
Por
Anónimo
Despido improcedente
Hola, mi nombre es Cristina, tengo 35 años y vivo en Madrid. Me he decidido a publicar mi primer
relato, basado en mis experiencias reales, después de pensármelo en varias ocasiones. Llevo años
leyendo esta web de relatos y creo que me puede servir de válvula de escape. No me considero una
mala persona aunque muchos lo pensareis, pero mi conucta dominante y el placer y excitación
sexual que obtengo con mi forma de comportarme, hace que no pueda evitar seguir con mi
comportamiento.
Actualmente estoy separada, tengo 2 hijos y trabajo como ejecutiva para una gran empresa, en el
departamnto de recursos humanos. Tengo una muy buena posición económico/social debido a mi
familia y mis altos ingresos, que hace que no me tenga que preocupar lo más mínimo por mi
economía en toda mi vida.
En este primer relato explicaré cómo empezó todo. A partir de aquel dia, todo cambió para mi. Parte
de mi trabajo en mi empresa, es la contratación de nuevos empleados y el despido de aquellos que el
consejo de dirección considera oportuno. Rodrigo entró en mi depacho, de immediato le di la carta
ara que la leyera y firmara el finiquito. La empresa había decidido prescindir de sus servicios. Nada
fuera delo común hasta hace unos años, cuando en trabajo estaba mejor que entonces, pero en 2008
y al comienzo de la crisis en la que estamos, a Rodrigo de 51 años era como si le hubiese dado una
cadena perpetua.
– Cristina, ¿cómo puede ser?- preguntó él tímidamente
– Necesidades de la empresa- era siempre mi respuesta políticamente correcta
– ¿Sabes cual es mi situación? No pueden hacerme esto. ¿Con quién tengo que hablar para
solucionar este tema?
– Rodrigo, puedes contarme tu situación si quieres, pero no cambiará la decisión tomada.
En aquel momento algo dentro de mi me estaba excitando. No sé por qué le había icho que me
contara su situación, pero quizás lo que quería era ver cómo se humillaba a explicarme sus
problemas.
– Por cierto, tienes que hablar conmigo para discutir el asunto. La empresa ha delegado en mi esta
responsabilidad.
Tampoco sé por qué le dije aquello. Realmente la decisión era irrevocable. Pero quería sentir a
aquel pobre hombre en mis manos y saber hasta dónde llegaría. Quería saber si me iba a suplicar y
rogar que no fuese despedido. Es más, lo estaba deseando.
– Cristina, mi mujer está en paro, mis hijos no trabajan y debido a mi supuesta estabilidad laboral,
he solicitado préstamos e hipotecas que evidentemente debo pagar. Si me quedo sin empleo, mi vida
se arruina por completo. Además creo ser un buen empleado y que la empresa no debe tener
ninguna queja respecto a mi, ¿no es así?
– Siento tu situación económica y no, la empresa no tine quejas, pero esta es la decisión. Estaba
entre dos personas, y muy a mi pesar te ha tocado a ti.
Ya lo tenía a mi entera disposición. Después de mi última afirmación sólo le quedaba una opción.
Suplicarme para que yo cambiara mi decisión, pero…..¿se arrodillaría delante de mi? Esa era mi
aspiración y eso es lo que yo querá sentir. Que debido a mi posición de poder, Rodrigo se arrodillara
frente a mi para rogarme. Sólo de pensar en a situación, moje mi tanga de la excitación. Tengo que
decir que todo fue más fácil de lo que yo esperaba y debido a una torpeza porparte de él.
En un movimiento brusco y sin darse cuenta, Rodrigo tiró de mi mesa mi porta-lápices, cayendo
todos mis bolígrafos al suelo. Si no me pidió perdón diez veces, no lo hizo ninguna el pobre infeliz.
2 respuestas
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