
Por
Anónimo
prostituta de la cárcel (3)
NAPA me dijo algo en el camino que no entendí bien, algo así como: «Siéntete tranquilo, estas protegido».
Hasta entonces, yo no sabía nada de lo que había pasado entre NAPA y mi esposa; por ello, me sorprendió cuando tomando a mi esposa por la cintura con la autoridad de un chulo me dijo: «Amigo, si sabes quien es NAPA aquí ¿no? Yo, algo turbado repuse: «Si, yo y mi esposa lo sabemos» Bien, dijo NAPA, aquí nadie te va a molestar, ni nadie va a culiarse a tu esposa a la fuerza. Pero quiero que sepas algo: antes de tu traslado aquí hable con tu esposa, y ella, por su propia voluntad, ha resuelto seguir siendo tu mujer, pero también quiere ser la Puta de NAPA.
Yo, sorprendido, me apresure a preguntarle a ella: Mi amor, ¿es cierto eso? Ella suspiró profundamente, y con una reprimida y ansiosa excitación, se quedó en silencio.
A continuación, NAPA la soltó, y llamó a mi esposa a sentarse en medio de los dos, diciendo:
Hagamos esto de otra manera: «Amigo, ¿me puedes dar permiso para culiar con tu linda esposa, cuando ella venga de visita? Yo, debo reconocerlo, no por temor, pero si como embriagado de un repentino erotismo le dije sin pensarlo: «Por mi no hay problema, todo depende de ella» y dirigiéndome a mi esposa le dije: Mi amor, NAPA dice que quiere culiarte cuando vengas, quieres tu,o no. Ella, con una expresión de anhelante confusión respondió:»No se», y yo le volví a repetir: Respondeme, si o no.
Ella, mirándolo a el de costado, y con la actitud de una tímida virgen que se resuelve por primera ves entregarse a un macho, sonrió levemente y dijo: «SI QUIERO»
Yo, sumamente excitado, y casi sin pensarlo, levanté la falda de mi esposa, asomándose su suavemente velloso y abultado muslo, y tomando la manaza de NAPA, se la puse encima del delicado muslo de Marlene diciéndole: Esta es la carne de una hembra, una hembra de verdad.
Al contacto de su mano, mi esposa dio un salto ansioso y jadeante, poniendo de inmediato su manita sobre la mano vellosa y nervuda de el, como pretendiendo apartarla, pero a medida que crecía en ella la poderosa sugestión de verse poseída por ese gigante que temía y que deseaba, ella dejó que esa mano recorra sus muslos y su sexo. Luego, el la tomo con fuerza y la besó con pasión en los labios, haciendo que mi esposa emita un profundo gemido de sometimiento.
Luego me dijo: «Como te vi tan excitado cuando me entregaste a tu esposa, quiero que veas con tus ojos como culea NAPA a esta hembra rica: A tu esposa, a mi Puta.
Luego, abrazándola a ella por su muslo derecho, nos dirigimos a una de las dos cuartos de la celda privada de NAPA.
2 respuestas
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