Por

Anónimo

mayo 30, 2017

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EL SER O NO SER CON MI HIJA

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Me llamaré, Borja. Tengo 42 años y buena presencia, ya que voy diariamente al gimnasio. Me casé hace 22 años, con mi pareja embarazada. Hace tres meses que me dejó por otro hombre. Antes de marchar me dijo que se iba con el padre de nuestra hija Adriana. No la creí. Creo que Adriana, es mi hija. 

La semana pasada estaba mirando la tele, de noche. Adriana, se acurrucó a mi lado en el sofá, y me dijo:

-Te quiero, papá.

-Y yo a ti, cariño.

-Ya lo sé, pero yo te quiero de otra manera. Estoy enamorada de ti.

-Lo que estás es confusa, cielo. 

-Se bien lo que quiero. Tengo 21 años. No soy una niña.

Adriana, tiene 21 años, es pelirroja, alta, de ojos azules. Es guapísima, y ella lo sabe. Me besó en los labios, y lo malo fue que me gustó, aunque le dije:

-Esto no está bien, hija. Es pecar.

-Tu no eres creyente, papá. Ni crees que exista el pecado. Una vez le digiste a mamá que si llegaran a existir Adán y Eva, Adán se tuvo que acostar con sus hijas, y Eva, probablemente, lo hiciera con sus hijos. ¿Te acuerdas?

-Era hablar por hablar, hija.

Se quitó la blusa. No llevaba sujetador. Vi sus senos, grandes, con areolas rosadas y pezones de punta. Ella vio el bulto de mi pantalón. Puso su mano sobre él. Me puso un pezón entre los labios, y me dijo:

-¿No te apetece comerme las tetas?

-¿Por qué me haces esto?

Abrí la boca para hablar y me metío el pezón y parte del seno en la boca. Por un acto reflejo, se lo chupé. Ella quiso abrir la cremallera de mi pantalón. Le aparté la mano.

-Mejor será que te vayas para  tu habitación.

No me hizo caso. Se puso de pie, se quitó los jeans y las bragas. El monte de Venús lo tenía cubierto de vello pelirrojo. Lo acercó a mi boca. Tenía un olor delicioso.

-¿No te gustaría comerme la conchita hasta que me venga en tu boca?

-No, no estaría ben. ¡Vete de una vez para tu habitación!

Le había levantado la voz, cosa que nunca antes había hecho. Se fue corriendo para su habitación.

No sé lo que me pasó. El que iba hacia su habitación empalmado como un burro, no era yo. Era alquien que Adriana,  creara aquella noche. En mi cabeza, como excusa,  rondaban las palabras de la que fuera mi esposa: «Me voy con el padre de Adriana».

Entré en su habitación. Estaba desnuda sobre la cama. Aquella no era mi hija, era una diosa. Llegué al lado de la cama. Adriana, se sentó en el borde. Abrío la cremallera de mi pantalón. Sacó mi cipote, que estaba duro y mirando al norte, y comenzó a masturbarlo y a chuparlo. 

-Te voy a beber hasta la última gota de leche, papá. 

Poco más tarde, cuando sentí que iba a eyacular en su boca. Tomé su cabeza con las dos manos, y le dije:

-¿La quieres?

-Dámela.

-¡Toma!

Me corrí en su boca y hizo lo que había dicho, beber hasta la última gota.

Después se echó sobre la cama. Empecé por besar y lamer los dedos de sus pies. Subí por la parte interna de sus muslos. Lamí y chupé sus labios vaginales. Metí mi lengua dentro de su empapado sexo, luego, al posar mi lengua en su erecto clítoris, exclamó:

-¡¡¡Me vengo, papá!!!

Sus gemidos fueron deliciosamente sensuales. Más que un orgasmo parecía que estaba sufriendo una dulce tortura, en la que sudaba miel por los poros de su piel y destilaba ambrosía por el sexo, la cual bebí como si fuese manantial de la eterna juventud.

Al volver del paraíso al que la había llevado, me dijo:

-Quiero más, papá, quiero venirme más y más.

Me desnudé. Se puso en la posición del perrito. Se la metí hasta el fondo. Entrara apretada. Me quedé quieto. Adriana, movia su culo hacia delante, hacía atras y alrededor. En el flujo vaginal que bajaba por el interior de sus muslos, mojé mi dedo gordo. Se lo metí en el culo y comencé a follárselo con él.

-Méteme la verga en el culo, papá.

Mi respuesta fue follarle el chochito a toda pastilla y correrme dentro  Se corrió conmigo como una bendita. Estaba con los últimos gemidos y las últimas convulsiones. Se la saqué y se la metí en el culo, muy despacito. Se volvió loca.

-¡Me voy a venir otra vez, papá, me voy a venir otra vez! ¡¡Me vengo!!

Doce veces se corrio esa noche. Ahora ya sólo se corre cinco o seis, Yo, sigo yendo al gimnasio. Allí, aparte de ponerme en forma, me dan las pastillas que hacen que Adriana, me vea como un superhombre.

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3 respuestas

  1. pamela escobar

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