DIANA LA SULTANA
DIANA, LA SULTANA
Esta historia de amor, sexo, confianza y perversión, ha nacido en el seno de un matrimonio tradicional de una ciudad del Norte Argentino, marcada por su cultura religiosa católica. Diana y Carlos eran un fiel exponente de esa concepción de la vida, aunque algo de rebeldía explicita se demostraba en su modo de vida. Profesionales ambos, llevaban un buen nivel de vida en base a sus actividades bien rentadas pero habían decidido no tener hijos para gozar enteramente de sus vidas. De cuarenta y cinco años de edad, ambos, eran la envidia de vecinos y amigos por su buen humor y su estado físico. Lucían siempre atractivos, siempre atentos, cariñosos y hacían varios viajes en el año, aunque algo misteriosos, de los cuales no quedaba registro alguno en sus redes sociales.
Diana como medica cirujana con gran experiencia y solvencia profesional, desarrollaba una intensa actividad laboral en la que se destacaba su gran iniciativa, su deseo permanente de innovar en las áreas del conocimiento y su audacia y templanza en los momentos críticos en los cuales debía afrontar situaciones de riesgo con paciente críticos. En suma una gran líder en el ámbito profesional, a lo que sumaba su deslumbrante belleza e impactante cuerpo bien mantenido. Esta bella fémina, media 1,65 de altura, con un imponente busto y una cola de ensueño, gustaba de verse observada y deseada, tanto por hombres como mujeres, en especial en su ámbito de trabajo, manteniendo siempre una cordial y jovial alegría pero que al mismo tiempo denotaba un auto control y dominio de las situaciones. Ella tenía esa maestría de seducir y hacerse respetar al mismo tiempo, algo que podía ser una verdadera tortura para aquellas o aquellos que se obsesionaban con esa escultural mujer.
Carlos, abogado exitoso en el ámbito de los negocios inmobiliarios, alto y atlético, hacia grandes esfuerzos para mantenerse en forma por medio del remo y el running, disfrutaba de una secreta pasión en la relación con Diana: En la cama era un dominante empedernido, y siempre estaba pensando nuevas formas de prácticas de bondage, y sadomasoquismo. Inexorablemente cada dos o tres semanas, Carlos se las ingeniaba para presentar a Diana alguna locura nueva en la cual Ella seria, como siempre, el eje central de un delicado equilibrio entre placer dolor. Se sumaban a ello, los viajes. Escenario del mas elaborado de sus placeres, el mundo swinger, donde habían entrado lentamente por unos contactos de Carlos con varios grupos de conocidos del mundo de los negocios y cuyos encuentros, por discreción, se llevaban adelante en otras ciudades y a veces en otros países. Como siempre Diana seria el centro de sus placeres. No podía concebir ninguna forma de sexo grupal en la cual Ella no fuera la persona más atendida y la que más gozara. Su amor y su entrega hacia Ella se expresaban en varias formas diarias pero, en el sexo, era algo excelso y obsesivo, cuidarla, traspasar límites y hacerla gozar, era una devoción sagrada para El. Habían practicado intercambio de parejas, sumando a veces a alguna otra mujer, o en otros casos sumando a otro hombre. Además tríos con hombres o mujeres, sus preferidas: la bella Natalia o la inexperta Elvira. Y últimamente habían practicado un par de veces gang bang (tres o más hombres con una mujer) con dos amigos de otra ciudad, que descollaban junto a Carlos en los negocios inmobiliarios. Martin y Walter que eran diez años más jóvenes. Se habían vuelto seguidores adictos a Carlos y su intuición económica y su pasión por la belleza ardiente de Diana. Estaban prestos a gozar de esa monumental belleza, siempre en compañía y cuidado de su fiel marido.
Una noche, tendidos en la cama, luego de un memorable sesión de sexo duro, luego de ser sometida a ataduras varias, cortes de respiración e intensos momentos de spanking, que le dejaron ambas nalgas totalmente rojas, y varios orgasmos intensos, Diana en un gesto relajado y displicente, le dice a su bien amado Carlos:
Amor has visto la última novela de Turquía? Como me gustaría ser una sultana
Carlos: jaja pero que sorpresa, pero debes saber que toda sultana tiene un sultán que la domina
Diana: Esta sultana es de novela hot, Ella domina todo el imperio y gobierna sobre hombres y mujeres por igual… Es motivo de un juego sexual…¡
Carlos, a punto de entrar en sueño, y cansado luego de la agotadora sesión sexual, se dejo llevar accediendo a su pedido.
Bueno amor, cuando quieras lo hacemos. Fueron sus inocentes palabras, que le abrirían a un mundo de nuevas experiencias.
Días después, Carlos volvía temprano en la tarde, de una reunión de trabajo, pensando que nueva diablura podía inventar para renovar la pasión con Diana, cuando al ingresar al departamento se encuentra con un sorprendente cambio de look, cortinas nuevas, candelabros, frutas, alfombras. Estaba en un escenario oriental…¡ y descubre sobre un deslumbrante almohadón un paquete pequeño y una esquela finamente escrita que decía: Estimado súbdito, Ud sabe a qué hora llegare a mis aposentos, quiero que me espere de rodillas, en sumisión (El lo sabia, con las manos en la nuca y mirando al suelo) y al lado de la puerta de ingreso. Previamente deberá bañarse a conciencia, afeitarse la barba y comer algo de fruta. Además vestirá solamente las bragas cola less que están en el paquete, recuerdo del video que Ud. me dedico eyaculando sobre Ellas cuando viajo a España. Carlos no lo podía creer pero empezó a experimentar una inmediata erección que dejo a su abultado miembro como una roca.
Una hora después, se escuchaba el movimiento de la cerradura del departamento y Carlos estaba de rodillas y en posición de sumisión, sentía como caían gotas de líquido preseminal de su enorme pene mojando las diminutas bragas color crema. Al ingresar Ella, se vio sorprendido por la velocidad con que Diana le tapo los ojos con una venda negra que traía ya preparada. Luego lo rodeo lenta y parsimoniosamente y le estampo un beso suave en la nuca.
Amor esto te gustara le dijo.
Carlos presa de una sensación desconocida entre misterio y deseo, se dejo llevar, Diana lo tomo de ambas manos y lo guio lentamente caminando a oscuras en ese ambiente oriental hasta que se topo con la mesa que le daba en la cintura, en pocas segundos estaba doblado de bruces sobre la mesa, con las manos extendidas hacia abajo y atados sus pies y manos a las cuatro patas de la mesa, con un fino cordel de tela de gasa.
Pasaron unos interminables 30 minutos en los cuales escucho el agua del baño, sintió el olor del incienso, el olor de las velas al encenderse y unos extraños ruidos en el dormitorio, Diana se preparaba con ansias y su evidente postura pasiva le indicaba a Carlos que algo nuevo estaba por ocurrir. En total silencio Diana lo sorprendió al abrirle las nalgas con ambas manos y empezar chupar y lamer su ano, la excitación casi lo hace acabar pero la sultana paraba a tiempo al notar su respiración agitada, la maestría medica llevada al campo sexual le estaba por enseñar muchas cosas esa tarde. A los pocos minutos una cinta adhesiva le rodeaba el pene y los testículos en una especie de cinturón de castidad casero que le dejaba solo el glande afuera, y otra cinta le tapaba la boca. Podía pedir auxilio golpeando dos veces la pata de la mesa con una mano semi libre, según le explico Diana. Su pene estaba punto de estallar, sentía una nueva forma de placer que le tomaba todo el cuerpo, cuando pensaba que acabaría de solo pensar en lo que le estaba pasando sintió las manos de Diana abriendo de nuevos sus nalgas y poniendo lubricante en su ano. Cuando pensó que se recuperaría de esta nueva sensación, comenzó a recibir golpes en las nalgas con algo bien firme. Uno….dos….tres…cuatro…cinco….y luego la otra nalga….. Estaba en un punto inequívoco. Estaba experimentando lo que antes daba…¡ placer y dolor al mismo tiempo…¡¡
Sin darse cuenta ya tenía algo metido en el ano, sabía que había varios plugs anales que El mismo usaba con Diana y sabia lo que se venía. Golpes….uno…dos…tres…cuatro…cinco… cambio de plug por otro más grande…y uno…dos…tres ..cuatro…cinco…. Se imaginaba sus nalgas muy rojas y los labios vaginales de Diana totalmente mojados. Alternaba los toques anales, los golpes a sus enrojecidas nalgas y unas breves caricias a su glande, que lo mantenían en una especie de nirvana. Más tarde descubriría que la sultana lo golpeaba con una paleta de tenis de mesa.
Cuando parecía que iba a desfallecer, Diana lo soltó de la mesa y manteniendo los ojos vendados lo llevo de las manos hasta su mullido sofá en el que se deleitaba viendo futbol y tenis, ahora el mismo mueble tenía otro propósito, el placer de su sultana. Lo hizo sentarse en el suelo, apoyar la nuca en el sofá con la cara hacia arriba, y le quito violentamente la cinta de la boca. A los pocos segundos comprendió sus nuevas obligaciones. Diana, de cuclillas sobre su cara, hacia lamer sus labios vaginales y su ano, se deleito con sus jugos y lamio y chupo con gran placer. Carlos sentía que un nuevo plug le dilataba aun más el ano, tratando de no pensar en lo que se venía, se concentro entonces en el clítoris de la sultana y cuando lo pudo chupar con fuerza, Ella estallo en un interminable orgasmo, que le arranco gemidos y espasmos.
Cuando Diana se hubo recuperado de la enorme descarga, llevo a pasear al súbdito por distintas partes del departamento, en cuatro patas, ya sin bragas, con un cinto rodeando el cuello, manteniendo los ojos vendados y el plug firmemente inserto en el ano, su glande dejaba un rastro de gotas de liquido a su paso. Carlos no podía creer en semejante poder, pero se dejaba llevar subyugado en ese nuevo rol pasivo. Terminado el paseo y ya en el borde de la cama se renovaron los golpes en sus rojas nalgas..uno..dos…tres..cuatro..cinco..Debía contar el súbdito. Luego su pene y testículos se vieron liberados por una inquietante tijera y estando ya boca arriba sobre la cama, Diana lo monto tragando todo su pene con voracidad y muy lubricada, le prohibió moverse y tocarla, sus movimientos fueron in crescendo hasta tener otro vibrante orgasmo a horcajadas sobre El.
Carlos suplicaba poder descargarse, sintiendo un deseo-dolor que le arrancaba desde los testículos y tomaba toda su pelvis.
Cuando se hubo recuperado Diana, le pregunto dulcemente: “Súbdito, su pajarito tal vez quiera cantar”?
SIII por favor…¡ respondió Carlos
Bueno, pero todavía hay tarea, le dijo Diana, y además necesito un promesa.
Cual? Pregunto Carlos
Quiero dominar a tus amigos Martin y Walter, ordeno Diana.
Concedido, no sé cómo… pero lo hare…dijo Carlos, desesperado
Luego de ello. Estando acostado boca arriba, Diana le levanto las piernas y llevo muy hacia atrás sus tobillos hasta atarlos bien abiertos, a la reja de la ventana con cordeles de seda, además ato sus manos detrás de la nuca, manteniendo además los ojos vendados, su exposición y vulnerabilidad era total… Estaba probando su medicina y ello lo ponía realmente inquieto y excitado aunque le costara reconocerlo. Diana empezó a sacar el plug, sintiendo inmediato alivio en su dilatado ano, pero casi en forma simultánea comenzó a percibir que algo verdaderamente más grande se abría paso..y encima con gran facilidad… Era el juguete grande (falo) con el que solía preparar a Diana para el sexo anal. Ya estaba casi todo adentro y comenzó a moverse suavemente y luego de varios minutos de placer-suplicio, cuando sintió la boca de Diana tragar enteramente su pene, fue el acabose y en tres sacudidas, le provoco un enorme orgasmo que le llevo a un punto de placer desconocido, fue el polvo más intenso de su vida. No pudo contener un ronco gemido que sin dudas se habría escuchado hasta en la Iglesia de la media cuadra. Cuando Diana le saco la venda de los ojos podía ver como chorreaba su semen de la boca. Se fundieron en un interminable beso de amor apasionado de saliva y jugos sexuales.
En el transcurso de los próximos meses, en forma lenta y casi imperceptible, la balanza del poder se estaba inclinando hacia la bella fémina, en todas las actividades de la casa, disfrutando Ella de nuevas libertades que la hacían sentir realmente plena. Carlos se volvió más atento y dispuesto a sus requerimientos diarios. Su vida transcurría normal y Diana daba muestra de paciencia no mencionando el crédito sexual arrancado a Carlos en un extorsivo momento de placer.
Pero, “promesas son deudas” según dice el refrán. Un día viernes estaban cenando en casa cuando Carlos le dice: Amor recuerdas el caso de la quiebra de la empresa financiera que se destapo la semana pasada con varios legisladores implicados? Si, lo recuerdo, replico Ella.
Pues resulta que unos amigos estaban seriamente comprometidos con sus ahorros depositados y fueron a verme desesperados pidiendo ayuda con unos registros contables de la inmobiliaria que le permitirían extraer sus recursos de la quiebra, a lo cual accedí. Te aclaro que sin riesgo legal para Nosotros amor, aclaro Carlos.
No quiero imaginar cuánto dinero les habrá costado ese salvataje financiero esos pillos, comento Diana
Por ahora, nada, respondió Carlos.
Quiénes son?, pregunto Ella intrigada.
Son nuestros amigos Martin y Walter, mañana saldré a remar con Ellos y le comentare sus nuevas obligaciones para con la sultana, dijo Carlos.
Diana sintió en el acto un enorme calor que subía desde sus entrañas y como sus labios vaginales empezaban a mojarse rápidamente.
Luego de un par de días de preparativos en su casa de fin de semana de las afueras de la ciudad, finalmente recibirían a estos entusiastas amigos, siempre dispuestos a disfrutar de la belleza y la pasión desenfrenada de Diana. Por su parte Carlos solo les había arrancado la promesa de obedecer ciegamente a la sultana, sin abundar en detalles de todo lo que les esperaba.
Llegaron apenas cayó el sol y las sombras de la noche ganaban espacio en el horizonte, los esperaron en la barra de la enorme sala de estar vidriada con vista al rio que tenía el lugar. Los jóvenes visitantes no prestaron atención al entorno de la decoración, había almodones por todo el ambiente, varias mesas, un extraño caballete cubiertos de mantas, velas, música suave y el dulce olor del incienso. Luego que saludaron a Carlos, se acerco Diana ataviada con un vestido florido acorde con la estación primaveral. Ambos –Martin y Walter- estaban al palo y Carlos disfrutaba de un conocimiento cómplice, aunque sabiendo que también recibiría lo suyo por parte de la sultana.
Tomaron un par de copas de champagne, y comieron una picada de alimentos frugales, dátiles, frutas, frutos secos y queso, acorde a la especial ocasión. Cuando la charla se torno amena entre los “muchachos”, Diana les anuncio que iba ponerse algo mas cómodo. El ambiente se torno eléctrico y expectante. Carlos comenzó a sentir una erección que le desbordaba las bragas cola-les, que traía puesto por capricho de Diana, debajo de sus pantalones.
Cuando Diana regreso al salón los dejo boquiabiertos, lucía un atuendo totalmente negro, un top casi transparente que enmarcaba sus redondos pechos, portaligas, medias altas, zapatos de tacón, cabello mojado y recogido y a la vista de todos, sin bragas, su desnudo y apetitoso sexo, con unos labios que a brillaban de mojados. Al dar un rodeo, mostrando su figura y su redonda cola desnuda, se escapo un suspiro de la boca del prudente Walter, el más dotado de los tres.
Se paro luego en pose real y le dijo a todos: Señores súbditos, esta noche dispondré de sus cuerpos y de su placer a mi entera voluntad. No tienen permitido eyacular sin mi permiso.
Se acerco Diana y le dio un largo beso en la boca a Carlos, como dando formal comienzo a la fiesta, para luego repetir con Walter y Martin. El ambiente ya estaba a punto. Luego repartió vendas de tela negra para los tres, que debieron atarse unos a otros, a la altura de los ojos que les impedía totalmente la visión. Allí quedaron los tres hombres de pie, clavados en su lugar y apoyados en la barra para tener una referencia. La música cambio y paso a ser una tecno instrumental suave, serpenteante y sugerente.
Y de esa pasmosa quietud, los fue rescatando Diana, uno por uno, a sus deseados “súbditos” privados de la vista.
Primero se llevo a Carlos hasta un sillón sofá, le saco suavemente toda la ropa, dejándole puesto el tanga cola-les que se escapaba el duro miembro por un costado, y luego sentado recibió este un fenomenal sexo oral de parte de Diana hasta casi acabar, tragando totalmente ese pene que tanto gozaba, cuando ya estaba en un punto casi critico, lo dejo quieto y cerro su boca con una cinta adhesiva.
A continuación fue el turno, de Martin, a quien trato con una sospechosa dulzura. Cuando ya estaba totalmente desnudo. Su falo era un mástil solitario sin caricias. Lo paseo con varias vueltas en el salón hasta quedar desorientado, de no saber donde estaba. Tomándolo de las manos lo coloco de bruces sobre un caballete y ato sus manos y pies con cordeles de seda a las patas. Ese cuerpo juvenil estaba enteramente a su merced. Con suma paciencia y maestría, Diana le rasuro toda la cola, el perineo y los testículos, le paso una crema de frutilla en toda la zona, y comenzó a comerla con esa boca ardiente, se detuvo largo rato a chupar su ano, el cabezón miembro de Martin, parecía querer tomar vuelo y varias líneas de liquido caían sobre el piso. Cuando Martin creía que esta por acabar Diana se detuvo, y para entonces ya lucia un pequeño plug anal, colocado en medio de lamidas, nalgadas y suaves mordeduras.
Por último se acerco a Walter, le quito toda la ropa allí mismo, deteniéndose a admirar y tocar ese grueso miembro que varias veces la había visitado en todos sus orificios, acerco una banqueta alta donde lo obligo a sentarse, para dedicarse a intentar tragar ese enorme miembro, lo cual consiguió solo en parte, el joven hacia esfuerzo por pensar en otra cosa que no sea esa boca de fuego que se comía su abultado miembro, tratando de cumplir su deseo de descargar solo cuando ella lo permitiera. Subyugado como estaba por ese desconocido poder, sintió como Diana le fabricaba un improvisado cinturón de castidad con cinta adhesiva, dejando oprimidos sus testículos y gran parte del pene, solamente la enorme cabeza asomaba como un feroz animal chorreando liquido profusamente.
Diana busco un tetera de fina cerámica sin tapa y la dejo sobre la barra.
Luego traslado a Carlos y Walter hacia una enorme cama king que había hecho trasladar hasta el salón. Su reinado iba en auge y la tensión sexual se sentía en el ambiente, los mantenía a ambos con los ojos vendados, boca arriba y realmente muy al palo con sus penes totalmente erguidos. Le ordeno al oído a Carlos que se sacara la venda de los ojos y le trajera la tetera hasta al lado de la cama, en completo silencio, mientras ella, con una tijera corto el encintado cinturón de castidad de Walter y empezó a cabalgar su enorme miembro que le llenaba toda su ardiente y húmeda vagina. Sentir como se deslizaba en su interior ese abultado pene a la vista de su marido era un placer indescriptible.
El espectáculo que observo entonces Carlos fue una escena digna de una película del genero, con su mujer a horcajadas sobre Walter y con Martin atado y totalmente expuesto con la cola en pompa como lo había estado El, a merced de las depravaciones de Diana.
Acerco la tetera al lado de la cama, con la música tecno retumbando en sus oídos, se acostó como estaba y se volvió a poner la venda a la espera de los caprichos de Diana, que gemía sin parar gozando de aquel gran pene. De pronto se levanto sobre Walter, le quito violentamente la cinta de la boca a Carlos y se sentó sobre su cara. Este, sabía lo que tenía que hacer, tomando su hinchado clítoris lo lamio y lo chupo con devoción y en menos de un minuto estaba arrancando un tremendo e intenso orgasmo a Diana, que se relajo sobre la enorme cama.
Pero esa era su noche, apenas dos minutos le tomo recuperarse y se acerco a sus dos súbditos más cercanos, tocándoles delicadamente a ambos el ano, preparando el campo de batalla. Cuando los tuvo lubricados les inserto un plug anal mediano a cado uno. Walter gemía y decía que no daba más, en tanto Carlos parecía resistir un poco más el intenso placer.
Walter, ahora vas a darme tu leche, le dijo Diana y empezó a tragar su enorme pene y cuando estaba apenas por la mitad, estallo en su boca con una tremenda profusión de semen, y sonidos guturales, claro reflejo del enorme placer que recibía. Diana no trago una sola gota, y manteniéndolo en la boca se traslado hasta el borde la cama donde descargo todo el néctar en la tetera. Su perversa mente ya tenía un objetivo para ese especial juego de recolectar leche masculina.
Mientras dejaba descansar a Walter desato a Martin del caballete y lo traslado a tientas y con los ojos vendados hacia su cama King. Lo puso de rodillas en el piso con la cabeza apoyada sobre la cama, se deslizo debajo suyo y se dedico a felar ese pene cabezón mientras tocaba suavemente su plug anal para estimularlo, el placer era tremendo y Martin empezó a suplicar que lo deje descargar. Entonces Diana se detuvo y con una rápida maniobra, le quieto el plug anal y lentamente le fue colocando un nuevo plug más grande de color rojo. Una vez inserto, noto una mueca de dolor y placer en el rostro de Martin. Su ano lucia muy dilatado, y le esperaban más sorpresas todavía.
Con todo el ajetreo su marido Carlos estaba muy excitado sin saber que haría Diana a continuación, cuando entonces todavía privado de la vista sintió como le tomaba el miembro con las manos y se sentaba sobre él, hundiéndose hasta lo más profundo de su mojada vagina. Diana lo cabalgo dos minutos en forma violenta y estallo en otro orgasmo largo y fuerte, cuando Carlos suplicaba por hacer “cantar su pajarito”, se levanto le dijo que podía terminar y apenas acerco su boca al pene, recibió una descarga que le lleno la boca totalmente. El semen fue a parar a la tetera y ya iban dos polvitos acumulados.
Luego levanto a Carlos de la cama y lo hizo pararse detrás de Martin que seguía arrodillado con la cabeza apoyada sobre la cama, cuando le quito la venda, vio el erótico espectáculo, el joven tenía el plug rojo enorme inserto en el ano, mientras Diana se deslizo por debajo y empezó a mamar ese pene cabezón, y antes de un minuto, Martin no pudo resistir y descargo su leche en la boca de Diana, que no pudo sostener todo en la boca y debió tragar una parte. Luego deposito el tercer cargamento de semen en la tetera y le dijo a Martin, que seguía gimiendo de placer: Sr Súbdito Ud. acabo sin permiso, algún castigo tendrá que llevarse, así es la ley.
Luego sentadas sus tres víctimas en la gran cama, y nuevamente con los ojos vendados recibieron, unos mimos, unas caricias de Diana, les dio de comer fruta en la boca y les dio de beber jugo de naranja. Sus sorprendidos varones, con las colas dilatadas con los plugs anales, todavía tenían mucha leche que dar.
Y Diana iba por más, le quito la venda a Carlos su marido y le dijo al oído: Amor prepárame la cola y se sentó sobre su cara. Encendido Carlos lamio y chupo ese ano de la forma que solo El sabia hacerlo a su sultana, en dos minutos ella estaba tan mojada que el hombre tenía toda la cara mojada: Ayy, bb que lindos regalitos me das pero debes seguir obedeciendo, le dijo Diana que se retiro para no gozar tan pronto.
Luego le dio otras instrucciones secretas a Carlos, convertido ya a esta altura en su asistente sexual.
Permaneciendo los dos jóvenes -Martin y Walter- privados de la vista, acostados boca arriba, se dedico con su experta boca a ponerlos bien a punto, con profusos gemidos de ambos. No lograba tragar el enorme monstruo de Walter, pero tenía un regalito para El y por ende para Ella. A una seña hacia Carlos este le acerco un preservativo extra large y Diana se lo coloco con la boca, en una operación excelsa aprendida de su amiga Natalia, compañera de otras aventuras. Luego se sentó lentamente sobre Martin ubicado a solo centímetros, que no paraba gemir sintiendo que su miembro cabezón entraba en esa ardiente y mojada caverna. Carlos guio luego a Walter, que continuaba con los ojos vendados, hacia la espalda de Diana, y este se dio cuenta de lo que estada por ocurrir al ubicarse de rodillas acercando su gran pene a la venerada cola de Diana que se movía sobre Martin, dijo: Ayyy Diana déjame acabar en tu cola. Le rogo Walter. Veremos cómo te comportas dijo Ella.
Luego la tomo el joven de la cintura mientras Carlos le abría las nalgas a Diana, y empezó lentamente a entrar en ese preciado culo, preparado y lubricado por el marido. A cada centímetro de ingreso anal, el fiel esposo agregaba lubricante para mayor placer de su sultana. Cuando hubo tenido ambos deliciosos trozos de carne en su interior, Diana comenzó a moverse lentamente para alargar el placer. Ambos jóvenes no podían para de gimotear. A una seña de la sultana, Carlos busco debajo de la cama king y encontró algo que ya conocía en su propia carne, las paletas de ping pong (tenis de mesa), se ubico detrás de Walter, y apenas Diana aumento la velocidad, comenzó a azotar sus mullidas nalgas en forma simultánea.. uno….dos….tres….cuatro….cinco.. Paraba unos instantes y luego retomaba. El sorprendido Walter conoció por primera vez el placer y el dolor extremos, suministrados al unísono, tremendamente excitado, suplico a Diana: Sultana, por favor…¡¡ Quiero acabar… Ella demoro un larguísimo minuto en responder y luego dijo: Dame tu leche en la cola….
Acabo Walter con tremendos espasmos. Al tiempo que Diana, doblemente visitada y dilatada se abandonaba a un orgasmo tan intenso que casi de desvanece. Luego de recuperarse, salió lentamente de ambos jóvenes pese a las quejas de Martin que también quería “hacer cantar su pajarito”. Sr Súbdito Ud. se porto mal, acabo sin mi permiso, todavía tiene tarea, le espeto Diana y con otra seña a Carlos, este tomo el preservativo extra large de Walter y vertió el contenido lechoso en la tetera de cerámica.
Luego de otra ronda de frutas para todos y dejando al exhausto Walter en la cama, Diana traslado a Martin -que seguía con los ojos vendados- hacia el fatídico caballete donde le esperaba una nueva experiencia. Con la ayuda de Carlos el joven fue colocado nuevamente de bruces y fueron atadas sus manos y pies las patas del rustico mueble. Asustado y agitado, Martin no paraba de suspirar, totalmente expuesto, privado de la vista y bajo el poder la “nueva” Diana, era un viaje lleno de miedo.
Ella se acerco y le hablo al oído: Me habías dicho alguna vez que tuviste experiencias con un gay, como esta hoy esa cola tragona?
Fue una mentira Diana, solo lo dije para impresionarte, no soy Gay… por favor…¡ ¡ Con Vos disfruto todo, mi cola es tuya... Suplico Martin.
No te preocupes, solo seré Yo, pero nada es gratis bebe, contesto Ella.
A nueva seña de la sultana, Carlos extrajo de debajo de la cama un paquete cerrado y al abrirlo, abrió los ojos sorprendido como nunca, era un arnés strap on y un falo realmente mucho más grande que el que él había probado en su anatomía.
Con la ayuda de su paje-marido, se coloco Diana el arnés luciendo el enorme falo en su pelvis. El cuadro era glorioso, esa hermosa mujer, convertida en una excelsa domina, en tan solo dos encuentros (el primero fue solo con Carlos), se paseaba ampulosamente por el gran salón contemplando a sus sirvientes. Ya con la tetera cargada con el semen de sus tres hombres en una mano, con la otra comenzó a sacar lentamente el enorme plug rojo que se resistía a salir del abierto culo de Martin. Cuando hubo terminado de salir, pudo ver lo dilatado que había quedado su orificio, y sentía nuevamente una enorme excitación, sus jugos mojaban sus labios vaginales y le caían por las piernas.
El expuesto Martin, atado al caballete escucho sorprendido: Te voy a lubricar cariño…¡, y Diana comenzó a verte en el interior de su dilatado recto, el contenido de la tetera de cerámica, extraído de sus tres sumisos. El joven sintió correr en su interior el viscoso líquido al tiempo que noto que algo mucho más grande que el plug rojo, se abría paso lentamente. En escasos segundos tenia inserto el enorme falo hasta su base. Martin bufaba y no podía creer lo que estaba viviendo y gozando, sin saber que Carlos era un testigo silencioso de esa tremenda sodomizacion. Diana disfrutaba cada empujón con su gran pene artificial como si fuera una guerrera victoriosa, su excitación era casi descontrolada y comenzó a penetrar con más ritmo, el abundante semen derramaba por los contornos del ano.
Como estas cariño? Pregunto dulcemente a Martin. No puedo más Diana me gusta mucho, que rico..¡Quiero acabar por favor…¡
Diana extendió la mano para tocar su solitario y abultado miembro con la intención de mastúrbalo y apenas lo toco le dijo suavemente al oído: Dame tu leche esclavo.
La respuesta fue sorpresiva y casi inmediata, Carlos se derramo profusamente en el piso, en el medio de unos alaridos impresionantes.
Placer y dolor…. Pensó para sus adentros el sorprendido Carlos, testigo privilegiado.
Luego de un descanso, y ya recompuestos Diana junto a sus tres súbditos –sin vendas ni plugs anales- dialogaban entretenidamente de otras experiencias sexuales tendidos en la inmensa cama, cuando la bella doctora los sorprendió diciendo: Bueno mis pajes, quiero una última alegría.
Ohh no. ¡La cola no…¡ Dijo Carlos y Walter abrió los ojos asombrado, ya que nada sabia del castigo-premio aplicado a Martin en esa misma noche.
Jajaja, la carcajada de Diana fue acompañada por sus seguidores sin saber qué cosas pediría la insaciable fémina.
Quiero sus bocas en mis tres orificios, me he ganado el último polvito. Walter y Martin, los quiero a los dos acostados boca arriba y tocándose la cabeza como si fueran una sola línea, ordeno Diana.
Cumplido su deseo, Diana se ubico parada sobre ellos, con los pies abiertos y al lado de ambas cabezas y se sentó lentamente sobre sus caras colocándose de rodillas. A Martin le toco el ano, y Walter la vagina, sus jugos caían abundantemente, luego de tragar los exhaustos jóvenes comenzaron a lamer y a chupar para deleite y gozo de su sultana. Con una seña suya se acerco Carlos y la beso largamente en la boca.
El deleite de Diana era tremendo, llenas de lenguas sus tres cavidades, todas habían sido visitadas, comenzó a hacer un recuento mental de lo ocurrido esa noche, la lengua experta de Carlos, la nalgas rojas de Walter y su gran pene, el derrame de semen en la cola de Martin, y de nuevo la sensación de las tres lenguas que la habitaban triple y simultáneamente… Exploto en el orgasmo más fuerte de su vida, hasta caer literalmente desmayada.
Diana despertó en el medio de la noche sufriendo una gran confusión, eran las cinco de la mañana y estaba acostada en su cama al lado de su amado Carlos que dormía apaciblemente, intento recordar y se apareció en el acto la noche de romance que había tenido con su marido, en esa misma cama, antes de dormir.
Luego respiro profundamente y vinieron a su cabeza las imágenes de la fiesta con sus dos jóvenes preferidos, y todo lo hecho, toda su vitalidad, su dominación y su poder sobre ellos. ¿Sería cierto o fue un simple sueño erótico?
Recordó su último deseo de la noche y para comprobarlo levanto la sabana suavemente y con gran suspenso. Carlos lucia puesta la diminuta bombachita cola-les de color negro que tanto le gustaba.
Era entonces verdad, sus días de mujer dominante, apenas habían comenzado…
Argentina Año 2018
Epifanio Gutierrez
2 respuestas
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