Mi esposa estaba visiblemente nerviosa y excitada.

Ella-me contó después-, que su corazón le latía aceleradamente, y que frente a aquel enorme negro, sintió que una aguda sensación de debilidad sexual se fue apoderando de ella.

«Sentí que-me dijo luego-, una corriente como de fuego me recorría la espalda, y un ardor en la vagina me hiso decir internamente: «No le tendré miedo, quiero dejarme culiar de este hombre tan grande y fuerte, quiero que me posea, que me penetre hasta dentro, quiero entregarme y culiar, culiar con el» Ella dijo: «Me espezaba a sentir una Puta, una Puta dócil y apasionada»

Eso fue lo que me dijo que sintió ese momento.

Creo que ella siempre fue así: Una mujer bella y frágil, una hembra vulnerable que temía ser vista y deseada directamente por hombres dominantes, que la hacían sentirse débil y sometida ante el poder sexual de ellos. Es decir, una mujer inexperta y dulce, dentro de un cuerpo curvilíneo, lleno de una peligrosa sexualidad , que se despertaba de manera incontrolable, solo con ser mirada con deseo.

Y allí estaba ella, en el momento supremo en que iba a ser poseída como una puta por un negro fuerte y dominador.

El la miró fijamente y le dijo: «Sácate los trapos, quiero verte en ropa intima» Ella lo hiso, quedando envuelta en un brassier y una tanga negra, tan transparente, que sus grandes y deliciosos pechos blandos, se veìan de manera incitante y morbosa.

Su tanga, hecha de la misma tela, revelaba el carnoso paquete de una bulba vellosa y abundante, cuyos mechones negros se salìan de los bordes de la tanga.

Yo miraba absorto. Mi esposa era en esos instantes, la tentadora imagen de una diosa pagana del sexo.

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De ella, lo que se revela como lo más sexual y atrayente, son sus impresionantes muslos. Cuando a ella se la acaricia desde sus rodillas hacia arriba, se sienten unos 10 centímetros suaves y carnosos del inicio de sus piernas, y luego, una redondez repentina de mujer se encarna en la forma de unos muslos rotundos y explosivos, llenos de morbidez, tal como nos gustan a los hombres: Una provocativa bomba sexual.

NAPA la miraba extasiado, parecía deseoso de saltar encima de ella, y poseerla sin mayor miramiento.Pero el era un experto, y sabia que tenia que explotar la parte frágil y anhelante de mi insinuante mujer. Quería desde el principio, poseerla y someterla a sus deseos, para transformarla paulatinamente en una Puta, en su Puta.

«Desnúdate», le dijo. Mi esposa, temblando se despojó de su ropa interior. El se acercó lentamente, la arrimó contra la pared, y la besó en la boca con una lenta pasión posesiva, mientras sus manos acariciaban y recorrían sus muslos y nalgas, su cintura, y sus senos.

Mi esposa se transformó, entregándose a NAPA, como una virgen se entrega ante un violador intruso, a quien empieza a desear.

Sus gemidos placenteros fueron creciendo con intensidad, a medida que los labios de NAPA recorrían con arrebato todos los rincones de su cuerpo. Ella estaba de pie; sometida, en un èxtasis de entrega a ese hombre, que se estaba apoderando de ella.

Luego, el se apartó, mientras mis esposa, mareada de deseo carnal, lo contemplaba.

NAPA se sacó primero su camisa, y luego el pantalón, quedando su cuerpo musculoso en un bóxer blanco, que mostraba un abultamiento impresionante.

El se acercó a mi esposa y le dijo: «Quiero que mires mi verga, la verga que te va a convertir en una ardiente Puta, y sacó un potente pene negro gigantesco, de unos 30 centímetros de largo y 7 de grueso, venoso y erecto, que mi esposa miró con languidez, incredulidad, y deseo.

«Cógelo» le dijo. Mi esposa tomó entre sus dos manos ese poderoso miembro, mientras el le besaba y le chupaba el cuello. Luego, NAPA empujó su verga en medio de las piernas, sin penetrarla, rozando despacio y con potencia su clítoris y los labios de su mojada y palpitante vagina.

Estuvo asì, hasta que sintió que mi esposa se desvanecía, encendida de pasión, solo en ese momento le dijo: «¿Quieres sentir mi verga, quieres sentirte culiada por tu cabrón? Ella, abrazada a su cuello, y con los ojo cerrados; sin control alguno, respondió sin pensarlo mas: «Hazme tuya ya, mèteme tu verga, quiero sentirte dentro de mi»

NAPA la acostó en el catre, y después de mamarle largamente su clítoris, levantó sus redondas nalgas diciéndole:»Eres la hembra mas rica de todas, la mejor», y lentamente, le fue introduciendo en la deliciosa vagina de mi esposa su verga descomunal. Ella dijo: AHHHHHHH,AHHHHHHH, QUE RICO, QUE RICO, NEGRO RICO, mientras NAPA entraba en ella con una fuerza calculada, para llevar a esa hembra a niveles de pasión, en las cuales ella se sienta arrebatada y corrompida; una mujer embelesada y dominada por su verga, para hacer de ella; poco a poco, la Puta en que quería convertirla.

Luego que la fascinó y la sedujo con su enorme verga, tomó posesión de ella, culiandola con potencia, mientras le decía: «Siéntete Puta, la Puta mas rica y complaciente de todas».

Ella, con anhelante y ciega pasión dijo: «Si, si, quiero ser Puta»