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Anónimo

junio 3, 2025

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Le revise el teléfono a mi madre

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Mi madre siempre había sido una mujer atractiva y segura de sí misma. Su cuerpo escultórico y su confianza eran evidentes para todos, y a menudo atraía miradas de admiración y deseo. Recuerdo que, desde que era pequeño, los hombres la morboseaban sin vergüenza. Algunos comentarios eran sutiles, otros no tanto. «Qué buena está tu mamá,» «Menudo culazo tiene,» «Ojalá me la pudiera follar.» Estos comentarios eran comunes y, con el tiempo, despertaron mi curiosidad sobre la vida sexual de mi madre.

A medida que fui creciendo, noté cómo los desconocidos en la calle también la morboseaban. Era común ver cómo los hombres la miraban descaradamente, sus ojos recorriendo su cuerpo de arriba abajo. A veces, incluso se atrevían a hacer comentarios en voz alta, pensando que ella no podía oírlos. «Mira ese culo, debe estar buenísima en la cama,» «Me encantaría follarme a esa tío.» Mi madre siempre actuaba con indiferencia, pero yo podía ver en su expresión que a veces se sentía incómoda.

Una vez, mientras caminábamos por una calle concurrida, un hombre se acercó demasiado a mi madre, rozando su cuerpo contra el de ella. «Disculpa,» le dijo, con una sonrisa lasciva, sin mostrar ningún arrepentimiento. Mi madre se apartó rápidamente, pero el hombre continuó caminando a su lado, intentando entablar una conversación. «Eres muy guapa. ¿Te gustaría tomar algo conmigo?» le preguntó, sin dejar de mirarla con deseo. Mi madre rechazó educadamente su propuesta, pero el hombre insistió, siguiéndola durante un buen tramo hasta que finalmente se despidió.

Otro día, mientras esperábamos en una parada de autobús, un grupo de hombres jóvenes comenzó a hacer comentarios sobre mi madre. «Mira ese cuerpo, está pa’ comerselo,» dijo uno de ellos, lo suficientemente alto como para que todos lo oyeran. «Ojalá pudiese meterle mano,» añadió otro, riendo. Mi madre trató de ignorarlos, pero yo podía ver que estaba incómoda. Finalmente, el autobús llegó y nos subimos, dejando atrás los comentarios lascivos.

Estos incidentes eran comunes y, con el tiempo, despertaron mi curiosidad. Sabía su contraseña desde hacía tiempo, pero nunca había sentido la necesidad de revisar su teléfono. Hasta esa noche.

El teléfono de mi madre estaba desbloqueado, así que no tuve problemas para acceder a su galería de fotos. Comencé a deslizarme por las imágenes, esperando encontrar alguna pista sobre sus salidas nocturnas. Al principio, eran fotos inocentes: selfies con amigas, fotos de comidas deliciosas y paisajes bonitos. Pero luego, al llegar a una carpeta marcada como «Privado», mi corazón comenzó a latir más rápido.

Abrí la carpeta y encontré una serie de videos que me dejaron sin aliento. Eran videos de mi madre, pero no eran selfies ni recuerdos de viajes. Eran videos de su cuerpo, mostrando cada curva y cada detalle. En el primer video, mi madre estaba en una habitación oscura, apenas iluminada por la luz de una vela. Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Se movía con gracia, deslizando sus manos por su cuerpo, acariciando sus pechos y su cintura, mostrando su figura de una manera que hacía que mi corazón latiera más rápido. El video duró solo unos minutos, pero fue suficiente para dejarme sin aliento.

El segundo video era aún más detallado. Mi madre estaba en una cama, desnuda, con la luz suave de una lámpara de noche iluminando su cuerpo. Se movía lentamente, mostrando cada detalle de su anatomía. Sus pechos firmes, su cintura estrecha, sus caderas redondeadas y sus piernas largas y tonificadas. Se tocaba a sí misma, acariciando sus pechos y deslizando sus manos por su cuerpo, gimoteando suavemente. El video era una obra maestra de sensualidad y deseo, y me encontré tocándome mientras miraba, sintiendo una mezcla de vergüenza y excitación.

Mientras seguía explorando, encontré más videos similares. En uno, mi madre estaba en una ducha, el vapor empañando el espejo mientras ella se enjabonaba, sus manos recorriendo cada rincón de su cuerpo. En otro, estaba en una playa desierta, el sol poniéndose detrás de ella mientras caminaba por la orilla, su bikini revelando más de lo que ocultaba. Cada video era una lección de sensualidad y deseo, y me di cuenta de que mi madre sabía perfectamente cómo mostrar su cuerpo de la mejor manera.

Pero lo que realmente me impactó fueron los videos en los que aparecían hombres. En uno, mi madre estaba en una habitación de hotel, besándose apasionadamente con un hombre. Sus manos estaban por todas partes, levantando su vestido y acariciando sus muslos. «Te deseo tanto,» le oí decir al hombre, su voz ronca y llena de deseo. Mi madre sonreía, disfrutando de la atención, y se dejaba llevar. El hombre la levantó y la colocó sobre la cama, arrastrándose sobre ella y besando su cuello, sus pechos, su estómago, antes de separar sus piernas y penetrarla lentamente. Los gemidos de mi madre llenaron la habitación, y pude ver cómo su cuerpo respondía, moviéndose al ritmo de las embestidas del hombre.

«Más duro, por favor,» le suplicaba mi madre, y el hombre obedecía, embistiéndola con más fuerza y velocidad. El sonido de sus cuerpos chocando era intenso, y podía ver el sudor brillando en sus cuerpos mientras se movían con desesperación. «Me encanta cómo me follas,» le dijo mi madre, y el hombre sonrió, satisfecho, continuando con sus embestidas brutales.

En otro video, mi madre estaba en una fiesta, en una esquina oscura, besándose con un hombre. Sus manos estaban debajo de su vestido, acariciando su culo y sus muslos. «Vamos a un lugar más privado,» le susurró al oído, y ella asintió, tomando su mano y llevándolo a una habitación cercana. Una vez allí, el hombre la empujó contra la pared y comenzó a besarla apasionadamente, sus manos levantando su vestido y tocando su entrepierna por encima de las bragas. «Estás tan mojada,» murmuró, y mi madre sonrió, sabiendo el efecto que tenía en los hombres. El hombre la levantó y la colocó sobre una mesa, separando sus piernas y penetrándola con fuerza. Los gemidos de mi madre eran altos y claros, y pude ver cómo disfrutaba cada segundo, moviendo sus caderas para recibir las embestidas del hombre.

«Chupa mi pene,» le ordenó el hombre, y mi madre, sin dudar, se arrodilló y tomó su miembro en su boca, lamiendo y chupando con desesperación. El hombre gemía de placer, sus manos enredadas en su cabello, guiando su cabeza mientras ella lo satisfacía. «Eres una diosa,» le decía, su voz llena de lujuria. Mi madre continuaba chupando, sus manos acariciando sus testículos, aumentando su placer.

En otro episodio, mi madre estaba en un bar, tomando una copa con unas amigas, cuando un desconocido se acercó a ella y comenzó a coquetear. «Eres la mujer más deseable de toda la habitación,» le dijo, con una sonrisa segura. Mi madre se rió, halagada. «Gracias,» respondió, sonriendo. «Deberías venir a casa conmigo esta noche. Te prometo que no te arrepentirás,» continuó él, acercándose demasiado y dejando que su mano descansara en la parte baja de su espalda. Mi madre asintió, y ambos se dirigieron a su casa.

El video mostraba cómo el hombre la desnudaba lentamente, besando cada centímetro de su cuerpo mientras lo hacía. «Tienes un cuerpo perfecto,» le susurró, su voz llena de deseo. Mi madre sonreía, disfrutando de la atención. Una vez desnuda, el hombre la tumbó en la cama y comenzó a besar su cuello, sus pechos, su estómago, antes de separar sus piernas y penetrarla con fuerza. Los gemidos de mi madre eran altos y claros, y pude ver cómo su cuerpo respondía, moviéndose al ritmo de las embestidas del hombre.

«Chupa mi pene,» le ordenó de nuevo, y mi madre, obediente, se arrodilló y tomó su miembro en su boca, lamiendo y chupando con entusiasmo. El hombre gemía de placer, sus manos en su cabello, guiando su cabeza mientras ella lo satisfacía. «Eres increíble,» le decía, su voz entrecortada por el deseo. Mi madre continuaba chupando, sus manos acariciando sus testículos, aumentando su placer.

El último video que vi fue el más intenso. Mi madre estaba en una habitación de hotel, con dos hombres que la deseaban desesperadamente. «Te deseamos tanto,» le susurraron al unísono, mientras sus manos exploraban su cuerpo. Uno de ellos la besaba apasionadamente, mientras el otro acariciaba sus pechos y su culo. «Quiero que me folléis los dos,» les dijo mi madre, su voz llena de deseo. Los hombres obedecieron, colocándola en una posición que les permitía acceder a ella desde ambos lados. Las embestidas eran fuertes y rítmicas, y los gemidos de placer llenaban la habitación. Mi madre disfrutaba de cada segundo, moviéndose con ellos, pidiendo más y más. «Más duro,» les oí decir, y ambos hombres obedecieron, moviéndose con más fuerza y velocidad, llevándola al límite del placer.

«Chupa nuestros penes,» le ordenaron, y mi madre, sin dudar, se arrodilló y tomó los miembros de ambos hombres en su boca, lamiendo y chupando con desesperación. Los hombres gemían de placer, sus manos en su cabello, guiando su cabeza mientras ella los satisfacía a ambos. «Eres una diosa,» le decían, sus voces llenas de lujuria. Mi madre continuaba chupando, sus manos acariciando sus testículos, aumentando su placer.

Decidí guardar unos pocos videos para mí, aquellos que me parecieron más excitantes y morbosos. Sabía que estaba invadiendo la privacidad de mi madre, pero no podía resistir la tentación. Estos videos se convirtieron en mi secreto, algo que veía cuando estaba solo y necesitaba liberar tensión.

A partir de ese día, comencé a ver a mi madre con nuevos ojos. Ya no era solo mi madre, sino una mujer deseable y segura de sí misma, que sabía lo que quería y no tenía miedo de perseguirlo. Y aunque a veces me sentía incómodo con sus aventuras, no podía negar que también me excitaban. De vez en cuando, sacaba mi teléfono y revivía esos momentos, tocándome mientras mi madre gemía de placer en la pantalla. Era un secreto morboso que guardaba con celo, y que me hacía sentir una conexión única y perversa con ella.

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