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Anónimo

diciembre 4, 2024

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MI HISTORIA DE PROSTITUCIÃ?N SIENDO UNA MADURA

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Todas las esposas o algunas llevamos la puta dentro. De jóvenes tenemos esa fantasía, bueno al menos yo. Y por suerte la cumplí de casada y madura. Tengo la suerte de tener un maravilloso marido cornudo que me dejó explorar esto detener sexo con otros hombres y disfrutar la vida sexual como me gusta.

Soy una mujer casada, de 40 años, y adúltera con el consentimiento de mi esposo, que ejerzo de prostituta en un burdel. Sentirme puta es alcanzar un estado de plenitud como hembra libre a la hora de ejercer mi sexualidad.

Tan marcante es la sensación de haber alcanzado el «grado» de puta que se convierte en un placer superlativo.

Me siento puta cuando soy usada como objeto sexual, cuando mi cuerpo se convierte en una fuente de placer erótico y cuando los hombres usan todos los orificios de mi cuerpo de ramera para depositar su semen.

Ser puta para un proxeneta y ser montada por él me cambió totalmente y dejé de lado mi rol de esposa. Pasé de ser una decente esposa a ser una puta y me encanta.

En la prostitución no hay amor. Solo se trata de satisfacer las necesidades sexuales, no busco el amor. Voy con hombres porque me usan para tener sexo y yo los uso para tener sexo también. Amo a mi esposo, pero no me da lo que necesito sexualmente.

La mejor parte de la prostitución es no tener control sobre lo que te sucede. Simplemente, entregarse a los placeres del sexo. Me encanta la aleatoriedad de no saber quién será el próximo. Me encanta la aventura y el tabú que implica.

Lo que me gusta de los burdeles es tener acceso a muchos hombres diferentes.

Uno de los aspectos desagradables de la prostitución por parte de algunos proxenetas es que no sienten afecto por las mujeres que trabajamos de puta para ellos.

Decir como contras que, obviamente, no es fácil acostarse con cualquiera que entre por la puerta y que en el mayor número de ocasiones no te gusta físicamente, no es fácil combinar la vida social con esta profesión y su mala reputación, que la vida de esto está muy ligada al físico.

La palabra «puta» es el mejor elogio que puedo recibir. Para mi la palabra “puta” no es ofensiva, ni sucia, ni denigrante y mucho menos fea.

Soy una perra caliente. Mis pechos tienen la forma perfecta para que una polla dura se frote entre ellos. Y mis pezones son tan sexys que merecen estar cubiertos de semen. Sin dejar de mencionar que mi coño es muy caliente. Me encanta que me follen profundamente y con fuerza y ​​sentir como una polla me llena el coño con una gran carga de semen. Definitivamente soy una buena zorra amante del semen.

Tengo un coño increíble, con unos labios carnosos bien desarrollados y bonitos. Tengo unas tetas estupendas y como manejar una polla. Puedo recibir una gran cantidad de pollas en una solo día. Tengo un cuerpo muy follable, hecho para pollas grandes.

He tenido la fantasía sobre el tabú de la prostitución desde que tengo memoria, o sea desde que me empezó a “picar” el chocho. A los diez años de casada, mi marido y yo descubrimos el fabuloso mundo de los intercambios de parejas y lo hemos estado haciendo cinco años. Pero un día le dije a mi marido que me gustaría probar la prostitución unas cuantas veces como aventura. Y le expliqué que no era una cuestión de dinero. Se trataba del tabú, el estigma social y compartir el secreto sucio con él. Sería emocionante saber que nuestros amigos y familiares no tienen idea de que soy una prostituta. Mi marido, por suerte para mí, aceptó que lo intentara y me dijo que me ayudaría a organizarlo.

Tres días después, mi marido, sin decirme nada y aprovechando que salí a comprar el pan, contactó por teléfono con un proxeneta que se anunciaba en una página web de contactos sexuales. Mi marido y el chulo acordaron que mi casting de puta sería ese mismo día en nuestra casa y que el chulo vendría acompañado con un par de ayudantes. Cuando llegué a casa con el pan, mi marido me dijo que acababa de hablar con un proxeneta que venía ya de camino a conocerme y que tenía un conjunto erótico en nuestra cama que me había comprado para que me lo pusiera. Eran unas bragas tanga abiertas de encaje transparente que dejaban ver mi coño y culo, tacones de plataformapole dance” y un sujetador con copas abiertas para mostrar mis tetas. Me dijo que me lo pusiera antes de que llegaran el chulo y sus ayudantes. Hice lo que mi marido me dijo y salí de nuestro dormitorio matrimonial y le encantó verme con esa lencería de puta. Le pregunté si era demasiado revelador y me contestó que lo suficiente para una casada indecente que iba a estrenarse como prostituta. Me sentí un poco incómoda con los labios de mi coño colgando al encontrarme con el chulo y sus dos ayudantes, pero cuando llegaron me saludaron no hicieron mención a mi lencería ni muchos menos a los labios de coño. Sin embargo, recibí algunos abrazos muy fuertes, un magreo de culo y me pidieron que les besara en la boca, cosa que hice muy nerviosa. Cuando besé al chulo, me dio un azote en el culo y me dijo que le diera un beso en condiciones como puta, y me dijo que abriera la boca y me metió su lengua y me dio un buen morreo bien salivado.

Jony, el proxeneta, después del morreo, me ordenó sentarme en el regazo de Tony, uno de sus ayudantes. Mientras me acercaba y me daba la vuelta para sentarme en el regazo de Tony, el chulo dijo: «Cariño, ¿puedes hablar con esos labios?», lo que fue recibido con risas de sus ayudantes y mi marido. Podía sentir que Tony tenía ya la polla dura y sus manos fueron directo a mis piernas. Jony me hizo cambiar de regazo y me senté encima de Fran, su otro ayudante. Estaba disfrutando de la atención de tres machos y pensé que mi esposo estaría disfrutando viendo el espectáculo. Las manos de los hombres subían por mi vientre hasta tocar mis pechos, lo que provocó que mis pezones se pusieran duros.

Estaba sentada sobre Fran, cuando el chulo Jony se desnudó y me mostró lo dura y grande que era su polla. Me hizo sentir pequeña. Le dijo a mi marido: “Cornudo, creo que a la puta de tu esposa le va a gustar meterse mi polla en su coño”. Me preguntó si lo estaba disfrutando y le dije que sí. Jony me dijo que me pusiera de pie y que pusiera cara de puta y luego él también se puso de pie. Su erección se veía claramente, tenía una polla que asustaba de lo grande que era. Estaba detrás de mí sintiendo mi trasero y luego me abrió el culo para mostrárselo a todos antes de tocarme el coño con el dedo y dejar que todos supieran que estaba mojada. El proxeneta me dio una palmada bien sonora en el culo y le dijo a mi esposo que me llevara a nuestro dormitorio. Mi marido obedeció la orden y me acompaño hasta la puerta de nuestro dormitorio y me dijo: “Ven aquí, cariño, y dame un beso de despedida de esposa”. Podía decir que estaba confundida y nerviosa. Mi marido me besó y dijo: “Ahora ve con Jony y sus ayudantes y sé una buena puta”.

Ya en la habitación, Jony se acostó bocarriba en la cama y me dijo: “Furcia, ven y métete mi polla en tu coño”. Hice lo que me mandó, pero me costó que me entrara toda su descomunal polla ya que no había lubricado lo suficiente debido a los nervios. Me usó con su gran polla hasta llenar mi coño. Me dio una palmada en el culo y me dijo que había follado muy bien. Me dejó con su semen goteando y salpicando las sábanas.

A continuación Tony entró en mi coño y me regaló una abundante corrida y dejó mi vagina bien lubricada de lefa para que metiera Fran su polla. Me follaron uno tras otro, entrando en mi coño por turnos. Cuando creí que la prueba ya había terminado, Jony, el chulo, se dirigió a mí y me soltó: “Zorra, ahora te toca la prueba final y definitiva para saber si vales o no vales para trabajar de puta para mí”. No sabía a qué se refería, pero tampoco pregunté qué tipo de prueba me faltaba por pasar. El examen final fue una triple penetración. Fran, con una buena tranca me la metió por el coño; Jony, con su descomunal verga, me la metió por el culo; y Tony, con su polla más normalita, me folló la boca. Tras correrse los tres en mis agujeros, Jony, mi ya proxeneta, me dijo que lo había hecho bien y que fuera a limpiarme y que esperaba que siguiera dando lo mejor de mí para él.

Me sentí muy degradada cuando los tres machos terminaron conmigo y salí del dormitorio, mientras mi marido esperaba en la sala de estar. Sentí, que al follarme los tres machos, se rompieron realmente algunos de los lazos matrimoniales, la sacralidad del matrimonio fue profanada. Los cuatro dejamos una cama desordenada, con las sábanas mojadas con semen, además de oler a coño y culo para que mi esposo se acostara a dormir.

Lo más humillante fue que los vecinos (vivimos en un edificio de apartamentos donde las paredes oyen) pudieron oír al chulo y a sus ayudantes gruñir, gemir e insultarme en voz alta. Sabían que me estaban follando en mi lecho conyugal.

A todo esto, decir, que los cabrones habían puesto sus móviles a grabar para inmortalizar todas las folladas que me dieron y como prueba de mi aceptación voluntaria de ser prostituida.

Ese día empezó mi carrera de prostituta.

¿Me gusta mi trabajo?. Sí, me ha permitido descubrir facetas de mi cuerpo y de mi mente que desconocía; me ha permitido saber hasta donde soy capaz de llegar y saber que soy capaz de lograr cosas que no me hubiera imaginado; me ha permitido conocer gente increible, que posiblemente si no me dedicara a la prostitución no se habría cruzado en mi camino; me ha permitido también conocer gente que me ha echo llorar, pero me ha echo ser mas fuerte y me ha ayudado a valorarme mucho más como profesional del sexo y como esposa adúltera y promiscua.

No sé si la prostitución es un trabajo más difícil que cualquier otro, pero no es tan fácil como a veces pueda parecer, como puta vendes tu dignidad. Vamos, que no toda mujer sirve para ejercer la prostitución y ganarse la vida con ello. Al principio no me fue fácil, ya que en este trabajo las putas exponemos nuestra intimidad intensamente. Tampoco es lo más difícil del mundo, pero pienso que las mujeres que nos dedicamos a esto (al menos la mayoría) somos zorras que tenemos cierta vocación, pues puede ser muy fácil entrar, ponerse un anuncio y ¡hala, a follar con clientes y ganar dinero!. Pero mantenerse en el oficio es algo que no todas consiguen. Hay que valer, cuántas mujeres habrán que lo han intentado y al segundo cliente, aunque les caiga bien, no han podido hacer nada, por su forma de ser, sus convicciones morales, su sentimiento de culpa por estar engañando a sus parejas o por el temor a ser descubiertas por algún conocido, etc.

Para hacerse una idea de lo «fácil» que es ,solo hay que imaginarse lo que debe de representar tener que comerle la polla a alguien con presencia repulsiva y morrearse con él, aguantar la soberbia y prepotencia de alguien que se cree más digno que la puta que ha pagado o tener que aguantar el rollo a un tipejo con problemas de autoestima. Sin mencionar a los clientes que en vez de conformarse con la compañía femenina, follar y ya está, encuentran su placer en vejar a las putas exigiéndonos “servicios especiales”, y advirtiéndonos de que si no queremos hacer un tipo de servicio bizarro, se quejarán y ya se encargaran los proxenetas de castigarnos y obligarnos a aceptar practicar todo tipo de servicios por denigrante o degradante que pueda ser. Y encima tener que aguantar también que estos tipejos nos digan que sienten gran respeto por nosotras las prostitutas y por nuestro trabajo.

Pienso que no es ni fácil ni difícil, pero sí algunas veces complicado. Yo intento disfrutar de lo que hago y, no me voy a mentir a mi misma, lo que hago me gusta y mucho, aunque a veces tenga que aguantar ciertas cosas, pero además del beneficio económico está la satisfacción de hacer un poquito feliz a los clientes y que la sonrisa que se llevan a casa no tiene precio. Indeseables hay en todas partes. Pienso que damos lo que recibimos, a mi me funciona y si algún día tengo que echar a alguien por maleducado, no me cortaré un pelo ni tendré cargo de conciencia ninguno. La dificultad en este trabajo, como en cualquier otro, está para empezar en saber ser profesional, ya que no todo el mundo que se dedica a la prostitución es profesional ni sabe serlo (incluso muchas prostitutas no lo pretenden sino que sólo que buscan sacar dinero). Pero luego esta profesión tiene un hándicap que es que requiere constante e íntima interacción física y eso exige aún más el saber ser profesional, ya que en esos momentos no valen «evasiones» como en otras profesiones ante clientes pesados e incómodos, ni valen asumirlo con pesar, ya que se necesita estar activa, complaciendo al putero que te paga y haciéndole sentir el hombre más macho de la tierra, para que otro día vuelva y requiera nuevamente tus servicios sexuales.

En el plano físico, el trabajo de puta ha cambiado mi cuerpo y mi mente. Ahora tengo piercings en los pezones y los labios vaginales, un discreto tatuaje en el culo con un símbolo de prostituta, el agujero del culo bien abierto y elástico, el coño siempre dispuesto para una buena polla, aguanto bien castigos corporales en juegos BDMS, trago o bebo buenas corridas de lefa calentita y espesa. Disfruto con la lluvia amarilla e incluso bebiendo una buena meada. Tengo pocos tabúes ya, por no decir ninguno. Como coños y me resultan deliciosos. Me calienta estar desnuda prácticamente todo el día y estar expuesta a las miradas lascivas y de deseo de cualquier putero, ser usada para su disfrute y complacer a mi proxeneta.

En el plano emocional. Hay estudios que dicen que las mujeres en situación de prostitución sufren un gran impacto en su identidad, a nivel cognitivo, físico y emocional, que se traduce en problemas de salud, de gestión de sus emociones y afectan en su manera de relacionarse con los demás. Que hay factores que desembocan en la adopción de un trauma, que afecta a nuestras creencias, a la visión de nuestro mundo y a la visión de los otros, generándonos un daño irreparable en nuestra identidad personal. No voy a negar, que al principio, la prostitución no me impactara un poco en mi identidad personal y a nivel emocional, pero solo un poquito. Enseguida asumí que mi identidad personal era puta y ya no esposa fiel y mucho menos una abnegada ama de casa. Esto no me causó ningún trauma ni se tradujo en ninguna enfermedad física o mental. Mi identidad de puta me encanta y estoy orgullosa de serlo y de trabajar en un oficio en el que me siente realizada como mujer. La visión de los otros que tengan de mí me importa una mierda. En mi entorno familiar y de amistades todos saben a qué me dedico y yo no me oculto y hago gala de ser una profesional del sexo y de tener el apoyo del cornudo de mi marido.

En el plano laboral, no me va mal y he ganado mucho dinero. Ocho años de prostitución, 15 hombres por día como mínimo. He sido penetrada por miles de tipos.

En el plano matrimonial, todo va fenomenal por tener un marido cornudo consentidor y colaborador. Como recompensa, lo tengo bien servido sexualmente cuando vuelvo al lecho conyugal.

Bueno, esta es mi historia y es lo que quería contar.

Una casada prostituta y feliz, que dejó de ser una aburrida ama de casa.

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