
Por
Anónimo
Por infiel, inicié a mi esposa en la prostituciòn
Yo soy de Guayaquil, soy un hombre endurecido por la vida, que con mucho esfuerzo y tenacidad, monté mi propio negocio y prosperé.Sin embargo, cuando el éxito llegó, nunca dejé de frecuentar a mi gente, ni me avergoncé de ella.
Siendo ya poseedor de una fortuna, comenzaron a invitarme a las reuniones y fiestas de la exclusiva sociedad Guayaquileña. Fue allí donde conocí a Andrea.
Cuando la vi, quedé impactado. Ella era la clase de hembra bella, sensual y fina con la que yo había soñado.
Andrea es blanca, con esa pulposa blancura de leche de las mujeres elegantes, que la hace ver apetecible, y deseosa de ser tomada sexualmente por los hombres.
Su rostro bello, su mirada apacible, y su cuerpo tentador, despertaba en mi un extraño deseo de tomarla,protegerla, y poseerla.
Sus blancas piernas son suaves al tacto. Ella posee unas curvas rotundas y provocativas, y unas nalgas impresionantes y redondas, sin la menor mancha ni celulitis. Esas piernas hacen juego con un vientre perfecto, hecho para el deseo, y un par de senos grandes de aspecto fuertemente erótico, coronados por unas aureolas rosadas, incitantes y carnales. Desnuda, Andrea era la hembra perfecta para la cama, una mujer tentadora y sexy, con sus 1,75 metros de estatura, se la veìa imponente, como una hembra refinada y exquisita, poseedora de un cuerpo voluptuoso y provocativo.
La enamoré, y nos casamos, teníamos ya una niña de 7 años de edad. Por mi personalidad dominante, ella siempre se mostró obediente y delicada.
El sexo con ella; a pesar de su carácter recatado, era intenso y excitante, y muy pronto aprendió las delicias del placer, dados por una marido que la amaba sin celarla, aunque por donde quiera que íbamos, los hombres la seguían con deseo en la mirada. Cuando visitábamos la playa, y ella se ponía sus ajustados trajes de baño, se desbordaba la lujuria, pues ese cuerpo exuberante y blanquìsimo despertaba el deseo de todos. Andrea es lo que llamamos los Guayaquileños una rica hembra «tuco», que daba la impresión de ser una mujer apetecible, deseosa de ser tomada sexualmente por cualquier hombre dominante y decidido.
Tal ves eso fue lo que impulsó a ese maldito a buscarla, y frecuentar la escuela, donde a diario Andrea dejaba a nuestra niña.
Este indeseable, apasionado por mi esposa, la cortejó, la galanteo, y se ganó su amistad y confianza, hasta robarle un beso, que luego se convirtieron en atrevidas caricias, hasta que un día, la culio por primera ves en un motel.
Mi esposa no se resistió, ni dominó. Y a partir de allí, la esposa apacible y tranquila comensò a apasionarse con esos encuentros prohibidos, convirtiéndose en la amante enceguecida; que olvidándose de su esposo y de su hija, se entregó a una pasión sexual que la conquistó, a un hombre que ciego por su deseo, no tuvo reparos en destruir mi hogar, y con quien, hace poco arreglamos cuentas.
Día tras día ese perro se culio a mi mujer durante un mes. Ella estaba cada día más rara, cambió sus costumbres y sus tiempos, y se la veìa como huyendo de mi, a causa de una culpa que yo desconocía, pero que despertó mis sospechas.
Yo no caí en escenas de celos, ni la acosé con preguntas. solo la miraba de forma profunda.
Hasta que un día, llorosa y arrepentida, me confesó su traición, con todos sus terribles detalles.
Perdóname, me dijo.
Yo, lleno de rabia, dolido, y herido mi orgullo de varón respondí:¡¡Te dejaste halagar y seducir por un hombre que no conocías, fuiste cínica, nada te importó tu familia, y te entregaste como puta al placer; y en ves de controlarte, cediste a los deseos de ese hombre, y mentiste para culiar con el todo este tiempo!!
Y luego, inflamado de cólera y despecho, le dije con fiereza: ¡¡Tu, que elegiste ser la prostituta de un desconocido, ahora vas a ser la puta de todos los hombres que te deseen, desvistete!!
Ella, temerosa se desvistió; y yo, tomando con decisión una actitud dominante, pero tranquila, le exigí que se ponga una ropa interior negra transparente, una remera roja corta hasta el ombligo, y un short rojo pequeñísimo.
Frente a mi, la esposa refinada, delicada, y distinguida, se había convertido en una hembra provocativa, cuyas piernas y caderas redondeadas, parecían explotar fuera del pequeño short que la ceñía.
Al contemplarla en todo su esplendor de mujer incitante y seductora, la vaga idea que cruzó en mi mente en un primer momento, se convirtió en una decisión irresistible, y una rabia sorda, mezclada con un morbo erótico que se apoderó de mi, me hiso decirle: «Muy bien, quisiste jugar a ser puta, ahora serás una puta de verdad»
Ella me miró en silencio, con quietud y sometimiento, y nada me dijo.
Subimos en mi 4×4, y rodamos por algunas calles del suburbio de Guayaquil, hasta que ella me dijo con cierto temor y timidez: «Adonde me llevas»
Yo pare en seco, y mirándola fijamente le dije: ¿Sabes que es la 18? (La 18 es la temida zona de los prostíbulos populares de la ciudad)
Ella dijo: Si, si he oído algo de ese sitio. Bien, le dije yo, es allá donde vamos.
Andrea iba a mi lado como ansiosa y preocupada. Al llegar a la 18, sentimos de inmediato el ambiente caliente y lleno de sexo de esas calles. Se oìa por todas partes, los estridentes sonidos de la música de salsa, que salìan de los locales llenos de putas, de clientes, y caminantes esquivos y cautelosos.
¡¡ Bájate!!, le dije con autoridad.Ella se bajo suavemente del carro diciendo: «Pero…estoy vestida así», mientras se sobaba los abultados cachetes de sus nalgas, que sobresalían descaradamente de su short diminuto.
Yo, admirándola como la harìa un potencial cliente repuse: «Asì vestirás de ahora en adelante»
Ella no dijo nada, y caminó a mi lado, contoneándose como una puta enamorada de su proxeneta, mientras yo la ceñía con poder de sus carnosas y sensuales caderas.
Escogí el prostíbulo mas incitante y caliente. Al entrar, todas las miradas de los hombres se dirigieron con lujuria al hermoso rostro, y las despampanantes caderas y piernas de mi esposa. Ella estaba nerviosa, sofocada; y a punto de desmayarse, pero se controló un poco al notar mi decidida seguridad, mientras la conduje a una desvencijada mesa vacía, provista de cuatro sillas viejas de madera, pintadas de blanco.
La senté a mi lado y pedí cervezas.
En el local habían una 30 mesas mas, en un espacio alrededor del cual estaban los cuartos numerados de las putas. Algunas de ellas se ocupaban con sus clientes, mientras otras, semidesnudas, o con ropas cortas y provocativas, mostrando sus encantos sonreían a sus clientes.
El ambiente, con una sensual música de salsa, estaba lleno de una intensa tensión sexual. Andrea estaba presa de una asfixiante excitación, que le hacia abrir la boca, para respirar con dificultad.
Yo la miraba, estaba deliciosa, parecía una puta palpitante y ardiente.
Prepárate, le dije. y después de tomarnos 4 cervezas, llamé a un mesero y pedí que me reciba el dueño del local. Al poco rato regresó y dijo: El señor les espera.
Conduje a Andrea hasta la presencia de un señor de mirada directa y astuta. Era el dueño del burdel.
Mirando brevemente la excitante figura de Andrea comentó: «Lo veo bien acompañado, dígame amigo». Yo repuse sin dudarlo: «Esta hermosa mujer es mi esposa, y después de hablar juntos, hemos resuelto pedirle a usted que a partir de este día, ella trabaje como puta en su local»
El, sin perturbarse miró a Andrea con mucho interés diciendo: «¿Es cierto eso señora?»
Andrea, con un leve sobresalto, y mirándome con timidez le respondió: «si señor, a eso he venido»
Muy bien; dijo el, voy a llamar a mi mujer, ella sabe de esto.
Al instante entró a la salita una señora madura, todavía bonita; y tomando de las dos manos a mi esposa, con una ligera sonrisa cómplice la interrogó: «¿Has trabajado de
puta antes?», «No señora» repuso Andrea.
«Ah, eres novata. Ahora,con confianza, y de mujer a mujer dime,¿alguna ves has tenido la fantasía, o has sentido el deseo de ser una puta?
Mi esposa, con cierta duda, y un poco nerviosa respondió: «Si, si he tenido esa fantasía»
Muy bien, pero para trabajar aquí tienes que cumplir tres requisitos: Uno, tener una buena figura, desvistete completamente; dos, pasar por una prueba sexual, porque aquí no trabaja cualquier mujer; y tres, si pasa la prueba, deberás aprender primero, y rápidamente, los secretos del oficio. ¿Estas de acuerdo?
Mi esposa dijo si, y llena de un excitado temblor, se despojó lentamente de toda su ropa.
La desnudez de mi esposa la mostró como lo que era, una deliciosa y sensacional hembra, dueña de un cuerpo carnoso y ardiente, y de unas insinuantes y rotundas curvas. Una mujer exquisita y elegante, lista para ser devorada sexualmente por los mas hombres mas vulgares, que visitaban esos sitios en busca de carne de mujer.
Al verla, dijo la damisela: eres una mujer bella y tentadora, pasaste la primera prueba. Ahora, vas a conocer a Simón.
Simón era un mulato alto, fuerte, y bien parecido, que saludando primero a la dueña, dirigió su ardiente mirada sobre mi hembra desnuda, fijándose en la abultada vulva de Andrea, llena de un abundante vello púbico negro y sedoso.
Simón, le dijo la damisela, ya sabes tu trabajo, y dirigiéndose a mi señaló: «Simón se va a llevar a tu mujer a ese cuarto para culiarla como solo el sabe hacerlo. El va a probarla,cuando acabe, el me dirá si es una hembra arrecha, si sabe lo que es culiar con un hombre de verga grande, y si le gusta sentirse una puta. ¿Quieres arrepentirte?. No te preocupes, si tu mujer se convierte en mi puta, este macho solo será el primero; y mirando a Andrea dijo,porque luego vendrán muchos, muchos más»
Yo me estremecí, sentí en la nuca un intenso fuego erótico, mientras mi verga se hinchaba poderosamente.
Y le dije a la vieja. Adelante, quiero que la culee, y dirigí a mi nerviosa esposa una mirada de orden que decìa: «déjate culiar»
Ella me vio, y con cierto temor, se dejó conducir al cuarto, donde el fuerte mulato Simón la iba a hacer suya, y probarla como puta……CONTINUARÀ
2 respuestas
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