noviembre 17, 2025

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Calmándolo Con Mis Tetas

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Ay, o sea, les tengo que contar esta súper anécdota que pasó con mi novio hace como siete meses, que la verdad es que fue demasiado random pero super hot. Resulta que Andrés llegó del trabajo con una cara que no les miento, parecía que se había tragado un limón entero. Y yo, como la esposa super comprensiva que soy, le pregunté mil veces qué le pasaba, pero él solo me decía «nada, todo bien», con ese tono cortante que uno ya sabe que nada está bien. La verdad, yo creo que era puro estrés de la vida adulta, que es un horror, pero bueh.

Total, que lo vi ahí sentado en el sillón, mirando al vacío como si el mundo se fuera a acabar, y se me ocurrió una idea. Nada que ver con lo que usualmente hago, o sea, normalmente le preparo un té o algo, pero esa vez mi mente fue por otro lado. Me senté a su lado, super casual, y sin decir nada me subí la playera. O sea, literal, me la levanté y le puse su cara justo en medio de mis tetas. Así, sin más. Él al principio se quedó tieso, como en shock, pero después de like tres segundos, sentí cómo todo su cuerpo se relajó contra mí. Es increíble cómo algo tan simple puede cambiar tanto el mood, ¿no?

Pero obvio, como nosotros somos bien calientes, la cosa no paró ahí. Andrés empezó a sacarme las tetas del brasier, que por cierto era ese de encaje negro que le encanta, y comenzó a chupármelas. Ay no, por favor, eso a mí me vuelve loca. Sentir su boca caliente en mis pezones, que ya estaban super sensibles, hizo que al instante me mojara toda. Literal, mi panty estaba hecha un desastre en like dos minutos. Yo, sin perder el ritmo, le agarré la verga por encima del pantalón y, dios mío, ya la tenía durísima. Se le notaba perfecto a través de la tela, como un tubo bien firme que prometía una buena cogida.

No me pude aguantar más. Le bajé el cierre de los pantalones y su boxer, y ahí estaba, su verga, que es bastante grande la verdad, palpitando y con una gotita en la punta. Me agaché y me la metí a la boca de una. Él ni esperó, me agarró de la cabeza y empezó a empujar, metiéndomela hasta la garganta. O sea, me estaba usando como si fuera su juguete sexual, y la verdad es que eso me excita una barbaridad. Me encanta sentir que me dominan, que me usan para su placer. Entre gemidos, me dijo: «Ay, sí, qué rico. Esto es exactamente lo que necesitaba. Necesito deslecharme.» Ahí cayó el veinte. El pobre tenía cinco días sin coger, que para nuestros estándares es una eternidad. La vida adulta a veces nos roba esos momentos, pero bueno.

Después de esa mamada bien intensa, me hice a un lado y me subí encima de él. Me bajé mi panty, que estaba empapada, y me senté sobre su verga lentamente, para sentir cada centímetro adentro mío. Ay, por favor, es que cuando entra así, despacio, se siente demasiado rico. Una vez que la tuve toda dentro, empecé a moverme rápido, deslizándome sobre su pene como si no hubiera un mañana. Apoyé mis brazos en la pared detrás de él, y con eso mis tetas le quedaron justo en la cara. Él no desperdició la oportunidad y se puso a chupármelas otra vez, mordisqueando mis pezones y haciéndome gemir como loca. Yo seguía ahí, arriba de él, con mi conchita bien mojadita, sintiendo cómo me llenaba por completo.

En un momento, me dijo que ya se iba a venir, así que me bajé y me puse de rodillas frente a él. Él se paró, y yo le agarré la verga con la mano, jalándosela mientras la miraba a los ojos. No tardó nada, y de repente, ¡pum! Su leche salió disparada, cayéndome en la boca, en la cara, y por supuesto, en mis tetas. Fue demasiado, o sea, estaba llena de su semen, calientito y espeso. Traté de comerme todo lo que pude, porque la verdad me encanta el sabor, pero había tanto que se me escurría por el cuello. Él me miró con esa cara de satisfacción que me derrite, y supe que ya había arreglado su mal humor.

Lo que empezó aquí puede continuar en privado. Ver ahora

Pero la noche no terminó ahí. Después de limpiarme un poco, me llevó a la cama y sacó mi vibrador, ese pequeño que guardo en la mesa de noche. Me lo puso en el clítoris mientras me besaba, y aunque me vine, la verdad es que hubiera preferido hacerlo cuando estaba encima de él. Pero bueno, el pobre ya llevaba cinco días aguantando, así que no podía pedir mucho. Eso sí, como a las dos horas, volvimos a coger, y esa vez sí duró lo suficiente para darme mi orgasmo apropiado. Fue increíble, con su vergón adentro mío, en misiónero, mirándome fijo mientras yo gemía y le decía que no parara. Al final, los dos quedamos exhaustos pero super felices.

O sea, la moraleja de esta historia es que a veces, lo que un hombre necesita no es que le preguntes mil veces qué le pasa, sino unas buenas tetas en la cara y una mamada de aquellas. Suena súper cliché, pero funciona. Y la verdad, a mí me encanta ser su solución personal para el estrés. Es nuestro little secret para mantener la llama viva, incluso en los días más ocupados. Después de eso, hemos intentado no pasar más de tres días sin coger, porque ya sabemos cómo termina la cosa. Y bueh, quién se queja, ¿no? Al contrario, es un win-win para los dos.

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