Por

Anónimo

junio 27, 2013

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Por infiel, inicie a mi esposa en la prostituc (6)

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Todos, todos los hombres casados con hembras sensuales y hermosas, piensan en algún momento la posibilidad de compartirlas con otros hombres. Y el solo pensar contemplar como ellas gozan, siendo seducidas y penetradas por machos fuertes y excitados, hace que la imaginación vuele, y se traslade a regiones profundas y desconocidas del placer. Este es el verdadero erotismo.

Ahora ya no cabía pensar en nada, ahora había que explorar el excitante mundo de la carne, acompañado de la hembra más ingenua, hermosa, tentadora, y voluptuosa de todas: Mi rica, y tentadora esposa.

Es que Andrea está para hacerle un monumento a la sensualidad. Mujer más incitante que ella no hay. De ella todo es bello e irresistible, pero lo más deseable son sus incomparables piernas. En la mujer; y esto que digo es un secreto que todos los hombres y mujeres sabemos, lo más incitante y provocador son sus piernas, sus muslos. Los muslos, para todos los hombres, es la parte más sexy de la mujer. Mujer de piernas hermosas es mujer hermosa, mujer de piernas sexys es una mujer sexy, llamando al deseo, convocando al placer sexual.

Y para el hombre latinoamericano, (con el perdón de las delgaditas), las piernas de una mujer deben ser gruesas, curvilíneas, de contornos explosivos, complementados por unas nalgas firmes, sensualmente redondeadas. Una mujer �rica�, una hembra �tuco�, una deliciosa hembra. Esa es la idea, más en el amor, hay espacio para todas.

En cuanto a mí, la parte que me había tocado era envidiable. Andrea es una mujer que derrocha sexo por todas partes. Y lo que hallo más especial y excitante en ella es su realidad interior, y no su apariencia. Ella es ingenua y dulce, pero provoca someterla en la cama. Ella no insinúa ser sexy, ella es sexy. Ella no sugiere el sexo, ella despierta el deseo de poseerla. Y en cuanto a sus piernas, esos blancos y carnosos muslos la hacen ver como una tentadora bomba sexual.

Su voz me sorprendió en pleno vuelo erótico: �¿En qué piensas mi amor?�

– Admiraba tu cuerpo, me imaginaba cosas.

– ¿estas excitado?

– No estoy excitado, tú me excitas.

– Tú también me excitas, eres muy varonil, eres mi hombre.

– ¿Qué es lo que más te excitaría hacer Andrea?

– No sé, nunca lo he hecho a propósito, pero creo que lo que más me excitaría es exhibirme, mostrarme. Pero quiero que no sea como antes; como en las falsas reuniones y fiestas de la sociedad de Guayaquil, en donde mujeres envidiosas y de mal corazón muestran sus joyas y vestidos caros, para que las demás personas les rindan reverencias. ahora preferiría sin temor, mostrarme como lo que soy, una mujer.

– �Una mujer deliciosa, incomparable�, le dije sonriendo pensativamente. Cuenta conmigo para ello, pero dime sin temor: �¿Que significaría para ti exhibirte como mujer?�

– Si cuento con tu permiso� quisiera iniciarme, estrenarme como mujer admirada y deseada. �¿Estoy mal?

– No, no lo estás, continúa.

– Me he imaginado vistiendo las prendas más fascinantes, incitadoras, y sexys. Pero no quiero parecer vulgar, quiero ser como yo soy: Femenina, pero también cándida, inocente, y muy distinguida. ¿Se puede ser así?

– ¿Con esa combinación? No lo creo. Tú, sin que vistas prendas sexy, te ves fuertemente atractiva y deseable. Estás en dificultades, tu cuerpo te delata: eres una mujer fuertemente sexual y apasionada. Eres muy femenina, cándida, inocente, pero vestida con prendas sexy, siempre parecerás una deliciosa puta.

– Ja,ja,ja, que cosas que dices, ja,ja,ja, locoooo.

– Bien, ahora, hagamos realidad tu fantasía, te invito a salir esta tarde. ¿En qué ambiente te gustaría estar, y que te gustaría lucir?

– ¿Podríamos ir otra vez a la 18?, pero no en ese burdel, sino salir del carro, y solo caminar por esas calles, y� tal vez tomarnos en uno de esos locales unas cervezas?

– Suena muy excitante y erótico, pero será la última vez que lo hagamos en Guayaquil. Aquí todos nos conocen. ¿Y qué piensas vestir?

– Aquí tengo un vestido blanco muy ajustado y escotado. Mira, es plisado, lo cortaré a la altura de las caderas, me veré como una cheerleader ja,ja,ja. También me pondré este interior blanco, de seda transparente. ¿cómo crees que me veré?

– Yo, sonriendo le dije: �Como una puta, te verás como una puta�.

Luego de hacer lo dicho, y después que Andrea se maquilló, se puso un coqueto cintillo celeste en su pelo, y se calzó unos elegantes tacones plateados, salimos en nuestro 4 x 4 rumbo a la 18.

Al bajarnos, y empezar a caminar, todas las miradas de los hombres que caminaban esas calles se volcaron con avidez contemplando a esa esplendorosa puta. El vestido blanco de Andrea la hacía ver sensacional con ese escote que mostraba con descaro sus blancas, firmes, y carnosas tetas. El vestidito plisado no podía ser más deshonesto, ya que su filo inferior le llegaba apenas al inicio de sus caderas, mostrando su sexo transparente y velludo, y las abundantes y voluptuosas curvas de sus piernas, de manera realmente excitante e impúdica. El sonido bullicioso de la salsa, y las miradas y exclamaciones de admiración y de deseo, que los frecuentadores de esas calientes calles le dirigían a Andrea, crearon un encendido ambiente erótico a nuestro derredor. Yo creía estar soñando un sueño de elevada carga erótica.

Mi esposa Andrea estaba ya donde eligió estar, y vestida de la forma que quiso. Se la veía sobreexcitada y acalorada. Parecía que el ambiente de la carne y la prostitución de la 18 la envolvían y la atraían, seduciéndola e invitándola. Estaba bellísima, y atrevidamente puta.

Ella me confesó que el corazón le estallaba con un fuego desconocido e intenso, porque sentía que la causa de la gran agitación sexual que se despertaba a cada paso que daba, se debía a ella misma. Se sentía la mujer incitante que siempre quiso ser en el fondo, estaba experimentando íntimamente la sensación de sentirse deseada por los hombres, para quienes se había destapado, mostrando su cuerpo. Deseaba incitarlos, ostentar sus curvas, exponer su sexualidad sin trabas, y por qué no; probarse como puta, una puta a disposición de machos vigorosos y potentes, deseosos de culiarla con instinto salvaje, y sentirse penetrada y poseída por ellos, mientras ella, sumisa y apasionada; gozaba mentalmente de ese sexo que cada vez estaba más cerca de experimentar.

Cuando entramos al bar que escogimos, también entraron unos 10 hombres más, que seguían, con las miradas fijas en las exuberantes piernas de Andrea. ��CONTINUARÁ


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2 respuestas

  1. nindery

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