
Por
Anónimo
Cogiendo con mi amiga
Conocí a Alejandra cuando ella tenía 15 años. Trabajó en casa como niñera. Dueña de una hermosa sonrisa y unas llamativas tetas. Intenté seducirla varias veces y ella abortó mis intentos. Pasaron treinta años y la encontré en una ciudad balnearia, ella volvía de la playa con su hija. Charlamos y me comentó que está ba separada de su pareja. No dejé pasar una semana, la llamé por teléfono. Nos pusimos de acuerdo para encontrarnos, alquilamos un departamento. Apenas ingresamos al mismo, la desnudé, bese y chupé sus pechos, mis dedos buscaron su vagina, estaba muy mojada, la llevé a la cama, la recosté, abrí sus piernas y clave mi lengua en su concha, recorrí sus labios, lami su clítoris y sentí su leche tibia en mi boca, ella gemía y agarraba mi cabeza. Puse sus piernas sobre mi hombro y la penetre. Mi pene duro se deslizó muy adentro, un loco vaivén de penetraciones la hacia gozar. Me bajé y la hice montar, ella estaba muy excitada, las penetraciones fueron cada vez más profundas, yo besaba sus enormes pechos, ella gemía, temblaba. Sentí la tibieza correr por mi pija, abundante, ella continuaba haciéndome suyo, excitada, perdida, aproveché, busqué su ano, lo fui lubricando con un dedo, la puse en cuatro, muy despacio penetre su ano, ya estaba dilatado lo que delataba su gusto por el sexo anal, ella levantó su cola permitiendo una total penetración, ambos gozamos por un largo rato, hasta que deje mi pene bien adentro y me corri. Me recosté a su lado, al rato Alejandra mostró la magia de su lengua y su boca. Mi pene recuperó su erección, ella montó sobre mi y suavemente me hizo suyo, me besaba, chupaba mi lengua, yo solo gemía, gozaba. El éxtasis llegó, nuestros líquidos se juntaron, nos besamos profundamente. La espera de treinta años valió la pena. Ya estamos planificando el próximo encuentro.
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