas, sentía que me ardía y cada azote mas y mas.
La señora comenzó a espaciar los correazos. Se inclinaba hacia atrás y descargaba su correa duramente contra mi culo. Cada azote era más y más doloroso. Demostró una gran experiencia con la correa, acertaba en el culo sin ningún problema con una fuerza considerable. El tiempo pasaba lentamente y su correa continuaba estallándose sobre mi piel.
– Te aseguro que no vas a poder sentarte durante una buena temporada, voy a asegurarme de ello, eres un estúpido – Me recriminó
ZAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSS ZAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS ZAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSS
Comenzaron a resbalar las lágrimas sobre mi mejilla, eran completamente dolorosos sus correazos. Cada nuevo correazo era más doloroso que el anterior. Nunca había recibido una azotaina tan dura en mi escasa experiencia.
La vieja señora se detuvo, guardó la correa de nuevo en el armario y se acercó de nuevo a mí:
– Dentro de unas horas volveré, si no has conseguido escapar tal como fanfarroneabas continuaré con tu castigo y te advierto será mucho más duro como acordamos – . La señora abandonó la habitación y me dejó allí encerrado.
Pasé varias horas allí encerrado, sentía un fuerte dolor en el culo, había quedado completamente dolorido y marcado por su correa. Al fuerte dolor de trasero se añadía el dolor de mis esposas, cada vez me apretaban mas, la incómoda posición en que me encontraba empeoraba mi situación y mi boca no paraba de degustar un apestoso sabor a orines y suciedad de su culo.
Horas después se abrió la puerta, entro mi captora y comenzó de nuevo a enfundarse los guantes de goma amarillos de fregar en sus manos, tuve que escuchar de nuevo el chirrido de la goma encajando en sus manos , me ponía muy nervioso y me intimidaba . Se dirigió hacia el armario sin mediar palabra para posteriormente acercarse a mí con un objeto metálico entre sus dedos:
– Veo que no has podio escapar, tal como te prometí el siguiente castigo sería mas duro si no escapabas. – La señora extendió su mano enguantada y me mostró unas pinzas metálicas para pezones .Eran completamente distintas a las que yo había visto o probado en experiencias anteriores. Erna 2 pinzas de metal unidas por una fina cadena metálica, cada pinza llevaba una minúscula especie de palanca.
– Ahora voy a castigarte con mis pinzas metálicas, es uno de mis castigos preferidos. Tienen 3 posiciones para apretarlas, cuando quiero castigar a un esclavo utilizo la segunda posición y se retuerce de dolor, contigo hare una excepción utilizaré la tercera, es la más dolorosa, te mereces que te castigue duramente. Sentirás un tremendo dolor te lo aseguro. Me dijo para asuntarme y lo consiguió sobradamente
Se inclinó sobre mí y acercó sus pinzas metalizas a mis pezones. Ajusto una pinza a mis pezón y colocó la posición primera, sentí un leve dolor, acto seguido colocó la otra pinza sobre el otro pezón. Acercó sus manos enguantadas a ambos pezones y giró a especie de diminuta palanca para ajustar las pinzas a la segunda posición. El dolor aumento considerablemente. Era un dolor fuerte, las pinzas apretaban mis pezones duramente. Me sujeto del pelo con fuerza como ya había hecho anteriormente provocándome un fuerte dolor para que mantuviese mi mirada ante la suya.
– Ahora voy a ajustar a la posición tercera, sentirás un dolor insoportable pero no será nada cuando tire de ellas. No debiste faltarme al respeto, te lo voy a hacer pagar imbécil- . Soltó mi pelo entre sus guantes y noté como giraba la pequeña rueda metálica que había en cada pinza para ajustarla en la última posición. Se escuchó un clikkkk en ambas pinzas.
Sentí un fuerte dolor, las pinzas apretaron con fuerza mis pezones. Transcurrieron unos segundos y el fuerte dolor se convirtió en insoportable. Noté un dolor muy fuerte, me provocaba un dolor muy intensó. Se me escaparon lágrimas de mis ojos debido al dolor. La enfermera agarró la silla que había junto al escritorio y se sentó frente a mí a observarme.
El dolor era muy fuerte, sus pinzas provocaban un dolor insoportable en mis pezones. La señora esbozó una sonrisa por primera vez y me observó detenidamente. Intentaba gritar pero era imposible, sus bragas continuaban amordazándome duramente, no podía emitir ningún sonido. El dolor era insoportable, apretaban con fuerza las pinzas a mis pezones.
– Llora cuanto quieras, no te las quitaré hasta que me plazca. – Me recriminó.
Comenzaron a resbalarse lágrimas por mis ojos debido al dolor. El tiempo transcurría muy lentamente, los segundos se convertían en horas.. El tiempo se había detenido, el dolor se incrementaba a medida que transcurría el tiempo. Deseaba suplicar a la señora pero no podía, tampoco podía moverme, solo aguantar mi dolor.
– ¿No ibas a escaparte estupido?, – Me preguntó retóricamente para burlarse de mí.
– Ahora voy a marcharme, cuando regrese si no has escapado como de hartaste de chulear aumentaré tu dolor – La señora se marchó y me dejó allí sufriendo el insoportable dolor de sus pinzas.
Desconozco el tiempo que tardo en regresar mi captora, para mí fue una eternidad, nunca me había alegrado tanto de verla, pensé que ahora me quitaría las pinzas, pero estaba completamente equivocado.
Mientras seguía sufriendo mi dolor la señora haciendo caso omiso a mi presencia se dirigió de nuevo hacia su armario. ¿Que me esperaba ahora? Agarró algo que no pude ver y regresó con ello en la mano. Me sujeto por el pelo con su mano enguantada y me mostro una especie de cepo pequeño, eran unas pinzas a modo de excavadora, desconocía que era aquel utensilio.
– Veo que no has conseguido escapar, aumentaré tu castigo, este cepo aprisionará y morderá tus testículos duramente, ahora te voy a enseñar modales – Quedé aterrado ante sus palabras.
Traté una vez mas de escapar pero era imposible, estaba encadenado y no podía romper las cadenas o esposas. Traté de gritar, suplicar o pedir ayuda pero solo conseguía que mis nauseas aumentaran debido al hedor de sus bragas en mi boca.
La vieja enfermera se colocó tras de mí, se inclinó y noté el contacto de sus guantes de goma colocando el cepo sobre mis testículos por detrás. Una vez lo ajusto liberó sus manos del cepo y este se cerró duramente sobre mis testículos aprisionándolos y mordiéndolos con sus púas. Me retorcía de dolor , era completamente doloroso. La señora me sujeto por el pelo y acercó su rostro al mío.
– Esto es lo que les ocurre a los imbéciles como tú. Vas a llevar las pinzas y el cepo hasta que yo quiera- Liberó mi pelo de entre sus manos y salió de la habitación sin volver la vista atrás. Escuché como cerraba la puerta desde fuera con llave.
. Fueron los minutos más dolorosos que había experimentado. Quedé inmovilizado y encerrado en la habitación siniestra aguantando mi dolor. Intenté quitarme el cepo o las pinzas pero mis manos estaban bien sujetas con las esposas y la cadena metálica que colgaba del techo. El dolor era terrible, trataba de mantener la calma, si intentaba gritar mi boca tan solo degustaba mas el sabor rancio de mi mordaza, me producía nauseas. Finalmente desistí y soporté mi dolor sin tratar de evitarlo, lloraba y me sentía completamente humillado.
El tiempo transcurrió muy lento, parecía que había pasado una eternidad hasta que la puerta se abrió de nuevo. Entró mi captora, la vieja enfermera sujetando una olla de cocinar entre sus manos enguantadas. Estaba radiante de felicidad, estaba disfrutando castigándome y torturándome. Apoyó la olla de metal frente a mí y la destapó. Observé como en el interior había sobras de alimentos de todo tipo, patata, legumbres, verduras. Su aspecto era repugnante, ¡¡ eran sus sobras de comida ¡¡.
– Hora de comer, no voy a dejarte morir de hambre. Ahora te comerás todo sin rechistar.- Me dijo sonriendo.
Aflojó las pinzas de mis pezones, las colocó en la primera posición, sentí un gran alivio. El cepo decidió dejarlo en mis testículos. La suplicaría si hubiese podido que lo aflojara o me lo quitase. . Seguidamente Comenzó a quitar la cinta americana sobre mi boca. Me quitó toda la cinta de la boca y antes de sacarme sus bragas de mi boca me hablo de nuevo con tono muy serio:
– Ahora vas a a permanecer completamente en silencio, si escucho una sola palabra te amordazo de nuevo y comienzo a castigarte, ¿Has entendido? – Afirme con la cabeza que la había entendido perfectamente.
Me sacó sus bragas de mi boca y respiré por ella aliviado. Permanecí en silencio mientras la señora introdujo sus manos enguantas dentro de la olla de metal. Comenzó a triturar la comida con sus manos. Agarraba sus sobras entre sus guantes de goma y los apretujaba hasta triturarlos. Realizó este proceso muchas veces hasta dejar la comida completamente triturada y hecha añicos. Se colocó sobre la olla, levanto su bata de enfermera y observé su coño lleno de pelos. Comenzó a orinar sobre las sobras que contenía la olla. Orinó durante un largo tiempo, se había guardado sus necesidades para este momento. De nuevo introdujo sus manos enguantadas en la olla y mezcló las sobras con la orina. El resultado fue muy desagradable, restos de comida triturados y orinados, creando una masa viscosa.
– Ahora vas a comerte todo sin rechistar, si escucho una sola palabra tendré que castigarte duramente – . La señora metió su mano enguantada dentro de la cacerola y agarró un puñado de sobras entre la palma de sus guante. Dirigió su mano hacia mi boca:
– Abre la boca cerdo- Me recriminó seriamente.
Me negaba a comer aquella asquerosa comida. Cerré la boca y apreté los dientes. La señora me miró fijamente de forma sería y enfurecida:
– No se te ocurra desobedecerme, he dicho que te vas a comer todo sin rechistar estúpido – acercó su mano enguantada al cepo de mis testículos y lo apretó duramente produciéndome un dolor inmenso. El dolor que sentí fue terrible, mis testículos estaban muy delicados debido a su cepo y ella agarró el cepo entre sus manos y lo estrujó con fuerza. El l dolor fue indescriptible., Grité de dolor y fue el momento en que ella aprovechó para introducir las sobras orinadas dentro de mi boca. Su sabor era repugnante, traté de escupir rápidamente la comida pero me encontré los dedos de su mano enguantada forzando la comida hasta mi garganta, no tuve más remedió que tragarla si no quería asfixiarme. Fue muy humillante. Descubrí que sus guantes de goma apestaban, desprendían un olor y hedor muy fuerte, ¿donde los había metido? Sabían a excrementos.
La señora acercó de nuevo sus manos hasta mis pinzas y las volvió a colocar en la situación tercera, la más dolorosa.
– Esto es lo que te ocurrirá cada vez que me desobedezcas, ahora traga todo o te dejaré las pinzas y el cepo durante horas – Me recriminó furiosa.
Volvió a meter una y otra vez su mano en la olla para repetir el proceso a la vez que apretaba el cepo en mis testículos con fuerza, gritaba pero ella aprovechaba para meter más y mas comida. Llegó un momento que tenía la boca llena y no podía tragar. La vieja enfermera cerró mi nariz entre sus dedos y me dijo que tragase o me asfixiaría. No tuve más remedio que tragar y tragar. La cazuela era muy grande, todavía quedaba mucho en su interior. Estaba completamente empachado pero a ella le daba igual, metió sus dedos de goma en mi garganta una y otra vez mientras apretaba el cepo o tiraba de las pinzas metalicas produciéndome un terrible dolor.
Terminé completamente la cazuela, la señora me miró aún furiosa:
– Esta noche la cena será igual, si se te ocurre desobedecerme no llevará orina, llevara algo peor, ¿quieres comprobarlo? – Me amenazó muy seria, entendí a que se refería.
La señora me dijo que ahora debía ausentarse y regresaría dentro de unas horas. Aproveché que no llevaba la mordaza puesta en mi boca para suplicarla.
– Por favor señora, quíteme el cepo y las pinzas – La rogué.
Recibí dos tremendas bofetadas en mi rostro, su guante me cruzó la cara de derecha a izquierda.
– Por supuesto que no, llevaras ambas cosas puestas hasta mi regreso, no haberme desobedecido, esto te enseñará – Agarró de nuevo sus bragas del suelo y las introdujo dentro de mi boca hasta la garganta. Comenzó de nuevo a enrollar cinta americana sobre mi boca y cabeza una y otra vez.
– cuando regresé continuaré tu castigo, esto no es nada con lo que está por llegar, ahora comenzare mis castigos favoritos, el dolor será insoportable te lo prometo – . La señora se marcho y me dejó allí encerrado soportando el dolor de las pinzas y el cepo.
Nunca antes había sentido tanto dolor, era inaguantable, era un completo infierno, no paraba de llorar. El tiempo pasaba y la señora no regresaba. Parecía que llevaba días allí encerrado y tan solo había transcurrido la mitad del primer día.
Debía ser de noche cuando regreso, tardo mucho en volver, varias horas, las cuales estuve soportando el dolor de las pinzas y el cepo. La señora entró en la habitación y me quitó todo piadosamente. Pensé que me dejaría descansar, pero estaba muy equivocado.
Observé como la señora comenzó a realizar unos preparativos, agarró una gruesa goma y la enchufó sobre una bolsa que comenzó a llenar con un líquido. Averigüé que se trataba de un enema. Se acercó a mí con la goma gruesa conectada a la bolsa con liquido en su interior .
– Voy a dejarte bien limpio, tendrás ganas de hacer tus necesidades, después tengo una sorpresa preparada para ti – . Me dijo con un tono burlón.
Se colocó tras de mí y note la boquilla del enema sobre mi ano. La enfermera sin la menor delicadeza comenzó a introducir la boquilla al interior de mi culo, provocándome un gran dolor. Una vez quedó dentro la boquilla del enema comenzó a descender el liquido hasta mi interior, llenando mi abdomen. La señora se sentó en la silla y dejó el enema en mi interior. Deseaba que me quitase el enema, producía un fuerte dolor retener aquel liquido en mi interior pero ya era consciente que lo dejaría dentro todo el tiempo que hiciese falta provocándome gran dolor.
Quedé completamente limpio tras su enema y la señora me indicó que era la hora de mi sorpresa. Sacó del bolsillo de su bata blanca algo minúsculo. No podía ver de qué se trataba hasta que mi captora me sacó de dudas:
– ¿Ves estos supositorios?, los he fabricado yo, producen un dolor insoportable en el interior del ano. Se disuelven y producen gran escozor en tu interior. Lamento comunicarte que su efecto es muy duradero, pueden duran varias horas. Los voy a dejar metidos en tu culo toda la noche, intenta dormir si puedes – .
La enfermera se aceró hasta mi culo, noté el contacto de su guante de goma y forzó un supositorio al interior de mi ano. Metió su dedo enguantado en mi ano y lo empujó hacia dentro, posteriormente introdujo otro supositorio y lo introdujo con su dedo de forma profunda . Agarró un tapón – Plug que colocó sobre el orificio de mi culo para que no pudiese expulsarlos.
– Va a ser la noche más larga de toda tu vida te lo prometo. No volverás a faltarme al respeto nunca más. Ahora disfruta de tu dolor. La última vez que los utilicé solo introduje uno y no paraba de llorar, tú eres especial, eres un completo estúpido, me faltaste al respeto y por eso tendrás dos – Me dijo burlándose de mi.
La señora se marchó de la habitación y me dejó allí encerrado. Ella llevaba razón fue la noche más larga que he vivido, el dolor era insoportable, sentía un tremendo escozor en mi ano y no podía hacer nada para remediarlo. Lloraba y lloraba sin parar , estaba recibiendo una verdadera lección.
La señora apareció al día siguiente, entró por la puerta y comenzó a enfundarse los guantes de goma por encima de su bata de enfermera. Cerró la puerta y echo la llave por dentro, se dirigió hasta mi:
– Nos quedan 24 horas todavía, voy a aprovecharlas al máximo, hoy duplicaré todos los castigos, lo de ayer no fue nada comparado con lo que te espera hoy. Prepárate por que hoy si vas a sentir el dolor de verdad, vas a vivir un verdadero infierno – Me dijo mientras se acercaba terminando de ajustarse sus guantes a sus manos.
2 respuestas
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