Por

Anónimo

febrero 26, 2024

1030 Vistas

febrero 26, 2024

1030 Vistas

Entre golosinas y orgasmos

0
(0)

Entre golosinas y orgasmos

La historia que leerán a continuación surge luego de experimentar una noche de orgasmos incontrolables con mi novio que tuvo la idea de atarme las manos y vendarme. Ya sé que no es nada del otro mundo, pero la humedad que empezó a surgir en mi entrepierna apenas quedé vendada, era la primera vez que la experimentaba. Me sentía tan cachonda y me dejé llevar tanto en la fantasía que mi primer orgasmo llegó sin que me tocara, solo probando los sabores que mi novio había escogido para darme a chupar de su pene, mientras yo adivinaba de qué se trataba y cuál me gustaba más.

No he hablado con nadie de esta excitación desaforada que viví. Pareciera como si algo se hubiera reactivado dentro de mí, una sombra oculta, una historia con varios escenarios distorsionados o engavetados por la memoria.  De repente, el recuerdo de mi hermano Beto, me llegó como esa gota inesperada que nos cae antes de que se desparramen las nubes con toda su fuerza.

  Una puerta al pasado se abrió en mi cabeza y una fuerza invisible me arrastró a su interior. Viajé quince años atrás en mi memoria y como si viera una grabación casera, comencé a recorrer cada escena de cuando éramos niños y aún estábamos en el colegio, recordé las rutinas y juegos que inventábamos cuando nos quedábamos en casa solos. Recordé que era feliz de pequeña, después, crecí.

Cuando yo nací mi hermano acababa de cumplir los siete años. La última vez que nos vimos era navidad. Estuvo en casa de nuestros padres unos días y después regresó a su trabajo en Roma. Yo vivo aún con ellos. Estoy terminando el último año de Derecho.  Hablamos poco mi hermano y yo y aunque nos llevamos bien, siento que hay una distancia, sobre todo de su parte. Pareciera como si me temiera. Eso me suele dar risa.

Risas era las que nos sobraban a Beto y a mi cuando nos quedábamos las tardes en casa y jugábamos a imitar a los luchadores de la televisión, haciendo llaves y hasta saltando desde los muebles. Una vez mamá nos encontró en nuestro ring improvisado y regañó a mi hermano. Le dijo que tuviera cuidado de no lastimar a la niña y no andar jugando brusco.

Recuerdo que mi hermano en una ocasión  que se fue la luz en la casa y todo quedó oscuro me dio un chupete que tenía. Yo escuchaba como le quitaba el plástico y me daba a probar, me decía que lo compartiéramos pues él también estaba asustado.

Después, cuando pasaron algunos días, el chupete era como un premio que me daba mi hermano, pues mis padres no me dejaban comer dulces, me decían que las caries y los parásitos no me dejaban dormir.

La otra noche cuando nos íbamos a la cama mi hermano me dijo que tenía una sorpresa para mí. Me pidió que cerrara los ojos y no hiciera trampa porque había comprado unas golosinas ricas y quería saber cuál me gustaba más para comprarlas al día siguiente. Me dijo: es solo para que pruebes, porque no compré muchas. Le pediré plata a mamá para comprar más si te gustan.

 Recuerdo que lo primero que sentí en mi boca fue el sabor dulce de cereza de una chupeta. Esa ya la conocía, le dije riéndome. Incluso abrí un poquito los ojos y él me miraba desde arriba, riendo también. Me dijo que no valía, que ya no me daría más a probar porque había hecho trampa. Y entonces mi hermano apagó la luz y se fue a su cuarto, llevándose las golosinas.

Yo me sentí triste porque se llevó la paleta y tampoco pude probar los otros sabores que me había prometido. Quise ir a su cuarto para convencerlo de que le haría caso, pero cuando llegué había cerrado la puerta. No insistí porque no quería que mis papitos se dieran cuenta de que estaba despierta.

Al día siguiente nos fuimos a clase. Estudiábamos en el mismo colegio, donde también habían estudiado nuestros padres. Mi hermano y yo no nos veíamos durante la mañana porque los alumnos de bachillerato salían a otras horas al receso.

Mientras esperábamos que llegara el transporte escolar, mi hermano sacó del bolsillo de su pantalón una dona. Me dijo que la había comprado para compartirla conmigo, pero en la casa.

Llegamos a casa y la señora que cocina nos dijo que nos cambiáramos y bajáramos a almorzar. Nuestros padres llegaban por lo general a eso de las cinco de la tarde. Cuando subíamos por las escaleras a nuestros cuartos le dije a mi hermano que me diera una probadita de dulce y él me dijo que después del almuerzo, cuando se fuera Rosa a descansar, pues ella se quedaba un rato ordenando y limpiando.

El almuerzo siempre era rico. Rosa tenía buena sazón y el arroz chino era uno de mis platos favoritos que ella sabía preparar. Un día me di cuenta que mi hermano se le quedaba mirando bastante a Rosa cuando daba la espalda y buscaba algo en la nevera o en la cocina.

Ese día comimos pollo al horno con puré y ensalada de remolacha. Me gustaba esa combinación de colores y sabores, lo blanco del puré con lo morado de la remolacha.  Terminamos de almorzar y nos subimos a nuestras habitaciones y Beto no me llamó para darme a probar lo que había comprado en el colegio. Me quedé dormida y cuando fui al cuarto de mi hermano este jugaba con la play.

Niños, ahí les traje unos dulces que hice en casa para que los prueben, nos dijo Rosa cuando se iba después de haber dejado todo limpio. Están en el cajón de las galletas. Se llaman aliados. Después de algunos años también supe que se les conoce como dulce de pata de res.  Por cierto, Rosa es colombiana, todavía trabaja con nosotros y la edad la ha tratado bastante bien para sus años.

Apenas cerró la puerta de la casa, salí disparada a la cocina a buscar lo que nos había traído Rosa.  Mira Beto, parecen unos panes, pero muy blanditos, como si fuera una gelatina con harina blanca.

Deja eso ahí, todavía no los pruebes. Cuántos hay, preguntó mi hermano.

Son ocho, déjame comer uno, porfis, si

Espérate un ratico Kathy, me pidió mi hermano. Hay que dejarle a mamá y a papá también.

Qué te parece si juntamos esos postres que nos trajeron con los que tengo guardados y probamos a ver cuál es más rico, me sugirió mi hermano.

Eso, Beto. Los traes o subo uno de estos, le dije señalando la bolsa con los aliados.

Sube uno, vamos a tu cuarto.

Llegué a mi habitación y me senté en la cama a esperar que Beto trajera las golosinas. Entró con una bolsa de papel y me levanté a ver que tenía adentro, pero él la alzó donde yo no llegaba para que no pudiera tomarla. Quédate tranquila, me dijo, si no, no hay postre.

A ver, sentadita, dijo. Cierra los ojos y veamos cuáles sabores son más ricos. Si vuelves a hacer trampa, me voy. Además, tengo tareas que hacer. No, tranquilo betico, yo no haré trampa, le contesté.

Entonces escuché que sacaba algo de la bolsa de papel, quise abrir los ojos, pero preferí esperar esta vez. No los abras, vale. Si, no estoy viendo nada, dije.

De repente sentí que en mis labios había algo muy cerca, podía oler y sentía ese aroma a caramelo y también había otro olor que no lograba descifrar, pero era rico. Estaba así, tranquila y quieta cuando sentí que rozaban mis labios. Saqué un poquito mi lengua para probar y alcancé a sentir un sabor dulce, quería saber que era, quería probar bien, pero en ese momento la puerta de abajo sonó y Beto salió rápido de mi cuarto. No vi que llevaba en la bolsa mi hermano cuando se iba a su cuarto. Era Rosa.

Niños se me había quedado algo en la nevera. Recuerden hacer sus deberes. Chao. Ella no subió. Solo entró a buscar lo que había olvidado y se fue.

Beto no salió de su cuarto así que fui a buscarlo.

Me dijo que yo estaba mirando y que no habría más golosinas.

No. No miré, lo juro. Solo vi que salías con una bolsa de papel cuando la puerta sonó.

Segura que no viste, me preguntó.

Ya dije que no y si no confías en mí, tápame los ojos, le respondí.

Bueno, me parece. Regresamos a mi habitación y cogió el pantalón de mi pijama que estaba debajo de la almohada y me lo probó como venda. Te incomoda, me preguntó. No, está bien, solo que, si alcanzo a ver un poquito, dije. Entonces mi hermano hizo doble vuelta al pantalón y ahora si no veía nada. Sentí cómo pasaba su mano cerca de mi cara para verificar que no veía. Le dije que en serio no podía ver, pero me seguía pasando tan cerca la mano de la cara que incluso sentí el olor del jabón con que se había lavado las manos.

Hoy día después de unos 20 años de esa tarde, aún no estoy del todo segura si lo que escuché aquella vez fue una cremallera bajando. He tratado de prestar atención desde que mi vida sexual es más constante y apenas he podido percibir ese sonido.  Por lo general no estamos tan silenciosos cuando comenzamos a desvestirnos.

Estás lista, Kathy, me preguntó mi hermano y le contesté que sí. Aquí va el primer sabor.

Sentí cómo se aproximaba algo a mi nariz y no alcancé a oler bien porque la tela hacía algo de presión y entonces saqué mi lengua para probar y me sentí decepcionada.

Beto así no vale. Me estás dando otra vez la misma chupeta de ayer. Así no juego más, recuerdo que le dije aburrida.

Tranquila hermanita, era solo para molestar.

Qué te parece este sabor, preguntó y me pareció que sentía el olor del jabón de sus manos muy cerca de mi rostro. Mi lengua alcanzó a probar algo cremoso. Ya sé lo que es, se me olvidó el nombre, lo que le colocan adentro a las donas.

Dulce de manjar, me dijo mi hermano. Te gustó ese, preguntó. Si, pero no probé casi, le contesté. Quitaste muy rápido. Quieres más de ese o probar otro sabor. Bueno, dame a probar otro, le respondí.

Entonces escuché de nuevo la bolsa de papel. Algo había sacado de su interior y me dijo voy. Ahora sentí el olor del jabón en sus manos más claro.

Esta vez probé más con mi lengua y quería seguir chupando el sabor de a poquito cuando mi hermano me retiró con su mano.

Oye déjame probar más. Eso sí sé que es, es chocolate del que tenemos para los wafles le dije.

Muy bien hermanita, puedes probar un nuevo sabor. Veamos si aciertas con este.

Bueno, pero no quite tan rápido el dedo y déjeme probar bien, le dije contenta.

Cuando sentí que mi hermano acercaba el nuevo sabor, busqué su brazo y le agarré la muñeca para que no me fuera a quitar el dulce como había hecho antes. Sentí que le temblaba la mano. Entonces comencé a probar con mi lengua y quería comer toda la golosina que me parecía a gelatina.  Sentí que abrí mucho la boca porque había bastante sabor por toda la superficie y quería aprovechar de acabar con ese sabor para probar uno nuevo. Cuando iba a repasar los bordes donde sentí que quedaba más gelatina mi hermano me apartó rápido con sus manos, me soltó. Lo escuché respirar con fuerza.

Beto, pero porqué eres así. Estaba rico y no me dejaste seguir, me quejé. Eso era mermelada de fresa, Kathy. Lo adivinaste, me preguntó y le contesté que había creído que era gelatina.

Ya no quiero más, le dije molesta. Entonces me quité el pijama de los ojos y Beto estaba parado frente a mí, algo pálido y sudando, a pesar de que era invierno. Recogió la bolsa de mi cama y se fue.

Kathy, hagamos las tareas, quieres, me dijo desde su habitación. No quiero que lleguen nuestros papis a regañarnos.  Y recuerda no mencionar que has estado comiendo dulce. Ya sabes cómo se ponen con ese tema y tu dentadura.

Continuará … solo si les ha gustado

 

 

 

 

 

 

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

Una respuesta

  1. helenx

    Stop jerk off. I know a site where thousands of single girls are waiting to be fucked. Look at them: http://xnice.fun/rt

Deja un comentario

También te puede interesar

Encuentro ocasional con una chica en el metro.

anonimo

05/03/2022

Encuentro ocasional con una chica en el metro.

La relación con mi mejor amiga (H19) (M19)

anonimo

25/10/2022

La relación con mi mejor amiga (H19) (M19)

Soy suyo(1ºparte)

anonimo

07/05/2011

Soy suyo(1ºparte)
Scroll al inicio