Por

Anónimo

mayo 2, 2013

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El ático

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EL ATICO

Mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años, entonces nos fuimos a vivir a la casa de nuestra abuela materna, quien a esas alturas ya tenía una nueva pareja y de cuya relación, mi madre tenía 3 medios hermanos, dos hombres y una mujer.

La casa estaba localizada en la quinta de un barrio muy popular, no era muy grande; tenía 2 habitaciones, sala comedor, un baño muy cómodo, un patio interior con un caño grande como en los solares antiguos; este patio tenía un baño pequeño, donde solo utilizábamos el sanitario en situaciones de emergencia; el espacio de la ducha era ocupado por una gran canasta donde tirábamos la ropa sucia.

Arriba de ese baño había un ático que no tenía ni puerta ni escalera, lo usábamos de depósito, mayormente de las cosas que se usan en las navidades, había una cama plegable Chaide y Chaide, un banquito y una sombrilla de playa con su respectivo balde; para llegar hasta allí arriba, teníamos que usar una escalera de pintor, que la colocábamos en el patio contra la pared de ese baño.

Finalmente en el lado opuesto de este patio se encontraba la cocina.

Desde que llegamos y a pasar de mi corta edad pude darme cuenta que mi tía no nos quería, conforme pasaron los años yo notaba que ella se sentía desplazada; para poder alojarnos en esa casa, ella había tenido que mudarse a la habitación de sus hermanos; la tía había perdido ciertas comodidades y su status de �princesa� se había acabado.

La sala de la casa era su dominio, no podíamos tocar el estéreo, prender la tele y menos aún tocar el piano que era su adoración, ella practicaba seguido y lo hacía muy bien.

Los años pasaban, yo crecía con todas aquella limitaciones que creaban en mí, una sensación de inseguridad; en el colegio estatal donde estudiaba, me mezclaba con gente de todo tipo y la de clase baja abundaba.

Cuando cumplí los 12 mis compañeros y sobre todo los más desinhibidos, tocaban abiertamente y sin tapujos temas propios del despertar sexual; a mí me daba vergüenza y optaba en mantenerme en silencio.

Aparecían las primeras historias, algunos se robaban de sus hermanos revistas como Playboy, Hustler y El pingüino; había quienes se bajaban el pantalón para mostrar cuánto vello les había aparecido, si les había crecido su miembro; otros contaban si tenían poluciones nocturnas y los más avezados se vanagloriaban de saber lo que era eyacular.

No faltaron aquellos que aprovechando las horas de recreo, se reunían en secreto en la misma aula, cerraban la puerta y se masturbaban en competencia, para mostrar quién se venía primero o quien lo hacía en forma más abundante. Me toco sorprenderlos alguna vez y me quedé estupefacto.

Esa inquietud me la guardaba e involuntariamente la llevaba conmigo a casa; allí, el ogro de mi tía me sacaba de mi abstracción con un reclamo distinto cada día; si no era para mí, era para alguno de mis hermanos y eso era una declaración de guerra, yo la detestaba.

Los fines de semana, ella acostumbraba a apoderarse por largas horas de la sala, del comedor y del patio posterior de la casa; la limpieza era un excelente motivo para tenernos: afuera en la quinta, en el patio posterior, o aburridos en nuestra habitación.

La tía tenía un cuerpo muy bien cuidado, a ella le gustaba encerar el piso a mano y luego, para la lustrada, no usaba la máquina; ella prefería hacerlo con sus pies, con unas franelas que las acondicionaba como si fueran fundas de sus zapatillas; esa rutina le permitía tener unas piernas muy atractivas, nada de flacidez.

Para aquella época yo empezaba a tener sueños eróticos y a veces coincidían con alguno de esos días de la limpieza de la casa; mientras yo tomaba el desayuno mi tía que ya empezaba a juntar algunos de sus utensilios, sintonizaba alguna emisora radial; entonces yo reparaba en su ropa, un short muy apretado, un polo bien pegadito que evidenciaba el buen estado físico que ella tenía; me intrigaba saber si sus pezones eran iguales a los que había visto en aquel Playboy que compartían en el aula.

La antipatía por mi tía y los asuntos escabrosos de mis compañeros se fueron mezclando muy sutilmente y en mis pensamientos la hice víctima de mis deseos de ser irrespetuoso con quien no nos respetaba, se me antojaba ser malcriado con ella, pero lo cierto es que yo le temía pues tenía un carácter muy fuerte.

Alguna vez, luego de haberme impedido por más de 2 horas el ingreso a la casa, para que yo �no le manchara la cera del piso�, decidí hacer algo atrevido en cuanto pude entrar; sentí que así yo me sentiría resarcido.

Yo acostumbraba, al igual que todos mis amigos del barrio, vestir un short deportivo amplio, nada ajustado. Ya en la casa, me metí al baño pequeño que había en el patio y me saqué la ropa interior, la tiré a la canasta de la ropa sucia y me puse nuevamente mi short, acto seguido salí a darle el encuentro a mi tía.

Ella ya casi se alistaba para bañarse, volvía a su lugar alguna de las sillas que había movido durante la encerada del piso, me ofrecí a ayudarla y ella aceptó; para variar, mientras yo ponía las sillas en su lugar en el comedor, ella desde la sala y sin mirarme, me lanzó un nuevo reproche: �mira la marca de esos dedos en el sofá, eso lo hacen ustedes cada vez que regresan de jugar en la calle y pasan sobándose en los muebles�.

Sin que ella me viese y en señal de protesta por aquella injusticia, deslicé mi short hacia abajo y dejé descubierto mi brioso ofidio; muy dentro de mí, pensaba �¡toma esto, para que me reclames con razón!�; ella ni se enteró de mi atrevimiento, yo por mi parte me sentí vengado, pero la verdad es que también me había dejado muy excitado; moví una silla y otra, tratando de cubrir mi erección, ella pasó mas de una vez al lado mio y ni lo notó.

Cuando terminé con las sillas, me metí a mi cuarto algo turbado; era una sensación aun desconocida para mí, miré mi short por dentro, estaba húmedo, tenía una apariencia babosa y emanaba un olor muy peculiar, algo así como huele la lejía.

A partir de ese día, yo encontré una especial predilección por andar solo en short cada vez que era fin de semana, me agradaba aquella sensación de estar haciendo algo prohibido en las narices de mi tía y que ella, ni idea tuviese de mi desquite.

Mi atrevimiento cada vez fue mayor, yo me sentaba en el comedor simulando hacer mis tareas, mientras ella estaba muy cerca cociendo algo con la máquina; yo separaba mis rodillas y recogía mi short hacia mis entrepiernas, entonces allí debajo de la mesa, una novata oruga se transformaba rápidamente en una víbora que salía a observar a mi tía quien seguía concentrada en su costura.

Ella ni idea tenia de mi hazaña; lo mío era una mezcla de satisfacción y miedo por la posible llegada de otra persona a la sala.

Alguna otra vez, haciendo gala de mi desfachatez, y tragando saliva me acercaba a ella lo más que podía llevando el short levantado, en actitud de darle con mi descubierto sable una estocada en las nalgas, emulando al matador, frente a un toro de lidia.

El tiempo fue pasando y llegó un mes de Diciembre, yo tenía 13 años y aquella tía estaba próxima a cumplir los 24; sucedió que en casa, mi madre y la abuela debían de salir a buscar a una comadre para acompañarse mutuamente en gestiones diversas.

La cosa demandaría mucho rato, pues debían de movilizarse en ómnibus a varios lugares y terminarían con un Bingo en casa de la comadre.

Antes de salir, la abuela que exclama:

�Negra, a ver si se dan un tiempo para sacar del ático las cosas de la Navidad�, lo cual mi tía aceptó de inmediato.

Como cualquier sábado en casa, la tía vestía un short de color celeste que hacía juego con un polo del mismo color; yo estaba en lo mío, hacia mis tareas del Colegio y desde el comedor de rato en rato, le daba una mirada a la huraña de mi tía, obviamente que siendo verano yo también vestía uno de mis shorts favoritos, siempre holgados.

En algún momento me levante de mi sitio para tajar en la cocina, los lápices con los que hacia una lámina de dibujo. Un rato antes ya había pasado rumbo al baño y estando yo sin ropa interior, le había hecho a la tía una de mis clásicas pasadas con las que me sentía satisfecho.

Regresé de la cocina con mis lápices de colores listos para volver a mi tarea, cuando sorpresivamente la tía que sale a mi encuentro y me dice:

�¡Vamos al patio para sacar las cosas del nacimiento!�, yo no atiné a nada; ella estaba casi sobre mi hombro apuntándome el camino hacia el ático, hacia allí me dirigía ahora y mi tía venía tras de mí.

Aquel depósito era accesible solo con una escalera de pintor y definitivamente la tía no iba a ser la primera en subir, puesto que ella no iba darme la menor posibilidad de quedarme abajo mirando sus piernas en la escalera; entonces ya me sentía descubierto, yo sería el primero en subir aquellos peldaños y ella notaria entonces que yo no llevaba ropa interior.

Empecé a trepar, ella se quedó abajo asegurándose que la escalera no se resbalara, se me hizo una eternidad esa escalada, yo trataba de juntar mis rodillas lo más que podía y así, poco a poco llegué al borde del ático.

No me quedaba de otra, debía de separarme de la escalera y eso implicaba extender mi pierna para alcanzar el ático; en ese momento sentí un escalofrío entre mis piernas y mi primariosa anaconda se comprimió a su mínima expresión, yo estaba asustado.

Ya en el ático, mientras sentía el movimiento que mi tía hacía con la escalera al subir, en actitud nerviosa yo simulaba mirar alrededor del cuarto; de pronto su cabeza se asomó en el umbral, luego vi aparecer su mano; yo no quería ver su expresión de ogro al al sermonearme, por lo que simulé mirar en sentido opuesto al umbral.

Sentí sus pisadas dentro del ático, mis ojos entre cerrados solo aguardaban como aguarda el reo en el patíbulo, entonces ella dijo: �Cuánto cachivache hay aquí�, yo abrí los ojos y con alivio le respondí simplemente con un �Si�.

Ella se dirigió al fondo del ático donde estaban los artículos de Navidad, al costado estaba el banquito al cual lo cubrió con la pañoleta que ella llevaba puesto, se sentó sobre él y comenzó a abrir las bolsas con los juegos de luces; �tú ponte a juntar la decoración para el pesebre y el cerro� me dijo.

Mientras yo ubicaba cada una de las bolsas, ella conectaba las luces al toma corrientes para cambiar los foquitos quemados, de pronto me dijo, �mira, ¡cómo tienes la ropa!�, yo recién reparé en lo polvoriento que estaba el lugar, tenía el short y las rodilla blanquizcas.

�Sacúdete�, me dijo, instintivamente lo hice con mis manos y la cosa no cambió mucho porque mis manos habían cogido también de ese polvillo, entonces, ella se levantó de su silla, jaló la pañoleta y me la alcanzo; yo hice lo que pude, la cosa mejoró muy poco, a lo cual, ella comentó:

�Tu short sigue sucio, así empiezan las enfermedades�, entonces, sin mediar palabras y sin levantarse del banquito me quitó la pañoleta y frunciendo el ceño empezó a sacudirme con cierta rudeza, me tenía sujeto de la manga de mi polo, así pudo girarme y azotar mis sentaderas por un momento eso me puso muy nervioso.

Entonces me giro nuevamente, la tenía ahora frente a mí; su cabeza ligeramente reclinada, como asegurándose que me había quitado todo el polvo de mis piernas; entonces sucedió lo increíble, desde su posición y pretendiendo terminar con la limpieza, dio un cuidadoso soplido debajo de mi short, allí en la entrepierna, eso provocó que mis incipientes vellitos se erizaran del gusto y yo no supe qué hacer.

Me miró a los ojos y me dijo: �¿No te pusiste ropa interior, no?�, yo me quedé frio, solo atiné a mover mi cabeza, como rechazando su imputación, me había quedado mudo.

Ella me sujetó nuevamente de la manga de mi polo y me giro nuevamente en sentido opuesto, la tenía ahora a mis espaldas; sin dejar de sujetarme, ella sacudía mis sentaderas nuevamente con algo de rudeza, en cada impacto de esa pañoleta contra mis nalgas ella me hacía una pregunta distinta:

�¿Porqué te vestiste así?� y zaaaas, un pañuelazo

�¿Porque eres malcriado?� y zaaas, otro pañuelazo

�¿Te gusta lucirte?� zaaas, otro mas

�¿Quién te enseño a hacer eso?� zaaas, el último.

Entonces se detuvo y sin soltarme de la manga, me giró hacia ella, pasó la pañoleta provocativamente por mis muslos y se inclinó ligeramente para ir en busca de mis rodillas; al hacerlo sus labios volvieron a soplar provocativamente entre mis piernas, con la diferencia que esta vez mi tía rozó su nariz contra el bulto que se había levantado allí, hizo una pausa e inhalo de aquel olor.

�Algo huele por aquí, ¿qué es?�, me pregunto sin apartarse de allí y mirándome a los ojos; yo estaba petrificado.

No hubo respuesta alguna, ella sonrió, soltó finalmente mi manga y levanto mi short otro poco, sucedió entonces lo que yo jamás hubiese imaginado, ella sacó ligeramente su lengua y lamió mis testículos rítmicamente, eso me volvió loco, me desesperaba.

Lamió otro poco más, de rato en rato me miraba, para ver mi reacción, luego deslizó mi short hacia abajo y me dejó solo el polo puesto; ella exclamó: �te está creciendo pelitos, qué ricos que están� yo estaba tremendamente excitado; mientras me miraba, su lengua recorría mis muslos , mis testículos y desde allí , cuál si fuese un helado, llegaba hasta la cabecita donde había muchísima humedad, inclusive, ella al notar que una espesa gota caía lentamente, abrió su boca, extendió su lengua y la recibió antes de que cayese al piso.

Entonces, llevó esa gota hacia la cabeza de mi verga y me preguntó �¿ya te masturbas?� moví la cabeza en forma negativa, ¿nunca lo has hecho? Insistió, �nunca�, le respondí.

�A tu edad los chicos ya empiezan a hacerlo� me dijo, �lo sé�, le respondí, �he visto como lo hacen algunos chicos en mi aula�.

�Y tú, porque no lo has imitado entonces� me preguntó, �es que me da temor y vergüenza�, le respondí, �¿temor?� preguntó ella.

�Si, me da vergüenza preguntar y por lo mismo, me quedo con el temor que me vaya a salir sangre si lo hago�, ella se rio y me dijo, �tonto, por masturbarte no te va a salir sangre, mira, te lo voy a demostrar�.

A continuación, ella peló mi verga con mucha suavidad por unos instantes, me preguntó, ¿te gustó?, �siii�, le respondí, ¿y te salió sangre? �No�, volví a responder.

Me miró fijamente e insistió, �¿no quieres hacerlo tu solo?� Yo no respondí, solo me quedé inmóvil, entonces ella agregó, �fíjate, las mujeres también nos masturbamos y por eso no nos sale sangre; si yo te enseño como lo hacemos, ¿me dejaras ver cómo lo haces tú?�, moví la cabeza en señal de aceptación.

Entonces ella se sacó su short, se quedó en ropa interior por un momento, se movió en una forma totalmente erótica, metió su mano dentro de su ropa interior y en una forma más que evidente introdujo el dedo medio dentro de su vulva.

Cerró sus ojos ligeramente, extendió su mano hacia mí y dejó que yo oliera de aquel dedo travieso, �¿te gusta el olor?�, me preguntó, �si� asentí yo.

En cuanto respondí, ella se sacó el brasier y el calzón; hizo que yo lo oliera y mientras lo hacía pude observar un moco que se había formado en su calzón, tenía un olor delicioso y que yo nunca antes había percibido.

Pude además comprobar que sus tetas eran tan bonitas como aquellas que yo había visto en Penthouse, con la diferencia que los pezones de mi tía tenían unas aureolas inmensas.

Veía admirado la manera como los dedos de mi tía jugaban entre sus piernas, primero el índice, luego el dedo medio y finalmente el dedo anular; todos ellos entraban y salían de esa delicioso rincón; �¿te gustan mis vellitos?� me preguntó, �claro�, le dije inmediatamente, �me rasuré un poquito� me confesó; de pronto ella volteó hacia a mí y me dijo, �¿y tu?¡estoy esperándote que te masturbes para mí!�.

Entonces inicié un ritual que jamás había experimentado; empuñe mi verga y la pelé una y otra vez, estaba lubricadísimo como nunca lo había estado, era una sensación deliciosa que nunca había experimentado; ver al mismo tiempo a mi tía jugueteando de esa manera era un espectáculo por demás lujurioso.

Ella levanto la mirada hacia mí y me dijo �eso que haces es delicioso, pero detente un momento�, a mí me costó hacerlo, era como si mi mano hubiese estado poseída, ¡no podía detenerla!!.

En cuanto pude hacerlo, ella tomo mis cabellos y dirigió mi cabeza hacia sus piernas, estaban totalmente melosas, primero fue mi nariz, luego mis labios y finalmente fue mi lengua, todos ellos disfrutaron de ese delicioso festín, pero fue aquella última la encargada de calmar la sed que tenía mi tía.

Ella gemía de placer, me repetía una y otra vez, �Así, así, mete toda tu lengua, como si fueras un perro, eres mi perro ahora, lámeme sin parar�, y refiriéndose a mis lamidas, decía, �me encanta el ruido que hace, me encanta; tu lengua hace maravillas en mi conchita, te gusta a ti?� �Claro que sí�, respondí

�Me estoy portando muy mal�, me dijo, �no�, le respondí yo de inmediato, entonces ella me sorprendió, �castígame ahora� me dijo; se levantó del banco no sin antes darme una deliciosa mamada, �¿ya estas más calmado?� me preguntó, a lo cual yo asentí.

Acto seguido puso sus dos manos sobe el banco y me ofreció sus nalgas, �!lámelas!�, me dijo, era un ofrecimiento totalmente imposible de despreciar.

Empecé a lamerla y a medida que lo hacía, ella me decía: �castígame con la pañoleta�, yo la empuñe y comencé a imitar lo que ella ya había hecho conmigo, mi tía disfrutaba sintiendo esos bruscos azotes del pañuelo sobre sus nalgas.

Entre quejas y ruidos, ella alcanzaba a susurrar: �lámeme de nuevo� y más luego reclamaba: �¡lame mi ano, mi ano!�, entonces, mi lengua entró una y otra vez en aquel hoyito, provocando gemidos increíbles en mi tía, ella ardía de placer.

Luego de un rato de disfrutar de mi ansiosa y debutante lengua, mi tía se dio un pequeño descanso, se volteó y me preguntó, �¿te gustan mis tetas?�, claro, le respondí, �¿te gustaría mamarlas?� preguntó nuevamente y sin esperar respuesta alguna ya tenía sus enormes pezones frente a mi nariz.

�Muérdelos un poquito�, me pidió, lo cual hice muy de a poquitos, no sin antes besarlos por un momento; lamer esas puntitas era una delicia, yo sentía que aquello era un delicioso sueño, estaba completamente mojado, el ático tenía en esos momentos un olor impregnante, muy diferente al que habíamos encontrado al llegar allí.

Mientras yo mamaba sus tetas, ella aun sentada en su banco, cogía mi verga de rato en rato y la acariciaba, tiempo después entendería que mi tía estaba dosificando la intensidad de mi placer para llevarme hasta el punto en que ella se sintiera saciada.

�Creo que ya estás listo� me dijo, entonces con sus dos manos me trajo completamente hacia ella, e intercambiamos posiciones, yo me senté en el banco y ella se acomodó de a pocos sobre mis piernas, �no te pongas ansioso, solo relájate, porque me vas a penetrar; te va a gustar, solo relájate� me dijo.

Yo seguía lamiendo sus pezones y ella se sacudía hacia los dedos buscando que mi verga la conectara, cuando eso se dio, ella hizo un alto, me miró a los ojos y me dijo, �ya está allí, solo acostúmbrate a su calor, tu cosita va a seguir avanzando de a pocos, no te apures�

Así fue, ya estaba dentro de ella, mi tía se levantaba y se sentaba lentamente, una cadencia que aumentaba de velocidad en forma gradual, casi desapercibida; al cabo de un rato ella ya me cabalgaba más rápido, me disfrutaba un buen rato, se detenía por un instante y susurrando me preguntaba, estas bien?, si sientes un hincóncito muy placentero, me avisas de inmediato, eh?, �bueno�, le respondí.

Ella me seguía cabalgando por un buen rato, escuchaba sus gemidos y presa de lujuria profería lisuras que me excitaban cada vez más, �aun no, aun no� me decía en voz alta; de pronto se separó de mí y colocó frente al banco, allí casi debajo de sus nalgas, el balde de playa que guardábamos en el ático.

Se montó otra vez, se sacudió como loca en su cabalgata; gritaba y se colgaba de mi abundante cabellera, de pronto ella dio un grito tremendo, se separó de mí y coloco sus nalgas encima de aquel balde.

Lo que vino después, fue increíble, ella me dijo, �!mira, que rico!� empezó a masturbarse desaforadamente yo mordía sus tetas, entonces llegó lo que yo menos esperaba; separó sus tetas de mi boca y grito nuevamente �¡mira, mira!�; de inmediato vino una descarga de sus orines que al parecer aumentaron el placer en ella; era todo un espectáculo ver como se sacudía presa de una emoción que yo jamás había visto.

Sus manos aun con orines se dirigieron a mi verga, ella estaba como poseída, me masturbó por un momento y después pasó a mamármela; me miraba de rato en rato y me preguntaba, ¿ya?, ¿ya? ¿Sientes algo?

Yo, entre excitado y extasiado por el espectáculo, me sentía como borracho; de pronto aquello llegó, fue una sensación indescriptible, se hizo como nudo entre mis bolitas y aquello me estremeció totalmente, instintivamente gemí y ella lo notó.

�Ya viene, ya viene� me dijo, se arrodilló frente a mí y me dio una peladita más, un torrente impetuoso salió de mí por primera vez y ella quería recibirlo con su boca, fue sencillamente delicioso.

Luego de ese volcánico encuentro, nos quedamos en silencio; mi tía me hizo prometer que jamás se lo contaría a nadie, me dijo que ella haría lo mismo.

La relación entre nosotros mejoró en algo, aunque siempre aparecían sus rabietas en casa; al tiempo se hizo novia de un aviador y se enamoró, lo que hizo que ella olvidara aquel encuentro en el ático.


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2 respuestas

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