mayo 25, 2017

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EL OSO Por: MAPMAKER

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EL OSO                                   Por:  MAPMAKER

 

Lo había seducido y aun no sabía por qué. Soy menuda, delgada; él me doblaba el peso y el tamaño; cuando nuevamente busqué el motivo ya estábamos en la penumbra de mi habitación.

 

Siempre estaba a la defensiva porque odiaba la agresividad y la posesividad de los hombres  pero este era diferente.

 

Era muy tímido, quizás por su tamaño,  quizás por el color de su piel, quizás por su origen. Pero tenía un corazón muy grande, era bondadoso y a pesar de que no poseía rasgos bellos estos no se notaban por su sonrisa permanente y su semblante bonachón. Parecía un oso de peluche.

 

Estábamos acostados  frente  a frente;  veían en la penumbra sus ojos brillantes; me di  vueltas adosando mi cuerpo al suyo.Me acuné entre sus brazos, sentí su respiración en mi cabeza; el calor de su cuerpo que me daba una sensación de seguridad, de protección.

 

Dirigí mi mano a su entrepierna encontrándome con su miembro;  a través de la tela me pareció suave, cálido, grande, extremadamente grande.

 

Giré mi cabeza hacia atrás buscando su boca, sus gruesos labios se apoderaron de los míos, mi lengua serpenteó buscando la suya, carnosa, grande atrayéndola hacia el interior de mi boca para succionarla, me llenó toda; sentí su mano sobre mis senos, sus gruesos dedos palpando la punta de mis pezones haciendo que mi libido aumentara más y más.

 

A través del delgado tejido de mi negligé sentí el crecimiento y la dureza de su miembro en el área de mis nalgas; mis dedos ya no podían abarcar el grosor de su pene; continuaba chupando su lengua, aprisionándola dentro de mi boca.

 

Solté su miembro dirigiendo mi mano a la mano que acariciaba mis senos, esta era el doble de la mía; áspera, fuerte, callosa. La dirigí hacia mi vientre.

 

Me coloque de espaldas sobre su cuerpo para que pusiese acariciar mis pechos con su mano libre, sus dedos se colaron entre las bragas buscando mi pubis, su dedo índice rozó el prepucio de mi clítoris causándome un estremecimiento involuntario, la humedad se apoderó de mi vagina; sentí mi capullo crecer y abandonar su encierro; su dedo central grande y grueso se deslizo  apartando mis empapados labios vaginales para posarse en la entrada de mi vulva. Un gemido de placer fue acallado por su lengua.

 

El dedo recorría le anegado canal de mi vagina desde el erecto botón hasta la entrada de mi orificio anal; continuó su recorrido una y otra vez originando contorsiones en todo mi cuerpo; mi mano volvió a asir el bulto tras mis nalgas, palpando su enorme dimensión.

 

Un orgasmo espasmódico atacó todo mi cuerpo haciendo que me tensara para luego caer en un desvanecimiento total.

Poco apoco fui regresando a la normalidad, volteé mi cuerpo quedando junto a él.

 

Comencé a despojarlo de sus ropas hasta dejarlo completamente desnudo; mi mano tropezó con su inhiesto miembro, empecé a sobarlo; lo sentí  grueso, enorme, duro.

Un inmenso deseo de ser penetrada por aquel trozo de carne calientese apoderó de mí. Me despojé de mi negligé, de mis empapadas bragas dispuesta a tragarme aquella verga aunque me hiciera daño.

 

Comencé a acariciarle el miembro con ambas manos, palpando cada irregularidad, las venas, la punta del glande, los gordos testículos; sintiendo las palpitaciones, el flujo pegajoso que brotaba de lainflamada cabeza.

 

Sentí sus manazas en mi cintura, sin ningún esfuerzo me elevó girando mi cuerpo,  colocando mi sexo frente a su boca. Su enorme lengua aparto los pliegues de mi sexo para introducirse dentro de mi concha, reptando, recorriendo todos los pliegues de mi sexo causándome estremecimientos de placer, sacándome gemidos involuntarios.

 

Una oleada de placer me invadió;  ávidamente me introduje punta de su pene en mi boca. Comencé a engullirla hasta donde podía, el resto lo masajeaba con las manos; lubricándolo con  saliva; el vigor de las caricias se intensificaba a medida que aumentaban  las penetraciones de su lengua en mi vagina, de pronto sus labios se posesionaron en mi inflamado clítoris succionándolo con pasión; entorné mis ojos con delirio aumentando las caricias a la punta del pene y la velocidad de los masajes al resto del enorme miembro.

 

El frenesí nos invadió, mis caderas se contrajeron, perdí la noción del tiempo al liberar toda la energía que se había concentrado en mis entrañas, sentí la crema caliente que inundó mi boca escapando por la comisura de mis labios, tragué el semen mientras sentía la agonía  de aquel fantástico miembro al expulsar el lechoso jugo.

 

Me recosté sobre él, besándolo mezclando los flujos que había en nuestras bocas, lamiendo los rastros cremosos depositados en nuestra piel.

Permanecí acostada sobre su cuerpo; su descomunal verga estaba entre mis muslos, sobresaliendo justamente entre mis glúteos bajo mi espalda.

 

La coloqué entre nuestros vientres, la sentí dura y pegajosa; empecé a elevar mis caderas buscando el contacto del glande con mi protuberancia carnosa, me elevé sintiendo su dureza en mi ombligo, luego en mi pubis; pronto sentí su roce con mi inflamado clítoris,  la fricción del tronco con mis labios vaginales; continué  con mis movimientos hasta que la cabeza se colocó justamente en mi empapada abertura; presioné mi pelvis hacia su encuentro logrando el acoplamiento del glande con mi palpitante vulva.

 

A sentir esto, impulsó sus caderas a mi encuentro haciendo que su verga penetrara más en  mi mojada concha.

 

Empezamos a movernos acompasadamente, sentía como aquel  enorme miembro iba invadiendo mis entrañas, rellenándome toda; las paredes de mi sexo se distendían y apretaban asimilando la verga invasora.

 

Nuestras bocas no se habían separado desde que empezamos a copular; nuestra lenguas estaban enredadas en un beso sin fin; los gemidos se mezclaban en sonidos indescriptibles.

Mi cuerpo se estremecía de placer, empujaba mis caderas hacia abajo mientras él impulsaba su pubis hacia arriba para meterme toda su descomunal erección hasta el fondo.

 

Los flujos brotaban sin cesar, nuestros movimientos arreciaron hasta  que el deseo estalló en una liberación total.

 

Yacimos uno sobre el otro recuperando el aliento, los cuerpos sudorosos, la respiración agitada, la habitación en penumbras.

Todavía me faltaba algo para colmar mi deseo.

 

El olor a sexo y  la penumbra me  estimuló a seguir; empecé  a besarlo nuevamente mientras mi mano empezaba a masajearle el miembro haciendo que nuevamente adquiriera aquella dimensión descomunal.

 

Tenía la vagina llena de jugos, monte sobre él introduciéndome su verga hasta los testículos; los fluidos brotaron depositándose en su pubis. Dejé que su verga saliera y resbalara por el canal de mis glúteos para que lubricara mi orificio anal.

 

Afiance mis pies a ambos lados de su cuerpo, elevé el trasero colocando la punta de la verga justamente en la entrada de mi ano; dirigí mis manos hacia atrás, hacia mis nalgas agarrando mis glúteos para abrirlos; sentí como la punta de su verga se acunaba en mi orificio anal.

Sus fuertes brazos sostenían mi torso mientras chupaba mis pezones con avidez.

 

Agité mi trasero logrando que la punta fuese adentrándose en mi lubricada cavidad; lentamente el glande fue dilatandola estrecha abertura, desplazándose hacia el interior de mi apretado túnel; la gruesa verga  causo un gran escozor en mi anillo por la dimensión que tenía pero el deseo que me invadía mitigaba ese dolor.

 

Empecé a cimbrear mis caderas; mi recto fue engullendo pulgada a pulgada el tremendo trozo de verga; me sentía llena, colmada; permití que saliera para impregnarlo de jugos residuales e

insertármelo  nuevamente en el culo; esta vez penetró con más facilidad.

 

Comenzamos a copular rítmicamente, acoplamos nuestras bocas; el dolor dio paso al placer para convertirse en lujuria desenfrenada, sentí mis glúteos chocar con sus testículos y el golpeteo de nuestros muslos pegajosos de sudor y flujos. Me la había embutido toda.

 

Sentía sus manazas bajo mis nalgas elevándome y bajándome sobre su pubis, me sentía como una muñequita de trapo en sus manos.

 

Eche mi cabeza hacía atrás perdiendo la noción del tiempo, cerrando los ojos gemía gozando cada penetración, no quería que esta terminara, mi insaciable vagina enviaba mensajes de satisfacción a mi cerebro disfrutando cada pulgada de esa formidable verga.

 

Los movimientos se hicieron más rápidos, más intensos,  arreciando desenfrenadamente, la lujuria se convirtió en paroxismos;  su lengua convertía mis gritos en gemidos me tensé como un resorte y estallé en un orgasmo intenso al sentir los chorros de esperma en mis entrañas.

 

Los espasmos disminuyeron a medida que cesaban nuestros jadeos; respiré satisfecha, sentía mis orificios dilatados; jugos cremosos impregnaban nuestros sexos; lo besé agradecida.

El miembro abandonó su encierro dando paso a una emanación  de semen contenida en mi recto, seguimos besándonos hasta relajarnos totalmente y quedarnos dormidos.

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2 respuestas

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