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agosto 31, 2025

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¿Es mucho pedir?

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¡Ay, niños, niños, niños! ¡Les juro que no puedo más con esta calentura que me carcome por dentro! Ya saben que mi noviecito joven es un amor, me lleva a pasear, me hace reír, pero en la cama… ¡Dios santo! Es un desastre total. Se viene en dos minutos y solo quiere anal, como si mi chochita no existiera. ¡Y a mí me encanta que me la metan por allá, no me malinterpreten! Pero a veces una quiere sentir esa verga adentro de su parte más calientita, ¿me entienden?

El otro día, después de que mi novio terminó otra vez en dos patadas (¡y por detrás!), me quedé ahí tirada en la cama, con las piernas abiertas y mi puchita palpitando, mojadita, pidiendo a gritos que alguien le preste atención. ¡Y mi novio roncando como si nada! ¡Qué rabia, niños! Yo que le hago los mejores orales del mundo, que me trago toda su lechecita y todo, y él ni siquiera se molesta en bajarse a olfatearme un poquito. ¡Es que mi chocha es linda, rosadita, depiladita, siempre huele ricooo!

Total, que estaba así, frustradísima, recordando la única vez que un hombre me comió como se debe. ¡Fue mi casero! Sí, ese señor de 54 años que siempre me mira con esa carita de buenorro. Una vez, hace como tres meses, yo estaba pagando el alquiler en su oficina (que es en la misma casa donde vive, ahí cerquita de mi depa) y de repente me empezó a decir que yo estaba muy guapa, que me veía muy mujer, todas esas cosas que a una le suben el ego. Yo, que andaba con una falda cortita y sin calzones (porque hace calor, ¡y porque me gusta!), me sentí toda halagada.

De la nada, el muy vivo me dijo: «María, se te ve muy nerviosa, ¿te pasa algo?». Y yo, sin pensarlo dos veces, le solté: «Es que tengo la puchita muy mojadita, don Carlos, y nadie me hace caso». ¡Ay, niños, les juro que se le salieron los ojos! Pero no se enojó, al contrario, se levantó, cerró la puerta con llave y me dijo: «¿Y por qué no me muestras esa puchita que te tiene tan mal?».

¡Uy, yo me ruboricé toda! Pero la calentura pudo más que la vergüenza. Me recosté en su escritorio, levanté mi falda y ahí estaba, mi chochita bien depilada, brillosita de lo mojada que estaba. Don Carlos se me quedó mirando fijo, con unos ojos que se le veían las intenciones, y después, sin decir nada, se arrodilló y… ¡AY, QUÉ RICOOOO! ¡Empezó a lamerme como si no hubiera comido en una semana!

Les juro, niños, que tenía una técnica… ¡Uffff! No era solo meter la lengua y ya. No, no. Él me la chupaba toda, me mordisqueaba los labios suavecito, me soplaba calientito en el clítoris y después volvía a chupar. Yo me estaba volviendo loca, gritando y agarrada del escritorio. ¡Y su barba! ¡Ay, su barba me raspaba en los muslos y me daba más morbo! En un momento, me metió dos dedos y yo, ¡UY!, empecé a temblar. Don Carlos no se detuvo, me comió como si fuera su postre favorito, hasta que vine tan fuerte que casi me caigo del escritorio.

 

Lo más excitante fue que él tenía la verga dura, bien parada, se le marcaba en el pantalón. Yo, toda caliente, le quise desabrochar el cinturón para chupársela, pero él me detuvo. «No, hijita, hoy esto es solo para ti», me dijo. ¡Imagínense! Un señor de 54 años, negándose a que se la mame para dedicarse solo a mi placer. ¡Eso no me lo hace ni mi novio!

Después de eso, me arreglé, pagué el alquiler (¡jajaja!) y me fui a mi casa, con las piernas temblorosas y la conciencia un poco pesada, pero ¡ay, deliciosooo! Mi puchita quedó tan contenta ese día.

Y ahora, niños, no sé qué hacer. ¡Porque lo veo seguido! Vive a dos cuadras nada más. Cada vez que paso por su casa, me mira con esa sonrisa que me dice todo. Y yo, ¡uy, se me moja todo solo de pensarlo! Mi novio ni se entera, pobrecito, está siempre en su mundo. Pero es que… ¿es mucho pedir que a una le chupen la chochita bien rico de vez en cuando? ¡Yo creo que no!

Anoche soñé que volvía a su oficina, pero esta vez me lo encontraba en el jardín de su casa. Él estaba podando las plantas, con esos brazos fuertes que tiene, y yo me le acercaba y le decía: «Don Carlos, ¿me riega mi plantita también?». ¡Jajaja! En el sueño, me levantaba el vestido y me la chupaba ahí mismo, contra la pared, con el riesgo de que nos viera algún vecino. ¡Qué excitante, niños!

¡Ay! Y ahora que lo pienso, tengo que llevarle el alquiler la próxima semana. ¿Será muy obvio si voy sin calzones otra vez? ¡Es que hace calor! Y total, mi novio no se da cuenta de nada. Don Carlos sí, él sí sabe apreciar una buena puchita mojadita. ¡Uy, solo de escribirlo se me está mojando otra vez! ¡Necesito que me chupen ya! ¿Creen que sea muy mala idea mandarle un mensajito? Algo como: «Don Carlos, ¿recuerda el sabor de mi mermeladita? Extraña su boquita». ¡AY, QUÉ VERGÜENZA PERO QUÉ EXCITANTE!

Bueno, niños, yo los dejo porque me voy a tocar un poquito pensando en mi casero comiéndome como si no hubiera un mañana. ¡Ojalá que mi novio algún día aprenda a hacerlo así! Pero mientras tanto… ¡qué le vamos a hacer! Una mujer tiene necesidades, ¿no? ¡Y esta mujer necesita que le chupen la chochita hasta que grite! ¡Ja!

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