
Por
Anónimo
Soledad
«¿Qué buscas?»
«¿Qué busca un pescador cuando echa la caña?»
No me aclaraste mucho.
En nuestras primeras conversaciones te conté más de mi vida de lo que le he contado a nadie. Sí, quiero que me conozcas y conocerte pero ¿para qué? No tengo ni idea.
No sé si sería capaz de volver a confiar en un hombre como para compartir mi vida otra vez. Pero por alguna razón me siento bien contigo. Tu físico es agradable, tu mirada seductora, eres inteligente, culto, educado, de conversación ágil, me haces reír y me has acostumbrado a tus mensajes diarios, a tus gifts eróticos, a nuestras noches de películas compartidas por WhatsApp, a tus buenos días y a mis buenas noches. Incluso hemos compartido confesiones que para mí eran inconfesables; empezaste con las tuyas y eso me dio confianza.
Nuestra primera cita fue convencional; paseo en moto, ruta turística, comida en un restaurante, conversación amena, algunas risas y una cordial despedida.
La segunda fue más completa. Después de cenar me invitaste a tu casa y los dos sabíamos lo que eso significaba; copa, charla, tonteo y cama. No pude evitar romper a llorar después del intenso orgasmo. Mi bloqueo emocional aún era importante pero pareció no afectarte. Y yo agradecí que no lo mencionaras a la mañana siguiente. Cuando salí de tu casa, ya en el ascensor, después de un hasta luego un tanto incómodo, lo sentí. Era el peso de la soledad. Una soledad que no había elegido yo. No, esa mañana no me hubiera marchado de tu lado y no era solo por la intensa noche de sexo; acababa de despertarse en mí un deseo de compañía que no había necesitado en años. De tu compañía.
¿Por qué? Es un pervertido. ¡¡Te ha contado suficientes cosas como para salir corriendo!!
Sin embargo aquí estoy otra vez tirándome de cabeza hacia una relación sin saber siquiera si hay agua en la que flotar.
La tercera cita fue más caliente. Me ofreciste jugar. Yo debía acudir con vestido y sin bragas, para darle más morbo a la cita. Tú me habías contestado a mis múltiples interrogatorios acerca de la sumisión. Por lo visto he sido sumisa sin saberlo y desde luego sin consentimiento. Lo que me propusiste era diferente. Solo un juego de dos; pactado, consentido y divertido para ambos.
¿ Por qué no?
Desde el momento en el que tus ojos se clavaron en mí comencé a mojar y mi cara enrojeció al sentirme observada. Temí manchar el asiento de tu coche e intenté bajar más la minifalda roja de cuero pero fue en vano.
Durante la comida en la terraza de aquel restaurante,frente al mar, terminamos una conversación que habíamos dejado a medias por chat: contrato de sumisión. Yo no podía creer que a alguien le pusiera cachondo la mitad de las cosas que allí había escritas. Por suerte tú tampoco.
«Hay cosas que nunca haría porque no me atraen».
Menos mal.
Durante nuestra conversación tus manos buscaban mis muslos por debajo de la mesa mientras tus ojos traviesos contaban los pequeños lunares de mi escote o se fijaban en mi boca mientras te interrogaba sobre prácticas de bdsm; un mundo desconocido para mí.
A una mujer se le puede poner cachonda de muchas formas pero estimular la mente es una de las que más me ponen. Y tú lo dominas a la perfección. Me explicaste lo que es un squirting y cómo conseguirlo. Tengo que admitir que la idea me seduce bastante.
«En solitario lo he intentado pero no lo he logrado».
«Yo siempre lo he sacado; requiere técnica».
Uuuffff, eso hay que probarlo.
Pero ese día solo disponíamos de un ratito que aprovechamos en el coche frente a unos edificios, evidentemente habitados. Yo ni siquiera me atreví a mirar. Aún era de día y si me hubiera visto sorprendida por un vecino curioso me hubiera bloqueado. Sin embargo solo el hecho de pensar que mientras te hacía una mamada alguien se estaba recreando con esa imagen ya me hacía humedecer. Subiste mi falda dejando mi culo a tu alcance. Sé que te fijaste en mis medias negras con ligero de encaje, no vi tu cara pero sabía que te gustaba la lencería y no quería defraudarte.
En un momento dado sentí un azote de tu mano en mi culo. Me sorprendió porque no había violencia en ello, efectivamente era un juego y yo podía pararlo si quería. Eso habías dicho, pero ¿cómo saber si tú cumplirías las reglas? ¿Podía fiarme de un hombre que solo conocía por Internet y un par de citas, o tendría que salir corriendo de aquel coche para que no me partieras la cara si no quería seguir jugando?
¿Alguna vez podría volver a confiar? Me preguntaba si me habías golpeado por placer o por castigo. Tu miembro no parecía disgustado con la mamada, así que no le di más vueltas al asunto y seguí con lo que tenía entre manos. Me habías confesado que habías tenido sumisas en el pasado. No me hacía ninguna gracia jugar con fuego, pero mi curiosidad y una fuerte atracción sexual me traicionaban una y otra vez.
¿Qué puedes perder?
A pesar de la incomodidad de hacerlo en el coche tus dedos estimulaban hábilmente mi sexo que ya estaba empapado por mis fluidos desde que esa mañana salí sin bragas de casa. No fue cómodo sentirme mojada mientras comíamos en el restaurante pero era muy excitante y sabía que la falda de cuero no me iba a traicionar mostrando una mancha que me delataría, sin embargo mis muslos se rozaban al caminar por la humedad recordándome lo cachonda que estaba.
La intensidad de tus caricias en mi clítoris aceleró mis jadeos, sabías que estaba a punto de correrme mientras yo seguía ordeñando tu polla que también estaba a punto de explotar y tu boca no paraba de comerse la mía.
«Pídeme permiso para correrte»
¡¿Qué?!
Me pilló por sorpresa, ese golpe fue más efectivo que el azote en mi trasero. Y enseguida lo notaste.
«¿Te has bloqueado?»
Era evidente que sí, apenas podía contenerme para no llorar.
No, aún no estoy preparada para jugar a esto y quizá nunca lo esté. Soy un juguete roto.
Y otra vez la frustración…
la inseguridad…
la soledad.
2 respuestas
-
Cоmpré lеnceríа sеxу nueva. ¿Quiеres vеr? – http://analsex4.fun
-
Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.