Por

Anónimo

julio 1, 2013

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Por infiel, inicié a mi esposa en la prostit. (10)

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Un poco antes de las 10 de la noche, mi esposa preparó su indumentaria, que consistía simplemente en una falda negra, un poco ajustada claro, debido a las abundantes curvas de ella, pero que le llegaban a la rodilla. Nada de vestirse como puta, pues yo la había instruido del peligro que eso significaba para los dos en un ambiente que desconocíamos, y en el cual cualquier cosa podía pasar. Lo único que insistió en ponerse era un apretado corsé negro que, empezando en su cintura, le llegaba solamente hasta la base de sus hermosos senos, quedando ellos excitantemente expuestos. De la parte de superior de esa incitante prenda, salían dos delgadas cintas que se enlazaban en la parte trasera de su cuello. ¿Pueden imaginarse ustedes como Andrea desbordaba sexualidad con eso puesto? Yo, viendo esa impresionante imagen de deseo, me opuse rotundamente:

– No, no, tu no vas a ir vestida así, la falda va bien, pero ese corsé es lo más indecente que te he visto, ¡¡No irás así!!, ¡¡te querrán violar allí mismo, en el momento que entres!!

– No mi amor, no iré solo con este corsé, me pondré encima esta blusa roja. El corsé es una sorpresa para el negro PAMBELÉ, cuando estemos en su habitación�.

– �Maldita puta� dije entre mí. ¡¡O sea, te pones bien sexy e incitadora para el negro, porque jamás te has puesto algo así para mí!!

– Ja,ja,ja, oye, no te pongas así�yo soy tuya, y me tienes, y me puedes poner como quieras, solo es un gesto de coquetería nada más. �está bien�, le dije. Acto seguido, Andrea se puso un minúsculo y putísimo cachetero interior negro, la falda negra, y encima del corsé la blusa roja, calzando unos tacos de 10 cm, que la hacían ver altísima, ya que descalza, ella mide 1,75 metros. Se había hecho con su cabello una cola, sujetada con un coqueto moño. Sus negrísimas y pobladas cejas, y sus ojos color azabache, hacían juego con sus leves ojeras, sombreadas por un maquillaje perfecto, complementadas con un suave rubor rojo en sus mejillas, que la hacían ver esplendorosa con la bella e ingenua expresión de su lindo rostro. Aún con tanta ropa, parecía una reina.

Salimos del Hotel, y recogimos al negrito Cirilo, que viendo la belleza de Andrea, se quedó mudo, alcanzando solo a decir: �Uhhhhhhh��.�. Finalmente, tomamos un taxi y nos dirigimos al prostíbulo, al encuentro de Pambelé, este misterioso personaje que arrastraba tanta fama, como temor. Yo, por mi parte, soy un duro de verdad, y nada me impresiona. De todos modos, oculté convenientemente en la pretina de mi pantalón mi pequeña, discreta, pero letal automática de calibre 6.35 mm.

Al llegar, en esa oscura calle brillaban, como en un circo de diversiones, las luces del prostíbulo Fuera de él, había grupos pequeños de negros en actitud sospechosa. En la puerta de entrada se apostaban 4 miembros de la seguridad interna del local. Uno de ellos se acercó, e hicimos saber de nuestra presencia, el fortachón dijo: �Ahh�son ustedes� Esperamos unos pocos minutos en el taxi, cuando vimos salir a un gigante negro, que sobresalía por lo menos unos 10 centímetros del más alto de su séquito de matones, los cuales le hacían inclinaciones y gestos parecidos a unos dóciles perros. El hombre vestía como si estuviera en la playa, con una florida guayabera llena de palmeras, pantalón y zapatos blancos. Su cuello estaba coronado con cerca de 4 gruesos collares de oro puro, con 5 grandes anillos del mismo metal en los dedos, y un lujoso y brillante reloj. Su aspecto era imponente, muy serio y parsimonioso, y su voz era profunda y algo ronca. Aunque no era feo, su rostro podría inspirar en otros un grave temor. En todo caso, tenía un aire interno que lo hacía ver peligroso, y de sumo cuidado. Este era el muñeco que le había tocado a Andrea por puta.

Al salir del taxi, me saludó brevemente, y luego; con una autoridad que parecía innata frente a las mujeres, tomó a mi esposa del brazo, y aprobando con su cabezota la impresionante belleza de Andrea le dijo: �Estas muy linda, no me imaginaba que fueses tan hermosa� Andrea, muy bien controlada le respondió: �Estoy linda, para el hombre más interesante de Esmeraldas� Pambelé la volvió a aprobar diciéndole: �Ven muñeca, vas a pasar de lo lindo�. Yo, atrás de ellos, derrochando seguridad personal parecía el más discreto, pero peligroso proxeneta.

Al entrar al local, aparte de la música de salsa que sonaba, se hiso el mayor de los silencios, y pasamos en medio de saludos, y las respetuosas genuflexiones de los clientes, las putas, y las discretas mujeres de la sociedad Esmeraldeña, que estaban a punto de convertirse en putas. Nos sentamos en el lugar más prominente y también discreto del sitio. Enfrente de nosotros se veía un amplio, agradable, y bullicioso local, iluminado con luces rojas, verdes, y blancas, había una amplia pista, una pasarela, y en los costados algunos tubos donde bailaban las putas. Al fondo, se distinguía a ver los cuartos donde ellas se ocupaban con los clientes.

Luego de servirnos un vaso de wisky Dimple, el negro Pambelé; con la mayor naturalidad, tomó a mi esposa por su hombro, la acercó a él, y la besó largamente en la boca. Después de soltarla, Andrea quedó mirándolo sonriente, y se acercó a él besándolo a su vez, con una actitud de pasión controlada.

– Así que eres de Guayaquil. ¿Cuánto tiempo tienes de puta?, la interrogó Pambelé.

– Andrea me miró furtivamente, perdiendo por un momento el control, �tengo apenas un mes en el ambiente� le respondió, algo insegura.

– ¿En serio? Entonces tienes esa rica chuchita con poco uso, que bien, eso me encanta, me encantan las putas novatas�.

– Al oír esto, pensé que Andrea se derrumbaría, pero al contrario, soltó una alegre risa, que yo sabía era natural, y de manera espontánea abrazó al grande negro diciéndole, ¡¡Qué bien, que rico, eso sonó muy rico!!, y lo volvió a besar con intensidad.

– Entre besos y caricias El negro se empezó a mostrar muy entonado. �ya vuelvo dijo� un momento después.

– Al quedar solos, Andrea se mostraba radiante, parecía estar disfrutando, pero parece que le faltaba algo, pues dijo: �mi amor, dame esa pastilla que me hablaste�. Luego de tomarse la yumbina, el negro volvió muy eufórico. �viene encocado, pensé�

Estando los dos entonados, las caricias del negro se hicieron más atrevidas, pero como la falda de Andrea parecía ser muy larga, el negro se enfadó diciendo:

– Mira mamita bella, ¿si ves a todas mis putas? Todas ellas están con poca ropa. Aquí a nadie permito que vista como tú, vamos, sácate ahora mismo esa falda. Andrea, arrecha como estaba a causa del efecto de la yumbina, se sacó la falda, quedando en ese pequeño cachetero negro, que exponía sus explosivas curvas. Pambelé estaba anonadado contemplado sus espléndidas piernas, y deseando ver más le dijo: �sácate esa blusa roja�. Andrea dudó un instante, recordando que sus tetas iban a quedar expuestas, pero luego, de manera decidida se sacó la blusa, mostrando la impúdica desnudez de sus blancos, grandes y hermosos pechos. Ante esta espléndida contemplación, el negro se entusiasmó, se levantó, levantó a Andrea, y tomándola de la mano se la llevó.

– Ante mi sorpresa, él tomó un micrófono anunciando la presencia de una amiga de Guayaquil a quien quería presentar. Luego, en un vértigo que aún no podía yo entender, Hiso salir a Andrea, y después de presentarla como la nueva puta de su burdel, le pidió que haga un paseo por la pasarela. Andrea, con la majestuosidad de la más ardiente y arrecha de las putas, se paseó sonriente de una manera tan provocativa, que arrancó gritos y aplausos de todos los que la admiraban. Vestida con ese diminuto cachetero, y ese corsé tan salvajemente sensual, mostrando sus ampulosas formas, las grandes curvas de sus piernas, y los espléndidos senos que brotaban de manera de manera tan incitante y quemante, la hacía ver impúdica, y ardientemente indecente. Estaba putísima, y se notaba que el efecto de la yumbina había elevado tan grandemente su excitación, que parecía querer verga gritos.

Y así fue, porque de inmediato el negro la acercó a la mesa, y mirándome con fijeza me dijo: �Yo soy un hombre experto en esto, dime la verdad, tu no eres su cabrón, ella es tu esposa� Yo, muy tranquilo le respondí �así es, aquí no hay misterios� Bien, me dijo, tu mujer ahora es mi puta, y va ahora mismo a hacerla mía. Espéranos, que ya regresamos. Yo, que no podía de ningún modo perderme ese espectáculo le respondí: �De ninguna manera, quiero ver como la culeas � El gigante negro sonrió y dijo: �como quieras�, y tomando de la cintura a Andrea le dijo: �Vamos puta rica, te voy a hacer comer una grande y deliciosa salchicha�. Andrea se arrimó a el y le dijo con coquetería: �si papito, que rico, para eso vine a conocerte�.

En la habitación interior de Pambelé, y luego de tomarnos unos tragos, se dio inicio a la posesión sexual más poderosa hecha por hombre alguno, de la mujer más bella, excitada, y excitante de todas: Mi hermosa y sensual esposa Andrea��CONTINUARÁ


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2 respuestas

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