septiembre 15, 2025

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Caricias en la ducha - Parte III

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Se me ocurre decirle que le quiero, que sólo le quiero a él, que no me importaría incluso si nunca jamás se le volviese a levantar, aún así yo seguiría con él, y no por lástima… sino porque le quiero. Pero todo eso, son palabras vacías, lo que ahora necesita Daniel son hechos. Le tomo la mano derecha que conserva en mi cintura y la llevo a mis labios, le beso los dedos uno a uno, mirándole con los ojos entornados, la froto contra mi mejilla. Daniel me mira con su sonrisa triste y llevo su mano a mi sexo. Está a punto de poner cara de fastidio, pero siseo suavemente para que guarde silencio, y con la mano libre lo abrazo, mis pechos se rozan contra el suyo, empapados y cálidos, mientras muevo lentamente su mano, acariciándome con ella. En un principio, mi amante no parece especialmente entusiasmado, pero casi enseguida sus dedos no pueden evitar participar y empieza a hacer cosquillas en mi vulva. Retiro mi mano para abrazarle con ambos brazos, mientras él se lanza a acariciar.

Con los dedos, acaricia mis labios, los aprieta suavemente y masajea, y su dedo medio busca mi centro, juega con mi calor, tienta mi rajita. El agua caliente hace que sea más fácil, y apenas roza mi clítoris, me estremezco entre sus brazos y mi piel se pone de gallina, aún bajo el agua caliente. Continúa acariciando mientras veo que sonríe, pero esta vez, es una sonrisa pícara, sin tristeza. Su dedo empieza a hacer círculos en mi botoncito, muy suaves y lentos. Las piernas me dan temblores y amenazan con no sostenerme, mi sexo rebosa humedad y el placer me hace sonreír y temblar.

Las cosquillas que parten de mi clítoris se comunican deliciosamente a mi abertura, mi coñito necesita algo dentro, pero se va a tener que conformar con esta pequeña tortura. Daniel no aumenta el ritmo, sigue haciéndolo despacito, para que yo lo saboree. Su frente se pega a la mía y nuestros ojos se encuentran. Me da un poquito de corte, lo admito, y se me escapa la risa, y a él también, mientras sigue con su trabajito y yo le abrazo del cuello y le acaricio los hombros y la cara.

Su dedo resbala sobre mi punto mágico y el placer se mezcla con un poco de escozor, pero muy agradable, mis caderas se mueven solas y los gemidos se me escapan sin que pueda evitarlo, ¡qué bueno! Me pica muchísimo por dentro, me pica incluso por detrás, sus dedos tocando sólo mi clítoris son una tortura, pero tan maravillosa… quiero más, quiero mucho más, que lo haga más deprisa, que me meta los dedos, pero el goce es más intenso por el deseo que siento, chispas de placer me atacan en mi perlita y se extienden por mis piernas y mi espalda, casi me hacen saltar. No puedo conservar los ojos abiertos del gusto que siento, me da la impresión de no tocar con los pies en el suelo… más, por favor… más…

Alentado por el movimiento de mis caderas y mis jadeos, Daniel acelera el ritmo, ¡oh, sí! Me encojo de placer entre sus manos y le miro con una sonrisa cachonda y feliz. Veo ternura en sus ojos, pero también deseo… y un poco de frustración, pero no se detiene por ello, acelera más aún y con la punta de sus dedos acaricia también los labios, por Dios, qué bueno, más, más… Las chispas de gusto que antes me atacaban se han convertido en latigazos eléctricos de placer, mucho más largos en intenso, que me llenan de profundo bienestar y anuncian mi orgasmo, que pronto no podré contener, es maravilloso, me encanta, sigue… mi indefensa perlita tiembla de alegría bajo tus hábiles caricias… Daniel no deja de sonreír, ahora parece más contento… qué guapísimo está bajo el chorro de la ducha… ¡oh, tengo que besarte, ven aquí!

Nuestras bocas se funden en un beso delicioso, su lengua profana mi boca, sus dedos aceleran, y no soy capaz de aguantar más. Lanzo un profundo quejido que Daniel absorbe con su boca mientras el placer hace explosión en mi clítoris y se expande furiosamente por mi cuerpo, tensándome como una goma, olas de gusto me recorren la piel… y luego, la dulce relajación, sintiendo las palpitaciones de mi sexo, la caricia de bienestar que me invade dulcemente y la sonrisa de satisfacción que se abre en mi cara… mmmmh, qué rico, qué sensible estoy ahora, si siguiera tocándome, podría tener fácilmente otro más, pero en lugar de pedírselo, le abrazo contra mí y… espera, ¿qué es…? Le separo un momento y miro hacia abajo. Ni Daniel lo ha notado, pero…

Lo que empezó aquí puede continuar en privado. Ver ahora

-Vaya, vaya… hola, «pequeño Daniel», ¿cómo has estado? Te hemos echado de menos… – Daniel sonríe, ahora plenamente feliz y hasta con un aire de suficiencia. Le devuelvo la sonrisa y le abrazo con una pierna. Se frota contra mi sexo húmedo y juguetea un poco en la entrada. – Te quiero, Daniel… Nunca, nunca voy a abandonarte y cualquier problema que tengas, te ayudaré a resolverlo, como tú me ayudaste a mí. Siempre estaré contigo.

Mi novio da un ligero movimiento de caderas y yo no puedo evitar gemir de placer, pero cuando se mete más al fondo, el placer me da un subidón indescriptible, todo mi cuerpo se estremece, convulsiona y tiembla, mi grito de gozo resuena en el baño y el estallido de gusto me hace casi resbalar con las piernas flojas… mmmh… después de un orgasmo, mi sensibilidad es tan alta… Daniel se ríe suavemente, feliz por haber conseguido que me corriera.

-¿Ya… ya lo ves… cómo puede sucederle a cualquiera….? – jadeo, satisfecha y temblorosa – Ahora, la que se ha corrido nada más empezar, he sido yo… ¿verdad que no vas a dejarme por eso….?

Puedo ver en sus ojos un sentimiento mucho mayor de lo que yo misma imaginaba. Su mano me acaricia la cara con el dorso de los dedos, me mira a los ojos y los labios alternativamente, veo que La Pregunta va a salir de su boca una vez más…

-No. Daniel, no lo hagas, no es justo, no me lo preguntes ahora, no seas chantajista, por favor…

-No te lo pregunto… te lo ruego. Por favor, Mati, cásate conmigo. Di que sí. – quiero decir que sí, de veras lo quiero, pero… me da demasiado miedo, demasiado asco la idea del matrimonio… pero, ¿cómo se le dice a un hombre que te mira como si le acabaras de salvar la vida que no quieres casarte, ni con él ni con nadie….? Pero Daniel sonríe con picardía y pega un bombeo de caderas.

-¡Aaaaaaaaaah, sí!

-¡Lo has dicho! – se ríe a carcajadas y yo intento indignarme, enfadarme, quitarme de su abrazo… pero el placer es demasiado fuerte y no lo logro. Lo único que consigo es abrazarle fuerte contra mí y besarle la cara y los hombros mientras no deja de bombear, y ya no sé ni qué es lo que quiero… sólo quiero que esto siga igual, que no cambie nada… no quiero huir, pero tampoco casarme… ¿Qué puedo hacer?

Fin!

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